lunes, 14 de octubre de 2019

Siento mucho orgullo.

Siguen pasando los años, continúa la sucesión de nombres y circunstancias y al final, llegado el momento de empezar a organizar el evento, volvemos a tirar de lo hecho en años anteriores y con la base de la misma estructura, corrigiendo una silla aquí o una palabra allá, volvemos a la tensión, a las prisas y a las decisiones de última hora. Autoexigencia. Eso sí, cuando suena el cornetín se apagan los rumores. En posición de firmes estiramos la espalda, elevamos el mentón y los dedos se agarran entre sí, apretamos los puños y los pegamos a la costura del pantalón. La Bandera Nacional se incorpora a la formación. 

Rigor máximo y solemne la mirada, se escapan los pensamientos a lugares ya conocidos mientras se ejecuta milimétricamente la secuencia de actos. Es una rutina consolidada que tiene sus momentos valle pero que empieza a escalar remontando emociones, cada cual las suyas, hasta el culminante momento en que, erguido el orgullo redoblamos la intensidad del rigor en el homenaje a los que dieron su vida por España. Se empañan los ojos al recordar a los que ya no están, a los que se fueron por variados motivos, a los que nos precedieron en el uso de nuestro uniforme o en el cumplimiento del servicio o de la función, a los que cayeron porque una bala o una bomba asesina impuso el macabro capricho de apartarlos de entre los suyos, a los que fueron víctimas de un renglón o un párrafo o un capítulo saltado de sus vidas, tan jóvenes, tan valientes, tan serenos en su despedida. Daría nombres, muchos, pero me dejaría muchos más y por ese motivo prefiero limitarme a pasar lista mentalmente, exclusivamente para mis adentros. Siento esa lágrima en ojos vecinos de la formación o entre las sillas de los comparecientes y no puedo evitar las propias. Solo puedo tratar de elevar un poco más mi mirada, con mi mano derecha junto al botón dorado de mi prenda de cabeza...no cabe más orgullo de ser lo que uno es, de estar donde uno está y de pertenecer a lo que uno pertenece.

Desde muy tempranito ya hay una frenética actividad en el patio central. Engalanado y guarnecido para la ocasion, el gran teatro de operaciones aguarda el momento en que la formación, las comisiones y los invitados atiendan la orden de inicio de los actos. Cada cual en su lugar, hay un latente nerviosismo indisimulable; se atusan los cabellos, se estiran los uniformes y se aclaran las voces de los que tienen una especial participación en el evento. La Banda Militar llena el espacio con su impecable interpretación de marchas e himno.

El innegable éxito del evento lo cotejan las felicitaciones de los asistentes con sus aplausos y con las palabras de elogio. Apreciamos ese afecto -para mí son ya veintiuna Patronas- y lo agradecemos. Sabemos que no siempre es así y que en algunos lugares nos odian con idéntica intensidad. Pues bueno, qué le vamos a hacer. La satisfacción que produce verse rodeado de esos hombres y mujeres en los que la sociedad confía sus urgencias y necesidades y la profesionalidad con la que prestan su servicio hace olvidar, aunque sea por unas horas, ese odio miserable y mezquino. 

No puedo sentirme más orgulloso. 

Viva España y viva la Guardia Civil!!!!!

3 comentarios:

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  2. Orgulloso de tener compañeros y amigos que asi expresan los sentimientos que cada año nos produce la celebracion de la Fiesta de la Guardia Civil y que nos hermanan a compañeros de las Fuerzas Armadas.Vivan las Fuerzas Armadas!!!Viva la Guardia Civil!!!

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