lunes, 30 de diciembre de 2019

¿Recuerdas cuando hacía frío en Navidad?

Con una manta de cuadros nos tapabamos los cinco hermanos, sentaditos en el sofá. A alguno de nosotros los pies apenas les llegaban al borde del cojín y dejaba a la vista la suela de las zapatillas de paño. Es una foto de las que quedan en el caché de la memoria. ¿Te acuerdas de cuando en Navidad hacía mucho frío? La salita-comedor era la única pieza de la casa algo más templada. Tras la puerta de cristal-visillo-cristal, se extendía una gélida tundra a ambos lados del pasillo. Nadie se atrevía a levantar queja alguna, siquiera un mohín de malestar, ninguna expresión de desdicha. Hacía un frío pelón pero lo compartíamos a partes iguales. Y la estufa de butano - elegante sí era- solo salía de la sala en contadas excepciones y siempre justificadas por la convalecencia de algún catarro más allá de lo habitual.

En lo alto de la librería, el monitor Lavis de televisión justificaba tanta quietud. Sabíamos que a la menor escaramuza, el severo gesto de mi padre nos expulsaba de aquel cálido paraíso. Poco importaba la programación de la televisión pero a estas alturas del siglo XXI, cuando tratamos de explicar a mis hijas o a mis sobrinos con qué debíamos conformarnos, sencillamente no nos creen. A excepción de la nochebuena o la de fin de año, con programaciones especiales que darían para hacer varias tesis, poco importaba si nos teníamos que tragar películas, series o dibujos animados más adecuados a las edades de unos que a las de otros. A mis hermanos nos gustaba El Virginiano o Bonanza y más tarde, cuando a todos ya nos llegaban los pies al suelo, mis hermanas preferían La casa de la pradera. Cuestión de género, supongo.

Independientemente de aquellas limitadas opciones y mientras se montaba la mesa para el gran evento de la cena de nochebuena, la radio - otra vez- hacia sonar todo el variado surtido de villancicos y, cómo no, en casa también había una zambomba - que nadie hacía sonar nada bien- y varias panderetas, una de las cuales era, según presumía mi padre, de piel de cordero y esta sí sonaba bien, como la de un buen tuno que la haría sonar en las largas noches de rondas universitarias de la posguerra. 

Sobre el mantel de flores de vistosos colores -muy pop- las mejores vajillas, cristalerías y cuberterías. Esos tenedores de plata maciza que se hacían incómodos de manejar por las pequeñas manos de los más menudos y de cuyo uso mi padre, obstinado con la perfecta corrección de hábitos (en la mesa, en la cama y en el juego....) exhibía con habilidad ejemplarizante. Espalda recta, los codos no se apoyan en la mesa, es la comida la que va a la boca....nada que nosotros no hayamos tratado de transmitir, ahora y desde que eran pequeñitas, a nuestras propias hijas: educa, que algo queda.

El día de Navidad, a misa de 12, con los zapatos, los jerseys o los pantalones de estreno (qui no estrena per Nadal, res no val) y también con frío de guantes y bufandas. Se agradecía, cuando se daba, el rayito de sol, a la hora del posado fotográfico -todos reguapísimos y elegantes- a la entrada de la Escuela de Estudios Mercantiles, de Pedralbes, como escenario de esas viejas tradiciones. Al caer la tarde, vuelta a la manta y a la estufa de butano y el reencuentro con la vieja tele y alguna película apropiada a aquella Televisión Española, la primera o el UHF -no más-, llevándose la palma, cómo no, Que bello es vivir. 

2019, ha pasado tanto tiempo que parece que no nos quede ya ni para frío. Agotado el primer bloque de fiestas, como una nueva tradición, el día de San Esteban, segunda fiesta de Navidad y tan importante como el propio día 25 en Baleares, sol, playa y baño en el mar y aunque el agua está fría -rondará lo 15 o 16 grados- acabamos todos dentro ligeramente ateridos pero reactivados todos los circuitos neuronales y orgánicos. Luego los canalones y la fiesta Spotify y luces de colores, para levantarnos de la mesa más cerca de la hora de cenar que la de merendar y con el ventanal abierto a la ciudad, al fondo, que se viste de Navidad con ropa ligera de entretiempo.

Queda, se mantiene, el reto del baño en Año Nuevo, pero eso será otra historia.

¿Recuerdas cuando hacía frio en Navidad?

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