En torno al maldito virus, a estas alturas de pandemia, todavía hay muchos de sus perfiles que presentan bordes difusos, colores variados y síntomas equívocos. Total: para uno, que es de letras, son demasiadas incógnitas por despejar en una misma ecuación. Esto es así, José Y. y bien que lo siento.
Con la certeza de que, al menos en España, no existe el comité de expertos que nos vendieron para tranquilizarnos (gracias, oh Estado protector), nos ponemos en manos de tertulianos habituales, esa extraña ¿casta? que sabe de todo y que de todo opina sin rebozo alguno, igual disertan y se pisan la palabra (ma-le-du-ca-da-men-te) hablando de las reglas del fuera de juego que de física cuántica. Todo son conjeturas y habladurías. En algunos medios, según caigan en zona nacional o en zona republicana, unos de esos "científicos" dicen una cosa y los otros, lo contrario. Presuntamente todos son expertos virólogos, infectólogos, especialistas en enfermedades contagiosas y así y todo seguimos con más sombras que luces.
Nos queda muy claro el asunto de la higiene. Y menos mal, porque un buen enjuague nunca viene mal. Desde la anterior amenaza de una gripe potencialmente muy peligrosa, hace unos años, se sugirió a la población lavarse las manos constantemente y de manera muy especial tras el contacto con objetos a través de los cuales pudiera contagiarse el virus (barandillas, picaportes, asideros de transportes públicos, etc) Dotamos a nuestros hijos de unas cuantas lecciones de higiene y un paquetito de toallitas desinfectantes junto con un botecito de gel para que lo pudieran utilizar en el colegio. Vale.
Unos años después, en el ámbito ya del covid-19, además de esto, también mascarilla (obligatoria) y más profunda la higiene. Hemos disfrutado -los más privilegiados- de unas vacaciones estivales a medias; sin viajes ni eventos compartidos masivamente (conciertos, bodas, comuniones, cumpleaños, comidas y cenas familiares, etc).
Con el tiempo y esperemos que no siga costando tantas vidas humanas ni tanto daño económico (por ese orden) llegaremos a tener una información más científica de la detección del virus, de su prevención y de su tratamiento.
Lo último que hemos sabido y que cobra mucha verosimilitud es la más que probable transmisión del virus a través del aire en forma de aerosoles y micropartículas capaces de quedarse en suspensión durante horas (pincha aquí). Algo ayuda el uso de mascarillas pero ni todas valen ni es lo único. Yo, por si acaso, además de la mascarilla he generalizado el uso de gafas que, ahora, además de auxiliarme en mi consolidada presbicia, también supone una barrera adicional de protección de ojos y párpados. Aún asi....
Finalmente, recomiendan algunos científicos no hablar mucho ni muy alto en locales cerrados. Y no gritar, cosa que junto con la higiene personal también nos viene muy bien a todos. Y ventilar mucho; abrir la ventana y que salga por ella ese trigrillo que asoma el bigote cuando falta el jabón. Viene a mi mente perversa el fusilamiento permanente al que nos sometía un viejo colega, en mi fase de formación, a perdigonazo limpio sobre nuestros pupitres y de cuyo nombre prefiero no acordarme. Aquello no eran aerosoles, eran misiles aire/tierra. Estar en primera fila con aquel tipo, eso era factor de riesgo. Atravesaría hasta un paraguas.
La consigna es clara: hablemos menos y más bajito, mucho jabón y ventilemos más.
La canción del blog
La de hoy, evocando cómo sonaba en viejos locales de Palma que ya perecieron, en forma de susurro ¿Te acuerdas?