Periódicamente y por evitar opinar de "otras cosas" emborrono el post con temas más prosaicos. Me gusta mucho -y me consta que tiene mayor aceptación y seguimiento- la gastronomía y el resultado de mi afición culinaria me proporciona, además de la satisfacción de cocinar, el placer de comer cosas ricas en el ámbito doméstico y familiar.
Otra afición no oculta es el deporte y muy especialmente cuando me proporciona satisfacciones. Y como todo el mundo sabe, aunque cada vez con mayor frialdad, no me importa mucho (más o menos un bledo) que se me identifique con el errático sentimiento blaugrana, no entendiendo ese "sentimiento" como un mero eufemismo. Es que es eso, un dolor permanente, un estado afectivo triste y hasta doloroso por muchas cosas pero en lo que más me importaría, en lo estrictamente deportivo.
Desde que entendí que la adscripción del mescunclú al prusés era definitivamente irreversible por haberla convertido intencionadamente en una religión obligatoria en esa sociedad fui desafectando mi interés pero, no puedo evitarlo, sigo la actualidad de todas sus secciones como si de un veneno adictivo se tratase.
Este año y pese a la mágica (e inexplicable) aparición de todo tipo de palancas económicas y tras un estreno fulgurante y prometedor en los torneos veraniegos (jasjás, jasjás) estamos nuevamente al borde del k.o. técnico a las primeras de cambio. Solo son veinte millones de euros de nada lo que dejará de ingresar por la eliminación de una champions que volverá a ganar el madrí -sí, en el último minuto, de penalti, jugando mal, todo lo que quieran argumentar los más cafeteros-. Pero es que el resto de secciones, salvo contada o contadísimas excepciones, son más de lo mismo.
Muchas banderas, muchos mosaicos, muchos gritos, mucha exaltación y mucho minuto mágico de cánticos regionales pero, queridos, en el deporte, además de participar que es hasta cierto punto asumible (especialmente para los segundones) lo que importa son los títulos y levantar copas grandes.
Duele ver a chavales como Pedri, Gavi, Ansu Fati y algunos más, implicados en un rosario de proyectos ilusionantes en origen pero transformados en frustraciones sucesivamente. Eso sí, que tiemble en Boix Camp en el minuto 17 de cada partido.
Pueden seguir lloriqueando con los arbitrajes y otras paranoias pero no son capaces de borrar la impresión de ser dioses menores y perdedores vitalicios.
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