Los alocados vencejos alevines están aprendiendo a volar y apenas tienen dos meses de vida. Lo hacen de forma torpe, caótica, pero silenciosa. Van y vuelven entre los edificios de mi calle y más de uno roza los toldos y barandillas de las fachadas. Temo que alguno pueda quedar atrapado en mi balcón. Para mayor dificultad en ese trémulo aprendizaje, el duro viento racheado los levanta hasta cotas cada vez más elevadas y llegan a desaparecer del alcance de mi vista. Por momentos parecen docenas de bolsas de papel bailando el vendaval. El fondo es un cielo tiznado por negros nubarrones de cuerpos sólidos, de aspecto fiero y amenazante. Ruge feroz el horizonte y suenan, aproximándose, tambores de guerra. Se oscurece el escenario, como si hubiera caído una torreta de alta tensión y aparecen las primeras goterones, del tamaño de monedas de dos euros, que caen con violencia sobre el asfalto: llega la temida gota fría.
Pasó el verano y desde mayo volaban las golondrinas de acá para allá hasta rozar con el pico los nidos colgados de los aleros. Resulta complicado entender el misterioso, casi mágico, sistema de captura de insectos para la alimentación de sus polluelos, pero mucho más difícil es creerse que entre que van y vienen, suspendidos en el aire sin dejar de aletear en ningún momento, no olviden depositar la comida en ninguno de los picos abiertos en el nido. Y así todo el día, especialmente al final de la tarde.
Cuando los calores de agosto arreciaron y las temperaturas superaron durante muchos días seguidos los cuarenta grados, miles de estos polluelos cayeron de sus nidos. Recogidos mimosamente y alimentados con jeringuillas por un sinfín de altruistas ciudadanos, la mayoría ha sobrevivido y vuelan ahora libres e independientes, preparándose para su gran viaje migratorio.
Me asomo al balcón y los veo aprendiendo a volar. En la televisión, España se juega el pase a semifinales del mundial de baloncesto, pero la lucha está en la calle, en las alturas y en las duras condiciones meteorológicas que se avecinan. Costaba separarse de ese espectáculo mientras volaban también los triples de Llull, Rudi y Ricky.
Al cabo de un rato empiezan a sucederse las imágenes del guasap. Riadas, vientos huracanados, torrentes desbordados, coches navegando en un espeso rio de barro y escombros...ya llegó la gota fría y vivimos en estado de alerta naranja.
Me asomo nuevamente al balcón. Sigue el horizonte amenazante, se desgañita el cielo casi tanto como el entrenador de la selección polaca de baloncesto -mas varonil el cielo, si acaso- rugiendo violento. Oscuro, frío e inhóspito se exhibe el escenario, inquietante el campo de vuelo de los vendejos alevines.
España jugará las semifinales, luego la final y..... CAMPEONES DEL MUNDO DE BALONCESTO!!!!!!
Afloran los catetos y los tontos de tiza babeando porque el pivot o el escolta, qué más da, es de su pueblo. Cuidado, la saliva de alguno de estos puede resultar muy venenosa. Es muy tóxica.
Afloran los catetos y los tontos de tiza babeando porque el pivot o el escolta, qué más da, es de su pueblo. Cuidado, la saliva de alguno de estos puede resultar muy venenosa. Es muy tóxica.
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