La vez que más cerca he estado de ganar el gordo de Navidad ha sido aguardando mi turno en la cola de ventanilla para comprar el correspondiente décimo. Ahí o cuando en el informativo del mediodía de cada 22 de diciembre salen las inevitables imágenes de cientos de afortunados rociando con cavas y otros espumosos a todo cuanto les rodea, llenos de júbilo. Nunca faltan, en esa cita anual, el vasito de plástico, el feliz lotero y la exultante vecina del entresuelo C, en zapatillas y bata (como las que vendía en los orígenes de su imperio Amancio Ortega, más o menos en los tiempos de la primera entrega de la Guerra de las Galaxias)
Nunca he tenido muchas esperanzas de verme agraciado por la fortuna de la lotería, a pesar de lo cual, como todo hijo de vecino no disimulo mi ilusión por pillar un pellizquito. En esto, como en otras cuestiones de la vida, a veces no consiste en comprar muchos boletos; si te ha de tocar, con llevar un número basta, como una especie de pagana predestinación y poder convertir el alma feliz y humilde en cuerpo físico rico y consumista. Es lo que tiene el juego, que puede transformar a las personas si no tienen la cabeza suficientemente acondicionada para asumir ese cambio.
Recientemente he leído un artículo interesante sobre lo que les ocurrió a algunos de los ganadores de premios importantes de loterías y otros sorteos. Parece difícil de creeer pero muchos de ellos sucumbieron en el tránsito de modesto ciudadano a millonario y vieron desaparecer sus fortunas y acabaron arruinados moralmente. Algunos, víctimas del engaño y otros de la falta de criterio para asimilar que al final, el dinero no lo es todo y se dejaron llevar por esa fiebre consumista, rodeados en principio del lujo y la ostentación.
No digo yo que no me daría un pequeño caprichito, pero en función de lo que pueda tocar con un simple décimo, creo que mi vida no iba a cambiar sustancialmente. No creo que dejase de trabajar; me explico, mi trabajo no es una losa insoportable. Es bueno de llevar y en determinadas circunstancias hay suficientes refranes apropiados para aceptar determinadas cargas y el trabajo, insisto, no lo es. Otra cosa es el sentido que pueda darle a determinadas facetas del tipo de trabajo y de tener que continuar tolerando alguna cisrunstancia que reconozco como objetivamente mejorable. Ahí lo dejo.
Lo que no descartaría es tomarme la vida de otra manera y después de lo visto en la jornada de ayer....
Feliz sorteo y suerte. Creo que la necesitamos.
Lo que no descartaría es tomarme la vida de otra manera y después de lo visto en la jornada de ayer....
Feliz sorteo y suerte. Creo que la necesitamos.
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