lunes, 2 de septiembre de 2019

Envuelta en una toalla, cubierta de nostalgia.


A María, 18 años.

Cala Marmácen, Andraitx. (Mallorca)

Llega por fin septiembre. Llegó su día 1 que, además, es el de tu cumpleaños y muy especial, este año, porque ya has cumplido dieciocho. Eso es mayoría de edad, licencia de vuelo y embarque inmediato. Como esa voz de antiguo manual de TCP,s  que suelo decirle a tu madre antes de salir al rellano de la escalera (sabes que me he planteado muy seriamente tener ahí una butaquita de lectura y una pequeña mesita para colocar un par de libros y una lamparita para hacer algo más entretenidas las esperas): ¡PUERTAS Y RAMPAS. DESPEGUE INMEDIATO!

El domingo pasado salimos a media tarde a pegarnos un chapuzón en Cala Marmacén (Puerto de Andraitx), liberada a esa hora de los inclementes rayos de sol, regalada  toda ella con una apacible sombra y una casi imperceptible brisa. Acabábamos de comer en el apartamento de tus tíos Luis y María, con tus primos y abuelos. La temperatura era fantástica y el mar de la cala era como el agua de un inmenso acuario. Desde el caminito que baja hasta la orilla se veía el fondo con una claridad de alta resolución. Tratábamos de "asegurar el perímetro" y limpiar de molestas medusas la zona de baño porque si no, tus  pequeños primos no querían zambullirse. Ahí estaba yo empeñado en sacar del agua, uno a uno, estos bellísimos seres morados, casi transparentes, que deben evitarse a toda costa. Luego el grupo se dispersó y te quedaste un tanto rezagada, buceando conmigo. Al rato saliste del agua, te envolviste en tu toalla blanca de rayas azules y flecos rojos y embozada hasta los labios, te sentaste, encogida por el fresco reinante, en los escalones más próximos a la escalerilla. Levantaste la barbilla y tu mirada alzada se perpetuó sobre la superficie del mar del horizonte con cierto aire de nostalgia. Serena belleza, pensé. Te vi desde el agua y me quedé colgado, sin que te dieras cuenta. Yo permanecía en mi baño-misión pero durante unos instantes no fui capaz de apartar mi mirada sobre tu silueta, recortada sobre un fondo de pinos y rocas en la quietud de una apacible calita, un domingo de finales de agosto. 



¡18 años, ya! Sí parece que fue ayer que habría sido incapaz de dejarte permanecer ahí, tu solita, sin los manguitos en tus brazos, intrépida como eras, buscando cangrejos -peludos- o cualquier otro bichito viviente o tranquila, comiéndote una bolsita de galletas de chocolate con forma de mini-dinosaurio.

Ha sido un verano intenso en el que apenas has dormido. Querías aprovechar todos sus días y todas sus noches. Te has ganado, gracias a tu esfuerzo titánico durante todo el último curso de bachillerato, disfrutar durante el día en la playa y por la noche con tus compañeros y amigas, celebrando los magníficos resultados, al tiempo que se acercaba el momento de empezar a plantearse que el próximo curso y los siguientes estarás lejos de casa, lejos de estas playas y de estos escenarios nocturnos donde has tratado de disfrutar cada minuto, cada hora, cada madrugada.

Reflexiono esto desde la quietud de estas cristalinas y templadas aguas de Cala Marmacén, mientras escucho las lejanas voces y risas de tu hermana y de tus primos, ajenos a las inquietudes que tratan de agitar, en estos momentos previos a tu vuelo, tu serenidad. Y sigues envuelta en esa toalla, impregnada de tu propia nostalgia, con tu mirada elevada, aparentemente tranquila y segura de ti misma. Bellísima.

Vuela, María, vuela y aprovecha cada nuevo minuto. Nada debe inquietarte. Yo, desde aquí, trataré de seguir asegurando tu perímetro. 

Orgulloso de ti  y plenamente satisfecho y feliz por la firmeza de tus convicciones.

Suerte!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...