lunes, 28 de diciembre de 2015

Con el dedo, corazón

Presté mi voto hace dos semanas y ¿para qué ha servido? ¿Como lo han administrado? ¿Quién y cómo quiere mercadear con él? Con lo que me rindió el penúltimo voto en las generales, mi voto, no había suficiente estímulo ni para alcanzar la mesa electoral el pasado 20 de diciembre y volver a llevar a cabo un acto de fe (ni con una pinza en la nariz) para depositar nuevamente mi(s) papeleta(s) en una fría urna. Me da más el banco y mira que dan poco. No obstante la carne es débil y el momento no está para frivolidades. Así es que me armé de paciencia y de generosidad y volví al mismo colegio de enseñanza secundaria de mi barrio a ver las misma caras, los mismos gestos y a percibir idénticas sensaciones.

Me decía Jaime B. McClane la víspera del nuevo encuentro con las urnas que; mona!,  ni vestida de seda....vamos que cantaba y que se me veía más el plumero que a cualquier  interventor de partido que oficia en cada jornada electoral alrededor de las mesas. Bueno no aspiro ni a simular ni disimular nada y resultará que no soy transparente.

Sigo; dejé bien envuelto mi(s) voto(s) el pasado 2011 rehén, como el resto de españoles, de una crisis galopante más negada que el propio Jesucristo por parte del apóstol Pedro y cacareado por el gallo hasta tres veces. Llegamos, tras el escrutinio final,  a un nuevo estadio en el que, sujetos por una nómina y prendidos por el ierrepefe correspondiente, hemos sentido en la nuca el aliento de la gran bestia golpeando nuestros talones mientras nosostros corríamos despavoridos al tiempo que pagábamos, bien cara por cierto, cada una de sus envestidas y sacudidas: las amenazas de los hombres de negro, la intervención del Banco de España, la corrupción, los vicios de la banca y de algunos banqueros y bancarios... (en este caso, lo negro no era el traje, sino las tarjetas)

En el trayecto y en mi esfera personal y familiar también hemos padecido el impacto de la crisis. Mi mujer perdió su trabajo en una veterana compañía aérea que quebró en circunstancias quizá previsibles, pero no suficientemente aclaradas, en ningún caso relacionadas con la gestión empresarial que tampoco parecía ser ejemplar, y con la colaboración necesaria, al parecer,  de algún(a) alto cargo público (posiblemente, como sonaban los rumores, para beneficiar a otro proyecto empresarial con mayor valor para los intereses del Estado - la consipiración tiene cierto sentido y a juzgar por los resultados, parecería creible-) y en cualquier caso, como consecuencia de una dura pugna de intereses contrapuestos entre el poder central y el autonómico, basado éste en absurdas ensoñaciones nacionalistas que, vaya por Dios, hace tres años, parecían más inocentes y estériles. Quién nos lo iba a decir.

El postureo político del asunto debió generar poca confianza en un grupo de inversores orientales  a los que les estaba ya costando mucho trabajo convencerse de la comunión con idénticos intereses y motivaciones de los independentistas y su proyecto del hub aeroportuario barcelonés.

El resultado, tras más de veinte años de madrugones y dobletes desde las tres y cuatro de la mañana, dos destetes prematuros y jornadas de doce horas sirviendo minibares imposibles en los pasillos de MD,s -jamás la oí quejarse- fue una ligera indeminización y la cola del paro. Ante este panorama el siguiente hito, ahora que las circunstancias personales y familiares lo permitían; una misión internacional de más de seis meses en Asia Central; muy confortable, muy segura, muy enriquecedora para muchos aspectos invisibles de mi función en territorio nacional y con la ilusión (ni por esas, si seré imbécil*) de despejar mi situación profesional y avanzar en mi carrera, llegar al punto mínimo alcanzable después de más de quince años en el mismo empleo. Pero al fin y al cabo solo resultó una prolongada ausencia del hogar que, afortunadamente, salió bien, muy bien si lo comparamos con la de otros menos agraciados con el resultado final de la suya. ¿Para qué? Para eso!

Parecía que levantábamos vuelo, que se alejaban los malos vientos y los peores presagios. La economía empezaba a crecer y se acercaba el momento de volver a esbozar una sonrisa en nuestras caras (ojo, que nadie nos está regalando nada, que quede claro) y a pesar de que todavía para mucha gente las dificultades permanecen invariables, día tras día, con privaciones de lo básico. Ahí creo que todos hemos alcanzado una gran conciencia social y, menos mal, ha crecido la solidaridad y la ayuda al prójimo y somos más generosos en la parroquia, en el súper, incluso en el semáforo.

Y después de todo esto -insisto- volvemos a las urnas y nos sale un pan como unas hostias y un panorama desolador donde hasta la Merckel tiene dudas de a quién felicitar por el resultado de las elecciones porque no parece nada claro quién va a ser el primero en recibir más noes que síes en la primera propuesta de candidato. Y todo ello bajo la amenaza real de unas nuevas elecciones. JA!

Pues no con mi voto. Mira mi dedo, corazón.

*Junto a mi tarjeta de embarque para aquel vuelo con destino a Herat, llevaba una fotocopia de la resolución que me privaba definivamente de mi derecho al ascenso. Tragué la bilis correspondiente y me subí a ese avión a pesar de todo. Tal vez otro habría exigido que desembarcaran su equipaje a pie de pista.

Los Santos Inocentes

Siento una gran pereza esta mañana de lunes. Pereza  para asomarme a la actualidad informativa, después de dejarla, el domingo por la noche, en estado de shock. Este país no se merece este auténtico esperpento vallinclaniano y si no fuera por lo que nos jugamos reconozco que tendría hasta gracia (si es que alguien puede llegar a reirse de esto). Para reirse, si; pa mear y no echar gota, que diría mi padre.

¿Cataluña: bien, gracias? Pues no. No está bien y ni Cataluña ni muchos catalanes se merecen este trato despiadado, esa política de carnaval, de teatro de lo absurdo; esa exhibición constante de desprecio a la seriedad y al rigor. Esa entrega irresponsable de toda una Comunidad por parte de  un  ambicioso desnortado  a una mala compañia de performance; a un casal kultural, a unos antisistemas de ateneo libertario; en definitiva, a majaderos de la Sans borroka. ¿nos merecía la pena a muchos de los que en su momento entregamos nuestros estudios, el trabajo, el esfuerzo por llegar a este punto para entregar nuestra cosecha a esta toda esta gente?

¿España? Pues tampoco se merece esto y cada vez me siento más decepcionado con el escenario político que aparece cuando se levanta el telón y desconfío ya de todos los actores que exhiben sin pudor su pésima interpretación ante un auditorio que también merece mucho más.

Desconozco los límites de la ambición  y del egoísmo personal de muchos de los líderes actuales, pero ya no puedo soportar ni un minuto más el tedio y bochorno ajeno que me proporciona tanto majadero. Unos entregados a cambiar la historia, los ritos y las creencias de los católicos (a ver si iban a tener huevos para alterar un sólo renglón del Corán). Otros cambiando placas de calles sobre los que no existía debate alguno y la mayor parte de cuyos nombres desconocemos hasta los que ni siquiera nos afeitábamos cuando murió Franco. Otros jugando a repartir a cómicos y malos actores papeles y pesimos guiones subvencionados para que puedan seguir protestando contra un sistema sobre el que se mean en sus noches de farra.

Lo siento, pienso en los inocentes, ignoro si santos, que tenemos otro concepto de Estado, de la dignidad humana, de las exigencias que impone la situación económica global, de la seguridad ciudadana, de la educación de nuestros hijos, de su formación, de su crecimiento moral y me vengo abajo al levantar la vista hasta el titular de los diarios digitales, esta mañana de 28 de diciembre de 2015, Santos Inocentes.

lunes, 21 de diciembre de 2015

El gordo

La vez que más cerca he estado de ganar el gordo de Navidad ha sido aguardando mi turno en la cola de ventanilla para comprar el correspondiente décimo. Ahí o cuando en el informativo del mediodía de cada 22 de diciembre salen las inevitables imágenes de cientos de afortunados rociando con cavas y otros espumosos a todo cuanto les rodea, llenos de júbilo. Nunca faltan, en esa cita anual, el vasito de plástico, el feliz lotero y la exultante vecina del entresuelo C, en zapatillas y bata (como las que vendía en los orígenes de su imperio Amancio Ortega, más o menos en los tiempos de la primera entrega de la Guerra de las Galaxias)

Nunca he tenido muchas esperanzas de verme agraciado por la fortuna de la lotería, a pesar de lo cual, como todo hijo de vecino no disimulo mi ilusión por pillar un pellizquito. En esto, como en otras cuestiones de la vida, a veces no consiste en comprar muchos boletos; si te ha de tocar, con llevar un número basta, como una especie de pagana predestinación y poder convertir el alma feliz y humilde en cuerpo físico  rico y consumista. Es lo que tiene el juego, que puede transformar a las personas si no tienen la cabeza suficientemente acondicionada para asumir ese cambio. 

Recientemente he leído un artículo interesante sobre lo que les ocurrió a algunos de los ganadores de premios importantes de loterías y otros sorteos. Parece difícil de creeer pero muchos de ellos sucumbieron en el tránsito de modesto ciudadano a millonario y vieron desaparecer sus fortunas y acabaron arruinados moralmente. Algunos, víctimas del engaño y otros de la falta de criterio para asimilar que al final, el dinero no lo es todo y se dejaron llevar por esa fiebre consumista, rodeados en principio del lujo y la ostentación.

No digo yo que no me daría un pequeño caprichito, pero en función de lo que pueda tocar con un simple décimo, creo que mi vida no iba a cambiar sustancialmente. No creo que dejase de trabajar; me explico, mi trabajo no es una losa insoportable. Es bueno de llevar y en determinadas circunstancias hay suficientes refranes apropiados para aceptar determinadas cargas y el trabajo, insisto, no lo es. Otra cosa es el sentido que pueda darle a determinadas facetas del tipo de trabajo y de tener que continuar tolerando alguna cisrunstancia que reconozco como objetivamente mejorable. Ahí lo dejo.

Lo que no descartaría es tomarme la vida de otra manera y después de lo visto en la jornada de ayer....

Feliz sorteo y suerte. Creo que la necesitamos.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Galicia bien vale una misa

Galicia bien vale una misa, o dos, o más y si, además, es en  Santiago, cobra un interés especial y supongo que un mayor beneficio espiritual, y yo, al menos, lo siento así. El oficio transporta al alma a la altura y a la velocidad del botafumeiro, hábilmente conducido por los diestros tiraboleiros, inundando el interior de la Catedral con el intenso aroma del incienso y el consagrado humo que desprende, sobre el altar y sobre las cabezas de los mortales que asisten a la Santa Misa de doce. El sistema de orden y seguridad, con peto fosforescente, además de permanecer extremadamente pendiente de los flashes de los móviles, advierte, antes de la comunión, en español y en inglés, del significado y de la "exigencia de estar en gracia de Dios; condición espiritual de poder recibirla por estar libre de pecado mortal"  y de cómo ha de hacerse. Ni error ni confusión. No es una representación teatral y me parece bien.


En el exterior suenan gaitas y extraños instrumentos de percusión y viento, llegados de cualquiera de los confines de la Tierra. Basta ver el incesante movimiento de personas, en cualquier época del año, alrededor de la Plaza de Obradoiro. Tuvimos la inmensa fortuna de disfrutar de un fin de semana de sol radiante, lo cual transforma Galicia en un paisaje casi casi insólito en esta época del año.


La primera visita, entre mística y esotérica, fue a San Andrés de Teixido, envueltos durante el ascenso a A Capelada por una inquietante niebla que dificultaba la visibilidad de la carretera. Ya en el Santuario estremece  aproximarse al altar y comprobar en una esquinita cientos de exvotos: dedicatorias, prendas de vestir, fotografías, chupetes, baberos y otros objetos de lo más variado. Todo con el fin de evitar, supongo, que se cumpla la leyenda. San Andrés de Teixido; vai de morto quen non foi de vivo y que augura un viaje hasta la parroquia en forma de cualquier tipo de ser vivo, más allá de la muerte, si no se peregrina hasta allí, al menos una vez, en vida. 



Desde sus acantilados, de los más elevados de Europa -Vixía de Herbeira a mas de seicientos metros de altitud-  las vistas son espectaculares y hacen que se rinda cualquiera ante la magnitud del mar y del cielo, especialmente un día nublado, lluvioso y la espesa niebla atrapando las cimas.



Acompaña, creo, ese clima para visitar, casi en soledad, estos extraños parajes, casi mágicos y se imagina uno inmerso en el rodaje de una película, viendo transitar a la santa compaña (alguna sensación no diría que no tuve) por esos inabordables bosques de eucaliptos, castaños, robles, abedules...Naturaleza salvaje, verde, intensa.

 Pulpo a feira del Bar Caneiro

La gastronomía de esa jornada está marcada por la frescura y calidad del producto y su sencilla elaboración; pulpo, berberechos, almejas, (Bar Caneiro, Valdoviño) y calamares -excelsos- y raxo, ambos con sublime patata frita (Bar Kilowatio, Cedeira). 



 Calamares de El Kilowatio (imprescindible)

Hubo que hacer verdaderos esfuerzos para no seguir comiendo, a sabiendas de que quedaba mucho fin de semana y esa noche ya teníamos mesa reservada en el Cinco Puertas de Pontevedra; entre los entrantes unos huevos de corral (para llorar una semana) con virutas cinco jotas (ya, no es gallego, pero si lo ponen, habrá que decirlo, no?) y un sargo al horno espectacular.



Amanece un día espectacular sobre la Isla de Tambo, frente a la Escuela Naval Militar, de imborrables recuerdos de mi época de alumno. El día 10 de enero próximo, treinta años desde mi ingreso.


 Isla de Tambo, un 28 de noviembre

Me levanto con la sensación de haber pasado media vida durmiendo, tras el madrugón del día anterior y aunque cueste de creer, con sensación de hambre. El desayuno frugal de la Residencia sienta muy bien y nos aporta la energía suficiente para afrontar una mañana de callejeo por una Pontevedra elegante, limpia y animada. Se nota que la gente del lugar disfruta cirulando por ese centro absolutamente peatonal. Las tiendas y los bares concurridos, el aroma de café, de empanada y de buenas cocas es dificil de que pasen inadvertidos y cuesta no postrarse ante los escaparates de sus pastelerías. Visitamos el mercado de abastos y comprobamos in situ la calidad de los pescados y los cientos de nécoras, centollos, camarones, berberechos, almejas, etc... amontonados con absoluta naturalidad. Constituye un placer imaginarse cualquier sábado agarrar el carrito de la compra e idear un menú de esa calidad y a esos precios.  

El aperitivo en O Fidel -el pulpo es especialidad de la casa- no resta un ápice de interés por la comida que nos espera. Mesa reservada en O'Pereiro, Hio, modesta casa de comidas (también banquetes y celebraciones) sin más pretensiones que las de dar de comer muy bien y a un precio fuera de lo común. Nos esperan con una barca de marisco del día y además de la imprescindible centolla, un rodaballo al horno difícil de olvidar.





Aprovechamos la proximidad del restaurante con el Cabo do Home para asomarnos a un casi sereno y apacible Atlántico y nos topamos con la imponente silueta de las Islas Cíes; un paraíso.


Paseamos la digestión nuevamente por la gentil Pontevedra y comicheamos, ya a última hora del día, unas tablas de quesos y embutidos para evitar desmayos durante la noche.

La jornada del domingo nos lleva a Santiago de Compostela y a la referida misa de doce en su Catedral, donde nos rendimos, embrujados, por el misterio de la luz y del humo del incienso, bajo el rigor espiritual debido.


Cerramos la ruta gastronómica, con el tiempo justo para tomar el avión de vuelta a Palma, en la Casa de las Tortillas,  Cacheiras, muy cerca de Santiago y a tiro de piedra del Aeropuerto de Labacolla. Y qué íbamos a comer ahí; pues eso: un puchero de caldito gallego, una excelente ensalada de lechuga y tomate (si, sí) y una espléndida tortilla de patatas gallega, gallega, que parecía querer salir de la bandeja en la que nos la sirvieron.




Quedo mudo ante la contemplación de tanta excelencia y estoy echando cuentas en el calendario para saber cuándo podré volver. Galicia enamora y no cansa jamás.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

El grinch

El grinch que habita en mí debió de  quedarse traspuesto después de una de esas comidas de empresa, de gimnasio o de papis/mamis de colegio en que, llegados a estas fechas y entre el segundo plato y los postres, dejan en naufragio unos cuantos matrimonios por culpa de los juegos bajo mesa. (aleeertaaa!!, estas cosas pasan)


Acababa de asisitir al acto de celebración de nuestra Constitución en un marco incomparable (como dicen los cursis) digno de la ocasión; la terraza del Palacio de la Almudaina y una copita de exquisito vinito blanco de Binissalem. Me desmarqué un poco, huyendo de la idea de grupo y preferí elegir yo mis compañías tratando de compartir con quien yo quisiera la excelencia del momento, para recuperarme, entre otras cosas,  tras la encomiable lectura de unos pocos artículos -en tono solemne- del mitin gratuito de una autoridad coyuntural, como si estuviera en la plaza de Vista Alegre, en esa mañana soleada frente al gran mare, brillante y apacible. Me molestaba un tanto, eso sí, la gorra y le dí cobijo, como es usual en mí, debajo de mi brazo izquierdo (así está la pobre, veinticinco añitos ahí alojada). Viejos conocidos y muchos  amigos elegantemente vestidos, uniforme de gala unos y correctísima etiqueta otros. Las chicas de un partido si que saben vestirse para la ocasión; se lavan la cara, se peinan y desprenden aromas frescos y sobrios y es un placer compartir unos traguitos con ellas (alguna, un poco exagerada debió confundir esta celebración con una boda o con la noche de fin de año y lucía un vertiginoso escote dorsal que descendía desde los hombros hasta más abajo de la quinta lumbar). También hubo quien prefirió mantener su línea de casual wear habitual; su terno soso entre pardo y grisáceo, resistiéndose a que el acero de una plancha rectifique las arrugas de un lavado express (lacito negro incluído, no sé muy bien por qué, ni me importa). Admirada L. : no merece la pena  desgastar una sola línea en determinadas indumentarias. Y además, estamos de acuerdo.

Paseaba, en esa trasposición, por una calle sin terrazas de cafés abiertas -esperando referéndum- buscando la tienda de los deseos. Al fín la hallé. Abrí la puerta y salió a mi encuentro una joven muchacha con un aparatoso piercing en sus labios.

- ¿Que tal, tron, te puedo echar una mano? (he de decir que mi percha, apostura y uniforme merecían, a mi personal juicio, mejor consideración, pero ya se sabe que hoy en día....)

Mi lengua casi me estrangula antes de emitir un leve balbuceo. Finalmente me enfrenté a su tosca mirada y  envalentonado por el primoroso ardor del blanquito arranqué en mi petición.

-Vamos a ver, quisiera un poco de PAZ....(antes lo pedíamos para Oriente Medio, pero hoy en día cabe en cualquier casa, barriada, comunidad autónoma, país, etc...)

- Uy, qué lástima! acabo de vender la última cajita que me quedaba. He ido a buscar al almacén pero no me queda nada. Este año, verás, se ha agotado enseguida, con la que está cayendo por ahí...

- Joder, joder, pensé, tenía que haber venido antes. En fin, pues mira a ver si puedo llevarme un par de cajitas de ESPERANZA.

-Ja! -espetó estruendosamente al tiempo que dibujaba una sonora palmada en el aire- justamente acaba de venir un candidato y se ha llevado to-das. Debe ser que no lo tiene muy claro, ya sabes. (añadió con sorna)

- Pues si que vamos bien. Si te pido ILUSION?

- Mira, eso lo vendemos a granel pero así entre nosotros, no es de muy buena calidad, creo que procede de Taiwan y con esto de las imitaciones, los productores españoles están cerrando sus fábricas y es difícil encontrarla mejor.

 - ¿Y AMOR? (pregunté ya desesperado y con cierto  rubor)

- Bueno, muchachote, eso podríamos arreglarlo aquí atrás, en la trastienda....

- No, verás, no me refería a ese tipo de amor. Hablo de algo más sólido, más generoso y espiritual, más elevado, entiéndeme.

- Que va, no recuerdo muy bien cuando se agotó.

- Pues si que vamos bien, dije en voz alta y con tono de absoluta frustración. ¿Y qué me puedo llevar como deseo estrella para estas fiestas y para mis amigos y familiares?

Cerré la puerta de la tienda tras de mí con una inquietante desazón y una caja envuelta en papel morado y con un aburrido nudo. La observé detenidamente y opté por tirarla en la primera papelera que encontré en mi camino.

Lo único que pude llevarme fueron MIS MEJORES DESEOS PARA EL SOLSTICIO DE INVIERNO 2015.

Y claro, hasta ahí podríamos llegar.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Bájate los pantalones!

Con la complicidad de la penumbra y la íntima compañia de un cigarrillo humeante, disfrutando del placer de fumar a solas, pensativa, dueña y ama de ese momento que la alejaba del murmullo del interior del bar. Ahí afuera a pesar de que la temperatura había caído en picado esa noche, apuraba con calma coqueta ese cigarrillo, medio sentada -apenas apoyada sobre las mesas apiladas de la terraza, ya sin servicio-. La ví de soslayo y sin mucho interés, mientras salíamos del bar y seguíamos hablando Juan, Jaime y yo. Le dí mi espalda mientras abrochaba mi americana y recomponía mi ropa; el jersey, la camisa...y los bajos de mis pantalones. Lo dejé a medias y...

- Si, si, bájate los pantalones, los tienes muy subidos.

Me giré hacia atrás, atónito. ¿Qué tendrá que decir esa voz? ¿Será a mí? Si, claro, ya lo sé. Ya lo dije. Los pantalones se enredan en mis gemelos y tengo que andar todo el día,  justo tras levantarme de mi asiento; de una silla, de un taburete o del coche,  echando mi tronco hacia abajo, hacia los tobillos de mis pantalones e intentando reajustarlos a la longitud de mis piernas.

- Me he fijado -añadió la boquita humeante, probablemente pintada y sonriente- que se te han quedado subidos. Y es una lástima, pensaba para mí -siguió exponiendo desde la penumbra -  porque eres un chico majo, alto, guapo  y vas muy elegante, muy bien vestido. Te lo digo como mujer -añadió- no te lo tomes a mal.  Es un pantalón muy bonito que se te ha quedado ahí arriba y ....perdona si me meto donde no me llaman....

Entré al trapo dando explicaciones socarronamente, de forma casi quedona, al tiempo que trataba de resolver el temilla y Juan ya me había tomado la delantera y  con la altanería canalla de Michael Jackson en el video de su Smooth Criminal https://youtu.be/eWu_htIxYtM se ofrecía, se mostraba gustosamente dispuesto a bajarse él los suyos, interponiéndose entre la boquita humeante y el tipo de los pantalones enredados en sus perneras; Juan amagaba con soltarse el cinturon (de ahí no iba a pasar, claro) y Jaime doblado, arqueando su maltrecha espalda hasta casi tocar la punta de sus zapatos con su barbilla, partido de risa y repitiéndome con saña; bájate, bajate los pantalones.....va de ti...

Va de jo! (le gusto! -para los forasters-)... repetía yo riéndome, mirando de arriba a abajo, de izquierda a derecha. ¿Y si la chica es una de las togas empapadas en smirnoff o en seagram,s; de esas que toman ese bar los viernes por la tarde? Empieza en una caña de aperitivo al mediodía, sigue con una comida informal; un Olivar y a las cinco de la tarde se aprietan el primer lingotazo del fin de semana. (ojo! de ese bar más de uno puede  salir imputado o empapado, si no ambas cosas y si no llegan ya con esa condición) Acuosa su mirada, filtrada por volutas del humo de su cigarrillo. Fresquita -pensé- o ¿será fiscal? o solo una chica solitaria, fumando el último cigarrillo antes de irse a dormir.

Caía la madrugada y pasábamos junto a la restaurada estatua de Antonio Maura, riéndonos de mis pantalones enredados en los gemelos....va de mí. (le gusto, para los forasteros)

Un gato negro, arrimándose a la pared del callejón escapa en dirección contraria a la nuestra. Al perdernos de vista seguiría caminando vaporosamente, como si lo hiciera sobre el teclado del piano que esa noche había dejado ya de sonar.

A Jaime y Juan, a pesar de lo cabrones que son, después de haber disfrutado de la primera noche de invierno de este año en Palma. 
 

A este imputado (vip?), por lo que se ve, también se le enredaron 
los pantalones en los gemelos, pero no se muy bien por qué.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Montaré el portal de Belén

Vaya! pues ahora que parece que no está de moda, yo montaré el portal de Belén. A mis próximos y a los que me conocen muy bien no tendré que explicarles que nunca he sido fervoroso entusiasta de la Navidad. Lo justo, creo. Siempre, medio en coña, he manifestado que el mejor día de la Navidad es el 7 de Enero. Exagero, claro está. Como todos los de mi generación, tengo fotos en blanco y negro (papel Agfa) y algunas ya en color -si, si, en color - en la que aparecemos, en el entorno íntimo de la mesa de Nochebuena, mis padres y mis hermanos (Merceditas, tú también en muchas de ellas), así como las de la mañana del día de Reyes, con toda la emoción incontrolada, en pijama, boquiabieros y con uno o dos juguetes en las manos. Felicidad total.

Desde que a nuestro domicilio conyugal llegó la primera niña intenté dejar de lado mi radical rechazo a la ornamentación navideña y a la empalagosa sintonía de villancicos (creo que soy alérgico y el White Christmas cantado por Bing Crosby sigue produciéndome síntomas similares a la escarlatina y creo que puedo llegar a padecer fiebre elevada). Así, desde ese momento y de forma continuada todos los años hemos sucumbido al árbol y a cierta decoración, eso sí, contenida y discreta. Irremediablemente algún monigote de papá nöel  disfruta extraordinariamente de permiso de residencia, pero sujeto a fecha de caducidad. El día 26 de diciembre, por la mañana es declarado en busca, captura y se dicta orden de expulsión inmediata.

La absurda moda de sacudirnos nuestras costumbres y tradiciones ha llevado a los nuevos Ayuntamientos - a los más progresistas- a suprimir, amen de crucifijos y retratos reales, la exposición de belenes, carrozas de Reyes Magos y demás. Algunos están orgullosísimos de esta renuncia y de renegar de la propia fe, que por otro lado, es pacífica y benefactora y auxiliadora de los más necesitados. Pero eso no mola y en cambio mostrarse comprensivo con quien desde una presunta fidelidad a una religión empuña fusiles es muy saludable, muy social, muy humanitario. 

Como rechazo a esa práctica quisiera dejar bien claro, aunque a más de uno le puede dar lo mismo, que yo seguiré montando mi pesebre (sin villancicos, eso sí, que me empalagan un montón y para eso prefiero los polvorones), que trataré de seguir ayudando a la Iglesia Católica, a mi Parroquia y sonreiré a la viudita como decía el otro día el Párroco, cuando pasa el cepillo, porque estoy convencido de que ese eurito, o esos dos, o esos tres o esos veinte llegarán a quien realmente los necesita.

lunes, 16 de noviembre de 2015

¿Qué hacer?

El viernes por la noche, haciendo caso omiso de la oportunísima recomendación del buen Papa Paco, mientras Paloma y yo veíamos, sin mucho interés, una mala pelicula de Tim Roth  grabada del día anterior, trasteábamos cada uno con su propia tablet. Mutismo total. Yo acababa de ver, sin sonido, el partido entre España e Inglaterra. Una vez finalizado y después de despachar correo electrónico nuevo,  mi índice experto comenzó a pasar las primeras planas de los diarios digitales. Rutina habitual. Leí las primeras noticias sobre los atentados de Paris y empezó a revolverse mi interior, incrédulo, ante lo que empezaban a publicar los titulares. Pánico y desolación. Ante la falta de mayor precisión - en eso, la radio sigue dándole mil vueltas a internet- aparqué mi  afán de búsqueda de información  en la tableta -eran las primeras horas y había mucha confusión, una confusión que desgraciadamente me resultaba familiar- y opté por engancharme el pinganillo de la radio, ya desde la cama. Debí dormirme antes de la media noche. Pero esta se hizo muy larga. Seguí, absolutamente despierto, las noticias de las cinco, de las seis, de las siete de la madrugada sumido, por supuesto, en un estado de gran tristeza y conmoción.

Durante el desayuno escuchábamos atónitos el relato de algunos testigos residentes en Paris en su peor noche de los últimos tiempos. Y tuvieron noches muy malas hace más de setenta años.

Dos días de reflexión, tres de luto oficial. Manifestaciones de los principales líderes mundiales y unanimidad. Todos somos Francia, por supuesto. Buenas palabras, serenas pero...y después ¿qué? ¿Qué debemos hacer? ¿Qué esperan que hagamos? ¿Debemos resignarnos? ¿Esperar el próximo baño de sangre, la próxima barbarie en un polideportivo, en un centro comercial? ¿Resignación? Hombre resignación cabe tenerla ante el dignóstico definitivo de una enfermedad fatal, dolorosa su mera mención, o ante la súbita desgracia de un accidente o de una muerte repentina, pero esperar que vegan unos locos salvajes a la plaza de tu pueblo, de tu ciudad y decidan que te ha llegado tu hora, infiel! y la de tu familia, de tus amigos, de tus vecinos.

Una vez más la actualidad, la peor noticia, ha contraprogramado -no del todo- mi página de blog de este lunes. Me venía a interesar por esa recomendación del Papa y me hacía mucha gracia, con su tono, oirle hablar de los malos hábitos de las familias automáticas. Nos invitaba a comer juntos, en torno a una mesa, con la tele apagada y sin estar pendiente de los telefoninos. Y nosotros -yo el primero- sin hacerle mucho caso; las noticias o el partido de fútbol o una peli o un wpp o un correo electrónico; cada cual con su telefonino ajeno a lo que le preocupa a tu hija, a tu mujer, a tu madre, a tu hermano. Y lo peor; mientras todo esto pasa  delante de nuestras narices, asistimos casi inconscientemente a cambios sociales irreversibles que joderán nuestra vejez -ya a la vuelta de la esquina- movimientos migratorios masivos que cambiarán nuestra cultura y nuestras creencias; nuestros credos o por los menos, el mio, el de mi familia.

El sábado a última hora, bajando de una bonita excursión entre Esporlas y Banyalbufar nos escoltaba un cuarto menguante durante el camino a casa. Brillaba ese cuarto de luna en una noche limpia y serena, ajena a toda desgracia y me vino a la mente la fatal coincidencia. ¿No habrán elegido esta fase lunar esos desalmados para cometer la salvaje matanza de ayer en Paris?

El domingo desayunamos aún sobrecogidos por la espantosa resaca y recuento definitivo de víctimas y, contemplando a las que todavía desayunan colacao y chocopics, me planteo el futuro que les espera y, desgraciadamente, lo que deberán ver y soportar resignadamente. Vaya mundo les dejamos.

Una madrugada de 1969 mi padre nos despertó para ver las inverosímiles imágines de un tipo con un aparatoso traje blanco flotando sobre la superficie lunar. Cuando la televisión era eso; en blanco y negro. Tal vez una próxima madrugada mis hijas asistirán, si nada lo remedia, a la desaparición de mi civilización. Ójala me equivoque, pero en estos momentos, hoy al menos, el pesimismo forma parte de mis prendas de vestir.

Rezaremos los buenos cristianos que admitimos el error ajeno e incluso ponemos la otra mejilla aunque ya no sé si soy realmente un buen cristiano (mis deseos en estos momentos dicen lo contrario) y en cualquier caso, prefiero ser un mal cristiano que, por lo que se ve, un buen musulmán.

Al lado de todo esto, ¿a quién le va a importar lo que decida el tipejo del chaleco de la CUP, disfrazado de abogado del sindicato de transportistas, Chicago años 20?

martes, 10 de noviembre de 2015

Momento Tiananmén

Su locura y la de cuantos le acompañan en ese viaje a ninguna parte no tiene justificación alguna. Se lo han dicho en catalán, en francés, en inglés y en castellano y desde todas partes; desde aquí y desde  más allá de nuestras fronteras, mares y océanos. A él, a ellos, no les importa. Sigue con su mirada altiva, despreciando a cuantos se oponen a tragarse y digerir su absurdo discurso, levanta su prominente mandíbula cargada de odio y de una supuesta superioridad moral y democrática que solo él se cree, camuflada con la falsa sonrisa de quien  perdona la vida a sus rivales. Se bebieron un brebaje al que sólo ellos llaman democracia; mayoría de votos, mandato popular y nacionalismo. Si, pero un nacionalismo totalitario que excluye cualquier posible respuesta ci-vi-li-za-da en sentido contrario y que les hace creer, bajo una tremenda melopea, que les asiste la razón (como a los niños y a los insensatos). Y, además,  llamando a la desobediencia. El problema es que ellos beben y a los demás nos toca pagarlo con un terrible dolor de cabeza, con una pesarosa resaca. ¡Qué empacho, por Dios!

En esa caída libre solo le esperan dos finales. Responder ante un Tribunal con argumentos sólidos que le eximan de su responsabilidad en el caso del 3% o lo que él más quisiera; su momento Tiananmén, en la Plaza de Cataluña de Barcelona, plantado, descamisado, ante una fila de  carros de combate. Eso es lo que está deseando. El final de su carrera, para mayor gloria propia y de cuantos, alentados por absurdas ensoñaciones, le han acompañado en ese viaje. Que se joda, no habrá sangre de falsos héroes y tendrá que responder por lo primero. Así sea.

Mientras el resto de los españoles nos lo jugamos todo, contribuyendo a salir del bache, ellos siguen jugando a su democracia de la Señorita Pepis

El mismo día de la escenificación de esta insufrible mascarada, un grupo de soldados mallorquines despedidos por sus madres, esposas, hijos y la máxima autoridad militar de la Zona de Baleares, parten en misión de PAZ a la República Centroafricana.(¿que para qué sirve el Ejército? vuelvo a repreguntar a los tontos y graciosillos) Entre tener que soportar día tras día tanta majadería o acompañar a estos héroes de verdad, no tengo la menor duda. Me iría con ellos sin pensarlo. Suerte, compañeros, feliz misión y deseo que podáis regresar a casa con la satisfacción del deber cumplido. 

 Fuente: Diario de Mallorca.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Me apeo de un afecto.

Es la enésima vez que asoma a este blog el reconocimiento expreso de mi filiación afectiva a una antigua sociedad deportiva. Por mucho que parece sorprender, más ahora,  a una buena parte de mis amigos, compañeros y demás conocidos, desde muy pequeñito he profesado una inquebrantable afición por el Barça. Siguen sin entender estos estimados incrédulos que lo que movía dicha extravagancia o incongruencia -un tío como tú no puede ser del barça-  se ceñía, exclusivamente, a lo que ocurría en el campo o en la cancha, porque también me he sentido muy culé en cualquiera de  las secciones del que fuera gran club, antes de convertirse, primero,  en més que un club y más recientemente en plataforma y lanzadera de una cansina histeria nacionalista.

Dije ya, aunque ahora viene a cuento repetirlo, que entré en el Camp Nou (digo bien) de la mano de mi padre, es decir, siendo muy niño, para asisitir a los partidos de fútbol que jugaba el Club de Fútbol Barcelona. Recuerdo con la frescura de quien rememora los buenos momentos, aquellas primeras tardes de humo de farias y golosinas y de marcador simultáneo Dardo rodeado de cientos de aficionados amables que profesaban su afecto a aquella camiseta. Veía a pocos metros de distancia las carreras de Rife (Quimet, le llamaban desde las primeras filas de la banda), Reixach, (Charly, corre un poco más, chaval!), Asensi (el Chepa), etc... Un acomodador de tribuna, sentado junto a mi el año que debutó Cruyff me dijo textualmente:

- Este año no los para nadie.

Así fue. Aquel hombre había visto mucho fútbol.

Pasaron los años y advertí una cierta desafectación por parte de mi padre hacia el Barça. De reprente me di cuenta que dejó de ir al campo y apenas se interesaba por los resultados. No había entonces el seguimiento exhaustivo de las televisiones hacia este deporte-espectáculo: Estudio Estadio con la moviola de Ortiz de Mendíbil, la sección de deportes del Tele-express, el  Dicen y, un poco más tarde el 4-2-4, embrión del actual Sport. Aún así, un buen aficionado y fiel seguidor de algún equipo contaba con innumerables oportunidades para seguir con interés la marcha de una competición. Pues no, mi padre  había desconectado.

Lo entendí muchos años después. De la mano de las nuevas juntas directivas se pretendió transformar aquella entidad deportiva en algo més que un club, una plataforma como soporte y divulgación del incipiente nacionalismo separatista de finales de los setenta y primeros ochenta. Parecía estéril entonces, quién lo iba a decir, pero mi padre lo debió ver muy claro y comenzó a perder su interés.

Yo, con una venda delante de los ojos que me impedía advertir esa deriva, me desvivía por el juego del equipo. Mi juventud justificaba, tal vez, un cierto fanatismo contenido y procuraba asistir al estadio cada vez que jugaba el Barça cualquier competición. Es cierto que el ambiente había cambiado. Empezó a sonar Els segadors cuando asistía el President de la Generalitat y comenzaron a escucharse, cada vez con más frecuencia las archiconocidas consignas nacionalistas, en principio, y posteriormente directamente separatistas.

Han pasado muchos años desde entonces y la situación actual no merece, por evidente y cotidiana,  ser expuesta. Es la que se vive a diario en cualquier expresión deportiva, cultural, social, política, meteorológica, etc: exclusiva y excluyente de opiniones distintas y, en consonancia con ese pensamiento único, el Barça ha prestado su nombre y existencia a una causa que no comparto, que no es mía. 

La noche de banderas estrelladas del pasado miércoles ha sido, tarde tal vez, la última gota. Hasta aquí. Me va a resultar muy difícil contemplar una realidad cotidiana en la que en unos deportes que me gustan y donde existen una serie de competiciones de primer nivel nacional e internacional, participa un Club al que, desde lo más remoto de mis recuerdos, desde mi más tierna infancia,  he seguido fielmente, casi como un tonto al que junto a caramelos le arrean bofetadas. No puedo separar ni un minuto más lo que ocurre en el campo con lo que expresa un entorno hostil hacia todo lo que representa mi país, mi bandera y mi nacionalidad. No se cómo puede uno proponerse dejar de querer y lograrlo, pero voy a intentarlo.

Me costará, lo sé. Por el momento dejaré de hacer alardes de sus logros y haré como los futbolistas que le marcan un gol a su antiguo club; no lo celebraré. 

Pero en cualquier caso, ¿a quén le va a importar?

lunes, 2 de noviembre de 2015

Jalobuin: llámame aguafiestas.

Será porque ya tengo una edad -qué antiguo- pero por mucho que traten de explicármelo mis hijas, llegados a estas fechas no dejo de preguntar lo mismo y con esas idénticas palabras, con perdón; ¿Pero qué coño es halloween?

Los de mi generación, los que nacieron mucho antes que yo y muchos de los que lo hicieron bastantes años después, no fuimos jamás abducidos por el espíritu lúdico de fantasmas negros ni por calabazas majaderas, ni mucho menos por cadáveres ensangrentados y mal vestidos con raídos ropones. Qué va. A nosotros se nos hacía la boca agua al contemplar los escaparates de las excelentes pastelerías de Barcelona, por un decir,  que lucían bandejas de panellets, rosarios de frutas confitadas y huesitos de santo. Era otra cultura, por supuesto y no la invasora anglosajona que nos ha colonizado como ocurre con los pueblos menores cuando creen que lo que viene de fuera es mucho mejor que lo propio.

Panellets caseros, caseros.

Empezamos comiendo hamburguesas allá por los ochenta; las calles y los incipientes centros comerciales de extrarradio exhibían grandes rótulos luminosos anunciando la presencia de megahamburguesas, patatas fritas y ketchup. Al final hemos acabado bebiendo cocacola hasta dormidos, devorando bolsas interminables de palomitas y nachos con salsa de queso y guacamole en las salas de cine y celebrando, como rito pagano, el recuerdo a nuestros difuntos, pintados y disfrazados como mamarrachos y con una calabaza soriente en la cabeza.

Además como solemos llegar a esta época del año todavía en manga corta y bermudas, ¿dónde están las viejas castañeras? ¿Quién compraría un cucurucho de papel de periódico lleno de castañas recién asadas o un boniato? ¿qué sentido tiene si no hace ni frío? Recuerdo las castañeras de la Rambla Cataluña o del Paseo de Gracia de Barcelona, apostadas junto a la salida del metro o junto a una parada de autobús, con aquellos hornillos de hiero fundido y un capacho de mimbre, vestidas todas de negro...

- Pues todas las niñas de mi clase van a celebrar halloween. Yo voy a ser la única... me dice la menor de mis hijas, compungida y afectadísima por mi contumacia. Y ahí llega mi pregunta; pero qué es eso, en qué consiste; qué fiesta más absurda! En realidad lo es, pero no debe ser muy distinto de lo que hacían algunos niños de mi época, llegados a la navidad, por ejemplo,  y que iban de casa en casa cantando villancicos -entre zambombas y panderetas-  a cambio de polvorones y golosinas (no chuches) o cuando en el colegio se repartían unas huchas con cabeza de negrito y nos lanzaban a la calle en la campaña de cuestación para el domund.

Los más pequeños, piden un bolsón de chuches (no golosinas) para ponerse hasta las trancas de azúcares y grasazas saturadas e ir repartiéndoselos entre ellos a cambio de la respuesta solicitada a cada vecino: ¿truco o trato?. Todo ello por las calles de la urbanización o del barrio y ataviados como zombies. Bueno; cosa de pequeñajos, entiendo, pero a un niño disfrazado de cadaver no le veo gracia alguna. Durante la tarde del día siguiente me muestran fotos insertadas en el facebook de muchas madres orgullosas del maquillado de sus cachorros. Lástima, pienso en mi interior, sobrecogido aún por el recuerdo de  la foto del cuerpo inerte del pequeño niño sirio Aylan, en la orilla de una playa de Turquía,  y que habríamos estrujado entre nuestros brazos cualquiera de nosotros. No entiendo absolutamente nada.

Los adolescentes, como pretexto para echarse a la espalda una noche de francachela, auspiciados, imprescindiblemente, por padres -que además, también se disfrazan de zombis- y que contemplan esa festividad como algo ya  propio de "SU" cultura, como algo normal y no como una nefasta epidemia invasiva. Qué gracioso, lo pasamos de muerte!!!!

Lo malo, me temo, es que esa dichosa fiestecita comienza a tener arraigo entre nuestras costumbres y tradiciones desplazando a las auténticamente nuestras, Tots Sants, Difuntos, Navidad -niño Jesús-, Reyes Magos, Corpus Christi y la Primera Comunión. Claro, como somos laicos....y dentro de cuatro días a colgar desde los balcones y las ventanas al insufrible y jodido monigote de papa nöel.

Lo dicho, en ocasiones, un pueblo menor y muy permeable a todo tipo de estupideces. 

Me consuela que entre mis familiares, muchos de mis amigos y conocidos advierto, gracias a Dios, bastante rechazo a esta perversa y absurda intrusión.





viernes, 30 de octubre de 2015

Serenos ante la fatalidad

Al filo de las siete y media, como casi cada día, me abrazo a la prosa fácil y ligera de Luis del Val (Herrera en Cope). El encuentro me pilla en el coche en la Plaza de Cort, ante mi Ayuntamiento, camino de mi trabajo. Recientemente galardonado con uno de esos premios que reconocen la labor de quien tan bien escribe, dedicaba su fotografía del día al fatal desenlace del accidente del helicóptero del Ejército del Aire hundido en aguas del Océano Atlántico. La frase final es rotunda. Aprendida de niño,  desde que era un incipiente lector, siempre le llamó la atención el rótulo que figuraba en la fachada de los cuarteles: TODO POR LA PATRIA. Hoy lo dijo; TODO incluye tambien la vida propia.


Ninguna profesión, desgraciadamente, está exenta de un cierto riesgo de siniestralidad laboral. Y de hecho ahí están los datos de las estadísticas. Pero resulta innegable la serenidad y resignación con la que el soldado despide a su compañero, caído en el ejercicio de su deber.

Haber compartido jornadas de sol a sol - es una expresión retórica, puesto que la milicia no tiene limitación horaria- con tantos excelentes profesionales, como recordaba hace unos días en mi anterior post, te enseña a apreciar mucho más a esta profesión que implica muchas renuncias y muchas inquietudes, que te aleja, a veces por tiempo indefinido, de la calidez de un hogar, del abrazo conyugal o del beso de un hijo. 

Si al final, un desgraciado accidente te separa definitivamente de ese enorme patrimonio, pocos familiares y pocos compañeros sabrán asumir la pérdida con tanta entereza.

Desde la humildad, mi reconocimiento y mi séntido pésame a los familiares y a mis compañeros del Ejército del Aire. Un abrazo.

lunes, 26 de octubre de 2015

Adios, Herat.

No me imagino sus calles vacías ni la plaza de España sin el bullicio propio del solemne izado de bandera de los lunes, ni de otras formaciones para recepciones diversas, ni la cantina a oscuras y mucho menos el comedor en un permanente y hueco silencio. Tampoco me resulta sencillo hacerme a la idea de una lavandería desierta o de la capilla sin homilías y sin el  cántico de aquel abnegado coro de voluntarios. Y el ROLE 2, sin enfermos, sin enfermeros, ni médicos, ni ambulancias en la entrada.  Han pasado casi dos años desde que el 24 relevo abandonamos la Base de Herat y todavía, como quien dice, me suenan próximas y recientes las imágenes y los aromas de nuestra permanencia en Afganistán durante seis meses y pico. 

Por eso me asaltan muchos recuerdos de mi experiencia y de los momentos allí vividos al leer las informaciones sobre el final de la misión española en Afganistán y del último arriado de nuestra bandera. Y todo ello, por supuesto, en las circunstancias habituales de lo que ha venido ocurriendo desde el principio; la avería del avión, por ejemplo,  que debía llevar a la Vicepresidenta hasta Herat y que estuvo retenido en Turquía durante 14 horas. Lo nuestro no fue una avería, pero tuvimos una escala de casi tres horas, una madrugada de mayo de 2013, en Estambul. Y al final, después de diecisiete horas de viaje llegamos a la FSB "Camp Arena" el 3 de mayo.

Siento latente mi orgullo, mucho, de haber sido uno más de esos casi 30.000 españoles que han participado en esta misión y, además, de poder  seguir recordándololo y de contarlo y de haberla finalizado de la mejor de las maneras posibles; fundiéndome en un emotivo abrazo, ya en Palma, con los auténticos héroes de aquella aventura (siempre sostuve que la épica se quedó en casa); mi mujer, mis hijas, mi madre y mis hermanos y poder apreciar la satisfacción y el sentimiento de la misión cumplida.

Revivo con emoción los momentos de este último contingente al regresar a casa y de ser recibidos en la terminal de Barajas por un millar largo de madres, padres, esposas, maridos e hijos y siento cómo propios esos sentimientos y no entiendo cómo tras esta lección de absoluta entrega y generosidad, acompañado de muchas renuncias e inquietudes, pueda haber algún imbécil que se plantee, con chiste grueso y mal sonante las dudas acerca de la utilidad y existencia de las Fuerzas Armadas. Yo solo siento hacia ellos desprecio y compasión. Si, les compadezco por no ser capaces de sentir, no tener la inmensa fortuna de experimentar ese orgullo y esa satisfacción.

En ese difícil ejercicio mental me cuesta ver con claridad las calles y locales de la Base inmersos en un inquietante silencio, como un barco varado y abandonado en la arena y ajeno a la memoria de quienes anduvimos por ella y desarrollamos, creo que con total eficacia, el servicio que nos demandaban.

Quedarán para siempre cientos de recuerdos, asociados indefectiblemente a otros tantos sentimientos y emociones, compartidas con un numeroso grupo de excelentes profesionales.

Coincide, qué lástima, con la angustia de los familiares y compañeros de la tripulación del helicóptero del Ejercito del Aire desaparecido en el mar, en su vuelo de regreso a su Base tras finalizar otra misión. Ojalá se de un final feliz. Un abrazo, compañeros.



lunes, 19 de octubre de 2015

Bailando.

Hace unas pocas semanas, para elevar el bajo tono vital que advertía en muchos de mis allegados ante el inicio del nuevo curso -pero básicamente, por el final del verano- recomendaba escuchar una buena canción y echarse un bailecito; pero en la intimidad y nunca en público, por Dios qué bochorno!

Primera. Mucho antes de aquel post, un conocido político catalán, en uno de sus mítines para las elecciones autonómicas, dando rienda suelta a su salero, con total desinhibición y con más descaro que estilo (rancio y desmesurado, opino) se arrancó por los Queen. Poco después, animado por la sorprendente buena acogida y considerando que no nos había infligido, todavía, suficiente castigo -por aquello de la vergüenza ajena- no solo le dio por repetir sino que se permitió el lujo de alardear e incluso retar a otros políticos a seguir su ejemplo, como si eso fuera recomendable y saludable para nuestro sufrido censo electoral.  En principio y afortunadamente no cuajó, pero...

En Baleares, donde vamos a la cabeza en todo tipo de gracias, hemos elevado el umbral de la perplejidad al haber tenido que tragarnos  las imágenes de buena parte de nuestro Govern -presidenta a la cabeza- bailando -nada menos que una conga!!!!- en medio de la calle para celebrar la derogación de una ley autonómica. Puestos a asumir esta manera de congratularse por la meritoria hazaña,  ¿no había otra pieza; algo més nostro, un bot de ball, por ejemplo, ya que por ahí iban los tiros?- . Sin comentarios. Pareció el baile final de cierre de discoteca de fin de año, ya en la calle, sin música, sin voz, etc.

Hace unos días, toda una vicepresidenta se echó -dos veces- un bailecito coreografiado en el infumable programa de televisión en el cual  no importa mucho lo que se diga y donde un par de hormigas gilipollas -no encuentro nada más suave- no paran de esparcir la ración diaria de sal gorda durante casi una hora. Salió muy airosa y tal vez hizo bien. Si bailas porque bailas y si no bailas...qué sosa! o qué siesa! como dicen por el sur.

Para rematar el póker, la presidenta argentina también apuró su momento dancing y con expresión facial y gestual de chica picante comenzó a contonear sus caderas y hombros a ritmo de una canción.

No es que el baile sea una actividad al hilo de una moda o una tendencia pero no sé muy bien por qué motivo, resulta que ahora todo a mi alrededor es baile, o al menos, yo lo veo así. Acabamos de celebrar el cumpleaños de una buena amiga y como sorpresa se le ha preparado un montaje con todas las parejas de invitados a la celebración grabando un corto video doméstico en el que debíamos bailar una conocida canción. Y ahí me tienes a mí!!!, con todo mi apuro y sentido del ridículo arrancándome desde el sófa de casa y girando en torno a mi propia, moviendo caderas, piernas y brazos. Qué bochorno, papi!

Yo no pasaría jamás a la historia por haber sido un tipo bailón, (salvo en alguna que otra boda) antes al contrario, y en ningún caso imitaré a los oscarizados actores de aquella vieja película Danzad, danzad, malditos, pero de vez en cuando  ¡permíteme que insista! qué bien sienta un bailecito. Eso sí, en la intimidad, gracias. 


martes, 13 de octubre de 2015

Sábado, 10 de Octubre.

Un cuarto creciente suspendido al alba, junto a su lucero y unas pequeñas nubes que ocultan ese mágico momento; un nuevo amanecer. Patio central de la Comandancia de la Guardia Civil de Baleares. Sábado, sí, sábado; ese día de la semana en que no debería abrirse la lata de las sábanas a la misma hora que el resto de la semana. No; hoy un poco antes. A las seis y media, como si hubiera escuchado la diana (aún noche cerrada), un brinco me lleva a la ducha. Corran, corran, alféreces alumnos, corran, a formar!!!. Casi dejando el cepillo de dientes en el ascensor y en un cuarto de hora me encuentro en mi despacho enfundándome el uniforme blanco, el de las grandes ocasiones.

Al borde de las ocho de la mañana, diana floreada. Mientras un grupo de guardias y trabajadores de la empresa responsable de la preparación del evento colocan las ochocientas y pico sillas,  reposteros y banderolas, presenciamos perfectamente formados -coronel a la cabeza- y en primer tiempo de saludo,  el izado de la Bandera Nacional en su nuevo mástil. Suena el himno español y debe ser que me hago mayor; porque se me eriza el bello y elevo la mirada al cielo. Pienso en los que ahí estamos, pero también, cómo no, en los que se fueron. Se me va la memoria a mi querida plaza de la FSB Herat y sigo el proceso con idéntico sentimiento de aquellas treinta veces.

Día grande para la gente de la Guardia Civil y ahí abarco a todos; a los Guardias, desde el guardia segundo hasta al general, a los que sin ser guardias llevamos unos cuantos lustros trabajando con ellos, queriéndonos como hermanos, a nuestras familias y finalmente,  a los que nos estiman por lo que somos y  por lo que representamos y defendemos; a nuestros amigos.

Se va engalanando el patio central y las marchas militares que reproduce la megafonía, desde muy tempranito, siguen insuflando aliento a los ahí presentes, haciendo que todas esas carreras y las idas y venidas de sillas, mesas, banderas, alfombras y maceteros se hagan mucho más llevaderas.

Emociona que, después de tantos años de haber sido forzados por las circunstancias a ejercer de nómadas en este tipo de actos, podamos, por fín, regresar a nuestra casa y recibir a nuestros convidados en el mejor de nuestros enclaves, cabecera de Comandancia, vestida con sus mejores galas, y tras haber restaurado el viejo monolito levantado en "HONOR A LOS QUE DIERON SU VIDA POR ESPAÑA CALLADAMENTE". Lo agradecen los mayores, muchos de ellos auxiliados por bastones y familiares, caminando hasta el patio central entre emocionados abrazos con los compañeros que aún seguimos, gracias a Dios, dándolo todo por esta gran familia y por su trabajo.

La intensidad radiante del sol engrandece el momento y hace lucir mucho más a los que se hicieron acreedores, por sus méritos, de distinciones y recompensas y llegado el momento sabemos tragar la amargura propia, cada cual la suya y alguna compartida, al rendir homenaje a nuestros caídos. Se corta casi la respiración al comenzar la Banda Militar, con sus primeros acordes, La muerte no es el final y el viejo soneto que le acompaña y que, con la voz rota del relator -sus motivos tiene- nos hace compartir la pena por el compañero perdido.

El acto culmina con el abrazo compañero y el pequeño desfile de las diversas unidades y el vuelo bajo del helicóptero de la Guardia Civil.

Sale uno fortalecido y reconfortado al sentirse rodeado de amigos y compañeros, de familias y de representantes de Instituciones y de ciudadadanos que no quieren perderse esa exhibición de orgullo. No somos una ONG. Y algunos, incluso, se plantean la necesidad de nuestra existencia. Pues hasta para estos últimos; estamos a vuestro servicio.

VIVA LA VIRGEN DEL PILAR!
VIVA LA GUARDIA CIVIL! 
VIVA ESPAÑA!

lunes, 5 de octubre de 2015

Vive despacito

Recuerdo que hace unos cuantos años tenía un buen amigo al que su incapacidad para la comprensión, en general,  y sus ofuscaciones personales le apartaron de mi rumbo. Todavía hoy no he sido capaz de entender los motivos, pero lo cierto es que desde hace casi quince años  no nos hemos dirigido la palabra. Yo le apreciaba y quiero creer que él también a mí, pero su última despedida resultó algo tosca pero rotundamente convincente.


Compartimos los felices años de la veintena y cuando teníamos que hacer referencia al transcurso del tiempo, cada uno de nosotros usábamos una expresión; la propia preferida en cada caso. Él solía parafrasear a Serrat, pero en lugar de usar la originaria "Ara que tinc vint anys", se mofaba de sí mismo alterándola ligeramente, diciendo  fa vint anys que tinc vint anys, a pesar de que no era cierto. Yo, por mi parte, prefería algo menos prosaico pero que no se debía ni mucho menos a un arrebato de erudición, lógicamente,  sino que era la conocida leyenda de una clásica marca de relojes de pared: Tempus fugit. Lo decíamos mientras rematábamos una coca-cola y un marlboro en el Farigola y nos burlábamos recíprocamente de esa tediosa rutina verbal.

Ahora, que efectivamente han pasado veinte años y otros veinte desde aquellos primeros veinte, recuerdo aquellas tardes de dispersión y desocupación en las que no éramos conscientes de lo rápido que volaba el tiempo y a día de hoy tengo muchos más motivos que entonces para pensar que la vida pasa demasiado rápido y nosotros, como pasajeros de un tren de alta velocidad, viajamos muchas horas de cada día ajenos a ese tránsito vertiginoso.


Contemplo, sentado ante una ciudad silenciosa que veo íntegramente, una apacible tarde de primeros de octubre de dos mil quince, lo acertado que resulta el significado de aquel tempus fugit. Acabo de hacer copia de cientos de fotografías digitales de carpeta en carpeta y en la que salen retratados un montón de bebes risueños unas veces, llorones y enfurruñados otras, jugando, corriendo, soplando velas; en bañador o en ropa de esquí; con sus naricitas redondas y ojos expresivos. La mayoría de ellos -hijas, sobrinas y sobrinos-, han superado los diez años de edad y alguno, incluso,  ya pisa la Universidad. Y me quedo con ese poso de nostalgia, la resaca del tiempo vivido tan rápidamente, sin la sensación de velocidad, hasta que un día como hoy, sentado y sosegado, echo la vista hacia atrás.

Vive despacito. A mi el tiempo se me escurrió entre los dedos de las manos como la arena de la playa. Me quedaron muy claras dos cosas; lo rápido que pasa el tiempo y el concepto de la amistad. Vive despacio, amigo, pero vive intensamente; Tempus fugit...carpe diem!

lunes, 28 de septiembre de 2015

Un mundo infeliz

No quisiera transmitir debilidad ni pesimismo, pero la realidad sigue siendo muy tozuda y la actualidad, más. Al filo del alba, cuando empiezan a reactivarse mis circuitos neuronales (ya muy pocos van quedándome) y echo una mano hasta el pinganillo de la radio, que se desprendió, a Dios gracias, en algún momento de la madrugada, comienzo a recibir la información de los primeros informativos. Con mucha guasa, a veces, o con toda su crudeza, habitualmente, los titulares avanzados por la voz amable del periodista ya me van agriando el ánimo y salvo que tuviera una piel muy dura, me va calando el mal rollo.

Añoro la candidez de la  edad de la ignorancia que nos hacía creer en un mundo feliz. A medida que fuimos creciendo y estudiando la historia universal y la religión fuimos descubriendo que, desde Caín y Abel, nunca fue así. Que desde el origen de la humanidad,  su evolución  ha venido marcada por lucha, violencia y dolor. Inicialmente, justificado todo ello, en todo caso,  por el instinto de supervivencia y el pobre desarrollo intelectual del ser humano y después y hasta la fecha, por su ambición, odios absurdos y en superior medida, por la estulticia, que es mucha y por desgracia, cada vez mayor.

Siento echar jarrazos de agua helada sobre el ánimo de quien esto lea, pero el panorama no permite muchas alegrias. Veamos.

A los españoles que ya hemos superado una cierta edad y por encima de la mía, a mis mayores que respeto con todo mi afecto, las situaciones que pueden vivirse en torno al proceso catalán duelen especialmente. Pero si, además, el vínculo afectivo con Cataluña está basado en el hecho de haber nacido o haberse criado allí, el dolor es mayor. Si el resultado final del proceso trajera consigo el previsto nefasto resultado, las consecuencias podrían ser catastróficas para los catalanes, pero también para el resto de los españoles, catalanes y no catalanes. La mayoría de ellos lo saben, lo asumen y pese a ello, siguen manifestando su voluntad de lograr sus objetivos. Mientras, una gran parte silenciosa -no obstante- de su población, -los catalanes que siguen sintiéndose españoles-vive con temor la situación, (que viene de lejos) y teme, ahora sí, por su futuro. Las advertencias procedentes, no ya del "enemigo" español, sino de una extensa variedad de autoridades políticas y económicas internacionales no parece hacer mella en el entusiasmo independentista. Lo cierto, desgraciadamente, es que la euforia de unos es directamente proporcional al pánico de otros. Y a mí, me duele. Si a mi madre le sorprendiera en Barcelona una situación crítica y tuviera que ir a rescatarla, yo estaría dispuesto a tirarme del tren en cualquier estación de cercanías y auparla aunque fuera a través de la ventanilla, hasta su interior y poder salir como ya hizo hace casi ochenta años. ¿Dónde acabo de ver esa imagen? ¿Qué coño hemos aprendido?

Mientras todo esto sigue desarrollándose, cientos de miles de refugiados trepan vallas, atraviesan campos y mares de Europa jugándose el tipo en pos de un porvenir muy incierto, pero a buen seguro mucho más venturoso que el que les cabe esperar en sus pueblos y ciudades de origen.

Puede parecer una frivolidad, pero no muy descabellado, a juzgar por la impresión general,  que frente a esas imágenes podamos oponer otras similares que puedan darse a partir de esa frenética huida hacia no se sabe muy bien dónde, tras las elecciones catalanas.

En el peor de los casos, siempre nos queda el fino sentido del humor de Trueba. ¡Qué chispa tiene el tío, qué gracioso es! Desternillante.

Al borde del abismo al que han llevado algunos, no ya a su "nación" catalana, sino también al resto de España, por las repercusiones económicas y sociales que puedan darse, me asomo, entre escéptico e  incrédulo, a un pequeño balcón de ese mismo Mediterráneo, un día cualquiera de este lujoso mes de septiembre, abrazado al sencillo bienestar que me proporciona poder seguir pagando mis facturas y cumpliendo con mis deberes familiares, deseando que nada a mi alrededor empiece a desmoronarse y disfrutando gratuitamente de este cálido regalo de la naturaleza.

Mar de septiembre en Illetas, Mallorca.



lunes, 21 de septiembre de 2015

Ánimos para el nuevo curso

No se me ocurre mejor terapia que la música. Aconsejaría - si se me permite- que cada cual elija la canción que más le guste. Unos, tal vez, se remontarán a viejos éxitos que le evocan maravillosos recuerdos de días, de años pasados y devuelven por un momento ilusionantes euforias (Dignity, de Deacon Blue, me parece perfecta) Otros se decantarán por cualquier canción actual, de esas que suenan todas igual, con el odioso ritmo reggaeton de nuestras queridas adolescentes (porque reguetón no se encuentra registrada en el Diccionario de la R.A.E., por el momento). Para arrancar el motor de vuelta a las obligaciones propongo escuchar la canción favorita que cada cual tenga y echarse un bailecito, pero eso sí,  en la intimidad, a ser posible, o, en cualaquier caso, sin bochornosas exhibiciones que provocan vegüenza ajena,  como algún político....(ya me entiendes; me cuesta comprender tanto entusiasmo en un mitin)

Cerrada la sombrilla playera y recogida toda la arena del maletero del coche toca volver al uniforme del cole. Zapatos lustrosos, calcetines hasta la rodilla, la falda bien planchada y el polo de "estreno". Bien peinaditas, con la mochila cargada de libros nuevos y hueca de responsabilidades, por el momento. La primera foto del nuevo curso. Una tradición; en el portal de casa, en el ascensor, en la entrada del cole.... compartida con el chat de mamás y papás, orgullosos de sus proles y confiados en una vuelta a la normalidad. 

Llegaremos a los picos de crispación antes de que acabe el mes de septiembre y advertiremos claras muestras de fatiga cuando nos recorten, por real decreto, una hora de luz vespertina que sienta como una patada en la cara. Ahí hay drama.

Por el momento lo que procede es animarse y estimular a los colegiales a repetir la calidad de vacaciones estivales disfrutadas, si los resultados vuelven a ser buenos. Queda todo el curso pero el trabajo debe empezar desde el primer día. Terapia, terapia.¿Oído cocina?

No he alcanzado todavía ritmo de curso y ya me he dejado las dos partes proporcionales de la extra expropiada hace tres años que dicen nos van a abonar de aquí a final de enero próximo. Pues me vendrá muy bien porque en libros, material escolar, zapatos y otras prendas de vestuario he dejado tiritando la cuenta bancaria.

Traía la pila a tope de mi excursión a Menorca, pero veo que ya necesito un fin de semana peloponeso. Espero llegar con la gasolina del depósito a final de noviembre y poder ajustar ciertas cuentas con la "gastro" gallega.

Mientras me conformaré, de buen grado, con estas estiradas tardes de septiembre de suave temperatura y luz dorada y esa brisa de la noche que obliga a cerrar un poco la ventana y te manda un repelús que casi añorabas después de los sofocos veraniegos. Queda también la arcilla, su tierra, el polvo rojizo en los calcetines y zapatillas y las dos horas de martes, jueves y sábados echando el resto en la pista de tenis.

Eso, el tenis, es lo único que puedo considerar como válvula de escape y para oponer al hastío insufrible que me proporcionan las cantinelas inacabables de elecciones catalanas, los discursos huecos de quienes defienden posturas contrapuestas, declaraciones tardías de quienes, ante la gravedad de las consecuencias que pueda aportar el resultado de aquellas, vislumbran, ahora ya parece que sí, oscuros horizontes (comerciales, básicamente) y otras declaraciones, no menos sorprendentes, de determinados personajes públicos catalanes, hablando de su condición de refugiado político (Pep, refugiado en Alemania cobrando una pasta) o amenazando con emigrar a Senegal, si el resultado no es el deseado (Lluis, pero no te lleves ni la guitarra ni los beneficios de tus bodegas del Priorat. Métete en una patera y haz el viaje inverso de cuantos senegaleses se jugaron el tipo -y el de sus hijos- cruzando vallas y olas, para acabar habitando infraviviendas de arrabal y sirviendo cafés en Lavapiés - en el mejor de los casos-).

Feliz nuevo curso a todos los padres y, por supuesto, a sus niños.


lunes, 14 de septiembre de 2015

Menorca: gastronomía y paisaje

Antes de iniciar nuestro viaje vacacional a Menorca, la madrugada del lejano ya, día tres de septiembre, dejé a Rafa Nadal con su primera ronda del U.S. Open encaminada. Eso sí, parecía el dependiente-reclamo de un puesto callejero de zumos de frutas de la Quinta Avenida. Pobre! Luego veo como visten a Roger Federer y pienso que a cada cual, lo suyo, supongo.

El madrugón para alcanzar la costa norte de Mallorca y poder tomar el ferry a Ciudadela era el primer escollo al que nos enfrentábamos. Con menores por medio eso siempre puede resultar áspero. En esta ocasión no hubo problemas y antes de las siete de la mañana la actividad en casa era frenética; todo funcionaba como un reloj de cuarzo. Nervios y carreras en zigzagueos imposibles por lo minúsculo del espacio. Ni Messi me tiraría un regate en tan pocos metros.

Salimos de Alcudia con un cielo entreverado de nubes blancas y nubarrones oscurísimos, amenaza de marejadilla en la mar y oleaje intenso en el canal de Menorca. Esto presagiaba una travesía incómoda par aquellos que se marean simplemente viendo una postal de Port Aventura. Única opción y  por tanto, avance toda!



Nos recibe Menorca con una fina lluvia que nos acompaña en caudal creciente a partir de Mercadal hasta el mismísimo Mahón. A mediodía, entre San Clemente y Binibeca nos sorprende un aguacero descomunal y las escobillas limpiaparabrisas ya no dan abasto. La lluvia es torrencial y no logramos ni salir del coche; apenas para comer. Casi cien litros por metro cuadrado. Nos ha llovido más en las dos primeras horas de este viaje que en los diez septiembres que hemos veraneado en Galicia. Palabra.

La gastronomía de esta jornada inical- entre riadas, goteras, apagones de luz y algún que otro sobresalto- no nos acompaña en exceso, forzados, en parte, por la improvisación:  Restaurante La Venta de Paco, en San Luis. Nos despachan un discreto arroz caldoso de marisco que nos deja indiferentes, excepto a nuestros dedos, que quedan impregnados de un amarillo indeleble, resistente, incluso, al agua de mar. Y buen bocado en la cartera. La tarde se vuelve algo más apacible y aprovechando al límite un rayo de sol acabamos inmersos en un mar verdoso propio de final de otoño, a merced del intenso oleaje en la playa de Sa Mesquida, en la zona norte de Mahón, devolviéndosenos de esta manera, parte del gasto del viaje en esta primera jornada, pasada por agua y olas, muchas y buenas olas.

Cala Fornells constituye uno de los más afamados enclaves para comer bien en Menorca. No lo pongo en duda pero cuando se acerca uno a los tablones donde se exponen cartas y precios, a pesar de llegar hasta él sabiamente advertidos y que estamos de vacaciones, qué caray, apetece volver al coche y buscar otra opción. Resistimos y nos acercamos a Can Burdó por recomendación expresa de un conocido. Efectivamente la calidad es buena pero las raciones duelen más en la cartera que en nuestros estómagos. El dueño, pagado sobradamente a estas alturas de temporada y con hechuras de campeón de rallys, recibe muy amablemente pero al llegar la comanda a nuestra mesa adviertes que te la meten bien doblada. Pescados del día hábilmente tratados y presentados en minúsculas raciones. Al final, a la hora de las despedidas, se lo reprocho. En Galicia, con la mitad del importe de su factura me levanto de la mesa gravemente enfermo, con mucha fatiguilla y no pruebo bocado hasta el dia siguiente. De aquí salgo indemne, ileso, menudeando con las migajas que quedaron sobre el mantel. A las seis de la tarde toca merendar. Lástima!

Nos desquitamos con una agitada tarde de olas en la playa de Caballería; una de las más bellas, salvajes y naturales que pueda encontrarse en Menorca. Las rachas de fuerte viento de norte levantan una mar embravecida que hace las delicias de los surfistas y de los bañistas que simplemente disfrutamos dejándonos arrastrar unos cuantos metros hasta una orilla de fina arena rojiza.



Otra excelente opción es Cala Pregonda. En esta ocasión hemos preferido hacernos con unos generosos "pic-nics" proporcionados por nuestro lugar de alojamiento y alcanzamos en menos de veinte minutos la deseada orilla. El paisaje es espectacular. Enormes piedras cinceladas durante siglos por el duro viento de norte y extenso manto de espuma blanca. El temporal ha devuelto al ser humano y deja depositado sobre la orilla, un variado surtido de envases y bolsas de plástico. (No hay nada más deprimente que ver flotando en la orilla los restos de una cáscara de sandía). Es una lástima porque es difícil entender su procedencia. No hay rastro alguno de vivienda ni construcción en esta primera playa y es más difícil pensar que esto lo hayamos traido los excursionistas que visitamos esta playa. Me adentro en ese mar y la fuerte corriente explica un tanto ese indeseable fenómeno. En este punto se recoge todo cuanto flota unas cuantas millas más allá de donde alcanza la vista. Doy un salto a la siguiente playa, que recuerdo haber visitado hace algo más de treinta años y me quedo extasiado con su belleza y naturalidad. Existen tres edificaciones que imagino deshabitadas, ya, en esta época del año. Ante ellas siente uno un pellizco de sana envidia por el privilegio de poder presenciar cada día este hermoso espectáculo. Me ofrecería gratuitamente como guardés de cualquiera de ellas para todo el año -pensé-.







La jornada de playa la culminamos con  la imprescindible visita al Faro del Cabo de Caballería donde llegamos a escasos minutos de una mágica puesta de sol.


Para el momento de la cena tenemos mesa reservada en uno de los restaurantes más sorprendentes que hay en Mahón; 23 Can Avelino, proyectado y ejecutado con sus propias manos por José Moll "Vinent", un ex-spanair emprendedor, luchador infatigable y sanamente ambicioso que un aciago día para muchos,  de enero de 2012, decidió reinventarse a sí mismo. El local cuenta con una espectacular terraza alrededor de un  asombroso estanque azul en el cual domina, desde el centro, un viejo llaut menorquín. La oferta es, aparentemente, muy sencilla; un menú de veinte euros con dos platos, a elegir a partir de una propuesta de cuatro primeros y cuatro segundos y un postre. Además de la originalidad y excelencia de las presentaciones -cuesta un montón decidirse- la calidad es digna de los mejores restaurantes gastronómicos conocidos y al final de los postres -exquisitos todos los que probamos- y de la consiguiente pomada menorquina, se levanta uno con la satisfacción de haber disfrutado de un generoso ágape. Absolutamente recomendable. Buen trabajo, José!



La siguiente etapa nos lleva a Cala En Porter, cuya playa, popular y de fácil acceso, permite un baño similar al que proporcionaría cualquier otra playa mediterránea. Mucha gente, mucha toalla, mucha arena, mar, chiringuito, palas, velomares....en fin; prescindible. La jornada, gastronómicamente hablando, la rematamos con una discreta fideuá en un "resort" de ocio infantil, El Tobogán, en Cala Galdana, ante el cual nos rendimos por la hora -casi las cuatro de la tarde- y la presión de la prole. No obstante el precio y su calidad la colocan en buena posición, mucho mejor, en cualquier caso, que la de nuestra aciaga primera jornada de la cual aún conservo las yemas de mis dedos coloreadas.

El punto final de nuestras incursiones en el variado litoral menorquín ha sido Cala Macarella. Ante la imposibilidad de acceder desde el mar por la indisponibilidad de embarcaciones de alquiler no quedó más remedio que hacer la ruta senderista desde Cala Galdana. Casí cincuenta minutos por trayecto y seiscientos sesenta escalones de subida y bajada para acceder a una cala bonita pero en la que, pese a su gran superficie, resultó imposible extender algo más de tres toallas juntas. Al final, hartos de pisar parcelas de otros playeros, sombras, sombrillas ajenas y la más variada gama de piercings, leones, dragones, nombres y versos en todo tipo de caligrafías y lenguas, y vírgenes y personajes impresos en pieles humanas*, al fondo de la playa, sí,  bajo unos pinos, conseguimos alojar nuestras pertenencias. Si lo sé....ni me asomo a esta bonita cala de invierno.

Llegamos al final de nuestro viaje y el día de regreso, visitamos Ciudadela (su casco antiguo merece una serena visita). Hacemos esperar a nuestros estómagos a sabiendas de que la mesa está reservada en una de las más afamadas terrazas del Port Vell. El Café Balear no es una casa de comidas económica, pero no engañan. La carta de precios se dispara en cuanto se menciona el marisco rey: la langosta. En el resto, bebidas incluídas, tarifan mucho más económico que muchos restaurantes de pelo y medio (y de medio pelo, también). La ración de parrillada y marisco, por persona, es correcta; excelentes gambas y cigalas y bien tratados los dos cortes de pescado; rape y denton o lubina, pero el plato estrella lo constituye la langosta con patatas y huevos fritos. Aunque por el nombre pueda parecer una extravagancia, merece la pena probarlo. La textura de la langosta es perfecta, así como su sabor y punto de preparación. La combinación con una buena patata frita y unos huevos de corral más bien a la plancha convierten a este plato en una muy satisfactoria sorpresa.



Nos alejamos del puerto de Ciudadela con un mohín de nostalgia pintado en la cara. Dejamos atrás las vacaciones, muchos y agradables recuerdos y unos cientos de euros menos (algunos de ellos -no todos- justificadamente gastados). 

Traemos grabadas las imágenes de una joya mediterránea con un litoral sorprendente y un campo muy bello que hay que saber descubrir.

Regreso para comprobar que Nadal cayó. Sé que volverá. Yo le espero y cantará como hizo Carlos Herrera desde la Cope a las seis de la mañana del día 1 de Septiembre: "He vuelto". Yo, también.


* Con absoluto respeto a quienes y por los motivos que conducen a cada cual, deciden pasar por esa "tortura".¿Quién seré yo para opinar al respecto? Recuerdo una frase de Alex Garland, autor del libro "The Beach". Hay que conocer mucho a una persona como para poder preguntarle acerca de  sus tatuajes o de sus cicatrices. Y es cierto. 
"Scars and tattoos. You need to know someone fairly well before asking questions".

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...