Sonarán primero los cuartos, no te confundas. Deberás tener preparada la copita de cava o de champán o de sidra (El Gaitero, no otra) o de champín para los niños (que es como un brebaje de apiretal con gas). Aparecerá disfrazada de ser humana desnuda la diosa pagana de la noche de fin de año y tendrás entre tus manos un cacharrito con las uvas ya peladas y despepitadas, o enteras y gordotas (ojo, no te atragantes).
Son segundos, no llega a un minuto y pasa por nuestra mente ese crujido de tránsito de un año al siguiente sin más alteración que los besos y abrazos que siguen a continuación y los recuerdos de los que no están ahí en ese momento.
El cielo se llenará de castillos artificiales y la paz de la calle estallará en una estruendosa sucesión de explosiones precedidas del silbido de cohetes que llevan por encima de las azoteas estelas luminosas.
Se guardarán de ese escándalo hipersónico los gatos y los perros domésticos a los que no les hace ni pizca de gracia tanto despropósito. Compadezco a los peludos callejeros que no podrán huir de ese atentado contra su bienestar.
Tal vez con los ojos empañados por los desgarros de la vida (cada cual de los suyos) y compungidos por sentimientos encontrados nos zambulliremos, cómo no, en nuestros móviles y extenderemos nuestros mejores deseos a los más allegados. Siempre queda alguien, o dudas o lo tienes claro. Por omisión voluntaria o no...seguimos siendo humanos y ¿ni ese día vamos a ser capaces de? Seguramente no, porque lo tenemos claro. Lástima.
Al cabo de un rato las explosiones serán cada vez más espaciadas y el cielo dejará de brillar con la misma intensidad. Si acaso, allá a lo lejos parece que hay más pólvora y de vez en cuando todavía estalla una palmera fosforescente.
Ya hay muchas alternativas, gracias a Dios, al tostón histórico de los programas enlatados desde el mes de octubre donde desfila un sarpullido de cómicos o artistas o cantantes que nos han taladrado durante todo el año que recién acaba. Tiramos del blutú y volvemos a nuestra playlist con las canciones que nos gustan, más o menos, a todos. Y claro, sonará "la Rosalía"-su motomami- pero también llegará, afortunadamente, el turno de los Rolling Stones. La noche puede ser larga.
Es la última balada de fin de año, o de comienzo de uno nuevo. La que nos da para llegar hasta la almohada y poder despertarnos la primera mañana del año, de nuevo, sentados en el patio de butacas del Musikverein de Viena.
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