martes, 13 de octubre de 2015

Sábado, 10 de Octubre.

Un cuarto creciente suspendido al alba, junto a su lucero y unas pequeñas nubes que ocultan ese mágico momento; un nuevo amanecer. Patio central de la Comandancia de la Guardia Civil de Baleares. Sábado, sí, sábado; ese día de la semana en que no debería abrirse la lata de las sábanas a la misma hora que el resto de la semana. No; hoy un poco antes. A las seis y media, como si hubiera escuchado la diana (aún noche cerrada), un brinco me lleva a la ducha. Corran, corran, alféreces alumnos, corran, a formar!!!. Casi dejando el cepillo de dientes en el ascensor y en un cuarto de hora me encuentro en mi despacho enfundándome el uniforme blanco, el de las grandes ocasiones.

Al borde de las ocho de la mañana, diana floreada. Mientras un grupo de guardias y trabajadores de la empresa responsable de la preparación del evento colocan las ochocientas y pico sillas,  reposteros y banderolas, presenciamos perfectamente formados -coronel a la cabeza- y en primer tiempo de saludo,  el izado de la Bandera Nacional en su nuevo mástil. Suena el himno español y debe ser que me hago mayor; porque se me eriza el bello y elevo la mirada al cielo. Pienso en los que ahí estamos, pero también, cómo no, en los que se fueron. Se me va la memoria a mi querida plaza de la FSB Herat y sigo el proceso con idéntico sentimiento de aquellas treinta veces.

Día grande para la gente de la Guardia Civil y ahí abarco a todos; a los Guardias, desde el guardia segundo hasta al general, a los que sin ser guardias llevamos unos cuantos lustros trabajando con ellos, queriéndonos como hermanos, a nuestras familias y finalmente,  a los que nos estiman por lo que somos y  por lo que representamos y defendemos; a nuestros amigos.

Se va engalanando el patio central y las marchas militares que reproduce la megafonía, desde muy tempranito, siguen insuflando aliento a los ahí presentes, haciendo que todas esas carreras y las idas y venidas de sillas, mesas, banderas, alfombras y maceteros se hagan mucho más llevaderas.

Emociona que, después de tantos años de haber sido forzados por las circunstancias a ejercer de nómadas en este tipo de actos, podamos, por fín, regresar a nuestra casa y recibir a nuestros convidados en el mejor de nuestros enclaves, cabecera de Comandancia, vestida con sus mejores galas, y tras haber restaurado el viejo monolito levantado en "HONOR A LOS QUE DIERON SU VIDA POR ESPAÑA CALLADAMENTE". Lo agradecen los mayores, muchos de ellos auxiliados por bastones y familiares, caminando hasta el patio central entre emocionados abrazos con los compañeros que aún seguimos, gracias a Dios, dándolo todo por esta gran familia y por su trabajo.

La intensidad radiante del sol engrandece el momento y hace lucir mucho más a los que se hicieron acreedores, por sus méritos, de distinciones y recompensas y llegado el momento sabemos tragar la amargura propia, cada cual la suya y alguna compartida, al rendir homenaje a nuestros caídos. Se corta casi la respiración al comenzar la Banda Militar, con sus primeros acordes, La muerte no es el final y el viejo soneto que le acompaña y que, con la voz rota del relator -sus motivos tiene- nos hace compartir la pena por el compañero perdido.

El acto culmina con el abrazo compañero y el pequeño desfile de las diversas unidades y el vuelo bajo del helicóptero de la Guardia Civil.

Sale uno fortalecido y reconfortado al sentirse rodeado de amigos y compañeros, de familias y de representantes de Instituciones y de ciudadadanos que no quieren perderse esa exhibición de orgullo. No somos una ONG. Y algunos, incluso, se plantean la necesidad de nuestra existencia. Pues hasta para estos últimos; estamos a vuestro servicio.

VIVA LA VIRGEN DEL PILAR!
VIVA LA GUARDIA CIVIL! 
VIVA ESPAÑA!

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