A lo largo del pasado martes una sólida placa de bochorno se había instalado en nuestro cielo balear e impedía respirar con normalidad. Un clima que generaba ansiedad y crispación: mal ambiente y tensión por la mezcla impía de temperatura elevada y alto grado de humedad atmosférica.
Pasadas las horas el aire insinuaba querer moverse buscando hueco en los rincones más tibios de la atmósfera; provocaba una ligera brisa que, sobre la novela, en mi orilla, empezaba a templar los ánimos. Se levantaba un leve oleaje...maullaba en voz baja la mar y aparecían las primeras coronas blancas y espumosas sobre las crestas de las olas. Aquello ya era otra cosa pese a que el cielo seguía enladrillado.
Siempre es satisfactoria una conversación con gente joven. Aprovechando la ocasión, sobre un pamboliet familiar se extiende, como un rico y brillante aceite de oliva, una dinámica tertulia. Lo inquietante es la contundencia con la que diseccionan los muchachos el incierto presente y su preocupante futuro.
Algunos, que estamos ya cerca de entrar en la última fase de nuestra existencia vital, no alzamos mucho la mirada por no resultar excesivamente apocalípticos (¿verdad, Pedro G?). Ellos, los jóvenes casi adolescentes, se enfrentan a un panorama complicado. Reto difícil. La mayoría de ellos viven enganchados a un dispositivo que nos les permite ver mucho más que estúpidos vídeos de sus coetáneos o mayores incluso, bailando, cantando o desafiando la ley de la gravedad intentando habilidades para las cuales no todos están dotados; la vida les resbala con similar indolencia a la que aplican a sus dedos mientras los deslizan por la pantallita. Me consta, porque así se expone entre ricos bocados y birras, que en los más responsables y reflexivos de esta generación universitaria, existe desánimo y un torrente de insatisfacciones por los más variados motivos. El sistema no funciona, no les genera expectativas de crecimiento ni personal ni mucho menos profesional. La política es una trampa travestida con harapos de igualdad, feminismo radical, potenciación de la contracultura de los nuevos popes como un mantra inexcusable y renovador, por sus huevos, de la verdadera cultura y del conocimiento universal de las cosas, de la que nos empapamos de pequeñitos. Imprescindible ahora es la "visibilidad" y "poner en valor" la ideología de género, el poliamor, o los poliamores, el amor líquido: sin compromiso ni hipotecas, ¿recuerdas? La kultura es todo lo que se dice, se canta, se grita, se pinta, se garabatea en paredes y muros, se escupe en los telediarios de las televisiones....
Era ya tarde y se iban apagando las llamas de las velitas y las luces de la terraza. El viento mecía todavía las lámparas de mimbre sobre los manteles tras el festín. Los haces de luz cálida dibujaban siluetas circulares móviles. Unas latas de cerveza vacías y un cenicero con colillas; bodegón blando como los relojes de Dalí.
Las calles de Palma están mojadas. Ha lloviznado y el día amanece algo más oscuro y nublado. El horizonte no brilla hoy anaranjado. El desánimo de ayer permanece pegado al mástil, sin viento ni siquiera brisa. No se mueven las hojas de los árboles pero huele a tierra mojada.
Mi coche circula despacito por el centro de Palma pisando los pequeños charcos que se han ido formando durante la noche. Lluvia de agosto, a mediados como casi siempre, como telón de fondo de este verano extraño que empiezan a bajar los tramoyistas (y entre ellos toda la corte de villanos y personajes -nefastos algunos- que manejan todos los hilos que nos mueven, sabe Dios, a qué nuevo escenario).
A Bárcenas le ha salido una coleta, justo en el monedero. Y un chalet en Galapagar y una ministra de igualdad y... mucha sombra por lo que se ve. Vaya!
Hablando de futuro, una VOZ a tener en cuenta
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