lunes, 26 de octubre de 2015

Adios, Herat.

No me imagino sus calles vacías ni la plaza de España sin el bullicio propio del solemne izado de bandera de los lunes, ni de otras formaciones para recepciones diversas, ni la cantina a oscuras y mucho menos el comedor en un permanente y hueco silencio. Tampoco me resulta sencillo hacerme a la idea de una lavandería desierta o de la capilla sin homilías y sin el  cántico de aquel abnegado coro de voluntarios. Y el ROLE 2, sin enfermos, sin enfermeros, ni médicos, ni ambulancias en la entrada.  Han pasado casi dos años desde que el 24 relevo abandonamos la Base de Herat y todavía, como quien dice, me suenan próximas y recientes las imágenes y los aromas de nuestra permanencia en Afganistán durante seis meses y pico. 

Por eso me asaltan muchos recuerdos de mi experiencia y de los momentos allí vividos al leer las informaciones sobre el final de la misión española en Afganistán y del último arriado de nuestra bandera. Y todo ello, por supuesto, en las circunstancias habituales de lo que ha venido ocurriendo desde el principio; la avería del avión, por ejemplo,  que debía llevar a la Vicepresidenta hasta Herat y que estuvo retenido en Turquía durante 14 horas. Lo nuestro no fue una avería, pero tuvimos una escala de casi tres horas, una madrugada de mayo de 2013, en Estambul. Y al final, después de diecisiete horas de viaje llegamos a la FSB "Camp Arena" el 3 de mayo.

Siento latente mi orgullo, mucho, de haber sido uno más de esos casi 30.000 españoles que han participado en esta misión y, además, de poder  seguir recordándololo y de contarlo y de haberla finalizado de la mejor de las maneras posibles; fundiéndome en un emotivo abrazo, ya en Palma, con los auténticos héroes de aquella aventura (siempre sostuve que la épica se quedó en casa); mi mujer, mis hijas, mi madre y mis hermanos y poder apreciar la satisfacción y el sentimiento de la misión cumplida.

Revivo con emoción los momentos de este último contingente al regresar a casa y de ser recibidos en la terminal de Barajas por un millar largo de madres, padres, esposas, maridos e hijos y siento cómo propios esos sentimientos y no entiendo cómo tras esta lección de absoluta entrega y generosidad, acompañado de muchas renuncias e inquietudes, pueda haber algún imbécil que se plantee, con chiste grueso y mal sonante las dudas acerca de la utilidad y existencia de las Fuerzas Armadas. Yo solo siento hacia ellos desprecio y compasión. Si, les compadezco por no ser capaces de sentir, no tener la inmensa fortuna de experimentar ese orgullo y esa satisfacción.

En ese difícil ejercicio mental me cuesta ver con claridad las calles y locales de la Base inmersos en un inquietante silencio, como un barco varado y abandonado en la arena y ajeno a la memoria de quienes anduvimos por ella y desarrollamos, creo que con total eficacia, el servicio que nos demandaban.

Quedarán para siempre cientos de recuerdos, asociados indefectiblemente a otros tantos sentimientos y emociones, compartidas con un numeroso grupo de excelentes profesionales.

Coincide, qué lástima, con la angustia de los familiares y compañeros de la tripulación del helicóptero del Ejercito del Aire desaparecido en el mar, en su vuelo de regreso a su Base tras finalizar otra misión. Ojalá se de un final feliz. Un abrazo, compañeros.



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