lunes, 7 de noviembre de 2022

El adiós

La edad, bien construida, es nuestro patrimonio más valioso. Nos facilita la habilidad para contemplar las cosas de una manera pausada y menos impetuosa y tomar decisiones de manera más reflexiva. O debiera. Y aunque viene indefectiblemente acompañada por una progresivo declive físico debería alimentar a la razón para que sea está y no otra facultad la que guíe nuestros pasos. Pedía siempre mi madre, invocando al Santísimo, que le diera un día más de juicio que de vida. Cuánta razón, madre.

El ser humano es ahora más joven y vigoroso que lo era hace un siglo con la misma edad. Suena a perogrullada pero así lo demuestra una mínima observación de nuestro entorno y un paseo por la wikipedia buscando la edad con la que picaba billete la mayoría de humanos en el siglo XIX y principios del XX. 

Llegamos más lejos pero no sé si llegamos mejor, aunque yo creo que sí. También, es cierto, hay enfermedades crueles (siempre las hubo pero no había etiqueta científica) que se ceban en niños, jóvenes y personas de menos edad.

La edad, si no otra cosa, nos retira de nuestras actividades principales. A cada actividad, una edad. Con la que yo tengo ya he asistido a multitud de despedidas de compañeros de profesión a los que un buen día les toca ponerse de bonito después de haber vaciado los cajones de la mesa y las estanterías de su despacho, firmar o no algunos papelajos y cerrar definitivamente una puerta con unas emotivas palabras y alguna palmadita en la espalda.

En otras actividades, esa despedida suele hacerse en plenitud física ante la vida que resta, pero que ya no consiente ni un minuto más de intensidad. Ocurre, especialmente, en el deporte. Hemos asistido a la eclosión de figuras del deporte que han desarrollado su carrera profesional durante quince o veinte años colmándonos de satisfacciones, pero a ellos también les llega el momento de colgar las botas, la raqueta, la bicicleta o el kimono.

Se va Piqué como antes se fueron Federer, Raúl, Induráin y otras figuras del deporte. El rendimiento físico pierde fuelle y el relevo empuja con el ímpetu que proporciona su juventud. Gilles Simón (37 años), en el reciente Paris Bercy, se deshizo en un memorable y maratoniano partido del jovencito Taylor Fritz (26 años) pero al día siguiente no pudo resistir el azote del otro jovencito Felix Auger-Aliassime (22 años) sucumbiendo, agotado, en poco más de una hora. Las piernas ya no corren y la fatiga se adueña del cuerpo y atenaza el brazo.

A Piqué le ha ocurrido lo mismo, y tambien otras cosas, y detrás empujan nuevas expectativas. El relevo presiona y cuesta atarse las botas asumiendo, desde el banquillo, la incertidumbre de saltar al césped.

Bien está, buena y exitosa ha sido la carrera. Como deportista su carrera ha sido impecable y sólo merece gratitud por su compromiso con el club. De sus fotos más icónicas, repetidas estos días con particulares puntos de vista, como culé y que me permitan la licencia mis más íntimos rivales y me disculpen, las que más inquina han levantado: una estirando la camiseta del Barça en un mítico 2-6 en el Bernabé - él marcó el sexto- y esa otra mostrando los cinco deditos de los cinco golitos esa manita milagrosa que puede compensar una mala temporada. 

Es un buen momento para decir adiós, chaval. Gracias.

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