Presté mi voto hace dos semanas y ¿para qué ha servido? ¿Como lo han administrado? ¿Quién y cómo quiere mercadear con él? Con lo que me rindió el penúltimo voto en las generales, mi voto, no había suficiente estímulo ni para alcanzar la mesa electoral el pasado 20 de diciembre y volver a llevar a cabo un acto de fe (ni con una pinza en la nariz) para depositar nuevamente mi(s) papeleta(s) en una fría urna. Me da más el banco y mira que dan poco. No obstante la carne es débil y el momento no está para frivolidades. Así es que me armé de paciencia y de generosidad y volví al mismo colegio de enseñanza secundaria de mi barrio a ver las misma caras, los mismos gestos y a percibir idénticas sensaciones.
Me decía Jaime B. McClane la víspera del nuevo encuentro con las urnas que; mona!, ni vestida de seda....vamos que cantaba y que se me veía más el plumero que a cualquier interventor de partido que oficia en cada jornada electoral alrededor de las mesas. Bueno no aspiro ni a simular ni disimular nada y resultará que no soy transparente.
Sigo; dejé bien envuelto mi(s) voto(s) el pasado 2011 rehén, como el resto de españoles, de una crisis galopante más negada que el propio Jesucristo por parte del apóstol Pedro y cacareado por el gallo hasta tres veces. Llegamos, tras el escrutinio final, a un nuevo estadio en el que, sujetos por una nómina y prendidos por el ierrepefe correspondiente, hemos sentido en la nuca el aliento de la gran bestia golpeando nuestros talones mientras nosostros corríamos despavoridos al tiempo que pagábamos, bien cara por cierto, cada una de sus envestidas y sacudidas: las amenazas de los hombres de negro, la intervención del Banco de España, la corrupción, los vicios de la banca y de algunos banqueros y bancarios... (en este caso, lo negro no era el traje, sino las tarjetas)
En el trayecto y en mi esfera personal y familiar también hemos padecido el impacto de la crisis. Mi mujer perdió su trabajo en una veterana compañía aérea que quebró en circunstancias quizá previsibles, pero no suficientemente aclaradas, en ningún caso relacionadas con la gestión empresarial que tampoco parecía ser ejemplar, y con la colaboración necesaria, al parecer, de algún(a) alto cargo público (posiblemente, como sonaban los rumores, para beneficiar a otro proyecto empresarial con mayor valor para los intereses del Estado - la consipiración tiene cierto sentido y a juzgar por los resultados, parecería creible-) y en cualquier caso, como consecuencia de una dura pugna de intereses contrapuestos entre el poder central y el autonómico, basado éste en absurdas ensoñaciones nacionalistas que, vaya por Dios, hace tres años, parecían más inocentes y estériles. Quién nos lo iba a decir.
El postureo político del asunto debió generar poca confianza en un grupo de inversores orientales a los que les estaba ya costando mucho trabajo convencerse de la comunión con idénticos intereses y motivaciones de los independentistas y su proyecto del hub aeroportuario barcelonés.
El resultado, tras más de veinte años de madrugones y dobletes desde las tres y cuatro de la mañana, dos destetes prematuros y jornadas de doce horas sirviendo minibares imposibles en los pasillos de MD,s -jamás la oí quejarse- fue una ligera indeminización y la cola del paro. Ante este panorama el siguiente hito, ahora que las circunstancias personales y familiares lo permitían; una misión internacional de más de seis meses en Asia Central; muy confortable, muy segura, muy enriquecedora para muchos aspectos invisibles de mi función en territorio nacional y con la ilusión (ni por esas, si seré imbécil*) de despejar mi situación profesional y avanzar en mi carrera, llegar al punto mínimo alcanzable después de más de quince años en el mismo empleo. Pero al fin y al cabo solo resultó una prolongada ausencia del hogar que, afortunadamente, salió bien, muy bien si lo comparamos con la de otros menos agraciados con el resultado final de la suya. ¿Para qué? Para eso!
Parecía que levantábamos vuelo, que se alejaban los malos vientos y los peores presagios. La economía empezaba a crecer y se acercaba el momento de volver a esbozar una sonrisa en nuestras caras (ojo, que nadie nos está regalando nada, que quede claro) y a pesar de que todavía para mucha gente las dificultades permanecen invariables, día tras día, con privaciones de lo básico. Ahí creo que todos hemos alcanzado una gran conciencia social y, menos mal, ha crecido la solidaridad y la ayuda al prójimo y somos más generosos en la parroquia, en el súper, incluso en el semáforo.
Y después de todo esto -insisto- volvemos a las urnas y nos sale un pan como unas hostias y un panorama desolador donde hasta la Merckel tiene dudas de a quién felicitar por el resultado de las elecciones porque no parece nada claro quién va a ser el primero en recibir más noes que síes en la primera propuesta de candidato. Y todo ello bajo la amenaza real de unas nuevas elecciones. JA!
Pues no con mi voto. Mira mi dedo, corazón.
*Junto a mi tarjeta de embarque para aquel vuelo con destino a Herat, llevaba una fotocopia de la resolución que me privaba definivamente de mi derecho al ascenso. Tragué la bilis correspondiente y me subí a ese avión a pesar de todo. Tal vez otro habría exigido que desembarcaran su equipaje a pie de pista.
Parecía que levantábamos vuelo, que se alejaban los malos vientos y los peores presagios. La economía empezaba a crecer y se acercaba el momento de volver a esbozar una sonrisa en nuestras caras (ojo, que nadie nos está regalando nada, que quede claro) y a pesar de que todavía para mucha gente las dificultades permanecen invariables, día tras día, con privaciones de lo básico. Ahí creo que todos hemos alcanzado una gran conciencia social y, menos mal, ha crecido la solidaridad y la ayuda al prójimo y somos más generosos en la parroquia, en el súper, incluso en el semáforo.
Y después de todo esto -insisto- volvemos a las urnas y nos sale un pan como unas hostias y un panorama desolador donde hasta la Merckel tiene dudas de a quién felicitar por el resultado de las elecciones porque no parece nada claro quién va a ser el primero en recibir más noes que síes en la primera propuesta de candidato. Y todo ello bajo la amenaza real de unas nuevas elecciones. JA!
Pues no con mi voto. Mira mi dedo, corazón.
*Junto a mi tarjeta de embarque para aquel vuelo con destino a Herat, llevaba una fotocopia de la resolución que me privaba definivamente de mi derecho al ascenso. Tragué la bilis correspondiente y me subí a ese avión a pesar de todo. Tal vez otro habría exigido que desembarcaran su equipaje a pie de pista.