Está entrando en una edad en la que cualquier resfriado puede causarle muchos problemas. Gozaba, hasta hace poco tiempo, de una excelente salud. Rebosaba vitalidad pero empezaron a aparecer pequeños síntomas que no parecían significativos provocados por agentes víricos indeseables que comenzaron a pulular a su alrededor y que, a quienes nos preocupamos por su buen estado, nos mantenía alertados.
Hace unos años, algunos de esos virus empezaron a desarrollarse hasta convertirse en una real amenaza. No hubiera estado de más iniciar un tratamiento preventivo, intentando contrarrestar los malos efectos dejando bien claro el oportuno tratamiento, definiendo a los agentes malignos y prescribiendo una mejor protección.
Nada de eso se hizo y al final, los años y esos virus han invadido su cuerpo y su espíritu y, especialmente por el interés perverso de cada vez más enemigos, está gravemente enferma.
Mañana, 6 de diciembre, es su cumpleaños. En algunos lugares ni se celebra. En otros, algunas autoridades se vestirán con cierto boato y le rendirán un merecido acto de reconocimiento y respeto. En la mayoría, por imperativo y por el qué dirán, otras autoridades se pondrán lo que ellos creen son sus mejores galas y le dedicarán unas palabras que en la mayor parte de las veces suenan falsas y huecas.
Es el aniversario de nuestra Constitución, la que en tiempos sirvió para que entre todos desarrolláramos un nuevo sistema que acogiera desde la igualdad (a secas pero universal) a todos los ciudadanos, sin excepción, y que sirviera para emprender un nuevo camino que nos permitiera vivir en paz y armonía, con nuestras cosas, con lo singular de cada región, con alternancia en la gobernanza (como se dice ahora) y con el compromiso de retocar o matizar cuanto con el tiempo fuera siendo necesario.
En la actualidad parece que en ella, en su vigencia, en su validez, cada vez creemos menos ciudadanos. Advenedizos de salón, profesionales del chantaje político, asaltadores de lo ajeno, interesados en la división y en el descrédito de cuanto nos unía, se han propuesto legitimar los ataques permanentes de sus auténticos enemigos.
A la Constitución le ha pillado un terrible virus. Menudo catarrazo lleva encima la pobre y no parece que quien debiera tratarla esté dispuesto a atenderla.
Yo sí lo celebraré. Con ella alcancé mi mayoría de edad y bajo su auspicio he desarrollado toda mi vida profesional y personal hasta ahora teniendo muy claro todo su articulado como defensa única de mis derechos pero también de mis obligaciones. He sido, creo honestamente, fiel cumplidor de lo que en ella se prescribía a sabiendas de que aquellos jovencitos de los 80 recibíamos su articulado como un legado de nuestros padres y como el sello de una etapa que se cerraba significando para muchos la renuncia al rencor y a la confrontación.
Pues no sé.
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