No se me ocurre mejor terapia que la música. Aconsejaría - si se me permite- que cada cual elija la canción que más le guste. Unos, tal vez, se remontarán a viejos éxitos que le evocan maravillosos recuerdos de días, de años pasados y devuelven por un momento ilusionantes euforias (Dignity, de Deacon Blue, me parece perfecta) Otros se decantarán por cualquier canción actual, de esas que suenan todas igual, con el odioso ritmo reggaeton de nuestras queridas adolescentes (porque reguetón no se encuentra registrada en el Diccionario de la R.A.E., por el momento). Para arrancar el motor de vuelta a las obligaciones propongo escuchar la canción favorita que cada cual tenga y echarse un bailecito, pero eso sí, en la intimidad, a ser posible, o, en cualaquier caso, sin bochornosas exhibiciones que provocan vegüenza ajena, como algún político....(ya me entiendes; me cuesta comprender tanto entusiasmo en un mitin)
Cerrada la sombrilla playera y recogida toda la arena del maletero del coche toca volver al uniforme del cole. Zapatos lustrosos, calcetines hasta la rodilla, la falda bien planchada y el polo de "estreno". Bien peinaditas, con la mochila cargada de libros nuevos y hueca de responsabilidades, por el momento. La primera foto del nuevo curso. Una tradición; en el portal de casa, en el ascensor, en la entrada del cole.... compartida con el chat de mamás y papás, orgullosos de sus proles y confiados en una vuelta a la normalidad.
Llegaremos a los picos de crispación antes de que acabe el mes de septiembre y advertiremos claras muestras de fatiga cuando nos recorten, por real decreto, una hora de luz vespertina que sienta como una patada en la cara. Ahí hay drama.
Llegaremos a los picos de crispación antes de que acabe el mes de septiembre y advertiremos claras muestras de fatiga cuando nos recorten, por real decreto, una hora de luz vespertina que sienta como una patada en la cara. Ahí hay drama.
Por el momento lo que procede es animarse y estimular a los colegiales a repetir la calidad de vacaciones estivales disfrutadas, si los resultados vuelven a ser buenos. Queda todo el curso pero el trabajo debe empezar desde el primer día. Terapia, terapia.¿Oído cocina?
No he alcanzado todavía ritmo de curso y ya me he dejado las dos partes proporcionales de la extra expropiada hace tres años que dicen nos van a abonar de aquí a final de enero próximo. Pues me vendrá muy bien porque en libros, material escolar, zapatos y otras prendas de vestuario he dejado tiritando la cuenta bancaria.
Traía la pila a tope de mi excursión a Menorca, pero veo que ya necesito un fin de semana peloponeso. Espero llegar con la gasolina del depósito a final de noviembre y poder ajustar ciertas cuentas con la "gastro" gallega.
Mientras me conformaré, de buen grado, con estas estiradas tardes de septiembre de suave temperatura y luz dorada y esa brisa de la noche que obliga a cerrar un poco la ventana y te manda un repelús que casi añorabas después de los sofocos veraniegos. Queda también la arcilla, su tierra, el polvo rojizo en los calcetines y zapatillas y las dos horas de martes, jueves y sábados echando el resto en la pista de tenis.
Eso, el tenis, es lo único que puedo considerar como válvula de escape y para oponer al hastío insufrible que me proporcionan las cantinelas inacabables de elecciones catalanas, los discursos huecos de quienes defienden posturas contrapuestas, declaraciones tardías de quienes, ante la gravedad de las consecuencias que pueda aportar el resultado de aquellas, vislumbran, ahora ya parece que sí, oscuros horizontes (comerciales, básicamente) y otras declaraciones, no menos sorprendentes, de determinados personajes públicos catalanes, hablando de su condición de refugiado político (Pep, refugiado en Alemania cobrando una pasta) o amenazando con emigrar a Senegal, si el resultado no es el deseado (Lluis, pero no te lleves ni la guitarra ni los beneficios de tus bodegas del Priorat. Métete en una patera y haz el viaje inverso de cuantos senegaleses se jugaron el tipo -y el de sus hijos- cruzando vallas y olas, para acabar habitando infraviviendas de arrabal y sirviendo cafés en Lavapiés - en el mejor de los casos-).
Feliz nuevo curso a todos los padres y, por supuesto, a sus niños.
No he alcanzado todavía ritmo de curso y ya me he dejado las dos partes proporcionales de la extra expropiada hace tres años que dicen nos van a abonar de aquí a final de enero próximo. Pues me vendrá muy bien porque en libros, material escolar, zapatos y otras prendas de vestuario he dejado tiritando la cuenta bancaria.
Traía la pila a tope de mi excursión a Menorca, pero veo que ya necesito un fin de semana peloponeso. Espero llegar con la gasolina del depósito a final de noviembre y poder ajustar ciertas cuentas con la "gastro" gallega.
Mientras me conformaré, de buen grado, con estas estiradas tardes de septiembre de suave temperatura y luz dorada y esa brisa de la noche que obliga a cerrar un poco la ventana y te manda un repelús que casi añorabas después de los sofocos veraniegos. Queda también la arcilla, su tierra, el polvo rojizo en los calcetines y zapatillas y las dos horas de martes, jueves y sábados echando el resto en la pista de tenis.
Eso, el tenis, es lo único que puedo considerar como válvula de escape y para oponer al hastío insufrible que me proporcionan las cantinelas inacabables de elecciones catalanas, los discursos huecos de quienes defienden posturas contrapuestas, declaraciones tardías de quienes, ante la gravedad de las consecuencias que pueda aportar el resultado de aquellas, vislumbran, ahora ya parece que sí, oscuros horizontes (comerciales, básicamente) y otras declaraciones, no menos sorprendentes, de determinados personajes públicos catalanes, hablando de su condición de refugiado político (Pep, refugiado en Alemania cobrando una pasta) o amenazando con emigrar a Senegal, si el resultado no es el deseado (Lluis, pero no te lleves ni la guitarra ni los beneficios de tus bodegas del Priorat. Métete en una patera y haz el viaje inverso de cuantos senegaleses se jugaron el tipo -y el de sus hijos- cruzando vallas y olas, para acabar habitando infraviviendas de arrabal y sirviendo cafés en Lavapiés - en el mejor de los casos-).
Feliz nuevo curso a todos los padres y, por supuesto, a sus niños.
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