lunes, 12 de diciembre de 2022

La cara pintada a brochazos

Nadie mejor que un buen culé sabe cómo gestionar ese palito de Marruecos en la Copa del Mundo de Catar 2022.

Cruyff, en la década de los 90, adaptó sus ideales de juego a una plantilla que, en un par de años, resultó ganadora. Confeccionada con jugadores de diversa procedencia logró demostrar que cualquier tuercebotas podía acoplarse a su sistema. Bastaba con definir una correcta columna vertebral. Un buen portero, un buen central, un excelente centrocampista y un goleador. Zubizarreta, Koeman, Guardiola y Romario. El resto del equipo podrían integrarlo otros menesterosos que, al final, se convertían en pieza clave del juego llegando incluso alguno de estos al virtuosismo. Es decir, Cruyff sacaba un conejo de su chistera y lo bañaba de oro (Stoichkov)

Al tiempo llegó Guardiola, tambien con chistera, y con similares conceptos y acentuado el sistema de combinaciones rápidas entre excelentes solistas (Xavi e Iniesta especialmente) ponían la pelota en los pies del crack: Messi. 

Luis Enrique prolongó la excelente racha y la mejoró con Suárez y Neymar. 

El requisito es la velocidad del balón y la imprevisibilidad de dónde iba al siguiente pase.

Después de todo esto y cuando los siguientes entrenadores contemplaban como la pelota perdía velocidad y los jugadores acumulaban años y fatiga, el juego perdió esa imprevisibilidad y cualquier equipo rival encontraba el antídoto ideal para ese sistema. El tiki-taka a baja velocidad es insufrible e inofensivo. Estéril y aburrido solo ha ido acompañado de derrotas bochornosas y eliminaciones precoces en competiciones donde se tenía un prestigio.

El modelo está agotado. Se ha visto en la selección de Luis Enrique. No se puede aspirar a ganar nada caminando. Cualquier comparación con otros equipos del mundial nos pone en evidencia.

Y efectivamente, solo los culés estamos acostumbrados, desgraciadamente, a que nos pinten la cara a brochazos

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