El clima de cada día, de cada estación del año nos pinta el cielo de una manera. Es habitual en cada temporada ver o cielos despejados de intenso o tenue azul o cielos abigarrados de variados y amenazantes nubarrones, según.
Se nos escapa el verano y en el arco mediterráneo, como versaba en estúpidos argumentos el vil y cursilón tito Luis, lo hace como casi cada año: con mucho ruido y más nueces. Tormentas eléctricas, lluvias copiosas y vientos huracanados. Las consecuencias, temidas por todos, son riadas, inundaciones, desprendimientos de tierras y cuantiosos y costosos daños materiales (y, desgraciadamente, alguna víctima mortal)
Entran con virulencia las nubes, desatan toda su potencia eléctrica y dibujan paisajes fantasmagóricos en un cielo nocturno de fosforescencia intermitente. Al rato, la explosión sonora y su reverberación postergada que hace difícil la ubicación del núcleo de la tormenta.
A eso -agua, viento, tormenta eléctrica, todo ello muy violento por momentos- le llaman ahora DANA, en ese afán por etiquetar y clasificar, según la gravedad, los fenómenos atmosféricos y climatológicos que, por otra parte, hemos padecido toda la vida. Antes era gota fría y dejaba sus efectos devastadores con similares consecuencias.
Entran con virulencia las nubes, desatan toda su potencia eléctrica y dibujan paisajes fantasmagóricos en un cielo nocturno de fosforescencia intermitente. Al rato, la explosión sonora y su reverberación postergada que hace difícil la ubicación del núcleo de la tormenta.
A eso -agua, viento, tormenta eléctrica, todo ello muy violento por momentos- le llaman ahora DANA, en ese afán por etiquetar y clasificar, según la gravedad, los fenómenos atmosféricos y climatológicos que, por otra parte, hemos padecido toda la vida. Antes era gota fría y dejaba sus efectos devastadores con similares consecuencias.
Las noches de tormenta el cielo se ilumina como si fuera de día y al cabo de un rato revienta en rugidos feroces, como palmetazos y crujidos descomunales. Donde habitan niños, el miedo se apodera de sus sueños y acaban refugiados en sábanas mayores, haciéndose inquilinos nocturnos de camas ajenas.
Pasan las horas, llueve todo el día y a primera hora de la tarde se despeja el cielo y se calma el viento. Tomo la ruta de la playa y me reencuentro con un paraíso con muy pocos visitantes, solo los más friquis de la arena, las olas y del sol. Me llevo la recompensa y un café con hielo, complemento de lectura y música en mis auriculares (no reguetón, por supuesto)
Un joven gato negro remueve inquieto su cola y levanta sus inquietantes ojos verdes buscando respuesta a su temor y a su curiosidad, la que sospecha que puede matarle.
Pasan las horas, llueve todo el día y a primera hora de la tarde se despeja el cielo y se calma el viento. Tomo la ruta de la playa y me reencuentro con un paraíso con muy pocos visitantes, solo los más friquis de la arena, las olas y del sol. Me llevo la recompensa y un café con hielo, complemento de lectura y música en mis auriculares (no reguetón, por supuesto)
Un joven gato negro remueve inquieto su cola y levanta sus inquietantes ojos verdes buscando respuesta a su temor y a su curiosidad, la que sospecha que puede matarle.
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