viernes, 30 de diciembre de 2022

Balada de fin de año

Sonarán primero los cuartos, no te confundas. Deberás tener preparada la copita de cava o de champán o de sidra (El Gaitero, no otra) o de champín para los niños (que es como un brebaje de apiretal con gas). Aparecerá disfrazada de ser humana desnuda la diosa pagana de la noche de fin de año y tendrás entre tus manos un cacharrito con las uvas ya peladas y despepitadas, o enteras y gordotas (ojo, no te atragantes).

Son segundos, no llega a un minuto y pasa por nuestra mente ese crujido de tránsito de un año al siguiente sin más alteración que los besos y abrazos que siguen a continuación y los recuerdos de los que no están ahí en ese momento.

El cielo se llenará de castillos artificiales y la paz de la calle estallará en una estruendosa sucesión de explosiones precedidas del silbido de cohetes que llevan por encima de las azoteas estelas luminosas. 

Se guardarán de ese escándalo hipersónico los gatos y los perros domésticos a los que no les hace ni pizca de gracia tanto despropósito. Compadezco a los peludos callejeros que no podrán huir de ese atentado contra su bienestar.

Tal vez con los ojos empañados por los desgarros de la vida (cada cual de los suyos) y compungidos por sentimientos encontrados nos zambulliremos, cómo no, en nuestros móviles y extenderemos nuestros mejores deseos a los más allegados. Siempre queda alguien, o dudas o lo tienes claro. Por omisión voluntaria o no...seguimos siendo humanos y ¿ni ese día vamos a ser capaces de? Seguramente no, porque lo tenemos claro. Lástima.

Al cabo de un rato las explosiones serán cada vez más espaciadas y el cielo dejará de brillar con la misma intensidad. Si acaso, allá a lo lejos parece que hay más pólvora y de vez en cuando todavía estalla una palmera fosforescente.

Ya hay muchas alternativas, gracias a Dios, al tostón histórico de los programas enlatados desde el mes de octubre donde desfila un sarpullido de cómicos o artistas o cantantes que nos han taladrado durante todo el año que recién acaba. Tiramos del blutú y volvemos a nuestra playlist con las canciones que nos gustan, más o menos, a todos. Y claro, sonará "la Rosalía"-su motomami- pero también llegará, afortunadamente,  el turno de los Rolling Stones. La noche puede ser larga.

Es la última balada de fin de año, o de comienzo de uno nuevo. La que nos da para llegar hasta la almohada y poder despertarnos la primera mañana del año, de nuevo, sentados en el patio de butacas del Musikverein de Viena.

Feliz Año Nuevo!!!!!

lunes, 26 de diciembre de 2022

Un buen ciudadano

Un buen ciudadano no adquiere compromisos que no puede atender, ni adquiere deudas que no vaya a poder saldar, ni suele acumular muchas multas por aparcar deliberadamente donde y como quiere. Tampoco deja de pagar sus impuestos pese a que tenga o no dificultades económicas que le impidan hacerlo sin sacrificio.

Un buen ciudadano respeta el descanso de los demás y se mueve sigilosamente cuando no es necesario elevar el sonido de sus movimientos. Se asea y se viste con decoro y muy especialmente cuando las circunstancias del momento lo requieren. Vive de manera cívica con respeto a sus vecinos en las tareas ciudadanas: no tira papeles al suelo, ni colillas, ni deja la bolsa de la basura junto al bordillo de la acera en lugar de depositarla en el interior del contenedor.

Un buen ciudadano no suele manifestar su discrepancia gritando más que los demás ni actuando violentamente contra lo que se opone a sus pretensiones.

Un buen ciudadano aspira a poder manifestar esa discrepancia, llegado el momento, depositando su voto en una urna legitimada por el correspondiente proceso electoral legal.

Un buen ciudadano, cuando la situación política reinante no le agrada, o le resulta incómoda o insatisfactoria se manifiesta de manera correcta y civilizada y no se dedica a quemar contenedores de basura ni piras de neumáticos, ni destroza el mobiliario urbano ni las lunas de los escaparates.

Normalmente, un buen ciudadano, cuando su queja es desoída y desatendida, ahoga su frustración intercambiando su crítica en la intimidad de sus contactos del smartphone y ahí se agota.

Un buen ciudadano, en definitiva, aspira a que la política de su gobierno no se salga nunca del foco que alumbra la Constitución y que ésta sea, además, respetada por todos los poderes del Estado.

No es mucho pedir, digo yo, que ya no aspiro a ser, al fin y al cabo, poco más que un buen ciudadano.


viernes, 23 de diciembre de 2022

Cuentas de Navidad

No pretendo hurtarle un nanosegundo de gloria a Charles Dickens ni mi relato tiene mayor pretensión que la de devolverles a estas fechas la emotividad que les corresponde. No es en realidad un cuento ni una cuenta. Tampoco una pesadilla, a pesar de que no se me da tan mal el odiado papel de grinch navideño (que llevo tan adentro).

Llega el tiempo de reflexión y de los buenos propósitos. Aunque asociamos estas fechas, cada día más, a la fiesta y a la ingesta continuada de productos gastronómicos, que está muy bien, no vamos a decir lo contrario. Somos humanos y la tentación nos puede.

Es tiempo de familia y de reencuentro, pero es más cierto que es precisamente en estas fechas cuando más relieve cobran las discrepancias y los desencuentros. Lástima.

Reverdecen viejas canciones, no ya los villancicos que para eso están, ensañándose ad nauseam con los sufridos clienteslos centros comerciales. Vuelve Mariah Carey, Boney M y cómo no, Wham (aunque el mérito en exclusiva se lo lleve George Michael). Todo muy retro que nos devuelve a épocas remotas, de feliz inocencia o más allá y nos vemos en el salón de casa, en pijama y bata hasta el cuello, porque hacía mucho frío y en las casas no había más que una sola estufa de butano y el pasillo, con temperaturas glaciares, se recorría a la carrera. Y estrujábamos ya los polvorones porque veíamos hacerlo a mi padre y nos servían un chorrito de El Gaitero para que nos mojáramos los labios y se vestía la mesa con el mejor mantel y la cubertería de plata y se bendecían los alimentos (el eterno plato del bacalao) ... Bendícenos Señor....y aguardaba el momento de abrir los primeros regalos, los funcionales y útiles porque de los juguetes se encargaban los Reyes Mágicos, por favor, y nos enganchábamos hasta el final de la nochebuena a la programación especial de una televisión en blanco y negro en la que siempre salían, todos los años los mismos, Raphael, Lola Flores, Esteso, Pajares, Rafaella Carrá....

Los mayores que nosotros, en su propia nostalgia, retrocedían a lo suyo y resucitaban sus fiestas de elegantes salones de baile con orquestas con smoking y copas de champán y luciendo palmito con los aires de Fred Astaire y Ginger Rogers....cuánto glamour.

Funde en negro el plano y volvemos a nuestros días y al calor de un hogar desatomizado, embrutecido por el tiktok y por el permanente tintineo de una mensajería constante que hace que nos estemos olvidando de vivir.

Espero que eso no ocurra y te deseo, lector de estas líneas, que tú no lo olvides y que sin perder la mirada en el venturoso nuevo año que te deseo, no dejes de pensar en el largo camino recorrido, de dónde venimos y de quiénes somos.

Feliz Navidad.




lunes, 19 de diciembre de 2022

El hombre de los caramelos

Seguramente una buena parte del contenido del pozo de nostalgia de "otros tiempos mejores" se refiera a nuestros felices 80. Por algo será.

La voracidad creadora de artistas, escritores, novelistas, actores, cantantes, etc. llenó bibliotecas, videotecas, discotecas y museos. De todo ello seguimos nutriendo culturalmente a muchas generaciones posteriores.

Un análisis mínimo de dicha creatividad y pese a que aquellos jóvenes se quejaban entonces de eso, deja de manifiesto que valía "casi" todo y salvo contadas excepciones (el secuestro de portada de alguna publicación, se decía entonces) imperaba un tolerable grado de libertad de expresión y nadie cuestionaba entonces el rango "políticamente correcto" de lo dicho, escrito o cantado. La Movida, a sea.

Ahora, por contra, se usan millones de toneladas de papel de fumar para hablar de ciertos temas hasta llevarnos al extremo de haber tenido que inventarnos y manejar un nuevo lenguaje para que nadie, con la piel muy fina y siempre respecto de lo que dicen los demás, se sienta ofendidito.

Y se revisa todo, claro está. Llegan los talibanes kulturales (con "k" de okupa, sí) y cuestionan una frase, una expresión, una mota de polvo sobre cualquier referencia que no encaja con "lo ortodoxo 2.0". Bueno, con lo que a ellos les parece lo ortodoxo.

A finales de los setenta (1979) la Orquesta Mondragón publicaba el álbum "Muñeca Hinchable", incluyendo como una de sus canciones impensables hoy en día El hombre de los caramelos. 

Pues él, hoy, se está ganando el mote a marchas forzadas. Siempre muy compuesto, traje ajustado y andar quedón, regala caramelos a sus niños, que acuden a su abrigo gris. Les promete, extendiendo su mano abierta cubierta de chuches, todo cuento los niños piden (y dos huevos duros) Todo lo que él no debería darles -no puede hacerlo- se lo da. ¿Qué le va a parar? ¿Qué le va a salir mal?

Es el antiguo cuento del viejo del parque y su traje gris.

lunes, 12 de diciembre de 2022

La cara pintada a brochazos

Nadie mejor que un buen culé sabe cómo gestionar ese palito de Marruecos en la Copa del Mundo de Catar 2022.

Cruyff, en la década de los 90, adaptó sus ideales de juego a una plantilla que, en un par de años, resultó ganadora. Confeccionada con jugadores de diversa procedencia logró demostrar que cualquier tuercebotas podía acoplarse a su sistema. Bastaba con definir una correcta columna vertebral. Un buen portero, un buen central, un excelente centrocampista y un goleador. Zubizarreta, Koeman, Guardiola y Romario. El resto del equipo podrían integrarlo otros menesterosos que, al final, se convertían en pieza clave del juego llegando incluso alguno de estos al virtuosismo. Es decir, Cruyff sacaba un conejo de su chistera y lo bañaba de oro (Stoichkov)

Al tiempo llegó Guardiola, tambien con chistera, y con similares conceptos y acentuado el sistema de combinaciones rápidas entre excelentes solistas (Xavi e Iniesta especialmente) ponían la pelota en los pies del crack: Messi. 

Luis Enrique prolongó la excelente racha y la mejoró con Suárez y Neymar. 

El requisito es la velocidad del balón y la imprevisibilidad de dónde iba al siguiente pase.

Después de todo esto y cuando los siguientes entrenadores contemplaban como la pelota perdía velocidad y los jugadores acumulaban años y fatiga, el juego perdió esa imprevisibilidad y cualquier equipo rival encontraba el antídoto ideal para ese sistema. El tiki-taka a baja velocidad es insufrible e inofensivo. Estéril y aburrido solo ha ido acompañado de derrotas bochornosas y eliminaciones precoces en competiciones donde se tenía un prestigio.

El modelo está agotado. Se ha visto en la selección de Luis Enrique. No se puede aspirar a ganar nada caminando. Cualquier comparación con otros equipos del mundial nos pone en evidencia.

Y efectivamente, solo los culés estamos acostumbrados, desgraciadamente, a que nos pinten la cara a brochazos

lunes, 5 de diciembre de 2022

Menudo catarrazo

Está entrando en una edad en la que cualquier resfriado puede causarle muchos problemas. Gozaba, hasta hace poco tiempo, de una excelente salud. Rebosaba vitalidad pero empezaron a aparecer pequeños síntomas que no parecían significativos provocados por agentes víricos indeseables que comenzaron a pulular a su alrededor y que, a quienes nos preocupamos por su buen estado, nos mantenía alertados.

Hace unos años, algunos de esos virus empezaron a desarrollarse hasta convertirse en una real amenaza. No hubiera estado de más iniciar un tratamiento preventivo, intentando contrarrestar los malos efectos dejando bien claro el oportuno tratamiento, definiendo a los agentes malignos y prescribiendo una mejor protección.

Nada de eso se hizo y al final, los años y esos virus han invadido su cuerpo y su espíritu y, especialmente por el interés perverso de cada vez más enemigos, está gravemente enferma.

Mañana, 6 de diciembre, es su cumpleaños. En algunos lugares ni se celebra. En otros, algunas autoridades se vestirán con cierto boato y le rendirán un merecido acto de reconocimiento y respeto. En la mayoría, por imperativo y por el qué dirán, otras autoridades se pondrán lo que ellos creen son sus mejores galas y le dedicarán unas palabras que en la mayor parte de las veces suenan falsas y huecas.

Es el aniversario de nuestra Constitución, la que en tiempos sirvió para que entre todos desarrolláramos un nuevo sistema que acogiera desde la igualdad (a secas pero universal) a todos los ciudadanos, sin excepción, y que sirviera para emprender un nuevo camino que nos permitiera vivir en paz y armonía, con nuestras cosas, con lo singular de cada región, con alternancia en la gobernanza (como se dice ahora) y con el compromiso de retocar o matizar cuanto con el tiempo fuera siendo necesario.

En la actualidad parece que en ella, en su vigencia, en su validez, cada vez creemos menos ciudadanos. Advenedizos de salón, profesionales del chantaje político, asaltadores de lo ajeno, interesados en la división y en el descrédito de cuanto nos unía, se han propuesto legitimar los ataques permanentes de sus auténticos enemigos.

A la Constitución le ha pillado un terrible virus. Menudo catarrazo lleva encima la pobre y no parece que quien debiera tratarla esté dispuesto a atenderla.

Yo sí lo celebraré. Con ella alcancé mi mayoría de edad y bajo su auspicio he desarrollado toda mi vida profesional y personal hasta ahora teniendo muy claro todo su articulado como defensa única de mis derechos pero también de mis obligaciones. He sido, creo honestamente, fiel cumplidor de lo que en ella se prescribía a sabiendas de que aquellos jovencitos de los 80 recibíamos su articulado como un legado de nuestros padres y como el sello de una etapa que se cerraba significando para muchos la renuncia al rencor y a la confrontación.

Pues no sé.


lunes, 28 de noviembre de 2022

Lo nuestro

Actualidad: Vivimos tiempos de demolición de lo nuestro, de lo antiguo, de nuestra memoria y de nuestra historia. En ocasiones tal vez convendría si fuera por el progreso, pero en otras es un despropósito. De los creadores de la política del disparate llega a nuestras pantallas la política-lapa de la ignominia. 

Dicho esto, prosigo.

Anclo en el escritorio de mi mirada variados horizontes, desde litorales de todo tipo, durante más de la mitad del año. En muchas ocasiones, el entorno es agradable y placentero. Por contra puede ocurrir que al asomarse a un balcón sobre el mar o sobre verdes campos lo que figura alrededor colisiona ruidosamente contra la belleza del fondo. 

En los años de eclosión de la industria hotelera se hicieron auténticas barbaridades en nuestros litorales. Eran tiempos en los que prevalecía el interés particular y donde nadie escribía o juntaba las dos palabras que ahora bailan agarradas un sinuoso tango: impacto medioambiental. 

Antes de que nos pusiéramos estupendos con lo que impacta o no con el entorno se han echado toneladas de aluminio y hormigón hasta aburrir.

Hay apartamentos y hoteles diseñados por el imperio del turismo de baja calidad, reconvertidos unos y demolidos otros para tratar de mejorar la imagen que siguen ocupando mucho espacio, pese a que hospedados en ellos puedan proporcionarnos un lujoso bienestar.

A lo hecho pecho -debemos resignarnos- y acostumbrados a los paisajes, trataremos de confundir nuestras siluetas en ellos como si fuéramos una misma cosa. Pero puestos a demoler sería deseable, cómo no, un mínimo de consenso. Las autoridades con competencia para ordenar el litoral parecen crecerse ante los débiles y por extraños mecanismos de difícil entendimiento para los ciudadanos miran para otro lado o callan ante monstruosidades de mayor impacto.

Caprichosa y torticeramente amnistiado de derribo el gran adefesio del viejo edificio de "GESA"  ahora la han tomado, cerca de Palma, con El Bungalow. Durante muchos años, hace ya bastante tiempo, era una referencia, una apuesta ganadora para tomar un buen arrocito junto al mar o una cena especial a la luz de la luna. Luego perdió prestigio y, lo siento, le asesté una severa crítica gastronómica en el tripadvisor por una bazofia de dolor de barriga. Un día malo lo tiene cualquiera pero lo cierto es que ya no regresé. Hoy lo quieren tirar abajo por la caprichosamente perversa ley de costas.

Salvo sorpresas de última hora, si la piqueta guiada por cursis ecologistas de salón ya ha fijado ese objetivo, caerá. Desgraciadamente borrarán un montón de recuerdos, sacrificios vividos por los que lo regentan y por los que les precedieron, 

Del mismo modo que un montón de inofensivos chiringuitos playeros, forma parte, en definitiva, de algo muy nuestro, de mi memoria y de la colectiva de cuantos en algún momento fuimos clientes habituales cuando buscábamos un lugar agradable donde echarse un arrocito con los primeros soles primaverales o un buen pescado una ardiente noche de verano. Es lo nuestro pero eso ya no importa, bueno no les importa.

lunes, 21 de noviembre de 2022

Sereno amanecer

Madrugar un poco más de lo estrictamente necesario me proporciona el placer de disfrutar de pequeños momentos realmente satisfactorios. Con la primera luz del día y la primera tanda de deberes hechos y corregidos, me tiro el lujo de sentarme unos minutos en el balcón junto al auténtico dueño de la casa: el gato negro ¡qué listo! que se sienta plácidamente en una de las butacas después de haber estirado su espinazo, desayunado su pienso, afiladas sus garras y rematada su primera ronda por "su" territorio. 




Está amaneciendo. Una hilera de nubes desfila en un horizonte estirado. En cuestión de segundos comienza a rasgarse el cielo y enrojecer el escenario. Apenas se escucha el rumor lejano de una ciudad que parece desperezarse muy lentamente. No hay banda sonora, no hay canciones ni música de violines. Si acaso, el chirriante sonido de cacharrería que proporciona la actualidad informativa. Como un eco apagado suenan los titulares del día en la radio encendida de la cocina. Nada bueno.

El gato relame ansioso sus patas y reorienta sus orejas a cada pequeño chasquido del nuevo día: el traqueteo del autobús o los trinos de los pájaros que revoletean a nuestro alrededor.

Chirrían las declaraciones de seres iluminados que presumen, sí presumen sin parpadear y sin que se les muevan las cejas (ni los mofletes), de recortar (o reinterpretar) a su antojo y conveniencia los paños que envuelven, ajustados desde hace tantos años, nuestra convivencia democrática. Un corte aquí, un pliegue allá, un poco menos de sisa y más entallado acullá. El Código Penal protege los derechos de todos los ciudadanos pero eso no lo entiende el gato. Él es feliz, en el fondo, con su pienso, su rascador y su territorio. Tampoco lo entienden, ajenos a la gravedad de la situación, muchos humanos que también se relamen apaciblemente y a quienes debe costar mucho hacerles entender que la malversación no es más legítima porque vaya en beneficio del partido o acabe en la barra de un puticlub o en la caja fuerte de un narco y que no acabe, sin embargo, en los bolsillos de políticos de otro partido. Habrá que premiar a los primeros y llevar a la pira a estos últimos. 

No fumo desde hace más de veinticinco años, pero en ocasiones echo en falta un par de caladas contemplando serenos amaneceres como el que tengo ante mis ojos, aunque para digerir toda esa actualidad sería más adecuado, tal vez,  añadir algo más a ese tabaco rubio marlboro que fumaba hace tantos años.

Hasta dentro de un rato, gato

lunes, 14 de noviembre de 2022

Papel de progrepijo

Ser progrepijo es muy guay y, si además, te dedicas a la kultura subvencionada es la leche. El progrepijo, bien pagado y con mucha solvencia, hace comedias (es especialista porque normalmente su vida es una permanente comedia), cuenta chistes o toca la trompeta o la flauta travesera con mucha gracia porque dice cosas muy progrepijas y tiene mucha audiencia. Tembién el progrepijo, normalmente y aunque lleve una vida un tanto desordenada,  tiene su familia, mujer (o mujeres) e hijos y, claro, se ponen malitos o necesitan atención. ¿Y qué padre o madre no quiere mejor para los suyos?

El progrepijo denigra lo privado en público, pero luego en su esfera privada acude a lo privado y no a lo público. Si hubiera una justicia privada o una religión privada echarían sobre ellas cal viva porque fomentan la desigualdad, son poco solidarias, amplían las brechas sociales, señalan a los más desfavorecidos, bla, bla, bla. Luego, digo, en privado, sin focos ni micrófonos públicos, acuden a las clínicas de los ricos (porque la mayoría lo son) no ajustan cuentas con la justicia echando mano de abogados de oficio sino que contratan sus asuntos a despachos de prestigio y no hacen cola en el PAC sino que salen en las fotos del colorín en las puertas de las clínicas de los famosos.

La hiprogresía vergonzante otra vez. Dicen que es para castigar a la derecha y a la extrema derecha, a los que fuman puros, a los poderosos que sí tienen medios y solvencia para lo privado pero a quien realmente ofenden con su desvergüenza es a los que realmente no pueden pagar colegios concertados ni privados, ni defenderse en los tribunales, ni pagar analíticas en clínicas privadas. A esos es a quienes tienen que pedirles perdón. 

Papel de progre, progres de papel cuché. Y todos, como vacas aplaudiendo sus bazofias culturales, sus caca, culo, pedo, pis. Porque eso, es cierto, lo bordan.

lunes, 7 de noviembre de 2022

El adiós

La edad, bien construida, es nuestro patrimonio más valioso. Nos facilita la habilidad para contemplar las cosas de una manera pausada y menos impetuosa y tomar decisiones de manera más reflexiva. O debiera. Y aunque viene indefectiblemente acompañada por una progresivo declive físico debería alimentar a la razón para que sea está y no otra facultad la que guíe nuestros pasos. Pedía siempre mi madre, invocando al Santísimo, que le diera un día más de juicio que de vida. Cuánta razón, madre.

El ser humano es ahora más joven y vigoroso que lo era hace un siglo con la misma edad. Suena a perogrullada pero así lo demuestra una mínima observación de nuestro entorno y un paseo por la wikipedia buscando la edad con la que picaba billete la mayoría de humanos en el siglo XIX y principios del XX. 

Llegamos más lejos pero no sé si llegamos mejor, aunque yo creo que sí. También, es cierto, hay enfermedades crueles (siempre las hubo pero no había etiqueta científica) que se ceban en niños, jóvenes y personas de menos edad.

La edad, si no otra cosa, nos retira de nuestras actividades principales. A cada actividad, una edad. Con la que yo tengo ya he asistido a multitud de despedidas de compañeros de profesión a los que un buen día les toca ponerse de bonito después de haber vaciado los cajones de la mesa y las estanterías de su despacho, firmar o no algunos papelajos y cerrar definitivamente una puerta con unas emotivas palabras y alguna palmadita en la espalda.

En otras actividades, esa despedida suele hacerse en plenitud física ante la vida que resta, pero que ya no consiente ni un minuto más de intensidad. Ocurre, especialmente, en el deporte. Hemos asistido a la eclosión de figuras del deporte que han desarrollado su carrera profesional durante quince o veinte años colmándonos de satisfacciones, pero a ellos también les llega el momento de colgar las botas, la raqueta, la bicicleta o el kimono.

Se va Piqué como antes se fueron Federer, Raúl, Induráin y otras figuras del deporte. El rendimiento físico pierde fuelle y el relevo empuja con el ímpetu que proporciona su juventud. Gilles Simón (37 años), en el reciente Paris Bercy, se deshizo en un memorable y maratoniano partido del jovencito Taylor Fritz (26 años) pero al día siguiente no pudo resistir el azote del otro jovencito Felix Auger-Aliassime (22 años) sucumbiendo, agotado, en poco más de una hora. Las piernas ya no corren y la fatiga se adueña del cuerpo y atenaza el brazo.

A Piqué le ha ocurrido lo mismo, y tambien otras cosas, y detrás empujan nuevas expectativas. El relevo presiona y cuesta atarse las botas asumiendo, desde el banquillo, la incertidumbre de saltar al césped.

Bien está, buena y exitosa ha sido la carrera. Como deportista su carrera ha sido impecable y sólo merece gratitud por su compromiso con el club. De sus fotos más icónicas, repetidas estos días con particulares puntos de vista, como culé y que me permitan la licencia mis más íntimos rivales y me disculpen, las que más inquina han levantado: una estirando la camiseta del Barça en un mítico 2-6 en el Bernabé - él marcó el sexto- y esa otra mostrando los cinco deditos de los cinco golitos esa manita milagrosa que puede compensar una mala temporada. 

Es un buen momento para decir adiós, chaval. Gracias.

lunes, 31 de octubre de 2022

La noche era nuestra

Primeros ochenta (otra vez, sí) y apenas nos alcanzaba el tiempo para acicalarnos tras la excursión a la playa, echarnos un par de rociones de Eau Sauvaje sobre el cuello y volar hasta el restaurante donde hubiéramos quedado para iniciar una nueva noche palmesana. Cualquier opción era suficientemente válida. Unos noches en Sa Prensa y otras en el Can Pelut o cualquier otra pizzería. No nos importaba mucho. Éramos capaces hasta de cenar una paella porque, tal y como nos cantaba la televisión con el anuncio de Kas, la noche era nuestra.

Así lo creíamos, ingenuos, cuando después de muchas vueltas y de muchas rutas por la ciudad, acabábamos encontrando un hueco para el coche en el Paseo Marítimo y nos adentrábamos en el nudo lúdico de los locales más reputados. Con mucha frescura y jovialidad nos apostábamos junto a la extensa barra del Corb Marí e iniciábamos las rondas de mirindas.

La ruta era muy exigente y al rato, después de los primeros escarceos de fogueo ascendíamos los escalones que nos llevaban al portal de la entonces joya del Marítimo: Luna. Earth, wind & fire, Kool & the gang, Sylvester  y un largo etcétera de música, mucho funk y muchas copas re-li-gio-sa-men-te pagadas por los que las consumíamos. Nadie invitaba, no se estilaba y aquellos empresarios del mundo de la noche se estiraban más bien poco. Por muchas rondas que consumiéramos rara vez caía ni un chupito de cortesía.

Corría mucha pasta, en pesetas, a la velocidad de las propias consumiciones y al final de la noche, con el sol apuntando por encima de un horizonte hilvanado por los mástiles del Náutico, llegaba el momento de subir por la Avenida Argentina hasta  caer en nuestras camas, rendidos, fundidos en nuestras propias ensoñaciones sin sospechar siquiera el volumen de negocio que acaparaba aquella noche palmesana.

Fueron pasando los años, aparecían nuevos locales al tiempo que otros iban despareciendo o cambiando de nombre y de titular y lógicamente se incorporaron nuevos empresarios del ocio nocturno. Algunos llegaron a controlar muchos de ellos e incluso varias zonas tanto de la ciudad como de enclaves más alejados.

La noche dejó de ser nuestra y empezó a ser de ellos.

En la actualidad, mi provisional y forzosa lejanía con las pistas de tenis me obliga a desarrollar actividades alternativas y muchas tardes me lanzo a caminar con cierta intensidad. Una de las rutas me lleva al viejo Paseo Marítimo y recorro muchas de las aceras en las que languidecen, como restos de su propio naufragio, la mayor parte de aquellos locales de copas. Ruinosos cascarones de cemento y grafitis, despojados de la gloria de nuestra memoria solamente los  okupa el más hiriente de los abandonos.

Se está celebrando en Palma un macro juicio en el que desfilan y declaran, unos como testigos y otros como imputados, cientos de personajes de la noche, empresarios de locales de ocio muchos de ellos. Amenazas, extorsiones, persecución, acoso, testigos protegidos...igual que en los thrillers de casinos de Las Vegas. Se deduce, del seguimiento de las vistas, lo que no sospechábamos cuando éramos tan jóvenes y la noche era nuestra: el importe de nuestras consumiciones, insisto, religiosamente pagadas por nosotros, estaba cimentando opacos y tenebrosos negocios. 

Qué lástima.


lunes, 24 de octubre de 2022

La corbata

Reconozco haber abandonado su uso desde hace ya algún tiempo. El dress code de mi profesión me viene dictado por reglamento así es que no debo preocuparme de mucho más que por cumplirlo y punto. Por contra, salvo en bodas y algún bautizo o funeral, en mi vida civil o particular ya no suelo apretar un nudo windsor en mi cuello. Tengo, no obstante, un adecuado número de corbatas de todo tipo y válidas para cualquier ocasión, pero, colgadas en el corbatero del armario, me miran con más displicencia que deseo, cuando abro las puertas del armario para tomar cualquier otra prenda.

Es cierto que salvo en el mundo de la banca, en la de los entrenadores de baloncesto (es bien curioso) y en todas las secciones de El Corte Inglés, la corbata está quedando obsoleta.

Si un tipo pretende venderte una moto no por el hecho de llevar corbata tendría por qué lograrlo pero indudablemente aporta algo más de seriedad. Será un error pero es así. Si te atiende un bancario con una corbata sobria perfectamente anudada a su cuello y tapando el último botón del cuello perfectamente abrochado aporta cierta fiabilidad.

Si un tipo se sube al estrado sin corbata -con la excusa del cambio climático- (ya no toca, que estamos en otoño) y te vende sus motos, pues claro, no te fías. Si te has apeado del uso de esa prenda, ya me da igual que la dejes en tu corbatero o que te la anudes en la frente como un becerro cualquiera en una despedida de solteros o al final de la boda o de cualquier otra farra.

No hay cosa más hortera (y más extendida) que quitarse una corbata en público o quedarse en mangas de camisa  (remangada) y la corbata en el tercer botón. Y por cierto, en un mediático juicio que se está celebrando en Palma y transmitido en streaming al finalizar las vistas, en la misma sala donde sudan tinta china investigados y testigos, como los mercaderes expulsados del Templo a algunos de los letrados tiempo les falta para desprenderse de ese honroso complemento. Los que lo llevan, porque alguno, salvo por su toga, se muestran descamisados o despechugados, como decía padre, añadiendo una de sus frases míticas: "para llegar a ser un señor hay que mear alfombras"  (y a ser posible no desprenderse de la corbata ni quedarse en mangas de camisa)

He sudado en bodas por darlo todo en los bailes hasta empapar hasta el forro de los bolsillos de la chaqueta y he regresado a casa con el traje, la camisa y la corbata tal y como los llevaba al salir del portal. No hay otra.



lunes, 17 de octubre de 2022

No es solo el fútbol

Periódicamente y por evitar opinar de "otras cosas" emborrono el post con temas más prosaicos. Me gusta mucho -y me consta que tiene mayor aceptación y seguimiento- la gastronomía y el resultado de mi afición culinaria me proporciona, además de la satisfacción de cocinar, el placer de comer cosas ricas en el ámbito doméstico y familiar.

Otra afición no oculta es el deporte y muy especialmente cuando me proporciona satisfacciones. Y como todo el mundo sabe, aunque cada vez con mayor frialdad, no me importa mucho (más o menos un bledo) que se me identifique con el errático sentimiento blaugrana, no entendiendo ese "sentimiento" como un mero eufemismo. Es que es eso, un dolor permanente, un estado afectivo triste y hasta doloroso por muchas cosas pero en lo que más me importaría, en lo estrictamente deportivo. 

Desde que entendí que la adscripción del mescunclú al prusés era definitivamente irreversible por haberla convertido intencionadamente en una religión obligatoria en esa sociedad fui desafectando mi interés pero, no puedo evitarlo, sigo la actualidad de todas sus secciones como si de un veneno adictivo se tratase.

Este año y pese a la mágica (e inexplicable) aparición de todo tipo de palancas económicas y tras un estreno fulgurante y prometedor en los torneos veraniegos (jasjás, jasjás) estamos nuevamente al borde del k.o. técnico a las primeras de cambio. Solo son veinte millones de euros de nada lo que dejará de ingresar por la eliminación de una champions que volverá a ganar el madrí -sí, en el último minuto, de penalti, jugando mal, todo lo que quieran argumentar los más cafeteros-. Pero es que el resto de secciones, salvo contada o contadísimas excepciones, son más de lo mismo.

Muchas banderas, muchos mosaicos, muchos gritos, mucha exaltación y mucho minuto mágico de cánticos regionales pero, queridos, en el deporte, además de participar que es hasta cierto punto asumible (especialmente para los segundones) lo que importa son los títulos y levantar copas grandes.

Duele ver a chavales como Pedri, Gavi, Ansu Fati y algunos más, implicados en un rosario de proyectos ilusionantes en origen pero transformados en frustraciones sucesivamente. Eso sí, que tiemble en Boix Camp en el minuto 17 de cada partido.

Pueden seguir lloriqueando con los arbitrajes y otras paranoias pero no son capaces de borrar la impresión de ser dioses menores y perdedores vitalicios.


lunes, 10 de octubre de 2022

La Ramona

No soy partidario, por supuesto, de ningún tipo de violencia. Pretendo ser un tipo de orden y me chirría todo lo que se eleva por encima  de un nivel mínimo de tolerancia. Me molesta lo soez y en los chistes gruesos en público puedo a llegar a sentirme incómodo salvo que el contexto y el entorno lo justifiquen. (No me dan vahíos ni necesito un chute de sales si alguien dice pedo, culo, caca, pis).

Que a estas alturas unos chavales se pongan becerros con unas novatadas verbales que no pasan de ahí, en el entorno de un colegio mayor -no lo saquemos de contexto- no debería ser una noticia muy relevante y menos en momentos donde el agua empieza a llegarnos al cuello ante una situación económica muy crítica y con una amenaza creíble de colapso nuclear (lo dice Biden).

No justifico esa exhibición grupal de testosterona verbal y creo que no debería estar exento, como mínimo, de una severa amonestación. De ahí a asistir atónito a toda la retahíla de declaraciones, manifestaciones, aspavientos y desmayos de un montón de cursis intelectuales afectadísimos, ofendidísimos e indignadísimos por esa gamberrada hay un abismo.

Vuelvo a decir que soy hijo, esposo y padre de mujeres de distintas generaciones;  amigo y  compañero de otras tantas a las que les profeso, igual que a los hombres, todo mi respeto y consideración. Y básicamente entiendo que el resultado de lo contrario no es otra cosa que la falta de educación.

Cuidado Esteso, que todavía te pueden mandar al talego por tu Ramona aunque a otros les disculpen sus pedorretas de la Dominga de Echeminga que, por supuesto, es mucho más gracioso y en todo caso siempre será "libertad de expresión". Ya sabemos aquello del doble rasero y que una cosa es a opinión pública y otra muy distinta la opinión publicada.

Lo peor, tras el eructo, son los rebuznos de los que miran hacia otro lado cuando les conviene o cuando no les importa la mujer ultrajada. 

¿Y ahora qué, nos ponemos ya a estudiar y a trabajar?

Vamos anda, que ya nos conocemos.



lunes, 3 de octubre de 2022

Si te quejas de tu mala suerte

La innegable pésima tendencia de la humanidad y el declive absoluto de la global zona de confort en la que vivíamos en Occidente nos dejan un nuevo testimonio gráfico cada día. Desde aquel fatídico 11S, una vía de agua ha venido inundado nuestra arca de Noé y nada bueno cabe esperar. Nadie parece estar muy seguro de que lleguemos a puerto y que podamos evitar el hundimiento total.

En el pulso diario entre sístole y diástole una perceptible punzada altera el ritmo cardíaco: el conflicto ruso-ucraniano empeñado en extender sus maléficos efectos al resto de la corteza terrestre.

Como un mantra maligno -cada día una pequeña aportación- los informativos vomitan reportajes y crónicas de guerra. Lo peor no es lo que ha ocurrido hasta ahora, no. Lo peor, sin duda alguna, es lo que puede ocurrir, lo que nos espera, la amenaza de uso de armamento nuclear. Todos sabemos cómo se las gasta Putin y hasta qué punto es capaz de retorcer la realidad hasta cambiar la ficción por la certeza (referéndums y urnas de gomaespuma sin rigor democrático alguno ¿les suena?).

En lo que tardan en sobrevolarnos los primeros misiles de largo alcance aquí vivimos bajo el fuego de la batalla fiscal. Lo que en principio era una medida económica propuesta por una comunidad autónoma se ha convertido en metralla electoral. 

Da todo mucha pereza...¿te vas a quejar de tu mala suerte porque no te toca la bonoloto?

lunes, 26 de septiembre de 2022

Roger

Es ya parte de la historia del tenis. Al alcanzar una edad o una etapa de la vida, un buen día te despiertas con la inquietud que proporciona una simple reflexión acerca de la propia existencia. Lo que se haya hecho hasta ese momento y lo que deba hacerse a continuación viene condicionado por el grado de satisfacción de nuestro esfuerzo y de los objetivos alcanzados.

Con 41 años y la estela de éxitos profesionales que deja en su currículum, Federer puede sentirse más que orgulloso y satisfecho. El refrendo es unánime entre quienes hayan prestado atención a su trayectoria deportiva en particular y, en general, a todos cuantos amamos el tenis.

Hemos jaleado orgullosos, los españoles, los triunfos vibrantes en ocasiones y agónicos en otras de Rafa Nadal. En los momentos más angustiosos, cuando el nerviosismo ha hecho que nos levantáramos del sofá en sus partidos eternos que nos mantenían en vilo a altas horas de la madrugada siempre eché en falta la solvencia de Federer y pensaba que un par de juegos con la serena elegancia del suizo le bastarían para doblegar a su rival.

Por ese estilo impecable Federer pasará a ser, a mi juicio, el tenista más técnico, con la mejor nota en todos sus golpes y con el menor grado de sufrimiento, ni físico ni mental, sobre una pista. Es cierto, las comparaciones son odiosas, que nos hemos rendido ante la épica de Nadal, pero no nos importó que, llegado el momento, si no podía ganar él un partido o un torneo, lo hiciera lo suizo.

No veremos más duelos entre ellos y el mundo del tenis, probablemente, no conocerá jugadores de esa talla y difícilmente volverá a haber un jugador que llegue a acumular ni la mitad de los "grand slam" que han alcanzado Nadal, Federe y Djolovic.

Y en cualquier caso siempre nos quedará youtube.



lunes, 19 de septiembre de 2022

Con el primer café

Llegó septiembre y con él la vuelta a una rutina que nos aleja (casi) definitivamente de los días de ocio ordenado. Vuelve a sonar el despertador, los días se acortan desde el amanecer y la oscuridad todavía guarda silenciosa el sueño de los escolares. Hay que encender luces para no tropezar con el gato -que es negro y también sigiloso- y sacar el panecillo del congelador para el bocadillo de la merienda (el berenar).

La radio comienza a desgranar una actualidad de una crueldad inmarcesible. Todo mal, todo agrio. El gorgoreo  de la cafetera y la aspiración profunda del aroma de mi primer café de la mañana me abstrae del mal augurio y  desvía mi atención hacia los pensamientos que me llevan a mi propia agenda del día: mucho trabajo, muchas tareas, a Dios gracias.

Un pico más alta la inflación, sigue al alza el precio de los combustibles, del gas, de la luz, del pan, de los cereales, de la carne, de la leche... Los políticos siguen chapoteando en sus charcas de poder,  (unos más que otros) en el afán, unos de llegar, otros de permanecer. Demasiados políticos y demasiados asesores porque los primeros apenas saben hacer la "o" con el canuto. Mucho analfabeto con la estéril, ciega y nula responsabilidad de intentar resolver nuestros problemas sin echar necesariamente la culpa a la invasión de Ucrania por los rusos. Y van en metro, dicen. Y oyen cosas, dicen. En el metro, ¿sí, de verdad? donde todos los usuarios siguen con atención exclusiva y excluyente a su aparatito telefónico sin importarles un pimiento lo que pasa a su alrededor....¿qué me estás contando?

Ni la nefasta y distópica observación de la realidad remueve mi optimismo radiante ese día, uno más, un lunes cualquiera de cualquier semana de este cuatrimestre final de año.

Ya en el coche, en el tiempo de espera de la colegial en las primeras semanas de su último curso de bachillerato (con foto como todos los anteriores años desde la primera falda plisada del uniforme), Ángel Carmona pincha un himno generacional, una canción de un grupo de culto, al menos para unos cuantos que éramos muy jóvenes en los maravillosos ochenta. Resulta ciertamente curioso: en la exquisitez cultural y musical de Radio 3 no cabía según que música denostada y despreciada por su "comercialidad". Vale, pero eso ya es historia. Cualquier día nos pinchan a Perales en ese canal.

Pese a haberla traído ya a este humilde espacio en otra ocasión, por su entusiasmo contagioso y por los recuerdos que me trae, vaya....este tributo a aquella generación.

lunes, 12 de septiembre de 2022

Los otros veranos

Hace casi diez años tuve que vivir un verano diferente. No salí en ninguna foto rodeado de familiares y amigos habituales (aunque sí trabé excelentes amistades allí). Tampoco figuro delante de una maravillosa cala de aguas turquesas ni brindando, en una terraza a la orilla del mar, con un aromático y fresquito albariño. Hace estos años, mi verano -que no fue malo, sino diferente- me imprimió la sensación de muchas privaciones y, pese a que puntualmente me llegaban las fotos de familiares y amigos que sí disfrutaban de calas y terrazas, yo no estaba en ellas.

Diez años más tarde, el tono de mi piel sí acusa las horas de sol y de orilla (y alguna arruga más). Aunque he disfrutado de excelentes jornadas vacacionales sin alejarme mucho de mi domicilio habitual, en el peor de los casos, respetando el horario laboral, viviendo en Mallorca es muy fácil entregarse al dolce far niente  vespertino y enumerar, una tras otra, muchas brazadas entre las olas, seguir sorprendiéndose de lo maravilloso de nuestro mar (a pesar de la elevada temperatura del agua) y tomarse unas cañas, de vez en cuando, sin más interrupciones que los chasquidos del guasap.

Pero en las antípodas de esta serena felicidad no puede ignorarse que existen otros veranos: el del amigo enfermo, el del pariente triste, el del amigo preocupado, el de muchas personas a las que no les brilla la piel tostada, siquiera por el menos violento sol de los atardeceres en la orilla, ni han podido paladear un cremoso helado durante un paseo urbano a última hora del día.

Para todas esas personas, desafortunadas por variados motivos, no existe el mismo verano y no comparten la belleza de las calas ni el jolgorio de las terrazas. Pero ahí están, algunos, mano sobre mano, atenazados por su mal, por su dolor, por sus inquietudes. Presos de una tristeza sin tregua, mirando a cada esquina de una habitación -el enfermo- o un cuerpo inerte y pesado -el familiar-.

Vaya mi recuerdo y mi abrazo a unos y a otros, mi oración y mi mejor deseo: que el próximo verano sea mejor que el que ahora acaba.

lunes, 5 de septiembre de 2022

El aroma de la música

Lo vi hace unos días en la película El último día de los Smiths (Stephen Kijak, 2021): una joven fan se desmorona, presa del pavor, sobre una caja de discos y cassettes en venta (inalcanzables económicamente a su púber bolsillo) intentando abordar con sus brazos toda la obra y atrapar el aroma de su música, al acabar de conocer la disolución y separación del grupo. El relato queda flojito en su argumento (desfase juvenil de una generación ochentera enfrentada, en tribus urbanas, por lucha de estilos musicales) pero nos envuelve en un entorno nostálgico de la música de The Smiths. Cuesta dar con un contenido argumental que justifique una hora y media de ese pop británico con el aroma inconfundible de los vinilos, sus cubiertas, los cajones y expositores de las tiendas de discos...si, todo eso tenía aroma; la música de aquella generación tenía aroma.

Yo me pasaba las horas tratando de elegir qué disco comprar con los escasas mil y pico pesetas que tenía de presupuesto. Entonces, 70/80, los LP,s, la mayoría, venían envueltos en celofán, de tal manera que si era uno de estos el elegido y lo llevabas a casa ya no podías devolverlo. Por contra, cuántas veces me llevé alguno de los que vendían con la cubierta de cartón, sin celofán; lo grababa en una TDK y lo cambiaba por otro...unas cuantas veces. (¿Habrá prescrito esto?)

Cuando desprecintabas el disco, una bocanada de aroma de música se filtraba por las fosas nasales y cuando sacabas el vinilo, la funda de cartón olía muy bien... Lo mismo los cassettes. Al empezar a sonar la primera canción te quedabas contemplando el dibujo de la funda o la fotografía artística (muchos creadores y diseñadores plásticos vivían de ese negocio), leías las letras de las canciones -los que las incorporaban- y al final, ese mismo aroma se quedaba impregnado en las manos. Escuchadas al tiempo que leídas, una y otra vez, cómo no ibas a ser capaz de aprendértelas de memoria a pesar del pobre nivel de inglés adquirido en el viejo bachillerato.

Luego, cuando aquel disco se incorporaba a la estantería del mueble con ruedas de la cadena musical y descansaba junto al resto seguía desprendiendo su aroma (y tal vez, lejano, el sonido de sus canciones). En cuanto te acercabas a ese lugar y buscabas alguno había algo parecido a una pugna entre ellos, a ver cual, por su recuerdo aromático-musical, era el seleccionado.

A qué narices huele hoy el mp3, el spotify, el dispositivo digital o la radio con la que escuchamos hoy aquella misma música. A qué huele el bluetooth? Qué tipo de aroma desprende la música de The Smiths en una barra de sonido, por mucha calidad que nos brinde el subwoofer? Yo te lo digo: ningún olor, ningún aroma que te aproxime a la generación en la cual se editaron aquellas canciones.

¿A qué huele tu playlist?

Dísfruta esto


lunes, 29 de agosto de 2022

Tendencia mala

La nueva chorrada, la nueva manera de iluminar lo que está ocurriendo en un momento dado es añadir la expresión "serie histórica" cuando al hablar de algo que viene sucediendo desde mucho tiempo atrás hay que incorporar un diagnóstico comparativo. Así hablan ahora los modernitos cuando tratan de sujetar una estadística y quieren darse pisto y proporcionar lustre a su oratoria (más lustre cuanto más pobre, ejemplos a diario). 

Al referirse a las temperaturas medias del verano, de cada uno de sus meses, o a las reservas de agua de embalses y pantanos, o a los cientos de hectáreas calcinadas por el fuego (muchas veces criminal) o a la inflación, o a lo que sea: serie histórica. Pues vale.

En el futuro más próximo, cuando algún berzas ponga en su linda boca esa expresión referida a la felicidad del ser humano no podrá obviar referirse a esa serie histórica de los tres últimos años: desde el covid-19 no estamos levantando cabeza. No resulta inédito, pese a lo trágico de sus consecuencias en pérdidas humanas y secuelas nefastas en muchas de sus víctimas, escuchar que lo de menos, al final, ha sido la pandemia, qué  felices éramos aplaudiendo desde los balcones soñando ya con nuestra inminente excarcelación, allá por mayo de 2020. Que cómo y qué bien se había recuperado nuestro entorno biológico y forestal, qué verde estaba todo y qué frondoso el fondo de mar repobladas las llanuras de posidonia, la recuperación de muchas especies en peligro de extinción sin la amenaza destructora de las manos del hombre ocupadas en chocar entre sí desde los balcones.

Apenas empezábamos a restañar las heridas del confinamiento y a perder las arrobas pizzeras y bizcocheras y tras disfrutar de un extraño verano de distancia social y mascarillas, amén de soportar la política de casa, los rusos han decidido que se acabe el mundo a cámara lenta (o no). Para unos, los ucranianos, en carne y huesos abrasados por el fuego de la artillería pero para el resto de la humanidad, además del horror de la guerra, el desabastecimiento de productos de primerísima necesidad, encarecimiento de la electricidad, del gas, del petróleo...

Vamos perdiendo, la tendencia es nefasta, la serie histórica negra, muy negra y una política doméstica cargada de sandeces. Cada día que pasa deja mejor al anterior y así sucesivamente....

Total, que al final no nos queda ni para hacer cubitos de hielo para el gintonic que haga digerible todo esto. Acabarán decretando a qué temperatura mínima debemos tomarnos la cañita o cuántas piezas de hielo debemos añadir al tinto de verano, como máximo. Al tiempo.

Necesitamos ya una serie histórica positiva, una tendencia buena que borre, por real decreto, la amargura permanente con la que llevamos malviviendo  los últimos años, necesitamos calderadas de noticias buenas. 

Por Dios, dadme solo noticias buenas, necesitamos un diluvio de buenas nuevas, si no queremos sucumbir y acabar haciendo un urdanga colectivo.

(a cualquiera nos puede pasar)


lunes, 22 de agosto de 2022

El berenar de agosto

Tan español como la siesta, el carajillo (reventat), el arroz con leche o la sangría, el berenar (merienda a media mañana  en Mallorca) o el cafelito (resto de España) es el momento de interrupción de la jornada diaria en los centros de trabajo. Sobre las diez de la mañana empieza un movimiento masivo similar a una operación estrecho; las puertas de los despachos y de las oficinas se abren y cierran simultáneamente y sus inquilinos, sigilosamente algunos, toman el pasillo de salida hacia la cafetería interior o hasta el exterior del edificio, el bar más próximo o el preferido por la calidad de sus servicios. Es la hora del bocadillo.

Te vienen a casa a reparar un electrodoméstico, una instalación o a hacer una obra y se presenta la cuadrilla o el técnico a la hora convenida, antes de las nueve. No ha acabado de depositar la caja de herramientas en el suelo, el repuesto o la pieza a sustituir y sin apenas apearse del saludo inicial te espeta, con absoluta naturalidad, que deja todo ahí y que se va a "merendar" y que vuelve en media hora. Así. Tú que ese día has echado pie a tierra más temprano para que te alcance el tiempo de tener todos tus deberes higiénico-sanitarios hechos, que has desayunado un poquito antes para que el timbrazo del telefonillo no te pille con el bote de fairy en las manos, que has avisado por guasap que llegarás un poco más tarde al trabajo pero que enseguida que acabe el técnico irás para allá....pues toda tu previsión hecha trizas porque ese técnico no ha sido capaz de aviarse sus tostaditas y su café con leche en su casa, como has hecho tú. Tendrás que esperar media hora más por la falta de previsión consolidada de ese sector profesional de los trabajos a domicilio. Así es y nada se puede hacer más que tener comprensión y solidaridad con ese pobre currante desfallecido por la hambruna y el ayuno desde la noche anterior, no sea que se desmaye al alcanzar la llave inglesa. Un bajón de azúcar es lo peor que puede interrumpir la reparación de tu lavadora.

Pues el mes de agosto es, de todos los del año, el mes del berenar, de la merienda, del cierre de fábricas, de muchos despachos, de miles de profesionales. Que no se te rompa esa lavadora, o el coche, o el calentador en el mes de agosto. Ni se te ocurra llamar a un servicio técnico, ni a un profesional de la ingeniería o de la arquitectura para pedir un presupuesto; un plano y mediciones o una rehabilitación. No. No lo intentes. Es muy frustrante. Están de vacaciones, te dicen a modo de consuelo tus colaboradores incondicionales mucho más comprensivos, al parecer, que tú hasta que, enojado, les haces ver que como tú, ellos también están trabajando en el mes de agosto, igual que muchos médicos, muchos policías, muchos bomberos, muchos militares, muchos guardias civiles, muchos farmacéuticos...o es que ninguno de  nosotros tenemos derecho a berenar. Pues parece que no.

Todo llegará en el barco de septiembre, decía madre. 


lunes, 15 de agosto de 2022

¿Qué hacer?

Abruptamente, sin preaviso, un buen día te sorprende el hastío veraniego. Es el no saber qué hacer con tu vida, pero no en un futuro a medio o largo plazo, no, es ya, para las primeras horas de ese aciago día. De pronto descubres que la rutina más o menos ociosa de las semanas anteriores ya no tiene vigencia alguna. No te ves nuevamente preparando la mochila de la playa y contemplas la posibilidad de dedicarte ese día a no hacer absolutamente nada.

Esa sensación de vacío suele coincidir casi matemáticamente con las fechas próximas a la festividad de mediados de agosto. Es como si un perverso algoritmo te anticipara que el frasco de la felicidad del verano ya está lleno. Que ya se acabaron las tardes de brisa en la orilla o de las cañas en la terraza o de los menús fresquitos a la sombra de un toldito. Ya no salen conejos de la chistera y cuesta hasta recoger las tazas del desayuno, donde ha quedado cuajado y frío el poso del café como metáfora indeseable del irremediable anuncio: se acerca el final de verano y no nos salen las cuentas. Dónde están esos felices días de chapuzones y jolgorio, dónde la pelota de Nivea, dónde la caja del primer tubo de protección solar, dónde la funda de plástico en la que iba envuelta la sombrilla, dónde los primeros saludos a los residentes de la playa familiar que anunciaban el inicio de una nueva temporada, dónde el primer cucurucho o la primera tapa de ensaladilla que no valía nada pero que en bañador y rodeado de amigos entre aguas turquesas sienta como la de Berasategui. Dónde se ha quedado la arena que nuestros pies y las chancletas le han hurtado involuntariamente a esa playa, dónde el llanto desconsolado del bebé que no quería salir del agua, o no quería entrar, donde está el bañista que, con tubo y aletas, se fue introduciendo en el mar, nadando hasta el horizonte, hasta perderse de vista. Lo que no me importa en absoluto es saber dónde están estas pandillas de insufribles jovencitos de porrito y reguetón, de botellona de vodka antes del mediodía que no sabes si van o vuelven de su farra nocturna. Estos están bien si se pierden más allá del horizonte.

Dónde todo eso y ahora, ¿qué hacer? 

lunes, 8 de agosto de 2022

Motomami

Es, sin duda, el personaje de moda en el mundo musical. Nos guste o no el estilo musical, su estilismo, el outfit, las letras de sus canciones y el lenguaje sin filtros de sus letras ("te quiero ride, como a mi bike"). No cabe duda de que tanta gente no puede estar equivocada, a no ser que les redes sociales mientan.

Como padre de hijas en edad tengo que intentar consensuar el sonido envolvente de los bluetooth domésticos y, claro, a veces tengo que transigir en escuchar "sus" músicas. En este punto solo he puesto un límite que hasta ahora se me está respetando: ni trap ni reguetón. Eso no, por Dios.

Rosalía es un pedazo de artista y no lo digo porque haya yo sucumbido a algo así como un síndrome de Estocolmo musical. Llevo tiempo escuchándola y me gusta su voz, canta bien, parece tener una cabeza bien amueblada y nadie, creo, le ha regalado nada. He escuchado entrevistas y lo que dice y como lo dice merece mucho respeto. Es cierto que estar en la cresta de la ola y en el marco unánime del beneplácito popular, todas esas entrevistas son suaves sesiones de jabón y masaje. Es más, en casi todas ellas se muestra como creo que es, pese al esfuerzo institucionalizado en exhibirla como un ser de luz, un personaje iluminado, un ser angelical (me está quedando un tanto cursi). Destaco en ese pensamiento su profundo respeto al orden familiar, a Dios, a la yaya

Su verbo en catalán suena realmente dulce y alejado de las polémicas que tanto daño ha causado a esa lengua la ofuscación delirante de algunos (de muchos).

Y luego sus registros: es igual que entone una copla que un bolero, una rumba catalana o su pop más chisposo, que es el, tal vez, lo que menos me gusta (esa percusión reghetonera...). 

Por si es de tu interés

lunes, 1 de agosto de 2022

Dadme una palanca...

Ahora ya solo falta que algún iluminado manifieste que Arquímides tenía un gen blaugrana. Incluso algún iluminado y además indocumentado puede llegar a creerse que Arquímides es un famoso central del Paok de Salónica y que encajaría perfectamente en los planes de Xavi Hernández.

Cuesta entender, siquiera en sentido figurado, no el uso de la palanca, sino que pudiera encontrarse el punto de apoyo para que la palanca lograra mover el mundo.

Paradójicamente el presidente Laporta ha encontrado no una, sino dos o tres palancas y el barça ha pasado de ser un club que no podía pagar ni la luz del vestuario a lograr tirar la casa por la ventana y fichar jugadores a precios estratosféricos, fijar salarios millonarios (al tiempo que exige sacrificios a los que ya formaban parte de la plantilla) y estar dispuesto a contratar dos o tres fichajes más, amén de otro tanto para otras secciones del club.

Todo está en la palanca y he de pensar que el punto de apoyo es un quilombo fundamentado en la imagen (explotación de derechos televisivos y de comercialización de camisetas y otros productos básicamente) del club de las próximas décadas. Pues vale. Me lo expliquen.

En este momento actual de la economía global, con la explosiva volatilidad de los precios de mercado de productos básicos para el consumo humano, tras meses de una guerra económica que no parece vaya a resolverse a corto o medio plazo y en un tránsito vertiginoso a un nuevo orden mundial, la pregunta sería ¿cabe obtener tanto rendimiento contante, sonante e instantáneo de algo sobre lo que cabe tanta especulación como son los derechos de imagen? Que me lo expliquen porque no lo entiendo.

Luego las federaciones nacionales e internacionales imponen ciertas restricciones de gasto- fair play financiero- que es algo así como una norma del monopoly  que, al parecer,  muchos clubes se saltan a la torera.

¿Cómo se pasa de no poder repostar gasolina en un utilitario a arrasar en el concesionario de Porsche como si fueran baratijas?

Eppur si muove (Galileo Galilei) y el resultado es el que exhiben las portadas de los colorines deportivos: ahí está el barça y esa es la nueva plantilla.



lunes, 25 de julio de 2022

Bendita resignación

Está en boca de todos y si te asomas al monitor de televisión (cosa que trato de evitar a toda costa) es la noticia que abre todos lo informativos: la ola de calor.

A pesar de que también en Baleares la estamos padeciendo, creo que podemos sentirnos unos auténticos privilegiados. Lo dicen los que vienen de la península a repostar salud y vacaciones unos pocos días en la orilla mediterránea: no hay tregua ni siquiera por las noches.

Hemos incorporado a nuestro lenguaje de ascensor términos tan inusuales hasta ahora como noches tropicales, estrés térmico y otras lindezas de los profesionales de la información meteorológica, esas siluetas parlantes que se crecen como gigantes ante un mapa térmico agudo de la península (suelen ocultar a la vista de los baleares el perfil de nuestro archipiélago). Sí, se vienen arriba y con aspavientos apocalípticos nos anuncian el armagedón que nos viene este verano y los que sucesivamente vengan si logramos sobrevivir.

Nada de helados ni de terrazas fresquitas a la sombra de una espesa arboleda. Persiana abajo y abanico. Las noches a la fresca se han borrado del imaginario popular y han pasado a integrarse en esa leyenda urbana que cuesta hacer creer a nuestras proles. ¿De verdad que por la tarde os echábais un jersey por encima de los hombros?

Mientras esta inacabable ola interrumpe por muchos días o no su insaciable castigo, lo realmente preocupante es que ese mapa encarnado de la actualidad viene acompañada, además, de un fuego real que arrasa la cada vez menor capa forestal que cubre (cubría) provincias que aprendimos en verde en nuestros años colegiales. Eso sí que es un drama y no, al fin y al cabo, que no puedas dormir plácidamente con la ventana abierta sin temor a sucumbir ahogado en tus propios vapores.

Afortunados los que podemos resignarnos con el pequeño alivio que proporciona la orilla del mar.

Ya nos quejaremos del frio.

lunes, 18 de julio de 2022

Memoria en Blanco

Los recuerdos de los veranos suelen ser siempre placenteros y buenos para rescatar de la memoria. A menudo, llegados a estas fechas nos brotan las cosas de la niñez o de la adolescencia: el sabor de un melocotón jugoso o el último bocado que quedaba en el palo de madera del polo de limón. Entre otros factores, el calor se convierte en una catapulta que nos proyecta a aquellos años en los que, por supuesto, el aire climatizado no estaba al alcance de prácticamente nadie y el ventilador de casa (solo había uno) repartía rachas de aire algo más fresco con su movimiento oscilatorio. Estaba rigurosamente prohibido apoderarse en exclusiva de las corrientes de sus aspas impidiendo que circulara hacia el resto de los sofocados. Al final echábamos mano del abanico o del pay-pay o de una simple cartulina con cierta rigidez.

Cuando ya teníamos edad de zascandilear hasta altas horas de la madrugada, al regresar a casa en el silencio de la noche solo se escuchaba el rotor giratorio del ventilador en el cuarto de mis padres. Nuestros cuerpos sudorosos (y resacosos en muchas  ocasiones) tras la farra nocturna se desplomaban en profundas fosas y entonces ya no importaba tanto el calor, mientras retumbaba todavía en los oídos los zambombazos de la última canción en la discoteca.


Ni nuestra  juventud ni otros objetivos particulares impidieron que fuéramos testigos de cargo de innumerables y excepcionales acontecimientos de los ochenta y noventa. A las generaciones actuales, y pese a que muchos jóvenes lo desconocen, esas décadas han sido claves para poder disfrutar, hoy en día, de las secuelas de todo lo que entonces pasó. Como un fondito gratis, han recibido las rentas de lo que otros ahorraron o, en cualquier caso, no dilapidaron. Ese legado que disfrutan con desprecio del sacrificio que le supuso a anteriores generaciones lo toman como si hubiera sido su deber y ahora el menú no les gusta o se ponen a reinventar o reescribir aquella historia con el desparpajo de quien cree que ha descubierto la penicilina. 

Uno de los más crueles sucesos fue el asesinato de Miguel Ángel Blanco, recordado hace unos días (siempre) con ocasión del vigesimoquinto aniversario. No había móviles entonces y de las noticias, buenas y malas, te enterabas al poner la radio de la cocina mientras te despachabas un gazpacho fresquito o una ensaimada recién comprada en el horno del barrio antes de irte a dormir. Muchos recordamos esa barbaridad con dolor porque lo vivimos con angustia, al principio, e indignación al final. Otros lo han borrado intencionadamente de sus memorias (mucho han tenido que frotar, o tal vez no) y su esfuerzo ha sido clave para que muy poquitos españoles nacidos con posterioridad sean conscientes del terror con el que se vivía en ciudades y pueblos de España. 

Y ahora parece que todo es gratis total.

lunes, 11 de julio de 2022

Fábrica de héroes

Desgraciadamente somos una sociedad condenada a seguir fabricando héroes. Hay mucha chusma en la calle, mucha falta de respeto, mucha desobediencia organizada y mucha resistencia a la autoridad. Y por supuesto, lo peor, muchos medios convenientemente engrasados, encargados de blanquearlo todo. 

La razón de todo eso, a mi juicio, es la falta de educación. La permanente cascada de distintos sistemas educativos de los últimos treinta años se ha centrado, si acaso, en la formación académica, cada vez mas edulcorada, descafeinada, asequible y en muchas ocasiones interesadamente sectaria por barrios. Entre otras carencias, la mayoría de esos sistemas, amparados por la correspondiente ley orgánica, ha abandonado por completo el aspecto más importante: la educación. Cosa de los padres, vale. ¿Pero quién educó a los padres?

Estigmatizada por una visión progre y blandiendo como argumento la libertad que antes faltaba (en general), nos hemos olvidado, entre otras cosas, del respeto a las personas mayores, de la corrección en el trato, en el uso del lenguaje, en la postura en la mesa, en la sala de estar, en los espectáculos públicos, en la calle, en el bar, en el trabajo, al volante....libertad mal entendida y daño irreparable a la sociedad porque todo ello atenta a la convivencia.

La crónica de sucesos crece día a día y ocupa un espacio cada vez mayor en los informativos y en el resto de medios de comunicación. Excesiva violencia en todas sus versiones, contra las personas, contra la propiedad, contra el medio ambiente, contra los animales. Quedan, a Dios gracias, pequeños reductos donde se conserva una mínima esencia y   -lo digo en serio- llega a conmover cuando alguien se desenvuelve en público o en privado con educación y conserva las mínimas formas de conducta en el trato cotidiano. 

En el triste y luctuoso suceso que ha costado la vida a un veterano oficial de la Guardia Civil se manifiesta el último extremo de la falta de educación que linda con la falta de respeto a las autoridades policiales (qué cabía esperar si quien es responsable máximo de ello pierde las ruedas en cualquier arcén). Decía que en la calle hay mucha chusma, mucho delincuente, cada vez más y más osados, menos temerosos de la prevención y de la corrección, mas inasequible la seguridad y mucha más vulnerabilidad. ¿Por qué? Pues porque no pasa nada, porque de un delincuente surge un héroe por su "valentía" en el desacato y en la desobediencia. En camiseta y vaqueros o con el cuello rígido de una buena camisa y una corbata de seda.

Para mí el auténtico héroe es ese Oficial, Jefe de su Unidad, que recibió el impacto insolente de un delincuente; un guardia civil más que no dudó en ser él -veterano profesional curtido en mil batallas- quien estuviera detrás de esa maldita puerta, en primera línea de fuego (nunca peor certeza) y no estar esperando en su despacho una llamada telefónica que le diera novedades. 

Mucha maldad y muchos héroes, pero de estos muy poquitos auténticos. 

 

lunes, 4 de julio de 2022

Y de repente....

...el último verano. 

Su nombre, oído así, a bocajarro, suena un tanto equívoco: Niño Becerra. Luego, a quienes jamás supieron de él (o a quienes todavía no lo conocen), llegado el momento de asociar imagen a nombre, la sensación de confusión puede ser aún mayor que la que producen las dos palabras que componen el ilustre apellido. De profesión Economista, especialidad clarividencia, sección pesimismo fundamentado, diagnóstico: póngame un gintonic, o mejor, deje aquí la botella de seagrams y traiga más hielo, por favor.

Evocándonos a algunos el título del viejo drama de Tennesse Williams (con un reparto cinematográfico excepcional), se ha colado entre la caña y el pinchito de tortilla un severo diagnóstico de lo que (nos) pasará a partir de septiembre en este nuevo orden mundial que se cierne tras la auténtica crisis ¿bélica? ¿seguro? planteada, como una partida de ajedrez con personajes reales -de carne y hueso- por una Rusia imperialista como ni siquiera lo fuera la extinta URSS de los años 80 y 90. 

El futuro no mola, o más concretamente no le mola a Niño Becerra alarmado por los síntomas visibles del suicidio asistido de una buena parte de nuestra sociedad lobotomizada, dispuesta a fundirse - a todo lo que den-en terrazas y cruceros los restos de la huchita del cerdito que guardaba tras los confinamientos y post-confinamientos pandémicos, ha decidido darle la espalda a la actualidad y vivir hoy para morir mañana.

Entre Tenesse Williams, con Montgomery Cliff de prota y Ian Fleming, con la pléyade de actores que han encarnado su personaje de James Bond, las palabras verano y final (último) se agarran de la mano con el fatal pronóstico de Niño Becerra. Luego vienen las matizaciones y la descalcificación del exabrupto de su previsión, pero los argumentos del análisis pesan y mucho. Basta con acercarse a la gasolinera y llenar (nunca hasta arriba) el depósito de combustible, o tratar de llenar (nunca hasta el borde) el carrito del súper o llenar (nunca hasta la saciedad) el buche con unos exquisitos cabrachos "de aquí, de proximidad, recién pescados" en el chiringuito playero de excelente referencia maridado con un fresquito verdejo sobre lías, a doscientos y pico euros la tirá

Estamos estrenando, enloquecidos al parecer, el último verano. Lo que pase a partir de septiembre solo Dios lo sabe. Bueno, Dios y Niño Becerra que, si repitiera el éxito de sus advertencias premonitorias sobre la crisis económica de la primera década de este siniestro siglo XXI (hasta ahora no nos ha salido nada bien), sería para encumbrarlo como el más distinguido y acertado de los economistas pitonisos. 

Sus motivos (claramente expuestos) tendrá. Yo por el momento me abonaría a ese suicidio asistido y pediré al camarero un segundo diagnóstico: tráigame por favor otra botellita de ese excelente verdejo sobre lías (Eresma 2021, Bodegas La Soterraña). 

Luego brindaría como lo hacía James Bond con su vodka martini ("mezclado, no agitado") por el ultimo verano sobre la orilla del mar y trataría de definir el perfil del Cavall Bernat a través del oro líquido de la copa (amarillo pajizo brillante).





lunes, 27 de junio de 2022

Georgino

Se ha ganado a pulso, a cincel y martillo, tanto las filias como las fobias dependiendo, sobre todas las cosas, de los colores de la camiseta, del cristal con que se mira. Para sus más fieles seguidores, como vacas aplaudiendo al tren, todo lo que hace, luce, viste o conduce es sencillamente maravilloso. Por contra, para sus más recalcitrantes detractores, todo en él es apostura, gomaespuma, vanidad tóxica, egocentrismo, grrrrrr....

En su descargo y a su favor habrá que tener en cuenta que pese a no tener un talento natural en tan alto grado como otros futbolistas legendarios, se ha hecho a sí mismo y que lo que exhibe se lo ha currado salvajemente, ganándose su espacio entre el gimnasio y una portería de fútbol, horas, días, meses y años de sacrificio y entrenamiento sin tregua. Se le reconoce por ser extremadamente escrupuloso con su dieta alimenticia, por su total abstinencia en el consumo de alcohol y por vivir permanentemente enfrentado a un espejo que le dicta las repeticiones de series de cada uno de los grupos musculares acompasadas con frases, panegíricos y loas -todo en primera persona- a su belleza física.

Me da absolutamente igual lo que haga fuera de los terrenos de juego que es lo único por lo que yo le he considerado siempre. Se fue del Madrid (y se equivocó, creo) precipitadamente y quizá fue por culpa de ambas partes. Desde entonces a la actualidad, la nada. Un paso sin pena ni gloria por el fútbol italiano y una vuelta a casa a Manchester donde su equipo, el United, ha visto como los nuevos tiempos de este deporte viven más de la  explotación comercial de la camiseta que del historial deportivo de los clubes....y de la pasta gansa que ponga sobre la mesa el emir de turno.

Al margen de ello y regresando a georgino, superadas las estomagantes tardes en las que sus bicicletas y derechazos con el final feliz del gol precedían a un engominado reflejo frente a su espejito mágico le deseo -sin rencor- que le vaya muy bien, que sea muy feliz, que siga marcando muchos goles y que, además, extreme su cuidado respecto de su flota de vehículos ( y que no se los deje conducir a cualquiera, que 900 caballos pueden desbocarse con mucha facilidad)

lunes, 20 de junio de 2022

El verano es eso

No es que haga calor, no. Es que España tiene la fiebre muy alta. Encamada, con una bolsita de hielo sobre la frente y con calenturas en las comisuras de los labios. Esta es la imagen que refleja de sí misma, en el mapa de la información meteorológica, nuestra querida España. Lamentablemente lo peor en estas condiciones es el fuego que hace arder grandes extensiones forestales y no estamos precisamente para permitirnos ese lujo.

Una lengua incandescente, como la lava que brotaba hace unos meses del volcán de La Palma, se extiende desde el norte de África hasta los Pirineos. Tangencialmente, junto a lo más intenso del calor y del color, como si fueran zonas más frescas, en tono anaranjado, esa lengua alcanza el sur de Francia y parte del Mediterráneo hasta lamer el perfil de las Baleares.

Un perceptible escalofrío recorre nuestra espalda al echarle un vistazo, leve y seco, a los titulares de los informativos. Todos parecen ponerse de acuerdo al seleccionar la noticia del día. Como si no hubiera una guerra abierta entre rusos y ucranianos, como si el virus del mono hubiera dejado de atraer interés informativo, como si los argelinos nos hubieran invitado a participar en un certamen de juegos florales, como si no hubiera una encendida campaña electoral con insinuantes invitaciones a tocamientos de todo tipo....como si no hubiera otra tragedia más grave en el mundo que una terrorífica ola de calor.

Es una subida de fiebre, es un virus de temporada, aunque parezca la antesala del infierno a la que nos asomamos todos los años aunque, con mayor precisión en datos y con mejores medidores, podamos decir que nunca antes se habían alcanzado estas temperaturas. 

Será así, no voy a discutirlo, pero yo siempre digo lo mismo. Recuerdo los años de mi infancia en Barcelona, en agosto, en las horas centrales del día, en los que descalzos y con poco más que un pantaloncito corto nos estirábamos en el suelo, sobre las fresquitas baldosas de terrazo o nos asomábamos a la calima que envolvía la ciudad, a través de la escueta rendija entre las lamas de las persianas de madera (barniz crujido y áspero) bajada hasta el suelo que apenas permitía que entrara en las habitaciones un hilo de luz y un soplido espeso y flamígero que ardía en nuestras córneas...y noventa por ciento de humedad en el aire.

Calor dices. No, bonita, eso es fiebre. (ese mítico redoble de batería llegando al final de la canción)

lunes, 13 de junio de 2022

Shakiro ya no baila el waka-waka

Fuimos grandes aquel verano a pesar de que no empezamos con buen pie, en general. Nuestro partido inaugural del mundial Sudáfrica 2010, que acabaríamos ganando, lo perdimos ante Suiza en un gris y torpe debut. Hurtando atención a mi turno, me levantaba de mi silla en la sala de espera de la consulta de traumatología uno de  los días previos a mi operación de menisco para asomarme a un monitor de televisión por el que otros pacientes seguían el encuentro. 1 - 0, pues sí que empezábamos bien!

Luego vendría la fiesta y paralelamente a ello mi progreso, paso firme y la vista clavada en la siguiente fase del mundial, por un lado  y de mi vuelta a la pista de tenis, por otro. Todo en el mismo acto.

Por entonces la banda sonora del día a día estaba repartida entre dos canciones que sonaban ininterrumpidamente, a cada minuto y entre dos cantantes: el incombustible Bisbal -patada al aire y melena agitada- y Shakira -pies descalzos y vientre cimbreante-.

Lógicamente y hasta el beso final, espontáneo e inesperado, de Casillas a Carbonero, me decantaba por el insinuante baile de Shakira, su minúsculo cuerpo y su silueta y sonrisas pizpiretas. El efecto mimético de la canción y de su baile se adhirió en una buena parte de la población que tarareaba la melodía hasta la saciedad. Mi hija Ana (cinco años de edad ese verano) siempre atenta con sus alertados ojos a la realidad que la envuelve, enseguida adquirió con destreza la habilidad de hacer bailar su vientre mientras escuchaba el waka-waka en su minúsculo ipod. (guardo el video, existen pruebas 😜)

La semifinal contra Alemania la celebré con un salto irresponsable que podría haber echado por tierra la cirugía de mi rodilla. Nos esperaba la final contra Holanda y después la gloria, la danza de una selección española en torno a un inmenso Iniesta(zo) y una copa del mundo lanzada al cielo, el beso de Iker, los pies descalzos de Shakira y la fiesta de Colón.

Luego el central Piqué se zampó a la cantante o la cantante se zampó a Pique, o ambos se zamparon mutuamente y la pareja se hizo famosa en una Barcelona que celebraría con éxitos futbolísticos la buena salud de un club que empezaba a encadenar triunfos y que bailaba al ritmo, además, de The Killers o de Coldplay porque la música, cómo no, era un ejercicio permanente del coaching de Guardiola. 

Piqué se convirtió en uno de los más mediáticos jugadores de un barça que exhibía  en cada partido y en cada competición un concierto -Messi, Xavi, Iniesta- Cuando los jugadores contrarios descubrían el paradero del balón, este ya estaba o en el fondo de la portería o bajo la camiseta de Messi tras firmar un nuevo hat-trick.

Del declive de todo aquello y de la decadencia deportiva y económica del clú ya se ha escrito todo y ahora, como colofón y resumen de esa degradación total se nos diluye el waka-waka y shakiro ya no baila la danza del vientre. Solo falta su foto abrazando por el cuello a Shakira y la leyenda "se queda".

lunes, 6 de junio de 2022

Palma en el blue emt

No se puede circular por la vida sin darse cuenta de lo que pasa alrededor. Yo, por lo menos, no puedo. La lenta y procelosa recuperación funcional de mi brazo derecho, entre otras gracias, me niega la posibilidad, por el momento, de conducir y me veo obligado a emplear el blue emt para desplazarme por Palma, tanto hasta mi puesto en la trinchera como hasta la clínica de rehabilitación, donde un pelotón de ángeles, investidos de gracia y cordialidad, cuidan y miman a diario los cuerpos rotos de docenas de personas sujetas a una perseverante terapia de recuperación. Gracias!

El trayecto urbano recorre alrededor de las siete de la mañana una distancia suficientemente larga como para que un incesante relevo de ciudadanos suban y se apeen del bus en las distintas paradas de la línea. Estudiantes y trabajadores, mayoritariamente, son los usuarios a esa hora. Todos sujetos a su pantallita. Pelos de colores, perforaciones y tatuajes, dilataciones, camisetas ajustadas, escotes desinhibidos, zapatillas deportivas y mochilas abultadas.

El retrato sociológico se correspondería, para que se me entienda, con el reparto urbano de cualquier serie española del netflix. Nada chirría, es lo que hay. La pandilla de Entrevías o la tropa que se regocija con las peripecias de este lumpen tóxico de La Casa de Papel van subiendo y bajando del bus en un trayecto que enlaza dos barrios extremos de una ciudad que no acaba de desperezarse a primera hora del día pero que rebosa humanidad en las horas centrales. Los turistas no suben al bus pero colapsan las calles y terrazas del centro con sus ropas informales y veraniegas. Pocas bolsas (pocas compras) pero no se ven sillas libres en torno a las mesas de bares y restaurantes. Atiza ya el sol y las temperaturas en el interior sofocan el ánimo de algunos de los viajeros. En la ciudadanía de edad más avanzada se advierte la resignación de verse obligado a viajar sujeto a la barra mientras que muchos de los jovencitos rendidos al tiktok prefieren no alzar la mirada para no tener que ceder su asiento. Esto es así y piensa uno hasta dónde alcanzó y para qué sirvió aquella rutilante asignatura inventada por revolucionarios programas de enseñanza escolar y que se llama ( o se llamaba) educación para la ciudadanía. 

La mirada se extravía en las azoteas y cornisas de muchos de los edificios en los que uno no debe reparar cuando es quien conduce su coche. Ajeno ahora a ese deber de atención y concentración, me fijo en muchos de los edificios e inmuebles que se prestan a la contemplación relajada y distraída. Hay fachadas muy significativas que merecen mayor atención. También hay monstruosidades urbanísticas que claman piqueta, desde su proyección en décadas pasadas por algún urbagnóstico o porque el mal gusto y la dejadez del propietario y de alguna autoridad no tienen límites. Es ciertamente insaciable y no descansó nunca.

Todo pasa y siguiendo escrupulosamente la recomendación/autorización del cirujano, liberado del cabestrillo y con el brazo sin andamiaje, recupero el volante. 

Vuelvo al asfalto

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...