Al llegar el lunes te das cuenta de que nadas inmerso en un bravo mar de rutinas durante toda la semana. Que el viernes todo parece cobrar una aparente calma y tiempo de ocio, que el ánimo festivo va a marcar el horario del sábado y del domingo. Sin embargo, esa rutina acaba convirtiendo el fin de semana en un brevísimo suspiro de tiempo en el que -como colofón- queda, en el mejor de los casos, la imagen de un nuevo gol de Messi, toda la ropa planchada y un montón de tuppers en la nevera llenos de suculentas recetas y guarniciones para lo que haya que comer durante la semana entrante. Bueno, no está nada mal.
El viernes por la noche, qué menos, hay que salir a festejar. Unas raciones y un par de copitas de vino. Existen lugares en los que se puede detener el tiempo y sin excesivas formalidades, sentados alrededor de una barril bodeguero, disfrutar de una comida casera, no muy excesiva, menú estrecho y no muy alargado, pero suficiente para dar tiempo y espacio a la sobremesa hasta que se aclara el fondo de la copa. El escenario es El mallorquín, un local de la calle Ramón y Cajal, de Palma, donde se puede disfrutar de buena mesa, buenos vinos a precio más que razonable.
Sientes la relajación cuando te adentras en la calle Fábrica y te rindes ante un gin tonic, uno solo porque mañana hay partido de tenis, una viudita de seagrams que prolonga la charleta y que te brinda el mínimo tiempo y ocasión que hay que dedicar a cultivar amistades.
Este invierno que va y vuelve ha dejado temperaturas suaves y resulta muy placentero poder jugar a tenis, el último día de noviembre, con sol y cielo despejado. Parece una de las "incómodidades", una parte del precio que vamos a tener que ir pagando por el tan manoseado cambio climático. No hay que negarlo, pero tampoco hay que hacer mucho caso a las sobreactuaciones impostadas (esa insoportable y odiosa nena) de quienes padecen imaginarios desmayos cuando se habla del tema. Estos suelen ser los que tiran su colilla en la acera o en la orilla y los papelitos del chicle donde caiga. Hipócritas a los que se les ve el plumero porque, por muchas fotos y palabras bien sonantes, ensucian igual que el resto de humanos. Yo también deseo un mundo limpio y en cuanto puedo evito ensuciar, contaminar, despilfarrar y mal gestionar los residuos que produzco.
La cocina de casa, las mañanas de los domingos, es mi habitat preferido. Desde Radio 3 Dimitri Papanikas comparte Cafe del sur y desgrana con su peculiar estilo viejas canciones envueltas en nostalgia y buenas intenciones; bombones sin un gramo de azúcar. En la tabla de corte berenjenas, calabacines, ajos, cebollas, puerro, laurel, aceite y sal. En las ollas ya se cocina el caldo y el sofrito para la salsa de tomate. En la thermomix, la masa de las croquetas. En un par de horas todo limpio y la nevera llena. Resulta, cuando llevo ya años haciendo eso, que le llaman batch cooking.... Pues eso.
Y llega el gol de Messi, cómo no. Este tipo, le comento a Pedro GS por wpp, pone la pelota en la portería con más claridad que la que aplico yo cuando meto la llave en la cerradura de la puerta de mi casa. Parece tan fácil que parece que cualquiera puede hacerlo. No es así. Él será "Balon de oro" y yo me quedaré sentado en mi sofá, ese final de tarde del domingo, disfrutando de mi pisto y de mi vichyssoise y que siga él metiendo la pelotita en el rincón de la portería que elija.
La cocina de casa, las mañanas de los domingos, es mi habitat preferido. Desde Radio 3 Dimitri Papanikas comparte Cafe del sur y desgrana con su peculiar estilo viejas canciones envueltas en nostalgia y buenas intenciones; bombones sin un gramo de azúcar. En la tabla de corte berenjenas, calabacines, ajos, cebollas, puerro, laurel, aceite y sal. En las ollas ya se cocina el caldo y el sofrito para la salsa de tomate. En la thermomix, la masa de las croquetas. En un par de horas todo limpio y la nevera llena. Resulta, cuando llevo ya años haciendo eso, que le llaman batch cooking.... Pues eso.
Y llega el gol de Messi, cómo no. Este tipo, le comento a Pedro GS por wpp, pone la pelota en la portería con más claridad que la que aplico yo cuando meto la llave en la cerradura de la puerta de mi casa. Parece tan fácil que parece que cualquiera puede hacerlo. No es así. Él será "Balon de oro" y yo me quedaré sentado en mi sofá, ese final de tarde del domingo, disfrutando de mi pisto y de mi vichyssoise y que siga él metiendo la pelotita en el rincón de la portería que elija.
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