Tan español como la siesta, el carajillo (reventat), el arroz con leche o la sangría, el berenar (merienda a media mañana en Mallorca) o el cafelito (resto de España) es el momento de interrupción de la jornada diaria en los centros de trabajo. Sobre las diez de la mañana empieza un movimiento masivo similar a una operación estrecho; las puertas de los despachos y de las oficinas se abren y cierran simultáneamente y sus inquilinos, sigilosamente algunos, toman el pasillo de salida hacia la cafetería interior o hasta el exterior del edificio, el bar más próximo o el preferido por la calidad de sus servicios. Es la hora del bocadillo.
Te vienen a casa a reparar un electrodoméstico, una instalación o a hacer una obra y se presenta la cuadrilla o el técnico a la hora convenida, antes de las nueve. No ha acabado de depositar la caja de herramientas en el suelo, el repuesto o la pieza a sustituir y sin apenas apearse del saludo inicial te espeta, con absoluta naturalidad, que deja todo ahí y que se va a "merendar" y que vuelve en media hora. Así. Tú que ese día has echado pie a tierra más temprano para que te alcance el tiempo de tener todos tus deberes higiénico-sanitarios hechos, que has desayunado un poquito antes para que el timbrazo del telefonillo no te pille con el bote de fairy en las manos, que has avisado por guasap que llegarás un poco más tarde al trabajo pero que enseguida que acabe el técnico irás para allá....pues toda tu previsión hecha trizas porque ese técnico no ha sido capaz de aviarse sus tostaditas y su café con leche en su casa, como has hecho tú. Tendrás que esperar media hora más por la falta de previsión consolidada de ese sector profesional de los trabajos a domicilio. Así es y nada se puede hacer más que tener comprensión y solidaridad con ese pobre currante desfallecido por la hambruna y el ayuno desde la noche anterior, no sea que se desmaye al alcanzar la llave inglesa. Un bajón de azúcar es lo peor que puede interrumpir la reparación de tu lavadora.
Pues el mes de agosto es, de todos los del año, el mes del berenar, de la merienda, del cierre de fábricas, de muchos despachos, de miles de profesionales. Que no se te rompa esa lavadora, o el coche, o el calentador en el mes de agosto. Ni se te ocurra llamar a un servicio técnico, ni a un profesional de la ingeniería o de la arquitectura para pedir un presupuesto; un plano y mediciones o una rehabilitación. No. No lo intentes. Es muy frustrante. Están de vacaciones, te dicen a modo de consuelo tus colaboradores incondicionales mucho más comprensivos, al parecer, que tú hasta que, enojado, les haces ver que como tú, ellos también están trabajando en el mes de agosto, igual que muchos médicos, muchos policías, muchos bomberos, muchos militares, muchos guardias civiles, muchos farmacéuticos...o es que ninguno de nosotros tenemos derecho a berenar. Pues parece que no.
Todo llegará en el barco de septiembre, decía madre.
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