lunes, 30 de diciembre de 2019

¿Recuerdas cuando hacía frío en Navidad?

Con una manta de cuadros nos tapabamos los cinco hermanos, sentaditos en el sofá. A alguno de nosotros los pies apenas les llegaban al borde del cojín y dejaba a la vista la suela de las zapatillas de paño. Es una foto de las que quedan en el caché de la memoria. ¿Te acuerdas de cuando en Navidad hacía mucho frío? La salita-comedor era la única pieza de la casa algo más templada. Tras la puerta de cristal-visillo-cristal, se extendía una gélida tundra a ambos lados del pasillo. Nadie se atrevía a levantar queja alguna, siquiera un mohín de malestar, ninguna expresión de desdicha. Hacía un frío pelón pero lo compartíamos a partes iguales. Y la estufa de butano - elegante sí era- solo salía de la sala en contadas excepciones y siempre justificadas por la convalecencia de algún catarro más allá de lo habitual.

En lo alto de la librería, el monitor Lavis de televisión justificaba tanta quietud. Sabíamos que a la menor escaramuza, el severo gesto de mi padre nos expulsaba de aquel cálido paraíso. Poco importaba la programación de la televisión pero a estas alturas del siglo XXI, cuando tratamos de explicar a mis hijas o a mis sobrinos con qué debíamos conformarnos, sencillamente no nos creen. A excepción de la nochebuena o la de fin de año, con programaciones especiales que darían para hacer varias tesis, poco importaba si nos teníamos que tragar películas, series o dibujos animados más adecuados a las edades de unos que a las de otros. A mis hermanos nos gustaba El Virginiano o Bonanza y más tarde, cuando a todos ya nos llegaban los pies al suelo, mis hermanas preferían La casa de la pradera. Cuestión de género, supongo.

Independientemente de aquellas limitadas opciones y mientras se montaba la mesa para el gran evento de la cena de nochebuena, la radio - otra vez- hacia sonar todo el variado surtido de villancicos y, cómo no, en casa también había una zambomba - que nadie hacía sonar nada bien- y varias panderetas, una de las cuales era, según presumía mi padre, de piel de cordero y esta sí sonaba bien, como la de un buen tuno que la haría sonar en las largas noches de rondas universitarias de la posguerra. 

Sobre el mantel de flores de vistosos colores -muy pop- las mejores vajillas, cristalerías y cuberterías. Esos tenedores de plata maciza que se hacían incómodos de manejar por las pequeñas manos de los más menudos y de cuyo uso mi padre, obstinado con la perfecta corrección de hábitos (en la mesa, en la cama y en el juego....) exhibía con habilidad ejemplarizante. Espalda recta, los codos no se apoyan en la mesa, es la comida la que va a la boca....nada que nosotros no hayamos tratado de transmitir, ahora y desde que eran pequeñitas, a nuestras propias hijas: educa, que algo queda.

El día de Navidad, a misa de 12, con los zapatos, los jerseys o los pantalones de estreno (qui no estrena per Nadal, res no val) y también con frío de guantes y bufandas. Se agradecía, cuando se daba, el rayito de sol, a la hora del posado fotográfico -todos reguapísimos y elegantes- a la entrada de la Escuela de Estudios Mercantiles, de Pedralbes, como escenario de esas viejas tradiciones. Al caer la tarde, vuelta a la manta y a la estufa de butano y el reencuentro con la vieja tele y alguna película apropiada a aquella Televisión Española, la primera o el UHF -no más-, llevándose la palma, cómo no, Que bello es vivir. 

2019, ha pasado tanto tiempo que parece que no nos quede ya ni para frío. Agotado el primer bloque de fiestas, como una nueva tradición, el día de San Esteban, segunda fiesta de Navidad y tan importante como el propio día 25 en Baleares, sol, playa y baño en el mar y aunque el agua está fría -rondará lo 15 o 16 grados- acabamos todos dentro ligeramente ateridos pero reactivados todos los circuitos neuronales y orgánicos. Luego los canalones y la fiesta Spotify y luces de colores, para levantarnos de la mesa más cerca de la hora de cenar que la de merendar y con el ventanal abierto a la ciudad, al fondo, que se viste de Navidad con ropa ligera de entretiempo.

Queda, se mantiene, el reto del baño en Año Nuevo, pero eso será otra historia.

¿Recuerdas cuando hacía frio en Navidad?

lunes, 23 de diciembre de 2019

Mirando la radio


Habré pasado miles de noches pegado a la radio escuchando voces que acababan confundiéndose con mis propios sueños, sonidos que envolvían primorosamente las horas silenciosas de mi casa. En tiempos más remotos la radio ayudaba a ahogar los inquietantes crujidos nocturnos de los muebles, sus quejidos y sus lamentos y los ecos de lejanas tormentas a las que les daba por alterar mi espíritu infantil. En las profundas y angustiosas horas de insomnio colocaba el pequeño transistor debajo de la almohada y con el pulgar recorría despacito el dial haciendo girar la ruedecita. En la oscuridad de la noche me imaginaba la pequeña aguja pasando por los estudios radiofónicos de una emisora a otra hasta que alguna de ellas pudiera mitigar mis inquietudes y proporcionarme la satisfacción de  escuchar una voz o una canción deseada y que me ayudara a caer en el abismo de los sueños...


Iban pasando los años y del transistor de la almohada pasé al receptor de mesilla de noche desprendiéndome de la intimidad que proporciona el sonido directo al oído. Sonaban bajito en la habitación, en estéreo, las alocuciones del ya desaparecido Pallardó en Al mil por mil y los cachitos de conciertos de los grupos del momento, a finales de los 70. Y pese al estruendo - en voz baja- de aquellas canciones y del guitarreo rockero de los Who, los Rollings  o Deep Purple, lograba conciliar el sueño. 


Como no sabía vivir sin radio y apareció a principios de los 80, Antena 3 Radio se convirtió en el sonido ambiente de la casa que sólo yo habitaba. Era todo el día escuchando aquella emisora y tratando de poner cara a las voces de locutores y contertulios. Miguel Angel García Juez, Luis Ángel de la Viuda, Luis Carandell, Ortuño, Carlos Pumares, Jose María García y Gomaespuma. Pasaba de Radio Nacional a la Ser, a M80 Radio, a Radio Peninsular, a un largo etcétera que marcaba las horas del día.... y de la noche. 


A los programas deportivos de la media noche les sucedían, programas de cine -Pumares- y tertulias de voces profundas y programas con llamadas telefónicas (Hablar por hablar) de personajes  atormentados que buscaban en la radio terapias sanadoras del mal de la soledad. Lo que se escucha de madrugada en la noche cobra un dramatismo descomunal.... Las dudas que ayer eran tinieblas, son simples tonterías a la luz del sol (La Unión, Vivir al este del edén) 


Me cansé, dije hace unos días, de las repetitivas informaciones de todos los días; del procés, de las negociaciones, del blanqueo de criminales, de los pactos, de cesiones gratuitas, de augurios fatales, de desprecios.... y del reguetón. He regresado a Radio 3 y resulta que ahora, además de escucharse, la radio se ve, en streaming, algunos programas, pero se ve. Es el encuentro con voces residentes en mi memoria por las que no parece haber pasado el tiempo. Sin embargo, los rostros y el cabello sí acusan la veteranía de los viejos locutores. Tomás Fernando Flores, Santiago Alcanda, José Ramón López, Julio Ruiz, poniendo voz a los diversos programas de la parrilla. 



Cambian las músicas, los tonos, las canciones...aparecen canas y arrugas a las viejas voces de la radio. Y no hay reguetón.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Sensación térmica

Por más que nos quieran hacer creer que no hace frío o que no llueve -que ya les vale- cada cual tiene y padece su particular sensación térmica.

Yo no era nada friolero. Es más, hasta hace bien poco he logrado combatir mucho mejor el frío que el calor. La prueba de esta afirmación es que cuanto más frío hacía, más calientes estaban mis manos. Hablamos de temperaturas no muy radicales ni en un sentido ni en el otro. Clima mediterráneo, que no dice mucho, pero que ya nos ubica en zona templada. Pero esta cuna de viejas civilizaciones compartidas por extensión, por invasión y por reconquista hace que tengamos, los pueblos que vivimos alrededor de sus aguas, muchas cosas en común. Y en los últimos tiempos el caos y el desgobierno como nota singular. 

Sensación térmica, en este caso, es tener frío, mucho frío ante lo que se nos avecina; esa corriente de incertidumbre (cierto, cierto) de lo que puede llegar a pasar, a sabiendas de que sea lo que sea, no va a resultar muy positivo ni favorable para los que -jopetas, toda nuestra vida- llevamos pagando facturas de crisis políticas, de crisis económicas, de crisis bancarias, de crisis migratorias, de crisis medioambientales....vaya! Cada década, una de ellas. Todavía tengo el recuerdo de la portada del LP de Supertramp, de aquellos viejos 70, entre mis manos y no entendía entonces, Crisis, What Crisis?

En el ámbito más propio, más cercano, personalmente creo que atravesamos las peores turbulencias desde 1975 y no será que no hemos tragado lágrimas y asistido a funerales; primero de militares, policías y guardias civiles y más tarde de jueces, fiscales, periodistas, policías locales y políticos. Y cuando la Ley, la política y la Justicia parecían haber logrado acabar con ese atroz goteo, pasados los años, empezamos con las tensiones territoriales llevadas a su extremo más agrio y beligerante. Varias vueltas de tornillo. 

En los dos últimos años, parece que el calendario nos lo marcan quienes no solo no quieren ser españoles, sino que ahora se han empeñado en que no lo seamos el resto de ciudadanos habitantes del resto del territorio nacional. Es decir, la consigna parece muy clara: fragmentemos todo. Ya no basta con intentar segregarnos, rompamos el tablero. ¿Es legítimo, al final, valerse de nuestra democracia - que es de todos y para todos, con sus derechos, pero también con sus obligaciones- para lograr sus fines e impone el antisistema como sistema? ¿y no es realmente torpe dejarse llevar por una firma, por un acuerdo tan potencialmente peligroso y maligno?

Sensación térmica de frío, de mucho frío y del más absoluto de los desamparos (de estar hasta las p....) de aguantar el permanente chantaje -y dos huevos duros- para constituir un gobierno que veremos cuánto tarda en tornarse ineficaz e insostenible y hasta dónde nos lleva. No parece muy fiable cuando sabes que, con quienes te sientas a jugar la partida, una vez esta empiece, van a imponer el cambio de reglas (o harán trampas) para transformar sus pérdidas en confortables ventajas.

Parece tan poco fiable como los modelos de sostenibilidad medioambiental que se han exhibido -tan impúdicamente- en la Cumbre del clima 2019, que podría haberse llamado perfectísimamente Cumbre para el cambio climático definitivo, a juzgar por la mayor parte de los poco convincentes testimonios de los cómicos y "artistas" participantes, mucho más preocupados en blanquear sus apestosos hábitos contaminantes. Si tuviéramos que seguir su ejemplo, en un par de semanas....

Estoy convencido de que, niñatos botelloneros a un lado (en el callejón, bajo el puente de la vía de cintura), los ciudadanos medios somos más respetuosos con el medio ambiente que cualquiera de esos mamarrachos "gretinos" (el palabro no es mío pero lo copio por ser acertadísimo). A veces consiste simplemente en no ensuciar, más que en limpiar. Que prueben. Es fácil. 

Y sin necesidad de calzarse una trenzas suecas ni de llevar a cabo exhibiciones estrambóticas.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Tanto canalla

Se puede vivir sin leer un periódico en cualquiera de sus formatos. Se puede vivir sin escuchar ni ver un informativo radiofónico o televisivo y no pasa nada. Se puede pasar por la vida sin hacer mucho ruido y eso no molesta a nadie. Se puede pasear por las calles sin entrar en un bar, en salón de juegos, en una floristería. Todo eso es posible. 

Lo que se me antoja imposible es permanecer inalterable ante la ola de estupidez que amenaza con acabar con la vida inteligente, al menos en este país, que es el que conozco y en el que sobrevivo.

No relajo ni mente ni cuerpo, más allá de honrosas excepciones, hasta pocos minutos después de la cena. Es entonces cuando me desparramo literalmente sobre el sofá y me subo al mando a distancia. Es el paso previo para seleccionar la película grabada o la serie que más me apetece: un sado-zapping desde La1 hasta tdp. Por alguna de las emisoras paso de forma muy volátil, de puntillas. Es el caso de la mayoría de los canales generalistas de emisión nacional: antena3, cuatro, telecinco, sexta.... Siempre es lo mismo y no merece la pena ni hablar de ellas: solo aparecen personajes absurdos perforados y pintarrajeados de cuerpo y muy probablemente de mente, sin capacidad para atraer la atención más allá de sus semejantes  a este lado de la pantalla. Esos son, sin duda, los grandes mitos, los más influencers, el modelo a seguir. Es así a juzgar por el reflejo que de ellos luego se ve en la calle..... y desgraciadamente en la crónica de sucesos. Bastante salvaje, dicho sea de paso.

Lo peor es que de ese modelo existen versiones mucho más canallas. Y es donde retomo la premisa del primer párrafo. Se puede vivir al margen de la actualidad y no pasa nada. Pero si, aunque sea tan solo por intentar estar al corriente, se sigue el hilo de la información, en cualquier medio te topas con la imagen de un tipo criminal que ha sido capaz de tomar el cuerpo y la vida de una chica joven y, traspasadas todas las líneas de respeto, educación, normalidad conductual e inteligencia, hasta arriba de drogas de todo tipo, le importa un bledo descuartizarla y dispersar sus restos de manera que resulte extremadamente difícil encontrarlos. 

En breve comenzará un nuevo juicio, nuevos informes psiquiátricos, nuevas valoraciones,  nuevas declaraciones de familiares, vecinos y amigos de víctima y del criminal para acabar con la constitución de un jurado popular y un veredicto que manifieste nuevamente el fracaso de modelo, el fracaso de sistema, el fracaso de la sociedad, por el fracaso de la educación.

Seguiremos atentos a la aparición de nuevos modelos que superen en purulencia a los anteriores para que los telediarios abran sus emisiones con el retrato de nuevos monstruos asesinos, cada vez más canallas, puestos hasta las trancas de todo tipo de substancias tóxicas, malcriados, mal educados en ambientes caóticos y desordenados porque es más fácil dejar que los niños hagan lo que les da la gana sin que les corrijan, sin un pescozón a tiempo, sin un NO, vaya a ser que crezcan con traumas....

Luego se harán mayores y les dará por tomar cuerpos y vidas inocentes o por cosas peores. El ejemplo es visual, casi táctil: está en la tele, el gran educador, capaz de todo, desde entretener con programas infantiles cuenta cuentos y canciones hasta enseñar a destapar intimidades y vulgarizar vergüenzas y hábitos personales: sexo, droga y rock and roll....escuela de canallas.


lunes, 2 de diciembre de 2019

Bendita rutina

Al llegar el lunes te das cuenta de que nadas inmerso en un bravo mar de rutinas durante toda la semana. Que el viernes todo parece cobrar una aparente calma y tiempo de ocio, que el ánimo festivo va a marcar el horario del sábado y del domingo. Sin embargo, esa rutina acaba convirtiendo el fin de semana en un brevísimo suspiro de tiempo en el que -como colofón- queda, en el mejor de los casos, la imagen de un nuevo gol de Messi, toda la ropa planchada y un montón de tuppers en la nevera llenos de suculentas recetas y guarniciones para lo que haya que comer durante la semana entrante. Bueno, no está nada mal.

El viernes por la noche, qué menos, hay que salir a festejar. Unas raciones y un par de copitas de vino. Existen lugares en los que se puede detener el tiempo y sin excesivas formalidades, sentados alrededor de una barril bodeguero, disfrutar de una comida casera, no muy excesiva, menú estrecho y no muy alargado, pero suficiente para dar tiempo y espacio a la sobremesa hasta que se aclara el fondo de la copa. El escenario es El mallorquín, un local de la calle Ramón y Cajal, de Palma, donde se puede disfrutar de buena mesa, buenos vinos a precio más que razonable.

Sientes la relajación cuando te adentras en la calle Fábrica y te rindes ante un gin tonic, uno solo porque mañana hay partido de tenis, una viudita de seagrams que prolonga la charleta y que te brinda el mínimo tiempo y ocasión que hay que dedicar a cultivar amistades.

Este invierno que va y vuelve ha dejado temperaturas suaves y resulta muy placentero poder jugar a tenis, el último día de noviembre, con sol y cielo despejado. Parece una de las "incómodidades", una parte del precio que vamos a tener que ir pagando por el tan manoseado cambio climático. No hay que negarlo, pero tampoco hay que hacer mucho caso a las sobreactuaciones impostadas (esa insoportable y odiosa nena) de quienes padecen imaginarios desmayos cuando se habla del tema. Estos suelen ser los que tiran su colilla en la acera o en la orilla y los papelitos del chicle donde caiga. Hipócritas a los que se les ve el plumero porque, por muchas fotos y palabras bien sonantes, ensucian igual que el resto de humanos. Yo también deseo un mundo limpio y en cuanto puedo evito ensuciar, contaminar, despilfarrar y mal gestionar los residuos que produzco. 

La cocina de casa, las mañanas de los domingos, es mi habitat preferido. Desde Radio 3 Dimitri Papanikas comparte Cafe del sur y desgrana con su peculiar estilo viejas canciones envueltas en nostalgia y buenas intenciones; bombones sin un gramo de azúcar. En la tabla de corte berenjenas, calabacines, ajos, cebollas, puerro, laurel, aceite y sal. En las ollas ya se cocina el caldo y el sofrito para la salsa de tomate. En la thermomix, la masa de las croquetas. En un par de horas todo limpio y la nevera llena. Resulta, cuando llevo ya años haciendo eso, que le llaman batch cooking.... Pues eso. 

Y llega el gol de Messi, cómo no. Este tipo, le comento a Pedro GS por wpp, pone la pelota en la portería con más claridad que la que aplico yo cuando meto la llave en la cerradura de la puerta de mi casa. Parece tan fácil que parece que cualquiera puede hacerlo. No es así. Él será "Balon de oro" y yo me quedaré sentado en mi sofá, ese final de tarde del domingo, disfrutando de mi pisto y de mi vichyssoise y que siga él metiendo la pelotita en el rincón de la portería que elija. 








lunes, 25 de noviembre de 2019

Autómatas

Regreso a casa el domingo por la noche, después de una pequeña ausencia. Vamos con prisa y volvemos con la ansiedad de recuperar enseguida la normalidad de horarios, sueños, comidas y resto de hábitos. Sin rutina nos perdemos en un marasmo incontenible, en una alegoría de la vida que poco o nada se parece a la realidad que vivimos día a día. Está bien, es cierto, pero al final, cuando pulsas el botón de tu piso en el ascensor y dejas caer tu espalda contra una de sus paredes, una sensación de bendito alivio te recorre el cuerpo.

Madrid es otro mundo. Quienes vivimos en provincias, nada más llegar, y en cuanto tomamos el metro desde el aeropuerto hasta el centro de la ciudad, advertimos que nos movemos en dimensiones muy dispares. No es el metro un inframundo pero sí merece un sinfín de reflexiones. Hemos aprendido a habitar en nuestra sociedad como seres independientes y socializamos a través de una minúscula pantallita. Autómatas en el movimiento, subiendo y bajando escaleras, caminando por enormes pasillos, tirando de maletas, con todo tipo de auriculares pegados a las orejas, pero todos sujetos a la pantallita y esquivándonos sin apenas rozarnos. Cada cual parece hábilmente programado -por su propia rutina- para alcanzar la línea, estación, vagón y asiento indicado. 

Me sorprende -qué le voy a hacer, soy así de paleto, tal vez- que nadie o muy pocos sean -seamos- capaces de mirar a los demás, de observar a los individuos que nos rodean y que viajan con nosotros. Puede resultar hasta divertido pero me parece muy inquietante comprobar el grado de aislamiento de cada pasajero respecto del entorno.

Jamás he sido yo muy inclinado a hablar por hablar ni a entablar conversaciones con desconocidos en trayectos de corta convivencia pero lo del metro es superior a mi capacidad de asombro. La supera cada vez que piso la capital. Lo que más.

Al final, acabo hundido en una profunda fosa de ensimismamiento, en una prolongada reflexión no excesivamente optimista del rumbo que llevamos hacia no sé muy bien dónde. Menos mal que, apeado del vagón, recobrada la superficie y alividado por el gélido viento que se impone en el exterior, en la calle, la vida recupera algo del sentido común, aunque sea una mísera parte de la normalidad.

lunes, 18 de noviembre de 2019

Ese presupuesto es inasumible, amigo.

Parece que el invierno empieza a aporrear con sus nudillos nuestra puerta mediterránea y cada mañana de esta pasada semana, al asomar mi nariz al ventanal del salón, al filo de las seis y media, he comprobado  que el cielo exhibía un aspecto feroz, abigarrado por amenazantes nubes de variadas formas y colores. Solo una leve línea anaranjada se insinuaba en el horizonte; esperanza de que tal vez podría escampar y permitirme volver a deslizar las zapatillas sobre la arcilla roja de la pista de tenis. Apenas se ha dado.

Me enfrento, con más desidia que apetito, a los titulares de prensa digital y he empezado a sustituir el análisis crítico de las mañanas coperas por la fresca música y la ácida y burlona ironía de los chicos informantes de Radio3, (Hoy empieza todo) confortados por la arrogancia que proporciona ser lo que son: jóvenes, deshinibidos y cómo no, progresistas, he de suponer. Están pues de enhorabuena. En principio la intención es reconciliarme con una emisora músical en la que la estridencia de un anuncio comercial -un tractor o un colchón que hablan o que gritan estupideces, que más da- no arruine una buena canción. Casi se obtiene premio. El tiempo en la radio es oro y cuanto más intérprete o grupo musical suene y cuantas más canciones puedan escucharse, mejor. Allí me planto, con el móvil junto a las tostadas y el aceite de oliva virgen extra y el shazam preparado por si hay que recopilar información extra. (para caer de patitas en la trampa, obviamente)

Lo más comentado de la semana fue el abrazo teletubby. Parece empalagosamente tierno y no me queda más remedio que reservar para mí lo que pienso al respecto. Sinceramente empiezo a darme cuenta de que, a partir de ahora, voy a tener que ser mucho más prudente. Paradógicamente no había sentido temor alguno hasta ahora, justo cuando este blog está cumpliendo el sexto aniversario desde su primera entrada, a mi regreso de mi misión asiática. Voy a replantearme muy seriamente aparcarlo, aplacar el ímpetu de mis mosqueos o llenar sus páginas con fotografías de platos de huevos fritos con puntilla y de suculentos pescados o bien con paisajes abruptos nevados o apacibles orillas. Como ya dije en alguna ocasión mi mochila está todavía muy cargada y pesa damasiado como para poder permitirme el lujo de frivolizar con asuntos serios de la actualidad pero sí diré que me temo que el prespuesto que van a empezar a pasar los que estrechan y aplauden ese abrazo es muy elevado. Parece que se ha abierto un plazo de rebajas, un Saldos Arias a lo bestia -a todo fuego- para todos aquellos simpatizantes de lo anti-español y a hasta ahí puedo decir.


El presupuesto de esta obra es inasumible (y lo sabes) y cuando todavía no hemos recibido las primeras facturas, empiezo a sentir un angustioso sudor frío; educación, pensiones, impuestos....











lunes, 11 de noviembre de 2019

Pobre Gomila

A Gomila le pesan los años y también los grafitis. El cambio de un siglo a otro de una de las viejas joyas de la noche palmesana está siendo innecesariamente cruel y prolongado. Alguna tarde, paseando por el barrio de El Terreno,  por su plaza Gomila y aledaños, me invade una extraña sensación, un inhóspito lugar entre la tristeza y el desamparo. Si no fuera por el tráfico rodado habrían encontrado su cadáver momificado en cualquier esquina de sus callejones, debajo de unos cartones y junto a un tetabrick vacío de Don Simón. La suciedad, el abandono y la baja calidad de los escasos locales comerciales que permanecen abiertos hacen difícilmente creíble que el glamour y el brillo vistieran el barrio aquellas noches de principio de los ochenta.

Pisando los adoquines de sus aceras, entre la propia plaza Gomila y la plaza Mediterráneo, una amarga memoria nos hace recordar  los locales de ocio nocturno que se sucedían, uno tras otro, en los bajos de aquellas fachadas. Y el bullicioso jaleo de los jóvenes de entonces que pasamos de los cincuenta y muchos ahora.

No sé si sería por esnobismo, o porque era lo más cool - lo que más fardaba, según la jerga de la época - pero lo cierto es que muchas de aquellas noches las iniciabamos, perfectamente maqueados, en el Joe,s. con un par de dry martini,s. Eran fuertes, rotundos, auténticos. Los tomábamos de pie, en la barra mientras afuera, en las mesas de la terraza las melenas rubias de jovencísimas suecas añadían colorido saltando de una silla a otra contigua, de las rodillas de uno a las de otro de sus acompañantes en un torbellino que a nosotros nos resultaba altamente excitante, presagios de una gran noche.

Se sucedieron los nombres de los locales y aparecieron el Minim's, Moncloa, el nuevo Tito's que fueron añadiéndose a los ya existentes Na Gual, Alambique y un largo etcétera. No nos importaba que ni el calor de las noches tropicales de agosto ni las corrientes gélidas de las madrugadas de diciembre o enero nos sorprendieran a la intemperie o en el tránsito de un lugar a a otro. Tampoco nos importaba que en los interiores de los bares el humo, la aglomeración de personas o el elevado volumen de la música invitase a alejarse de ellos. A codazos y empujones nos abríamos paso hasta la barra y una vez allí echábamos el ancla entre la sonrisa/bocado  de la camarera de turno y el fondo del vaso de tubo al que echaban un generoso chorro de Bacardí, tres o cuatro piezas de hielo y una cocacola o un schweppes de limón.

El viento de esas callejuelas ahora deshabitadas, vacías, el angustioso silencio de la plaza, apenas interrumpido por el tintineo de la pantalla de una farola o el escape de un ciclomotor, las cacas de perros y gatos, los bordillos de sus aceras mordisqueados por el abandono....en eso ha quedado la pobre Gomila. Un sinfín de grotescos garabatos grafiteados como tatuajes en una piel muerta. 

Si te sientas en uno de los bancos de piedra de la plaza y cierras los ojos igual te reencuentras saliendo del Joe,s con una joven sueca colgada de tu brazo. Puestos a soñar... aunque tal vez aquella joven ni se reconoce a sí misma cuando se enfrenta a su espejo. Dejémoslo así y volvamos a casa. La nostalgia no es buena compañera para una gris tarde de otoño. El viento sigue barriendo las aceras pero no acaba de arrastrar la asfixiante sensación de abandono.  

lunes, 4 de noviembre de 2019

Basta ya!

Enfermo y anciano murió el general. Desde al menos los dos años anteriores a su fallecimiento, ni nuestra tierna bisoñez ni la cautela propia de las personas prudentes bajo cuyo cobijo moral crecíamos lograron que permaneciéramos ajenos a los rumores y chascarrillos que dominaban la opinión pública de aquellos tiempos. En el colegio traficábamos con todo tipo de augurios de lo que podía ocurrir cuando muriera el Jefe del Estado. Tromboflebitis y "estable dentro de la gravedad" eran las palabras que más sonaban en los telediarios aquellos días de verano del 74 y verano y otoño del 75. Las imágenes más repetidas eran las de un hombre enjuto paseando por los pasillos de un hospital, envuelto en un batín de seda y calzado con las zapatillas que vestían casi todos los pies de aquella España en blanco y negro. La crónica de todos los informativos de la televisión se repetía con identicos contenidos para finalizar con la manida expresión referida al parte firmado por el equipo medico habitual.

Todavía no nos había ni cambiado la voz ni asomado el bigote, vamos ni el acné había tomado plaza en nuestras pieles, cuando una tarde noche de noviembre la imagen del busto del entonces Presidente de Gobierno D. Carlos Arias Navarro, compungido y lloroso, anunciaba la muerte de Franco. Ni que decir tiene que el velo trágico de la imagen añadida a los apagados jipidos del Presidente, envolvían la noticia en una áspera y amarga tristeza. Tres días sin clase y pegados a aquellos monitores Telefunken de caja imitación madera y muchos rumores en los corrillos de los adultos y la incertidumbre absoluta sobre cómo iba a reaccionar aquella sociedad lastrada por un sistema político sin partidos ni opciones distintas de las impuestas desde la Jefatura del Estado.

Ninguno de los malos augurios se cumplió, afortunadamente y se produjo un relevo ejemplar en la Jefatura del Estado. Fue coronado Juan Carlos I, hubo elecciones en la que participaron todos los partidos políticos inscritos a raíz de la entrada en vigor de un Decreto-ley de febrero de 1977....hasta que logramos llegar a nuestra Constitución de 1978.

Desde un año antes ya éramos universitarios y por haber elegido la Licenciatura de Derecho, la conocimos, la analizamos y la chapamos desde un punto de vista crítico y comparativo con el entorno y con todos sus antecedentes propios e internacionales. Finalmente se sometió a un referendum en el cual no pudimos participar porque la mayoría de edad se alcanzaba en ese momento a los veintiún años. 

El tránsito de un régimen a otro supuso, para llegar a la entrada en vigor de la Constitución Española de 1978, renuncias y sacrificios de la generación anterior a a la nuestra para que se impusiera un clima de armonía y sana convivencia. No nos lo contaron, lo vivimos en nuestras propias carnes y de aquellos sacrificios dimos buena cuenta. Mi generación creció en un ambiente de austeridad, de respeto a nuestros mayores, de rigor en la formación, de responsabilidad ante los retos personales que cada cual adquiriera. Por supuesto que surgieron tensiones laborales, sociales, territoriales y no es menos cierto que había una elevada tasa de analfabetismo, de pobreza y de precariedad. Pero de todo ello fuimos saliendo, con alternancia en el poder de partidos de uno y otro color e ideología y pudimos mantener el  clima de respeto y la aproximación a la igualdad de oportunidades independientemente del género y procedencia.

Han pasado cuarenta años y desde hace un tiempo, algunos se han empeñado en volver a dividir, en separarnos entre buenos y malos dependiendo de la mano a la que caigamos unos u otros. Y han aparecido tensiones territoriales que llegan a niveles insoportables. Antes, esos males se trataban con una pomada local; se transferían fondos económicos y competencias y el enfermo progresaba adecuadamente. El enfermo ha crecido, inflamadas sus ansias de poder y sus anhelos territoriales, creyéndose distinto y por tanto con derecho a más que el resto de ciudadanos españoles, birlando la verdad a la historia común de todos, han inventado un personaje que interpretan a la perfección. Ruido, mucho ruido y odio, muchísimo odio al tiempo que claman por el diálogo levantando las manos como hipócrita exhibición de un pacifismo impostado mientras arden contenedores encendidos por niñatos encapuchados. Diálogo, sí. Reformas, sí. Pero en democracia el diálogo tiene su cauce, su procedimiento y su escenario: el Parlamento. Háblese allí lo que tenga que hablarse, pero sin odios, ni desprecios, ni chulerías, ni acusaciones, ni difamaciones, ni alteraciones de la verdad. Y propóngase allí lo que se quiera cambiar, debátanse cuantas ideas y modificaciones sean necesarias, pero bajo el respeto y con todo el rigor.

Resulta muy doloroso, a estas alturas de nuestra existencia, viniendo de donde venimos, ser testigo de la barbarie y de la exposición de argumentos respaldados exclusivamente por la barricada urbana, el fuego y la destrucción. Con lo que hemos pasado.

Basta ya!




lunes, 28 de octubre de 2019

La mochila pesa lo mismo que ayer



Jueves 24 de octubre de 2019. No puedo negar que de reojo le he echado un vistazo a la actualidad teleinvasiva del día. Me importan un bledo los cacareos histéricos de estos jovencitos que iluminan con su verborrea las tertulias de platós cursis de los estudios de las cadenas de televisión, mucho más formativas que informativas, en la mayoría de los casos. A todos ellos les supero en un porrón de años. Ventajas de la edad y punto. Yo no sufrí ni más ni menos que ellos, según parece y no será porque fuera yo un privilegiado. Si remontamos la historia de nuestra guerra incivil y de sus catastróficos efectos familiares igual, casi seguro, me sale a devolver. Así es que ruego no me vengan con dramas familiares que cada cual cuenta y extraña a los suyos. 


De todo lo visto en la entrega anticipada de Halloween de hoy, tal vez, si acaso, he echado de menos un armón de Artillería y al menos a una de las niñas góticas, para mayor gloria de su padre y deleite de su madre. Todo el resto, incluso el paseo por las nubes, impecable. Gracias. 



Será tu voz, será el licor...cena para dos. Después de mi jornada laboral, mi afterwork lo disfruto, entrega total, en la pista de polvo de arcilla, pasadas las inundaciones de los días precedentes y que conserva un alto grado de humedad. La bola va muy lenta y los golpes parecen los de un videojuego. No obstante disfruto pasando la bola del drive al revés y viceversa. Llego a casa con el menú de la cena en la cabeza desde el primer set: ese lomo de corvina ligeramente tostada su piel -crujiente- y tierna la blanca carne, untado sobre ella un aceite de ajos fritos. Como guarnición unas habitas tiernas salteadas con un poco de chispa. En la copa un ligero rosado francés de la Provenza; últimos tragos del curso. A partir del cambio de horario, o blanco o tinto.



Queda la tertulia en la cocina, después de esa cena para dos: la luz que nos ilumina es la que me deja la excelente entrevista de Ángel Expósito a Valentín Fuster, eminente cardiólogo con una exposición exquisita sobre el cerebro humano: "Si volviera a nacer, si volviera a estudiar medicina, me entregaría al conocimiento del cerebro... Es la maravilla del cuerpo humano.... Los seres que saben escuchar mejor son los niños de edad entre los tres y los siete años.... Si consigues llamar su atención y curiosidad, todo los que les dices queda en su cerebro, perfectamente almacenado y ordenado. Luego, cuando cumplen de quince a diecisiete años, su capacidad de comprensión es brutal."


Es al final de la cena, ya en el sofá, cuando en la soledad de la noche, el resto de habitantes de la casa durmiendo, me enfrento a las escasas imágenes que guardaré en la memoria, en mi memoria histórica, del funeral de Estado, el exhuma-inhuma de los restos del General. Que cada cual eleve a los altares o escupa a los infiernos sus propias conclusiones. A mí me basta con lo visto y oído. Apuro el paso a la horizontalidad de la cama con el último traguito al provenzal rosado, casi amargo y me duermo plenamente satisfecho por haber acarreado, un día más, mi propia mochila, con sus deberes, con sus recibos, con sus facturas, con sus tasas e impuestos, con sus chistes y con sus chascarrillos. No espero que nadie me auxilie mañana cuando vuelva a cargarla en mi espalda, no espero que nadie aligere su peso, ni los desenterradores ni los cursis del plató, seres menores que opinan de todo y que nada aportan. Nada habrá cambiado, después de todo.


Más Valentines Fuster y menos Halloween







lunes, 21 de octubre de 2019

Barcelona en llamas (la ciutat cremada)

Miércoles 15 de octubre de 2019. Desayuno tempranito, sobre las seis y media de la mañana. En la calle - en mi calle- y en el aire reinan la oscuridad y un profundo silencio, alterado tan solo por el quejoso esfuerzo del autobús de la EMT intentado remontar la cuesta. Entre sorbitos al café con leche y bocados a mi tostada de pan con aceite, con el índice de la mano izquierda sobre la tableta, voy repasando las primeras planas de los principales periódicos del día. Al cabo de la mesa, suspendido en el vacío de la cocina, Herrera sigue desgranando la actualidad con la precisión de un buen cirujano. Llevamos juntos desde antes de las seis, compartiendo el temor y la vergüenza de lo que se está viviendo en las calles de Barcelona.

Ya no sé si me da más miedo que vergüenza. Es intolerable y desgraciadamente la cosa no tiene pinta de que pueda acabar muy bien. Desconozco si la imagen es real o está ligeramente alterada para crear más crispación pero resulta realmente impactante. Desde una ubicación próxima a la Carretera de las Aguas, en las faldas del Tibidabo, una toma nocturna de la ciudad de  Barcelona. Al fondo Montjuich. Edificios iluminados y dispersas, pero claras, unas cuantas columnas de humo se elevan hasta el cielo. Y una aclaración: "no es Alepo, es Barcelona en estos momentos".


En otra fotografía, igualmente dolorosa, aparece una barricada incendiada en una de las calles de Barcelona. Las llamas se elevan varios metros por encima del asfalto e iluminan, trágicamente, las fachadas de edificios modernistas. Es la imagen del terror y de la barbarie y son fotos fijas de diversos momentos de la noche. En formato de vídeo, emitido por los diversos informativos de los que huyo por la vergüenza que me provoca verlos, las alteraciones de orden público cobran mayor dramatismo y virulencia. Esto es lo que está pasando en Cataluña, en mi otros tiempos querida Cataluña, amada Barcelona.

Vuelvo a tener sentimientos encontrados. Por una parte y viendo las masas de tantos canallas enardecidos por un odio injustificado, encapuchados y dotados con ánimo incendiario, desearía que se empapuzaran hasta reventar en su república ilusoria, que ardan en ese infierno hasta su extinción, hasta que, tal vez un rayo sanador, ilumine su razón y admitan su fracaso. Pero por otra parte lamento la injusticia que representa para los españoles y entre ellos a los buenos catalanes -incluso para algunos que albergan, pacíficamente, anhelos independentistas y que rechazan la violencia en su reivindicación- ver Barcelona ulsterizada, palestinizada y balcanizada salvajemente, rehén de la sinrazón y cautiva de un caos presuntamente programado desde despachos enmoquetados.

Enredado en esas imágenes, en color, en llama viva, me cuesta creer que eso esté pasando y que en otros puntos geográficos -Palma, sin ir más lejos- una considerable multitud, bajo paraguas, y políticos sin rebozo alguno alienten esas políticas disgregadoras. 

Luego están los guardiolos, los xavis, los piqués, los bartomeus siempre dispuestos a mantener la cerilla en la mano e incluso a presumir de que hasta en Qatar se goza de un régimen más justo y democrático y que se vive mejor....por los derechos de las mujeres lo dirán y por los que sobreviven en sus calles. 

Y ese odio, ¿que de dónde viene? Aquellos nenes a los que entretenían su merienda de farinetas y de pa amb xocolata y cacaolat con Bola de drac y el club Súper3, han crecido y camuflan la revolución de las sonrisas con un pasamontañas en la cara y un cóctel molotov en sus manos.

Mientras Barcelona muestra la imagen en llamas de una situación irreconciliable andamos enredados en los huesos de un señor que murió hace más de cuarenta años y que los jóvenes confunden con un rey o con un escritor de la Edad de Oro. Y a mí, sinceramente, me importan un bledo los huesos del General. Me preocupan, ahora mismo, las calles de Barcelona y hasta dónde pueden llegar las llamas de esa ciutat cremada rehén de una generación abducida por el odio y por otras substancias estupefacientes. 

lunes, 14 de octubre de 2019

Siento mucho orgullo.

Siguen pasando los años, continúa la sucesión de nombres y circunstancias y al final, llegado el momento de empezar a organizar el evento, volvemos a tirar de lo hecho en años anteriores y con la base de la misma estructura, corrigiendo una silla aquí o una palabra allá, volvemos a la tensión, a las prisas y a las decisiones de última hora. Autoexigencia. Eso sí, cuando suena el cornetín se apagan los rumores. En posición de firmes estiramos la espalda, elevamos el mentón y los dedos se agarran entre sí, apretamos los puños y los pegamos a la costura del pantalón. La Bandera Nacional se incorpora a la formación. 

Rigor máximo y solemne la mirada, se escapan los pensamientos a lugares ya conocidos mientras se ejecuta milimétricamente la secuencia de actos. Es una rutina consolidada que tiene sus momentos valle pero que empieza a escalar remontando emociones, cada cual las suyas, hasta el culminante momento en que, erguido el orgullo redoblamos la intensidad del rigor en el homenaje a los que dieron su vida por España. Se empañan los ojos al recordar a los que ya no están, a los que se fueron por variados motivos, a los que nos precedieron en el uso de nuestro uniforme o en el cumplimiento del servicio o de la función, a los que cayeron porque una bala o una bomba asesina impuso el macabro capricho de apartarlos de entre los suyos, a los que fueron víctimas de un renglón o un párrafo o un capítulo saltado de sus vidas, tan jóvenes, tan valientes, tan serenos en su despedida. Daría nombres, muchos, pero me dejaría muchos más y por ese motivo prefiero limitarme a pasar lista mentalmente, exclusivamente para mis adentros. Siento esa lágrima en ojos vecinos de la formación o entre las sillas de los comparecientes y no puedo evitar las propias. Solo puedo tratar de elevar un poco más mi mirada, con mi mano derecha junto al botón dorado de mi prenda de cabeza...no cabe más orgullo de ser lo que uno es, de estar donde uno está y de pertenecer a lo que uno pertenece.

Desde muy tempranito ya hay una frenética actividad en el patio central. Engalanado y guarnecido para la ocasion, el gran teatro de operaciones aguarda el momento en que la formación, las comisiones y los invitados atiendan la orden de inicio de los actos. Cada cual en su lugar, hay un latente nerviosismo indisimulable; se atusan los cabellos, se estiran los uniformes y se aclaran las voces de los que tienen una especial participación en el evento. La Banda Militar llena el espacio con su impecable interpretación de marchas e himno.

El innegable éxito del evento lo cotejan las felicitaciones de los asistentes con sus aplausos y con las palabras de elogio. Apreciamos ese afecto -para mí son ya veintiuna Patronas- y lo agradecemos. Sabemos que no siempre es así y que en algunos lugares nos odian con idéntica intensidad. Pues bueno, qué le vamos a hacer. La satisfacción que produce verse rodeado de esos hombres y mujeres en los que la sociedad confía sus urgencias y necesidades y la profesionalidad con la que prestan su servicio hace olvidar, aunque sea por unas horas, ese odio miserable y mezquino. 

No puedo sentirme más orgulloso. 

Viva España y viva la Guardia Civil!!!!!

lunes, 7 de octubre de 2019

La paletina del pintor

Soy plenamente consciente de los zascas que puedo llevarme por decir que, después de más de veinte años viviendo en mi casa, es la primera vez que entran pintores para repintarla en su totalidad. Hasta ahora, y en muy pocas ocasiones, habíamos pintado, por urgencias o necesidad real, una o dos habitaciones. 

En todo este tiempo, desde 1998, hemos permanecido envueltos en el mismo color y, de la misma manera que las arrugas van surcando nuestra piel, en las paredes de casa fueron apareciendo muestras palpables del paso de los años: arañazos, desconchones, pequeñas grietas que hemos tratado de ir disimulando o sencillamente, no queriendo ver.

Esas paredes, si hablaran lo corroborarían, se llevan la historia de una familia desde el primer momento en que, vacía la casa, el eco resonaba y rebotaba de una habitación a otra. Lustroso el suelo de parquet recién instalado fue el primer lugar donde me senté, a falta de silla alguna,  a contemplarla y ver, como ya dije en alguna otra ocasión, el reflejo del cielo azul, una tarde de mayo del 98, con las llaves en mano. Luego empezaron a llegar nuevas pequeñas inquilinas, con sus primeros pasos, llevando de acá para allá el cochecito de las muñecas, una silla, una mesita...trastitos y empezamos a ver como las paredes se rozaban, se manchaban y sufrían cada día un poco más. Garabatos de lápiz, monigotes de color y algunos golpes de objetos que chocaban contra ellas y contra el techo y las consiguientes reprimendas; las paredes no se pintan...goma de borrar y paños húmedos.

Era pues ya el momento de pintar y de cambiar de color. Y recordaba cuando, siendo niño, venían los pintores a casa. Casi me acuerdo de sus rostros. Eran extremadamente cuidadosos, protegían sus cabezas con unos gorros que ellos mismos se hacían con papel de periódico -también nos hacían uno a cada uno de nosotros- y La Vanguardia, para eso, tenía un tamaño ideal. Preparaban sus cubetas sobre un viejo y raído jergón extendido sobre el suelo y con el pulso firme de un cirujano deslizaban de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba sus brochas y paletinas impregnadas en una densa pintura aligerada con un diluyente del que emanaba un fuerte olor. Al ritmo de la muñeca el pintor silbaba, con artística sonoridad, melodías populares o bien cantaba con afectada impostura y con el tono y voz adecuadas, viejas canciones de Juanito Valderrama o de Concha Piquer. 

Solía pintarse las casas en las estaciones de otoño o en primavera (todavía existían) para que el fuerte olor de las pinturas y del aguarrás pudiera ventilarse más fácilmente con las ventanas abiertas de par en par. Era como un zafarrancho de combate; aligerábamos las habitaciones de muebles y enseres al ritmo que marcaba la paletina del pintor.


Pues esas historias las he vivido esta pasada semana. El pintor ya no silba, ni canta, ni usa la brocha gorda y apenas la paletina salvo para hacer los recortes de los marcos, ni tampoco la pintura huele. Joaquín TC es aseado, claro está, y solamente viendo el cuidado con el que cuelga de la escalerita su chaquetilla, impecablemente blanca, como el resto de su vestimenta, ya se aprecia su intención de no permitir que una sola gota de pintura emborrone su estilo. Me dice que siendo casi un niño aprendió el oficio de su padre, pintor a la antigua del cual presume orgulloso por su habilidad y pulcritud. Él no lo dice, pero seguro que era de aquellos que, a ritmo del silbido virtuoso o del cuplé del momento desplazaba hábilmente la paletina por las paredes de unas viviendas que, por su descripción y ubicación, me consta fueron ya demolidas hace unos cuantos años. 


Angelitos Negros, La Zarzamora, La Bien Pagá….




lunes, 30 de septiembre de 2019

Popurrí (casi enfangándome, verás)

Otoño. Me recomienda mi gran amigo Joaquin RDC, ilustre escribidor y contador de cruentas batallas navales, que debo asumir de una vez por todas que el otoño es la mejor estación del año. Entre sus múltiples  bondades, destaca mi siempre ingenioso interpelante, las temperaturas agradables, los ocres de las hojas de los árboles, la luz de los atardeceres...y la erradicación total de chanclas y pantalones piratas. Vale, se lo compro, pero eso será en la península.  Me explico.

Durante el mes de septiembre, la sensación de humedad en Palma ha sido asfixiante hasta tal punto que los isleños hemos empezado a desarrollar escamas, branquias y aletas dorsales y ventrales y a boquear como pececillos de pecera. Si he de ser pez, mejor directamente desde mi orilla hasta la infinita línea del horizonte. 

La hojarasca ocre de los plátanos urbanos en breve comenzará a alfombrar suciamente las calzadas y aceras de nuestras calles y arrastradas por el viento, irán de acá para allá hasta que, en el mejor de los casos, cada sábado, desde bien tempranito, las hiperventiladas barredoras municipales y los sopladores de aceras, amenicen con su estruendoso rugido nuestro dulce despertar de fin de semana. Si he de ser hojarasca, mejor en los bosques de Segovia: la de esos robles y castaños centenarios.

Chanclas y pantalones pirata. Ahí, querido Joaco, debo entonar el mea culpa. Esto es Baleares, donde hemos adquirido hábitos muy confortables a la hora de vestir. Reconozco que no siempre son los más ortodoxos y que una sencilla bermuda, adecuadamente combinada puede resultar, en relación confort/elegancia muy "ponible" y tolerable durante algunos meses más que en la peninsula. Y lo de las chanclas.....bueno sin abusar, también.....Eso sí, por el pantalón pirata no paso, lo juro!

Greta y los garbo. La murga que nos están dando con la niña noruega, Greta y los garbo:  toda la tropa de corifeos que hacen correr ríos de tinta en prensa de papel y de megapíxeles en la digital y televisión agitando a mis niños y niñas, empujándoles a convocar y citarse en huelga por emergencia climática.... Atendí, leí y entendí a los más ilustrados que utilizan con lustre el nuevo término (al menos lo era para mí): "pedofrastia". Según la escribo, el corrector gramatical y ortográfico del blogger me lo subraya en rojo carmín. Alerta: palabro! no está todavía en el diccionario de la RAE

Pues eso no significa ni más ni menos que utilizar la presencia, imagen y expresiones de menores para reforzar argumentos y oh, curiosamente eso no es manipulación de menores, claro, como tampoco lo era la utilización de niños cortando autopistas y carreteras en los tristes acontecimientos acaecidos en la región catalana hace un par de años. Cambian las reglas del juego; vale todo (o casi). Rafael Latorre lo destacaba en un artículo hace unos días: "Nadie usa nunca a un niño por su poder de convicción, sino por su poder de coacción".

Dani García. Pese a mi permanente cabreo contra la estupidez humana intentaría no parecerme en nada a la colectivamente admirada y elevada a los altares, niña Greta  y su adusto semblante en un insufrible papel/momento Olivia de  Havilland "A Dios pongo por testigo....". Yo voy a tratar de solazarme, a falta de verano, con la gastronomía de otoño y, adicto a la plasticidad coquinaria de Dani García, voy a confeccionar y degustar unas lentejas a la riojana o un conejo a la cazadora o unas berenjenas fritas a su estilo con corvina tostada o un salpicón de pulpo, antes de que venga un imbécil a decirme que es lo que no debo comer. Si gustas....



Que estoy cabreado, me dicen. ¿Me faltarán motivos?

Nada, nada, que seguiré en mi orilla, compartiendo un café con hielo aunque sea en vaso de plástico, como imagen repetida de tantos serenos atardeceres.



lunes, 23 de septiembre de 2019

la fotito del guasap

Se inundan los móviles con las fotos del guasap. Muchas de ellas son selfies simulando, tal vez, cierta espontaneidad; cara de sorpresa o de satisfacción, como si fueran emoticonos de carne y hueso, con el fondo azul de una bonita cala o en la mesa de un restaurante con un montón de golosas viandas o bien de sus restos, rodeadas por los culines de las copas de vino que las acompañaron y unas migas de pan sobre el mantel.

Se multiplican especialmente en verano y no hay ni mano ni mente inocente que hayan superado la irresistible tentación de querer compartir en sus grupos de chat el placer que aporta la bonita imagen de una playa, con sus olas, su brisita o su fondo de barcos, fondeados ante la línea del horizonte, pespunteando sus mástiles un cielo intensamente azul.



Yo el primero, exhibimos nuestro deseo de vivir todos esos placeres que, sin compartirlos en una foto con cuatro palabritas insinuantes, no parecen tan satisfactorios. De eso me acuso pero no siempre es vanidad, creo, sino el mero afán de demostrarnos y mostrar a nuestros amigos que sabemos apreciar la vida, que indicamos el camino. Nunca con el detestable ánimo de generar envidia, no qué va!!

Ocurre con cierta frecuencia. Enfocan al público de una acontecimiento deportivo y en lo que el tenista va a sacar o a pegar un lingotazo a la botellita de agua, un futbolista va a sacar un corner o un jugador de baloncesto va a lanzar un tiro libre, los espectadores disparan, una foto tras otra, con su móvil. A veces la imagen de la pantallita es mucho más lejana y fría que la mera observación del evento sin que entre el fotógrafo y lo fotografiado haya dispositivo alguno. ¿No nos estamos perdiendo algo? ¿Por conservar y poder mandar una imagen, no nos estamos privando del contacto visual directo? ¿Sustituye por un montón de megapíxeles la imagen de algo que nos gusta que debiéramos guardar en nuestra propia memoria, captada por la retina y enviada directamente al cerebro?

De vez en cuando, buscando una foto del pasado en alguno de las múltiples carpetas de archivos que conservo en el ordenador o en algún disco duro me planto ante el álbum familiar y empiezo a pasar, con cierta nostalgia que no es mi intención disimular, una a una las imágenes que conservo de un tiempo pasado. Curiosamente, de la inmensa mayoría de esas fotografías conservo el recuerdo intacto del momento preciso y circunstancias en que las hice. Es una cualidad de la memoria que no se da con la misma intensidad cuando me refiero a fotografías del móvil. Con la cámara fotográfica había que enfocar, medir la luz, acotar el campo, acercarse con el zoom....Con el móvil se dispara y punto. Luego se abre con el programa adecuado y se encuadra, se nivela, se ajusta la luz, el color y si, además, se dispone del photoshop…..ni te cuento.

Desde mi, todavía no abandonada, residencia oficial de verano, desde mi orilla, en estos últimos días de estación, con muy poca gente ya en la playa y ayudados por una tenue luz de atardecer, unas jóvenes se retratan recíprocamente y tras cada fotografía toman e intercambian entre sí sus móviles, teclean y, muy probablemente, manipulan sus posados. Levantan un pie, ladean sus cabezas, coquetean con un sonrisa fatua y diseñan un fondo azul desprovisto de imperfecciones. Es la foto del verano, su imagen del perfil del guasap.

lunes, 16 de septiembre de 2019

Gota fría

Los alocados vencejos alevines están aprendiendo a volar y apenas tienen dos meses de vida. Lo hacen de forma torpe, caótica, pero silenciosa. Van y vuelven entre los edificios de mi calle y más de uno roza los toldos y barandillas de las fachadas. Temo que alguno pueda quedar atrapado en mi balcón. Para mayor dificultad en ese trémulo aprendizaje, el duro viento racheado los levanta hasta cotas cada vez más elevadas y llegan a desaparecer del alcance de mi vista. Por momentos parecen docenas de bolsas de papel bailando el vendaval. El fondo es un cielo tiznado por negros nubarrones de cuerpos sólidos, de aspecto fiero y amenazante. Ruge feroz el horizonte y suenan, aproximándose, tambores de guerra. Se oscurece el escenario, como si hubiera caído una torreta de alta tensión y aparecen las primeras goterones, del tamaño de monedas de dos euros, que caen con violencia sobre el asfalto: llega la temida gota fría.

Pasó el verano y desde mayo volaban las golondrinas de acá para allá hasta rozar con el pico los nidos colgados de los aleros. Resulta complicado entender el misterioso, casi mágico, sistema de captura de insectos para la alimentación de sus polluelos, pero mucho más difícil es creerse que entre que van y vienen, suspendidos en el aire sin dejar de aletear en ningún momento, no olviden depositar la comida en ninguno de los picos abiertos en el nido. Y así todo el día, especialmente al final de la tarde.

Cuando los calores de agosto arreciaron y las temperaturas superaron durante muchos días seguidos los cuarenta grados, miles de estos polluelos cayeron de sus nidos. Recogidos mimosamente y alimentados con jeringuillas por un sinfín de altruistas ciudadanos, la mayoría ha sobrevivido y vuelan ahora libres e independientes, preparándose para su gran viaje migratorio. 

Me asomo al balcón y los veo aprendiendo a volar. En la televisión, España se juega el pase a semifinales del mundial de baloncesto, pero la lucha está en la calle, en las alturas y en las duras condiciones meteorológicas que se avecinan. Costaba separarse de ese espectáculo mientras volaban también los triples de Llull, Rudi y Ricky. 

Al cabo de un rato empiezan a sucederse las imágenes del guasap. Riadas, vientos huracanados, torrentes desbordados, coches navegando en un espeso rio de barro y escombros...ya llegó la gota fría y vivimos en estado de alerta naranja.

Me asomo nuevamente al balcón. Sigue el horizonte amenazante, se desgañita el cielo casi tanto como el entrenador de la selección polaca de baloncesto -mas varonil el cielo, si acaso- rugiendo violento. Oscuro, frío e inhóspito se exhibe el escenario, inquietante el campo de vuelo de los vendejos alevines.

España jugará las semifinales, luego la final y..... CAMPEONES DEL MUNDO DE BALONCESTO!!!!!! 

Afloran los catetos y los tontos de tiza babeando porque el pivot o el escolta, qué más da, es de su pueblo. Cuidado, la saliva de alguno de estos puede resultar muy venenosa. Es muy tóxica.

lunes, 9 de septiembre de 2019

Cambio de cromos

Sadurní, Rifé, Gallego, Torres......Martí Filosía. Así empezaba la alineación del barça con la voz atiplada del narrador radiofónico habitual de la época en Radio Peninsular, Miguel Ángel Valdivieso (a la sazón doblador al castellano, también habitual, de los personajes interpretados, entre otros, por Woody Allen). Otro de los narradores era Jose Félix Pons.

Empezó la liga y como todos los años, las semanas previas y especialmente la prensa deportiva, pero también la radio, la televisión y la prensa generalista se empeñan en dar pábulo al rumor y a coquetear con titulares imposibles y crónicas de opinión, a veces con marcado sesgo malintencionado, llevando a un equipo u otro a tal o cual jugador estrella.

Cuando de niño, allá por los 60,s, coleccionaba los cromos que todavía conservo en alguna cajita -a pesar de las mudanzas y cambios de residencia-, los futbolistas, salvo contadas excepciones, vestían una sola camiseta en toda su vida deportiva. Además, la equipación era solamente una, nunca una segunda o una tercera. Cuando, en blanco y negro, veíamos los partidos de futbol por televisión en aquellas soporíferas jornadas que culminaban con el partido de las 8 de la noche del domingo, era más que admirable que los tediosos comentaristas de la época nos hicieran creer con seguridad que cada jugador perteneciera a uno de los dos equipos sin distinguirse diferencia alguna entre ellos. Si el partido era desde El Plantío y jugaban el Burgos y el Murcia, desde el salón de casa se hacía difícil comprobar que el que conducía el esférico era Pocholo y no García Soriano, por ejemplo.

Intercambiábamos los cromos, dotándoles de un mayor valor cuando se trataba de jugadores de tu club de preferencia. Los de algunos jugadores; o muy "paquetes" o bien pertenecientes e equipos muy, muy rivales, les pintarrajeábamos la cara, poniéndoles bigote o perilla y gafas de pasta o melena donde no la había. Al dorso figuraba su edad de nacimiento, posición en el campo, trayectoria y número de goles marcados. Así, cuanto mayor era ese número, mayor era su valor a la hora de intercambiarlo. No recuerdo, en todo caso, haber pegado ni un solo cromo en su álbum y lo suyo era tomar con una mano todo el mazo, como si de tres o cuatro barajas de cartas se tratara y pasarlas hábil y velozmente a la otra hasta encontrar el jugador deseado. tengui, tengui, tengui....falti

Se cerró, por fin, el plazo para las nuevas inscripciones y toda la prensa cacarea, a favor o en contra, según,  con los nombres de las rutilantes nuevas estrellas que formarán parte de cada equipo este año. El verano, además de escuchar reguetón y aspirar el poluto aroma de cientos de cogollos ardiendo a mi alrededor, he tenido que soportar cada día, cada hora, cada minuto la alusión al sonado fichaje de Neymar...Veamos: este tipo, su padre y la corte de cuentistas que les rodean clavaron un puñal en la espalda de toda la masa social de un Barça mayoritariamente alineada en el pensamiento único del tan cacareado "Espanya ens roba", pero que parece tolerar de buena gana que una banda del crimen organizado le tome el pelo a ritmo de samba con una caipirinha en la mano. Este tipo ya se fue, cobró su pasta y decidió mangonear en otras latitudes; hacer croquetas, revolcarse sobre el césped y especializarse en simulaciones varias en otros campos. No ha ganado nada en lo deportivo pero sus bolsillos están llenos de avaricia y prácticas mafiosas. Extorsionan económicamente a los clubes que fichan a la supuesta estrella futbolística; que si tanto, que si cuanto...y cuando ya está a punto de cerrarse el acuerdo, con las consiguientes comisiones y además, dos huevos duros.

Siempre he defendido la libre competencia de los clubes para contratar y pagar a los futbolistas con arreglo a los importes que libérrimamente se pacten siempre y cuando la cuenta la paguen los clubes sin posibilidad alguna de endeudarse por encima de los umbrales legales permitidos ni dejar de atender sus gastos sociales. Que pague el soci! solo son trescientos millones de euros!!!


lunes, 2 de septiembre de 2019

Envuelta en una toalla, cubierta de nostalgia.


A María, 18 años.

Cala Marmácen, Andraitx. (Mallorca)

Llega por fin septiembre. Llegó su día 1 que, además, es el de tu cumpleaños y muy especial, este año, porque ya has cumplido dieciocho. Eso es mayoría de edad, licencia de vuelo y embarque inmediato. Como esa voz de antiguo manual de TCP,s  que suelo decirle a tu madre antes de salir al rellano de la escalera (sabes que me he planteado muy seriamente tener ahí una butaquita de lectura y una pequeña mesita para colocar un par de libros y una lamparita para hacer algo más entretenidas las esperas): ¡PUERTAS Y RAMPAS. DESPEGUE INMEDIATO!

El domingo pasado salimos a media tarde a pegarnos un chapuzón en Cala Marmacén (Puerto de Andraitx), liberada a esa hora de los inclementes rayos de sol, regalada  toda ella con una apacible sombra y una casi imperceptible brisa. Acabábamos de comer en el apartamento de tus tíos Luis y María, con tus primos y abuelos. La temperatura era fantástica y el mar de la cala era como el agua de un inmenso acuario. Desde el caminito que baja hasta la orilla se veía el fondo con una claridad de alta resolución. Tratábamos de "asegurar el perímetro" y limpiar de molestas medusas la zona de baño porque si no, tus  pequeños primos no querían zambullirse. Ahí estaba yo empeñado en sacar del agua, uno a uno, estos bellísimos seres morados, casi transparentes, que deben evitarse a toda costa. Luego el grupo se dispersó y te quedaste un tanto rezagada, buceando conmigo. Al rato saliste del agua, te envolviste en tu toalla blanca de rayas azules y flecos rojos y embozada hasta los labios, te sentaste, encogida por el fresco reinante, en los escalones más próximos a la escalerilla. Levantaste la barbilla y tu mirada alzada se perpetuó sobre la superficie del mar del horizonte con cierto aire de nostalgia. Serena belleza, pensé. Te vi desde el agua y me quedé colgado, sin que te dieras cuenta. Yo permanecía en mi baño-misión pero durante unos instantes no fui capaz de apartar mi mirada sobre tu silueta, recortada sobre un fondo de pinos y rocas en la quietud de una apacible calita, un domingo de finales de agosto. 



¡18 años, ya! Sí parece que fue ayer que habría sido incapaz de dejarte permanecer ahí, tu solita, sin los manguitos en tus brazos, intrépida como eras, buscando cangrejos -peludos- o cualquier otro bichito viviente o tranquila, comiéndote una bolsita de galletas de chocolate con forma de mini-dinosaurio.

Ha sido un verano intenso en el que apenas has dormido. Querías aprovechar todos sus días y todas sus noches. Te has ganado, gracias a tu esfuerzo titánico durante todo el último curso de bachillerato, disfrutar durante el día en la playa y por la noche con tus compañeros y amigas, celebrando los magníficos resultados, al tiempo que se acercaba el momento de empezar a plantearse que el próximo curso y los siguientes estarás lejos de casa, lejos de estas playas y de estos escenarios nocturnos donde has tratado de disfrutar cada minuto, cada hora, cada madrugada.

Reflexiono esto desde la quietud de estas cristalinas y templadas aguas de Cala Marmacén, mientras escucho las lejanas voces y risas de tu hermana y de tus primos, ajenos a las inquietudes que tratan de agitar, en estos momentos previos a tu vuelo, tu serenidad. Y sigues envuelta en esa toalla, impregnada de tu propia nostalgia, con tu mirada elevada, aparentemente tranquila y segura de ti misma. Bellísima.

Vuela, María, vuela y aprovecha cada nuevo minuto. Nada debe inquietarte. Yo, desde aquí, trataré de seguir asegurando tu perímetro. 

Orgulloso de ti  y plenamente satisfecho y feliz por la firmeza de tus convicciones.

Suerte!!

lunes, 26 de agosto de 2019

Arena entre las hojas

El relato del verano es la crónica de una sencilla y familiar rutina envuelta en arena y olas, con la brisa de la primera línea de fuego y de la orilla. Al molestísimo e infame reguetón contrapongo, en la intimidad que me proporcionan los minúsculos auriculares, a mis venerados Dire Straits, Rolling,s o incluso AC/DC, Metallica o Deep Purple si es menester y todo y con ese ruido a veces infernal, balbuceo estrofas de las canciones, entre sueños, al ritmo del leve tintineo de un café con hielo. El resto del columpio lo configuran el bienestar de esa primera hora de la tarde -después de comer-  un buen chapuzón y,  contraviniendo el buen consejo paterno (después de comer, ni una letra hay que leer) buenas lecturas para interrumpir la severa indolencia estival, abandonando mi presencia de ánimo, por ejemplo, en el fragor de las batallas navales que, con escrupulosa y fina elegancia, detalla mi gran amigo Joaco en su reciente publicación La Marina de Vichy, Joaquín Ruiz Díez del Corral, Ed. Actas . Trepidante. 

A medida que voy adentrándome en el libro me empotro en los escenarios costeros de las refriegas entre navíos franceses y británicos, asumiendo con épico heroicismo sus marinos, las tensiones políticas de las maniobras de Churchill, tratando de imponerse en la pugna entre De Gaulle y Petain, enfrentados entre sí para combatir en concepciones contrapuestas frente al eje italo-alemán que encabezaban Hitler y Mussolini con una Francia ocupada y una situación caótica impuesta por el armisticio de 1940. Veo con claridad esas baterías de artillería de costa escupiendo proyectiles como si fueran pepitas de sandia desde las costas de Argelia, Marruecos, Senegal. Veo los amasijos de hierro retorcidos, ardiendo, humeando frente a esas costas y hundiéndose entre el sonido de las explosiones y el lamento de los marinos. Seguiré avanzando en este libro con la curiosidad y atención que merece y descubriendo detalles y realidades hasta ahora desconocidas, "si no ocultas, sí veladas al conocimiento general"  como bien avanza en su prólogo el bueno de Joaco.  Una mera pincelada: el valor de la Marina mercante francesa durante el armisticio y sus consecuencias en el tráfico comercial entre las viejas colonias y la metrópoli. Próxima singladura: extremo Oriente e Indonesia. 

Simultáneamente he devorado el libro de otro amigo y compañero; Crónica de violencia y Terrorismo en las Islas Baleares (1956-2018), de Juan Martín Rodríguez Delgado, Ed. Círculo Rojo. Disecciona con rigor y precisión el negro itinerario del terrorismo criminal en nuestras islas, no sólo de ETA, también de bandas internacionales; atentados, secuestros aéreos y todo tipo de acciones encaminadas a teñir de negro el archipiélago Balear. La triste culminación de este terrorífico rosario fue, sin duda, el macabro atentado del 30 de julio de 2009 en Palmanova que costó la vida de nuestros Guardias Civiles D. Diego Salvá Lezaun y D. Carlos Sáenz de Tejada García cuyo recuerdo permanece vivo e inalterable en la memoria de sus compañeros. 


El salitre ha quedado también impregnado en  las cubiertas de otros tres libros; La Barcelona del viento, Mercé Vallejo y David Escamilla, Ed. Robin book, que quedó postergado hace muchos años en mi particular "cementerio de libros olvidados", felizmente rescatado y que describe un delicioso y magníficamente documentado itinerario de las andanzas de Daniel Sempere, protagonista de La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, en la Barcelona de posguerra, con detallada información de la historia y curiosidades de sus centenarios edificios más singulares. 

El Rey recibe, de Eduardo Mendoza, Ed. Seix Barral, también ha compartido tardes de sol y reguetón ajeno y aunque esperaba algo más de esta primera entrega, abre la esperanza de prolongar el placer de leer su narrativa cuando acabe de publicar el resto de su anunciada trilogia Las Tres Leyes del Movimiento. 

Finalmente, me propongo rematar esta semana la novela de otro amigo y compañero, Los Fantasmas de la Torre de la Mora, La Tormenta, de Ángel C. Vargas Gómez, Ed. Adavarde (www.editorial-adavarde.com) en el que se relatan las difíciles relaciones personales y profesionales y las condiciones de convivencia en el escenario de nuestra postguerra y en el ámbito de un Cuartel de la Guardia Civil del litoral malagueño.

Olas, arena y letras..... Y muy a mi pesar, reguetón. 

lunes, 19 de agosto de 2019

Empezaban a pesar los días

Empezaban a pesar los días y todavía parecía muy lejano el final de la misión. Llegábamos a la segunda quincena de agosto y los italianos de la Base llevaban unos días anunciando en sus locales la gran fiesta; su ferragosto. El desconcertante huso horario hacia que cerca de las seis de la tarde la oscuridad engullera con avidez aquel pedazo de infierno. El polvo en suspensión colaboraba eficazmente en crear un entorno desapacible, hostil.

Aunque el buen tono anímico y el espíritu positivo predominara en el grupo, las semanas de convivencia acumuladas iban dejando huella en algunos miembros del contingente. Empezaba a acusarse la falta de aire libre, la ausencia de una refrescante brisa mediterránea que nos hiciera soñar nuestra presencia en calas de aguas turquesas y fondos imposibles, esas impagables imágenes de las fotos del guasap que llegaban de amigos y familiares en sus periplos veraniegos de orillas mansas y terrazas surtidas de pescados al horno y blanquitos en cubitera.

Esas falsas ensoñaciones se curaban machacando bíceps, tríceps, pectorales, dorsales y deltoides en el gimnasio o tomando la árida ruta del CATO o más allá, hasta donde decían que llegaban chacales rabiosos ávidos de restos de comida que pudiera constituir un apetitoso festín. Hasta donde se podía llegar sin autorización ni  necesidad de llevar chaleco, casco y armamento.

Con zapatillas para correr y prendas deportiva ligeras, por esa carretera y a última hora de la tarde nos cruzábamos cientos de los habitantes de la Base sin prestarnos mucha atención, sin apenas necesidad de levantar la mano y siguiendo cada cual a lo suyo.

El aire era un tupido velo que cerraba el horizonte por el este mientras que la siniestra pero imprescindible línea de merlones negaba la posibilidad de observar, desde la carretera, cómo el sol iba cayendo hasta ocultarse tras las colinas que delimitaban al oeste.

Encontré, por puro azar, la canción más adecuada para aquel recorrido. Confiaba, iluso de mí, que tal vez algún día, esa carretera acercaría al pueblo afgano de nuevo a la civilización que ya conoció y vivió hasta unas décadas atrás. Habia visto en múltiples archivos algunas fotografías de las décadas de los 50 y 60 con jóvenes universitarios afganos - chicos y chicas sin distinción de género - vistiendo como cualquier universitario europeo de la época, fumando tabaco rubio americano y compartiendo sonrisas sin velos, ni burkas, ni hiyabs. Imaginaba que no los mismos tendidos, por supuesto, pero algo parecido al telégrafo de nuestra epoca; cualquiera de las redes sociales que compartimos con exceso en nuestro errático día a día, podría suponer la liberación de esos ciudadanos, prisioneros de una cultura dictatorial y cruel, discriminatoria y aniquiladora de derechos y libertades, manipulados por señores de la guerra y talibanes de la fe. 

Una versión extendida y en directo de Telegraph road, de Dire Straits, inducía mis reflexiones afganas por los auriculares de mi Ipod y duraba toda mi carrera/caminata hasta los confines, hasta escuchar, de lejos, los ladridos de los chacales y pese a su amenazante presencia, al final, es mucho más peligroso el ser humano. 64 muertos y más de cien heridos en un atentado suicida en Kabul, ayer, en la ceremonia de una boda. ¿Chacales? No. El hombre.

Llega el último esfuerzo; un poco más de orilla para disipar el aire de melancolía que dejan en el ánimo de los veraneantes los días pasados.  Es momento de ir incorporándose a la normalidad. 

https://youtu.be/_4E_924b9SU

lunes, 12 de agosto de 2019

Estrés térmico

Va camino de convertirse en la expresión del verano: estrés térmico.

Hace calor, las calles, en las horas punta del día, se transforman en territorio muy hostil. Lo veo desde el coche cuando alguna tarea me proyecta al exterior desde mi despacho y no me queda más remedio que abandonar mi zona de confort térmico de los veinte y pocos grados. Si atravieso la ciudad o me introduzco en calles abarrotadas de turistas ávidos de cultura comercial, con la que está cayendo, o los veo en alguna zona de ocio circulando -algunos descalzos- por encima del asfalto me imagino que deben estar encantados. Ni la indumentaria ligera ni los gorros de pasta de papel, ni los helados, ni las sombrillas de las terrazas. La temperatura y la humedad del ambiente hacen que parezca increíble que estos irresponsables prefieran el calor del suelo duro a la suave brisa de la orilla. Para ellos queda mi ración de ciudad.

El asfalto de una de las pistas del aeropuerto de Palma empezó a derretirse como un frigodedo fuera del congelador, en manos de un niño en la playa. Tuvieron que cerrarla durante unas horas. Insólito aquí. No lo era tanto en Herat. Una noche salí a inspeccionar el estado de la la pista ya que con frecuencia regular se presentaban facturas de mantenimiento y reasfaltado. Había que supervisar y localizar los puntos críticos y aprovechar las horas nocturnas para reparar los socavones provocados por el calor  - casi sesenta grados-  y el impacto de los aterrizajes de los aviones de gran tonelaje que llegaban a aquel punto maldito del infierno.

Y es que parece que hace más calor ahora que cuando éramos niños. Vivimos rodeados de oasis térmicos ciertamente asequibles. En las oficinas, en los centros comerciales, en restaurantes, bares y cafeterías, en el cine...en todos estos lugares a los que podemos acceder sin muchas exigencias económicas, la temperatura puede llegar a ser incluso molesta y claro, cuando salimos nuevamente. 

- Dicen que hace mucho calor, hoy -me dice la dependiente de pescadería del supercor mientras, con su paciente y habitual destreza, separa los brillantes lomos de una excelente corvina.

- Cierto. No sabes lo bien que estás ahí adentro. Está cayendo una buena. Ponme también, por favor, una bolsa de mejillones y doce gambones.

Me afano -entre vapores- en preparar un pistito en corte pequeño de berenjenas, calabacines, cebolla, ajos y laurel, a fuego lento y bañado al final con una fina salsa de tomate.

Este calor, esta humedad ácida está machacándonos. No queda más remedio que refugiarnos en la terracita y después de pasar por plancha la corvina y los gambones, acabar la guarnición con el aromático pisto....que siga el estrés térmico, que con una buena dieta y rosado fresquito todo pasa de otra manera.






Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...