lunes, 14 de septiembre de 2020

DANA


El clima de cada día, de cada estación del año nos pinta el cielo  de una manera. Es habitual en cada temporada ver o cielos despejados de intenso o tenue azul o cielos abigarrados de variados y amenazantes nubarrones, según.

Se nos escapa el verano y en el arco mediterráneo, como versaba en estúpidos argumentos el vil y cursilón tito Luis, lo hace como casi cada año: con mucho ruido y más nueces. Tormentas eléctricas, lluvias copiosas y vientos huracanados. Las consecuencias, temidas por todos, son riadas, inundaciones, desprendimientos de tierras y cuantiosos y costosos daños materiales (y, desgraciadamente, alguna víctima mortal)

Entran con virulencia las nubes, desatan toda su potencia eléctrica y dibujan paisajes fantasmagóricos en un cielo nocturno de fosforescencia intermitente. Al rato, la explosión sonora y su reverberación postergada que hace difícil la ubicación del núcleo de la tormenta.

A eso -agua, viento, tormenta eléctrica, todo ello muy violento por momentos- le llaman ahora DANA, en ese afán por etiquetar y clasificar, según la gravedad, los fenómenos atmosféricos y climatológicos que, por otra parte, hemos padecido toda la vida. Antes era gota fría y dejaba sus efectos devastadores con similares consecuencias.

La DANA se coloca justo encima de Baleares
(Foto publicada en Última hora)

Las noches de tormenta el cielo se ilumina como si fuera de día y al cabo de un rato revienta en rugidos feroces, como palmetazos y crujidos descomunales. Donde habitan niños, el miedo se apodera de sus sueños y acaban refugiados en sábanas mayores, haciéndose inquilinos nocturnos de camas ajenas. 

Pasan las horas, llueve todo el día y a primera hora de la tarde se despeja el cielo y se calma el viento. Tomo la ruta de la playa y me reencuentro con un paraíso con muy pocos visitantes, solo los más friquis de la arena, las olas y del sol. Me llevo la recompensa y un café con hielo, complemento de lectura y música en mis auriculares (no reguetón, por supuesto)





Un joven gato negro remueve inquieto su cola y levanta sus inquietantes ojos verdes buscando respuesta a su temor y a su curiosidad, la que sospecha que puede matarle.


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