miércoles, 9 de diciembre de 2015

El grinch

El grinch que habita en mí debió de  quedarse traspuesto después de una de esas comidas de empresa, de gimnasio o de papis/mamis de colegio en que, llegados a estas fechas y entre el segundo plato y los postres, dejan en naufragio unos cuantos matrimonios por culpa de los juegos bajo mesa. (aleeertaaa!!, estas cosas pasan)


Acababa de asisitir al acto de celebración de nuestra Constitución en un marco incomparable (como dicen los cursis) digno de la ocasión; la terraza del Palacio de la Almudaina y una copita de exquisito vinito blanco de Binissalem. Me desmarqué un poco, huyendo de la idea de grupo y preferí elegir yo mis compañías tratando de compartir con quien yo quisiera la excelencia del momento, para recuperarme, entre otras cosas,  tras la encomiable lectura de unos pocos artículos -en tono solemne- del mitin gratuito de una autoridad coyuntural, como si estuviera en la plaza de Vista Alegre, en esa mañana soleada frente al gran mare, brillante y apacible. Me molestaba un tanto, eso sí, la gorra y le dí cobijo, como es usual en mí, debajo de mi brazo izquierdo (así está la pobre, veinticinco añitos ahí alojada). Viejos conocidos y muchos  amigos elegantemente vestidos, uniforme de gala unos y correctísima etiqueta otros. Las chicas de un partido si que saben vestirse para la ocasión; se lavan la cara, se peinan y desprenden aromas frescos y sobrios y es un placer compartir unos traguitos con ellas (alguna, un poco exagerada debió confundir esta celebración con una boda o con la noche de fin de año y lucía un vertiginoso escote dorsal que descendía desde los hombros hasta más abajo de la quinta lumbar). También hubo quien prefirió mantener su línea de casual wear habitual; su terno soso entre pardo y grisáceo, resistiéndose a que el acero de una plancha rectifique las arrugas de un lavado express (lacito negro incluído, no sé muy bien por qué, ni me importa). Admirada L. : no merece la pena  desgastar una sola línea en determinadas indumentarias. Y además, estamos de acuerdo.

Paseaba, en esa trasposición, por una calle sin terrazas de cafés abiertas -esperando referéndum- buscando la tienda de los deseos. Al fín la hallé. Abrí la puerta y salió a mi encuentro una joven muchacha con un aparatoso piercing en sus labios.

- ¿Que tal, tron, te puedo echar una mano? (he de decir que mi percha, apostura y uniforme merecían, a mi personal juicio, mejor consideración, pero ya se sabe que hoy en día....)

Mi lengua casi me estrangula antes de emitir un leve balbuceo. Finalmente me enfrenté a su tosca mirada y  envalentonado por el primoroso ardor del blanquito arranqué en mi petición.

-Vamos a ver, quisiera un poco de PAZ....(antes lo pedíamos para Oriente Medio, pero hoy en día cabe en cualquier casa, barriada, comunidad autónoma, país, etc...)

- Uy, qué lástima! acabo de vender la última cajita que me quedaba. He ido a buscar al almacén pero no me queda nada. Este año, verás, se ha agotado enseguida, con la que está cayendo por ahí...

- Joder, joder, pensé, tenía que haber venido antes. En fin, pues mira a ver si puedo llevarme un par de cajitas de ESPERANZA.

-Ja! -espetó estruendosamente al tiempo que dibujaba una sonora palmada en el aire- justamente acaba de venir un candidato y se ha llevado to-das. Debe ser que no lo tiene muy claro, ya sabes. (añadió con sorna)

- Pues si que vamos bien. Si te pido ILUSION?

- Mira, eso lo vendemos a granel pero así entre nosotros, no es de muy buena calidad, creo que procede de Taiwan y con esto de las imitaciones, los productores españoles están cerrando sus fábricas y es difícil encontrarla mejor.

 - ¿Y AMOR? (pregunté ya desesperado y con cierto  rubor)

- Bueno, muchachote, eso podríamos arreglarlo aquí atrás, en la trastienda....

- No, verás, no me refería a ese tipo de amor. Hablo de algo más sólido, más generoso y espiritual, más elevado, entiéndeme.

- Que va, no recuerdo muy bien cuando se agotó.

- Pues si que vamos bien, dije en voz alta y con tono de absoluta frustración. ¿Y qué me puedo llevar como deseo estrella para estas fiestas y para mis amigos y familiares?

Cerré la puerta de la tienda tras de mí con una inquietante desazón y una caja envuelta en papel morado y con un aburrido nudo. La observé detenidamente y opté por tirarla en la primera papelera que encontré en mi camino.

Lo único que pude llevarme fueron MIS MEJORES DESEOS PARA EL SOLSTICIO DE INVIERNO 2015.

Y claro, hasta ahí podríamos llegar.

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