lunes, 19 de octubre de 2015

Bailando.

Hace unas pocas semanas, para elevar el bajo tono vital que advertía en muchos de mis allegados ante el inicio del nuevo curso -pero básicamente, por el final del verano- recomendaba escuchar una buena canción y echarse un bailecito; pero en la intimidad y nunca en público, por Dios qué bochorno!

Primera. Mucho antes de aquel post, un conocido político catalán, en uno de sus mítines para las elecciones autonómicas, dando rienda suelta a su salero, con total desinhibición y con más descaro que estilo (rancio y desmesurado, opino) se arrancó por los Queen. Poco después, animado por la sorprendente buena acogida y considerando que no nos había infligido, todavía, suficiente castigo -por aquello de la vergüenza ajena- no solo le dio por repetir sino que se permitió el lujo de alardear e incluso retar a otros políticos a seguir su ejemplo, como si eso fuera recomendable y saludable para nuestro sufrido censo electoral.  En principio y afortunadamente no cuajó, pero...

En Baleares, donde vamos a la cabeza en todo tipo de gracias, hemos elevado el umbral de la perplejidad al haber tenido que tragarnos  las imágenes de buena parte de nuestro Govern -presidenta a la cabeza- bailando -nada menos que una conga!!!!- en medio de la calle para celebrar la derogación de una ley autonómica. Puestos a asumir esta manera de congratularse por la meritoria hazaña,  ¿no había otra pieza; algo més nostro, un bot de ball, por ejemplo, ya que por ahí iban los tiros?- . Sin comentarios. Pareció el baile final de cierre de discoteca de fin de año, ya en la calle, sin música, sin voz, etc.

Hace unos días, toda una vicepresidenta se echó -dos veces- un bailecito coreografiado en el infumable programa de televisión en el cual  no importa mucho lo que se diga y donde un par de hormigas gilipollas -no encuentro nada más suave- no paran de esparcir la ración diaria de sal gorda durante casi una hora. Salió muy airosa y tal vez hizo bien. Si bailas porque bailas y si no bailas...qué sosa! o qué siesa! como dicen por el sur.

Para rematar el póker, la presidenta argentina también apuró su momento dancing y con expresión facial y gestual de chica picante comenzó a contonear sus caderas y hombros a ritmo de una canción.

No es que el baile sea una actividad al hilo de una moda o una tendencia pero no sé muy bien por qué motivo, resulta que ahora todo a mi alrededor es baile, o al menos, yo lo veo así. Acabamos de celebrar el cumpleaños de una buena amiga y como sorpresa se le ha preparado un montaje con todas las parejas de invitados a la celebración grabando un corto video doméstico en el que debíamos bailar una conocida canción. Y ahí me tienes a mí!!!, con todo mi apuro y sentido del ridículo arrancándome desde el sófa de casa y girando en torno a mi propia, moviendo caderas, piernas y brazos. Qué bochorno, papi!

Yo no pasaría jamás a la historia por haber sido un tipo bailón, (salvo en alguna que otra boda) antes al contrario, y en ningún caso imitaré a los oscarizados actores de aquella vieja película Danzad, danzad, malditos, pero de vez en cuando  ¡permíteme que insista! qué bien sienta un bailecito. Eso sí, en la intimidad, gracias. 


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