lunes, 23 de diciembre de 2019

Mirando la radio


Habré pasado miles de noches pegado a la radio escuchando voces que acababan confundiéndose con mis propios sueños, sonidos que envolvían primorosamente las horas silenciosas de mi casa. En tiempos más remotos la radio ayudaba a ahogar los inquietantes crujidos nocturnos de los muebles, sus quejidos y sus lamentos y los ecos de lejanas tormentas a las que les daba por alterar mi espíritu infantil. En las profundas y angustiosas horas de insomnio colocaba el pequeño transistor debajo de la almohada y con el pulgar recorría despacito el dial haciendo girar la ruedecita. En la oscuridad de la noche me imaginaba la pequeña aguja pasando por los estudios radiofónicos de una emisora a otra hasta que alguna de ellas pudiera mitigar mis inquietudes y proporcionarme la satisfacción de  escuchar una voz o una canción deseada y que me ayudara a caer en el abismo de los sueños...


Iban pasando los años y del transistor de la almohada pasé al receptor de mesilla de noche desprendiéndome de la intimidad que proporciona el sonido directo al oído. Sonaban bajito en la habitación, en estéreo, las alocuciones del ya desaparecido Pallardó en Al mil por mil y los cachitos de conciertos de los grupos del momento, a finales de los 70. Y pese al estruendo - en voz baja- de aquellas canciones y del guitarreo rockero de los Who, los Rollings  o Deep Purple, lograba conciliar el sueño. 


Como no sabía vivir sin radio y apareció a principios de los 80, Antena 3 Radio se convirtió en el sonido ambiente de la casa que sólo yo habitaba. Era todo el día escuchando aquella emisora y tratando de poner cara a las voces de locutores y contertulios. Miguel Angel García Juez, Luis Ángel de la Viuda, Luis Carandell, Ortuño, Carlos Pumares, Jose María García y Gomaespuma. Pasaba de Radio Nacional a la Ser, a M80 Radio, a Radio Peninsular, a un largo etcétera que marcaba las horas del día.... y de la noche. 


A los programas deportivos de la media noche les sucedían, programas de cine -Pumares- y tertulias de voces profundas y programas con llamadas telefónicas (Hablar por hablar) de personajes  atormentados que buscaban en la radio terapias sanadoras del mal de la soledad. Lo que se escucha de madrugada en la noche cobra un dramatismo descomunal.... Las dudas que ayer eran tinieblas, son simples tonterías a la luz del sol (La Unión, Vivir al este del edén) 


Me cansé, dije hace unos días, de las repetitivas informaciones de todos los días; del procés, de las negociaciones, del blanqueo de criminales, de los pactos, de cesiones gratuitas, de augurios fatales, de desprecios.... y del reguetón. He regresado a Radio 3 y resulta que ahora, además de escucharse, la radio se ve, en streaming, algunos programas, pero se ve. Es el encuentro con voces residentes en mi memoria por las que no parece haber pasado el tiempo. Sin embargo, los rostros y el cabello sí acusan la veteranía de los viejos locutores. Tomás Fernando Flores, Santiago Alcanda, José Ramón López, Julio Ruiz, poniendo voz a los diversos programas de la parrilla. 



Cambian las músicas, los tonos, las canciones...aparecen canas y arrugas a las viejas voces de la radio. Y no hay reguetón.

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