lunes, 31 de diciembre de 2018

La mesa de Navidad

Es el lugar donde se encuentran, al final de cada año, las emociones personales con los recuerdos de toda la vida y donde nos refugiamos cuando buscamos entre los pliegues de la nostalgia a los que ya no están entre nosotros. Es algo más que un lugar donde degustar unos productos un poco más especiales que el resto del año. Basta, a veces, con un sorbito de un buen vino, una tosta con una punta de foie o un bocado a un buen sargo o a una lubina. Escudriñas disimuladamente por encima del mantel y al compás del tintineo de cubiertos y cristalería el corazón galopa a un ritmo agitado. Es un sonido interior que no se puede controlar y muy especialmente cuando menos comensales hay alrededor de la mesa.

Un último paseo por la vieja ciudad donde encontrarse con el "todo Palma de toda la vida"; padres, hijos, abuelos de otra época, de un ayer que se prolonga desde hace tantos años que casi ya ni recuerdas. Lo más inusual, este año, la temperatura; una hora después de la puesta del sol, rondábamos los 15 grados, ni siquiera una ligera brisa que forzase a subirse el cuello del gabán, en todo caso obligaba más a desprenderse de la prenda y colgarla del brazo.

En los soportales de Jaime III un torbellino de familias y peatones. Todos colgados del guasap, ajenos al curso de la vida que baja hasta el Borne y se cuela entre las calles adyacentes. Las persianas de muchos de los locales ya echadas y al final, el único, el gran ogro comercial, el mastodonte de las siete plantas es el único que facilita la ultima compra; desde la bisutería mas sencilla hasta el bocadito más singular para rematar la culinaria más exigente. Esto es así y punto.

Mientras la lubina adquiere el punto en el horno, suena de fondo el discurso del Rey. No es una película, forma parte también de la tradición aunque a los más veteranos nos hayan cambiado el timbre de la voz, los retratos del fondo y la gravedad de las palabras. Antes lo oíamos sin escucharlo y hoy, paradójicamente, lo escuchan sin haberlo oído, a juzgar por la severa crítica del mensaje en alguna comunidad autónoma donde no lo retransmiten y sin embargo los medios más beligerantes con la Institución se afanan en desmenuzar, con mascarilla y pinzas, cada una de las palabras y los pliegues de voz para reinterpretar una y mil veces cada gesto, cada acento....es insoportable.

La cena transcurre sin el bullicio que aportan los seres más pequeños. En la mía, este año, los pies de todos los comensales reposan sobre el suelo. Ya no cuelgan desde el borde de la silla un par de juegos de leotardos granates o verdes o beige como antaño, inquietos y agitados. No hay, al final, una avalancha de manos sobre los polvorones ni sobre el turrón cortado. Sosiego y digestión apacible mientras de fondo se suceden los éxitos musicales de los ochenta y la televisión apagada, a Dios gracias.

A la mañana siguiente sobre el mantel de la misma mesa se presenta al panetone; otra aportación no muy reciente a la gastronomía de estas fechas y que acompaña la banda sonora de la apertura de salón y regalos, aquellos payasos que cantaban a coro y a grito pelado la banda sonora de las infancias que por aquí circularon. Ya no hay playmobiles ni muñecas ni cocinitas. No hace falta recurrir a la caja de las pilas. Sólo en el parque pasean los cochecitos de bebé y alguna bicicleta. Y a un vecino lejano le ha caído un recortador de setos.....la que me lleva liando toda la mañana.

El día de San Esteban -dieciocho grados, playa y baño en el mar- volvemos al mantel y conservando la tradición gastronómica, los canalones de toda la vida....suma y sigue.

Queda la nochevieja, la fiesta pagana de la Navidad, pero de eso ya hablaremos otro día.....


lunes, 24 de diciembre de 2018

Es Navidad pero Laura no está

Laura no está. Laura no volverá a su casa esta Navidad. Laura no aprovechará los primeros días de sus vacaciones para hacer sus compras navideñas. Laura no podrá abrazar a sus padres, ni a sus hermanos, ni a sus sobrinos. Laura no podrá volver a besar a su novio. Laura no podrá rescatar el árbol  de Navidad de su trastero ni adornarlo como solía hacer todos  los años antes de aceptar ese trabajo para el que tanto había estudiado. Laura no podrá celebrar el regreso a casa con sus amigas una de esas tardes de chicas, de cañas y tapas después de haber entrado y salido de cientos de tiendas. Laura no podrá aprovechar una noche de lunes para ir al cine a ver esa película que ya habían estrenado un tiempo atrás pero que reservaba para ver con alguien muy especial. Laura no llegará, como solía, un poquito antes a la casa de sus padres esta Nochebuena para echar una mano en la cocina, para preparar la mesa con la vajilla y la cristalería de las grandes ocasiones y para contarle a la abuela cómo le está resultando esa nueva etapa profesional. Laura no se sentará en su sitio en esa mesa compartida con todos los familiares para cumplir así con la tradición  como venía haciendo desde que tenía uso de razón. Laura no podrá brindar con cava y turrones por la felicidad de las fiestas y por los mejores deseos para el nuevo año. Laura no podrá recibir ni entregar los regalos de sus padres, de sus hermanos, de su novio  o de esa amiga invisible.

Laura ha sido la última víctima conocida de ese espeluznante rosario de crímenes incomprensibles, innecesarios, inexplicables, inoportunos siempre, injustificables ni por enfermedades mentales, ni por desviaciones de conductas ni, muchísimo menos por esos equivocados conceptos de la supremacía machista de tipos despreciables.

Laura se fue impregnada por el aroma repugnante de un chulo criminal que decidió que era para él aquella nueva vecina que salía a hacer un poco de ejercicio; por las buenas o por las peores. Laura tuvo que soportar el manoseo indecente y sucio de un asesino que gozaba de una libertad injusta -lo siento- y soportar el aliento putrefacto de un tipo chungo que apesta a vicio descontrolado.

Es Navidad, celebraremos la nochebuena y muy probablemente nos sentaremos en la mesa familiar, cenaremos algunas exquisiteces, brindaremos con cava o champán, degustaremos turrones y alfajores pero Laura no se sentará ya en la mesa.

Como hijo, esposo y padre, pero principalmente como ser humano, como ciudadano de una sociedad del siglo XXI, siento una infinita repugnancia por ese tipo de monstruos indignos de piedad ni misericordia, carne de presidio del cual no deberían ausentarse bajo la garantía, para los ciudadanos, del cumplimiento de una pena adecuada a su crimen, la que legalmente quepa y la que decentemente merezca nuestra sociedad.

Jamás deberíais correr por miedo ni por temor, ni sentiros amenazadas por la presencia o las miradas o el acoso de un cerdo criminal que se ha encaprichado de una mujer. Un ser repugnante que además se conoce al dedillo todos los beneficios del régimen penitenciario y que actúa al filo de la pena menor, no sea que en caso de que le descubran le caiga una mayor condena.... 

Es Navidad y, desgraciadamente, Laura no está. Ni Laura ni Jennifer, ni María del Pilar, ni María Adela, ni Paz, ni Dolores, ni Patricia, ni Doris, ni María José, ni Silvia, ni Mar, ni María Soledad, ni Josefa, ni Magdalena, ni Francisca de Jesús, ni Raquel, ni Marta, ni Maribel, ni Cristina, ni Ali, ni María Judith, ni María Isabel, ni Mari Paz, ni Leyre, ni Ana Belén, ni Estela, ni Ivanka, ni Lola, ni Eva, ni Yésica, ni Joeh Esther, ni María de los Ángeles, ni Nuria, Maguette, ni Manoli, ni Ana, ni Aicha, ni Fátima, ni Yolanda, ni Sacramento*...quisiera cerrar para siempre la lista, pero me temo que va a resultar difícil.


*https://elpais.com/politica/2018/07/19/actualidad/1531992228_517680.html

lunes, 17 de diciembre de 2018

Agitando el avispero

En ocasiones la memoria puede resultar muy selectiva y basta que uno se proponga acordarse de una cosa para que, esa misma memoria, que es muy caprichosa, altere la veracidad de los hechos recordados o realce el detalle superfluo por encima de lo que realmente tiene más importancia.

En el proceso colectivo de la recuperación de la memoria histórica se pasan por encima determinados detalles que para algunos carecen de importancia y gravedad mientras que para otros sigue resultando hiriente. Hace unos días, una de esas madrugadas donde el sueño lo corta una sintonía que se cuela en el guión de la noche me quedé literalmente colgado de una entrevista que hacían a una prestigiosa y veterana científica española. Por su edad, cobra mayor mérito no sólo haber podido dedicarse al estudio  y a la investigación sino haber obtenido, además, el respeto y reconocimiento tanto nacional como internacional por el resultado de sus años de trabajo. A lo largo del programa, con una voz ligeramente titubeante y entrecortada al rememorar hechos íntimos relativos a sus ancestros, iba desgranando diversos períodos de su vida, haciendo especial hincapié en sus primeros años. Decía que sus padres se casaron poco antes de nuestra luctuosa y lamentable guerra civil y siendo su padre liberal y republicano, por su profesión se vio obligado a tratar de poner a salvo a toda una congregación de monjas que servían en el centro del cual él era  director. Para evitar que fueran acosadas, atacadas y quién sabe, violadas y asesinadas, les sugirió que dejaran de hacer uso de sus hábitos y vistieran prendas civiles. Le costó mucho convencerlas pero gracias a ello salvaron sus vidas y siguieron atendiendo a los cuidados de los internos. Tuvieron la suerte que a otros les faltó. 

Hablando exclusivamente de ciudadanos y dejando de lado a los que gobernaron antes, durante y después de la guerra, hoy en día, ochenta y tantos años más tarde, parece que hay quien/quienes siguen obstinados en que nos echemos a la cara los peores gestos de nuestra historia más reciente, unos contra otros, ciudadanos del mismo pueblo, de la misma calle enfrentados nuevamente por haber caído en uno u otro bando sus padres o sus abuelos y especialmente de forma virulenta, ahora, los hijos y nietos de quienes perdieron contra los hijos y nietos de quienes ganaron. Si es que alguien ganó o si no perdieron todos. ¿Y qué culpa tienen unos y otros? Bastante desgracia cayó en todos entonces y no he vivido personalmente ni he conocido en mi entorno próximo ni en el más remoto a nadie alardear por descender de los supuestos vencedores. Por lo poco que por ella sabemos, si mi madre hablara....

Para eso debería haber servido, entre otras cosas, la Constitución del 78, creo. Para abrazarnos unos a otros y empezar a construir un destino y una casa común. De ahí lo absurdo de volver a las andadas tantas décadas después.

Hay quien parece obstinado en seguir agitando el avispero y no puedo entender que unos muertos resulten ahora más importantes que otros. Todos duelen, todos hacen derramar lágrimas, todos fueron evitables. Descansen en paz todos.

Y siguiendo la ruta de los ochenta:

https://www.youtube.com/watch?v=SGyOaCXr8Lw&feature=youtu.be

lunes, 10 de diciembre de 2018

Cuarenta años como medida de todo

Acabamos de celebrar el cuadragésimo aniversario de nuestra Constitución. Para muchos buenos españoles, que los hay, su mera existencia es un motivo de relativo sosiego y tranquilidad. Relativo porque desde hace unos años estamos siendo testigos de actitudes y manifestaciones que tratan de empañar el brillo especial que ha venido luciendo todo este tiempo y el carácter integrador que alcanzó inicialmente y que debería haber consolidado desde su entrada en vigor. Hay quienes la atacan, la vulneran, la menosprecian y son esos mismos los que luego exigen el cobro de sus derechos -de todos sus derechos- pero rehúsan el compromiso de cumplir sus obligaciones. 

Cuarenta años es una cifra que se repite con mucha frecuencia y en diversos órdenes de la vida. Se ha convertido en una expresión recurrente en nuestra historia y en nuestras vidas y quién más o quién menos siempre está a punto de celebrar o ha celebrado el cuarenta aniversario de....

En mi caso particular no iba a ser de otra manera. Coincidiendo con la entrada en vigor de nuestra Constitución arrancan, casi sincronizadamente, determinados rasgos y perfiles de mi vida: cuarenta años trabajando (junio 1978), cuarenta años de carnet de conducir (marzo 1979), cuarenta años de mayoría de edad  (diciembre 1978), cuarenta años de mili (octubre 1979), cuarenta años de mi primera participación en un proceso electoral (marzo 1979)….

Cuarenta años de madrugones -aunque si fue para empezar la jornada laboral, lo endulzaron los primeros salarios a final de mes-,cuarenta años de estudios universitarios, cuarenta años de formación -sigo aprendiendo-, cuarenta años de responsabilidad, cuarenta años de vuelo libre -aunque los primeros bajo la tutela y el cuidado de una paternal torre de control- cuarenta años de alegrías y de tristezas, de satisfacciones y de sinsabores, cuarenta años en los que jamás dejé de pagar algún plato que pude romper, siempre sin querer, cuarenta años de amores y amoríos, de ensoñaciones, de abrazos, de besos, de arrumacos, de alguna rubia, de alguna morena, de alguna  pelirroja, de noches en vela; unas por la fiesta y la verbena, otras por el estudio y la oposición, otras por esos inquilinos invisibles a la luz del día que acortan la noche y abrevian el sueño....

Cuarenta años son con los que yo me casé y cuarenta años con los que inicié una nueva vida y una nueva familia en un nuevo hogar.  Con cuarenta años me incorporé al destino que ocupo en la actualidad y con esos mismos cuarenta años de edad empecé a conocer, desde dentro, el honor y el servicio de la Guardia Civil...

Cuarenta años de experiencia que no regalan doctorados ni másteres ni cobros extraordinarios a final de mes pero que endurecen y curten alma y criterio, agravan tal vez los errores pero empiezan a justificar, ojalá, cierta indulgencia cuando yerro el tiro...

Cuarenta canciones, cuarenta mensajes en cuarenta botellas, una y uno por cada uno de estos cuarenta años.


Y ahora  ¿me vas a cantar las cuarenta?



lunes, 3 de diciembre de 2018

La ocarina del afilador

Ocurre algunos domingos y se percibe especialmente en los de clima soleado y temperaturas tibias cuando el ventanal del salón abierto permite que llegue a mis oídos el rumor urbano de las mañanas: es el sonido de una ciudad que se despereza sigilosamente. Despliego las patas de la tabla de plancha, la enchufo,  amontono toda la ropa sobre una de las butacas y en lo que alcanza la temperatura de planchado conecto mi mente a modo "yo, para mí". Para cuando empiezo a atacar todas las arrugas de la semana mi cerebro ya ha despegado de Cabo Cañaveral y chisporrotea a gran velocidad sobre la estratosfera de mi conciencia, ese espacio mental en el que anidan mis pequeñas inquietudes cotidianas: el recibo del ibi, los del cole, el seguro de la casa, la reparación del coche....

Muchas de las veces, la mayoría, ya he desayunado, ya he repasado en la tableta o en el móvil las inmundicias de la actualidad y ya he escuchado, desde primerísima hora todas las noticias: desde la novedad más reciente hasta el repaso general de lo ocurrido durante toda la semana.

Ni el café expreso con el chorrito de leche templada consigue rescatarme del escepticismo que provocan todos esos titulares en mi estado de ánimo. Estamos en vísperas de una importante efeméride y me temo que asisto, asistimos, a la innegable degradación de todo cuanto hemos visto crearse y crecer los cuarenta años de vigencia de nuestra Constitución y empezamos a cuestionarnos si, por haber sido testigos directos, a estas alturas de nuestras vidas hemos sido tal vez unos conformistas que nos hemos acomodado al medio sin haber presentado batalla ni tratado de imponer nuestros caprichos. Cuarenta años.....

Uno de los sonidos que se cuelan a través del ventanal es el de la ocarina del afilador. Lo tengo grabado en uno de los pliegues de la memoria; me lleva a la impecable presencia de un tipo enjuto con chaqueta de pana y boina calada junto a una bici sobre cuya rueda trasera había un curioso artefacto. Anclada en un sólido caballete, el pie del afilador giraba parsimonioso los pedales mientras restregaba la hoja de un cuchillo contra la rueda de piedra, o igual arreglaba un viejo paraguas. 

Me asomo al balcón y desde arriba solo se ve un turismo azul con un altavoz sobre el capó que reproduce el dulce sonido de la ocarina. Hace tiempo, cuando mi hija mayor apenas tenía  tres o cuatro añitos la llevé junto al afilador, que resultó ser rumano y no de Orense, y mientras le explicaba el qué y el por qué no pude evitar acordarme del patio de Barcelona donde hacía sonar su chuflo un  auténtico afilador de posguerra; su escueta estampa, su bici, su esmeril y su ocarina.

Tiempo de nostalgia que sucumbe también ante el avance de la suela de acero inoxidable de mi plancha de los domingos...y la música de hoy....la de hace cuarenta años. Canción rescatada entre aquellas que sonaban allá por el 78 mientras estudiaba Derecho constitucional comparado. Quién nos iba a decir.....

https://www.youtube.com/watch?v=_qqvdOwoN-Y




lunes, 26 de noviembre de 2018

Kale borroka

La kale borroka lleva tiempo abrevando (no encuentro término más adecuado) también en el Congreso. Los insultos y descalificativos malsonantes han quedado pequeños y la indecencia más bochornosa tomó posesión de sus escaños. Era cuestión de tiempo que llegáramos a este punto porque se veía venir que las incipientes payasadas del inicio de las fallidas legislaturas anteriores iban a dejar abiertas de par en par las puertas de los leones para que pudieran entrar, a tropel, los peores y más desagradables instintos del salvajismo parlamentario. Falta de educación, básicamente y desafección de los más básicos valores. Y un pésimo ejemplo para nuestros hijos. Hemos sido testigos de tensos debates parlamentarios los últimos cuarenta años pero el nivel de degradación moral y estética de la actual composición de la cámara es insufrible.

Del insulto al escupitajo: no ha sido solo contra el Ministro Borrell, es contra su partido y contra el resto de los diputados de todos los partidos, pero sobre todo contra todos los ciudadanos o por lo menos contra quienes consideramos que esta actitud y esta conducta es indigna y creo que no nos lo merecemos. Es un escupitajo  sonoro y violento contra la democracia. Y supongo, quiero creer, que contra algunos parlamentarios que deben sentirse igualmente abochornados por esa inexcusable inmoralidad y contra simpatizantes y afiliados incluso del propio partido del cual son representantes estos tipos de conductas indeseables.

Yo tengo mi teoría al respecto pero creo y asumo que puede reultar anacrónica. Como me importa un bledo lo que pueda importar a una inmensa mayoría de ciudadanos aborregados por la televasión (has leído bien) que atiborra la parrilla de basura y chatarra intelectual, puedo sostener que la causa de tanta degradación es la pérdida de valores. El sistema educativo actual omite la formación en valores morales, principios sobre los cuales se sustenta la sociedad. Ya no llevamos sombrero salvo en verano y por tanto no nos tenemos que llevar la mano al ala del mismo en ademán de descubrir nuestra cabeza cuando saludamos a un conocido (Jose Y. sí lo hace, yo soy testigo).  No hace falta llegar tan lejos. Bastaría, por ejemplo, con observar un conducta respetuosa con el resto de nuestros semejantes, hablar con discreción en los lugares públicos, ceder el paso en la intersección de nuestros caminos, ayudar a los demás e levantarse o sentarse cuando tiene dificultades, ceder el asiento a los mayores, pedir permiso para entrar en despachos, comer y beber correctamente....en una palabra: educación, lo más valioso que podemos transmitir a nuestros hijos.

Para el resto de la sociedad hace ya mucho tiempo que dimití, intento mirar para otro lado cuando veo a esa inmensa mayoría de personas que consideran que una determinada manera de ser es antigua y cosa de viejos, aunque en un momento dado tendría que jugarme el pellejo porque hace muchos años juré que lo haría. Vaya negocio. 

lunes, 19 de noviembre de 2018

Un traje gris y plomizo

Me visto de domingo gris y plomizo. Desayuno frugalmente y comienzo a derramar mis inquietudes y mis demonios sobre la tabla de planchar. Busco la arruga del tejido y la ataco implacablemente mientras mi mente dispara a las oscuras esquinas que nublan mi optimismo y que ahuyentan los buenos pensamientos. El espíritu emprendedor y el entusiasmo se han desprendido de mi cuerpo, de mi ánimo. Han debido quedarse durmiendo o bien se han diluido con el gel de la ducha. Despertarse tempranito y escuchar el salmo diario de noticias sobre nuestra actualidad informativa es la peor elección. Mejor, si acaso, un poco de música aunque resulta difícil encontrar un buen espacio radiofónico, de madrugada, que sea capaz de cautivar mi ánimo con algo que no sea reguetón o canciones cansinas.

Vivimos una realidad caleidoscópica: una sola imagen y mil reflejos. Tal vez uno o dos de los espejitos se oponen a devolver intacta la composición original y algún cristalito se desvía del guión. Es la prensa crítica que dice, en ocasiones, lo que nos gusta escuchar a quienes no comprendemos muy bien por qué nos está pasando todo lo que vivimos cada día.

Y mientras buscamos, o no, acomodo en esa realidad he decidido que lo mejor va a ser empezar a dar la espalda a esta sucia actualidad y tratar de ser feliz aunque sea en la penumbra. O hacer cola en la Notaría y constituirme en sociedad instrumental  para poder atribuirle mi patrimonio, mis impuestos y otros gastos....total mientras no me asignen un alto puesto, no hay problema. Incluso en ese caso, seguro que alguien muy por encima de mi responsabilidad saldría en mi defensa y podría alegar que gozo de su confianza, lo que es mucho mejor que saltarse el cordón sanitario. Y por supuesto declararme muy solidario, muy progresista, muy reformista y muy social...y muy todo.

Yo me preguntaba el otro día: todas esas familias que fueron desalojadas, desahuciadas de sus viviendas por no poder hacer frente a los gastos de las hipotecas, los ibis,s, la luz, etc,  las plataformas antidesahucio, las adascolaus, los movimientos 15 de mayo...no dicen nada cuando se desayunan entre tostada y tostada las informaciones sobre sociedades instrumentales publicadas por escasos medios. Cómo somos tan tontos y torpes los que acudimos al Banco e hipotecamos nuestras viviendas para poder adquirir su propiedad y seguimos pagando, mes a mes, una buena parte de nuestro sueldo y no hemos tenido la brillante idea de constituir una "sociedad interpuesta" y poder eludir responsabilidades fiscales...Pues, ya ves, todos callados como  puertas, como las puertas del chabolo de Galapagar. Pues que me digan cómo se hace, porque yo debo ser de esos gilipollas que apuran a veces el plazo, pero pagan  sus tributos y cumplen con sus deberes.

Será eso, será que hoy me he vestido con el traje de un domingo gris y plomizo.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Sin balón no hay paraíso

Algunos tenemos grabada en la memoria su imagen en plena carrera porque tuvimos la inmensa fortuna de presenciarlo in situ aquellas tardes de fútbol, de humo de farias y  de los pirulís de naranja que le compraba mi padre, para nosotros, a un tipo de chaquetilla blanca y botones dorados que se colaba entre las filas de asientos de la grada baja del Camp Nou con su gran cesta de mimbre en lo alto, vendiendo chocolatinas, caramelos y almendras garrapiñadas. Otros lo verían por televisión y años más tarde, cualquiera que pueda desearlo, en el yutúb. Con aquellas piernas delgadas que no aparentaban suficiente robustez siquiera para sustentar el leve peso de  su media melena ondeando al viento, recogía, a veces, el balón -blanco- que por el pase defectuoso de un compañero se le había quedado atrás; arrastrándolo con el pie lo adelantaba unos cuantos metros, en autopase, fintando así a su primer rival....seguía corriendo pegado a la cal de la banda y de repente, detenía el tiempo, erguía su escueto perfil y con el exterior del pie derecho bloqueaba el esférico -blanco-. Los defensas que le marcaban se echaban al suelo como perros de presa sorprendidos por la maniobra y, sin capacidad para frenar su propio impulso, se desplazaban erráticamente, resbalando hasta la línea de fondo. (Cruyff pedía que regaran el campo lo suficiente como para que ese balón -blanco- rodara a mayor velocidad). Para cuando los defensas hubieran llegado al banderín del corner, Johan había ya pisado el área y de fino y atinado golpeo con el interior del pie derecho, con efecto y raso, había alojado la pelota -blanca- en el fondo de la portería, por el palo largo del portero. Nada humillante para este último salir así -estirándose impotente-  en la foto en blanco y negro de aquel Mundo Deportivo o en el virado en sepia del Dicen de la época, todo lo contrario, todo un honor para él, supongo.

Luego, con el tiempo,  ya en su época de entrenador, dejó de lado su concepto de futbolista-velocista e impulsó un nuevo estilo en el cual fuera exclusivamente el balón el que se desplazara a gran velocidad y convirtió a su equipo en un grupo de  habilísimos peloteros que fueran capaces de controlar como un tesoro el dominio del juego y eso, en el fútbol, solo se consigue poseyendo el balón...y que corra el equipo contrario.

Conservar el balón, también en otros órdenes de la vida, equivale a controlar la situación y mantener el ritmo de los acontecimientos: MANDAR. El que no tiene el balón sufre mucho, va de acá para allá y, al final, se desordena de tal manera que se vuelve vulnerable y el resultado final, indefectiblemente, es una derrota.

Eso es. Yo en estos momentos, íntimamente derrotado, echo en falta la posesión del balón. Ni lo olemos y vamos corriendo de acá para allá intentando arrebatárselo a quienes, sin tener precisamente un exquisito control del juego, parecen alineados por un sólo objetivo; destruir todo, hasta su propia imagen si fuera necesario, con tal de seguir maltratando esférico y césped mientras una buena parte del país nos desgañitamos gritándonos unos a otros:

-Marca allá, Manolo...marca allá*


Expulsados de nuestro paraíso (como Cruyff por Melero Guaza, aquel frío 6 de febrero de 1977).  Si al menos hubiera sido por el juego de un buen equipo... No le vemos la auténtica cara a nuestros rivales ni cuando recogemos el balón -blanco- del fondo de la portería. No dejan de meternos goles. Cada día. Y esa foto, además, no es para sentirse muy orgulloso. Ningún honor,  lamentablemente.

*https://www.fcbarcelona.es/club/noticias/2014-2015/6-de-febrero-de-1977-el-escandalo-melero

lunes, 5 de noviembre de 2018

Cocina de entretiempo

La lluvia se ha interpuesto en mi jubiloso regreso a las pistas de tenis y además con impertinente insistencia. Una semana de agua y de aguaceros intensos en ocasiones y al traste con mi soñada rehabilitación del saque-volea. Tendré que esperar, supongo y para ello lo mejor es tener paciencia. Contra los elementos.....

En lo que vuelve a salir el sol y encuentro un rival disponible me vuelco sobre los fogones y me esmero en un nuevo menú de entretiempo: solomillo marcado en plancha y paseo por el horno sobre patatas panaderas y berenjenas frita con ajos y champiñones shitake rematados también con el lustre del horno. El aroma de la cocina auténtica y a un precio más que asequible traspasa los límites de la cocina y se cuela ya en el comedor. Niñas, a la mesa! Como aperitivo, colas de gambones flambeadas  con ron caribeño añejo y todo el conjunto acompañado con un sencillo Rioja. Tiempo de tinto. En fuego vecino, a ritmo y llama lenta, alubias negras con verduras (sofrito de ajetes, cebolla puerro y zanahoria), salsa oscura y espesa como chocolate a la taza, estoy deseando meter ya la cuchara....




Brilla el sol, tibio, en esta tarde de sábado pero ya no me vestiré de corto. Me conformo con seguir por televisión la semifinal del Máster 1000 de París Bercy. Dos auténticos monstruos de la raqueta; los más talentosos, tal vez, del panorama actual. Nadal es otra cosa. Si tuviera el talento de Djokovic o de Federer se perpetuaría en el número 1. Lo suyo es una combinación de la técnica de sus propios golpes, tesón, corazón -enorme- y sobre todo, mucha cabeza. Esa que le falta, del segundo escalón para abajo, al resto de jugadores del circuito. Ahí están los resultados de los que supuestamente querían arrebatar la corona a los tres citados. Nuevamente lesionado, Nadal se borró del torneo y acudirá sin ritmo a la copa masters. Pues eso, como yo, sin ritmo de saque-volea. 

Me resisto a ver otro tipo de televisión. He renunciado a una serie de cadenas, obstinadas en buscar  en la burda y soez burla de los símbolos del Estado su estabilidad presupuestaria y los porcentajes de audiencia. Pobres en contenido y pretenciosamente audaces en sus chascarrillos y gracietas. Luego pasa lo que pasa. Llegan las lamentaciones y las pruebas de solidaridad y apoyo por parte del coro de aduladores de los malos cómicos que hablan en nombre de la libertad de expresión a cualquier precio. Nada nuevo que no hayamos visto antes. Lo que ocurre, al final, es que cuando llegan los recibos del agua, del gas, del IBI, del cole y de las actividades extraescolares de los nenes, se encuentra uno solo. Hasta allí no llega esa solidaridad y además la presión que se ha generado se vuelve en contra del chistoso de plató y se retiran las colaboraciones y los patrocinadores comerciales dejan de pagar las pedorretas, las chaquetas, los móviles y los tratamientos dentales. 

Y si te quitan los tirantes,  se te caen los pantalones y baja la audiencia. Ajo y agua. 


lunes, 29 de octubre de 2018

El otoño fue ayer

El pasado jueves, después de almorzar con la mayor de mis hijas y de repasar someramente el devenir de su curso y de sus inquietudes vitales me asomé al balcón. En el horizonte, mirando hacia el sur, más claros que nubes. No estaba el cielo tan limpio como el día anterior pero la temperatura era óptima y el destino estaba claro; aprovechar una excelente tarde antes del cambio de horario y antes de que la amenaza de un nuevo temporal arruinase la esperanza de los últimos baños de la temporada. Dicho y hecho. La orilla borrada y la playa cubierta por un espeso manto de algas. Una brisa con intenso aroma de mar y el cielo cubierto por inmensos nubarrones que apenas permiten asomarse al sol. Pese a ello unos pocos bañistas, los más reacios a desterrar el bañador al fondo del armario, entre los cuales me incluyo. Se hacía un tanto incómodo nadar porque el oleaje era un tanto brusco. 



Fue el último día del verano. El otoño cayó en viernes y aún pude dejarme la piel en la pista de tenis. Con la esperanza de que no se viera cumplida la previsión de unas inclemencias tan anunciadas, aún confiaba en poder volver a jugar el sábado pero finalmente la naturaleza ha vuelto a desatarse y parece que ha entrado el invierno. Agua, agua y agua. Las temperaturas se desploman y vuelven a las carátulas de los telediarios las imágenes de temporales de nieve, granizo e inundaciones. Y frio en la península.

El temporal parece tener voluntad de permanencia y el pronóstico para los próximos diez días parece una copia continua de lo que viene ocurriendo desde el sábado. Veremos.

En lo que se confirma o no el cambio de escenario climatológico regresamos nuevamente al hogar y el sábado vuelve a circular la ropa de un armario a otro de cada habitación mientras yo me refugio en mi cocina y voy regresando a  los fundamentos culinarios para el inicio del invierno. Asoman los caldos y los pucheros, las largas cocciones de verduras, hortalizas, gallina y morcillo; entra el fogonero, la corvina, el besugo y el salmón y estiramos la alfombra roja a los primeros tintos después de habernos entregado durante meses a los finos rosados franceses y riberas. Enciendo el horno y pelo patatas, calabaza, nabos. Llega la alcachofa y el aroma de hinojo y  apio inunda la cocina.

Me ausento del noticiero que en su rutina habitual sigue castigando mi moral....hasta cuándo este suplicio de los mismos nombres, las mismas estafas, las mismas mentiras....me aburre hasta la información deportiva. Bueno, al final, esta sección me salva la tarde del domingo y me rescata del sopor. Vibro con la messidependencia; hasta desde la banda y escayolado, en las vísperas del "qué coño es jalogüin", ejerce su poderosa influencia, una vez más, en un clásico. Dejad a Lopetegui en paz a que está bien donde está. Estoy ya deseando escuchar a los Roncero, Manusánchez y Alcalá.... 

No voy de chuches ni de disfraces, pero no puedo evitar -se me va de las manos- contemplar ese aquelarre masivo de millones de españoles celebrando el "truco o trato", con lo buenos que están los boniatos, las castañas, los panellets y los huesos de Santo. Estamos perdidos, lo siento.


lunes, 22 de octubre de 2018

Las gotas las carga el diablo

Poco puede añadirse, en general, a lo que ya todo el mundo ha visto, leído, seguido y compartido a través de las redes sociales. Fotos del drama y de la desolación que han supuesto para cientos de ciudadanos las lluvias torrenciales y las posteriores inundaciones en Mallorca, hace más de diez días y en la zona de Levante y Andalucía oriental el pasado fin de semana. 

Al hilo de las primeras valoraciones por parte de científicos baleares, produce cierto temor indagar en los hechos y asumir las consecuencias. Por una parte parece que vamos a tener que empezar a asumir que cada vez con más frecuencia vamos a padecer este tipo de fenómenos climatológicos; gotas frías y lluvias torrenciales, incluso en zonas normalmente ajenas a una nivel medio de precipitaciones. Y, lo peor, la mala acción o inacción del ser humano en la prevención de los riesgos de riadas, torrentadas e inundaciones, pese a lo fatalmente extraordinario de esas lluvias. 

Una naturaleza desatada como hemos vivido estos días encuentra en la torpeza o en la ambición del hombre el aliado perfecto. Una de las frases que me ha quedado grabada estos últimos días es la de un reputado geógrafo mallorquín experto en inundaciones: "el torrente de Sant Llorenç parecía diseñado por un asesino en serie". No parece que haya que buscar culpables porque lluvias de casi doscientos litros por metro cuadrado durante dos horas hacen verdaderamente complicado disponer de medios eficaces para prevenir las riadas y sus terribles y mortales consecuencias. Pero, sin ánimo de hurgar en la herida ni buscar responsables, limpiar los torrentes y estudiar sobre el terreno los puntos donde pueden producirse y crecer las riadas, sí que es posible.

En uno de estos vídeos recibidos durante el fin de semana, un vecino de Andalucía mostraba su indignación e impotencia por las consecuencias de las lluvias torrenciales anegando sus propiedades y provocando daños irreparables en el terreno, muerte de ganado, etc. motivado por la deliberada inacción de las autoridades locales en el cuidado y mantenimiento de torrentes naturales. Por motivos atribuibles a ciertos criterios de gestión medioambiental -el ecologismo radical espontáneo, progre e indocumentado y tan moderno él resulta a veces indigesto- los responsables de la cosa han recomendado que sea la propia naturaleza la que disponga por dónde deben trascurrir cauces y riadas. Démosle espontaneidad a la naturaleza que ya se encargará ella de corregir la obra humana. Eso sí, asumamos luego las consecuencias aunque lamentablemente, además de los elevados costes materiales, se cobra vidas humanas.


lunes, 15 de octubre de 2018

Un recorrido de veinte años.

Pasaban las semanas y todo transcurría con la rutina habitual. Bueno, esa rutina que proporciona el recorrido diario de  una montaña rusa de la que no se conocen, en el momento de partir del andén, ni sus rampas, ni sus curvas, ni sus caídas porque se van descubriendo cada palmo, cada metro, cada minuto.

Sonaba todas las mañanas el teléfono de mi despacho. En la pantallita -escueto- "AYUDANTE".

- A sus órdenes,  mi Comandante. Ya está el Coronel en su despacho - informaba Juan con su discreto acento canario-.
- voy para allá, Juan, muchas gracias.

Mi despacho es el más lejano y por tanto, tras la ronda de llamadas, solía ser el último en llegar al del Jefe. Simultáneamente a la apertura de la puerta, mi saludo protocolario de buenos días.

- Bon día, estimat. Pasa

Y, todo de una, nos subíamos al vagón de la cotidiana y rutinaria montaña rusa y empezaba el vertiginoso recorrido por las diversas novedades que cada cual aportaba al debate inicial de cada mañana. De lo más variado y singular en ocasiones: hechos delictivos, actuaciones, incidentes, cuestiones relativas al personal, reuniones, noticias de la prensa y un largo sinfín de todo lo que puede ocurrir de un día para otro, en el ámbito amplio de la seguridad ciudadana, en todo el archipiélago; en sus islas y en sus mares.

Y cuando la ocasión lo requería o cuando tocaba mi turno, con una mirada alzada me preguntaba y en el mismo lenguaje yo respondía. No hemos necesitado, a veces -la mayoría-, ni cruzar una sola palabra para conocer y resolver. Fácil.

Hace ya veinte años fue él quien me recibió el día que me presentaba en mi nuevo destino. Cuando se puso de pie, detrás de su mesa, ya advertí que no se gastaba un chasis pequeño. Con fuerza y firmeza  estrechó mi mano y, pasados los años, he comprobado que esos eran los rasgos  propios de su manera de ser y de la manera de ejercer su profesión en las distintas etapas en las que hemos trabajado juntos.

En este tiempo hemos vivido momentos muy satisfactorios –es de los que trabajan y dejan trabajar sin interferir para nada en los grupos y equipos, si los resultados acompañan esa gestión– pero también hemos pasado momentos especialmente duros, salvajes. El peor, sin duda, el canalla y cobarde atentado en el que asesinaron a los guardias Diego Salvá y Carlos Sainz de Tejada en Palmanova. La mañana en que se velaban sus cadáveres en la capilla ardiente del Palacio de la Almudaina y se celebraba el posterior funeral en la Catedral, junto con el Cabo Palou, desde la oficina del escribiente de Jefatura, los seguíamos atentos al monitor de televisión, amargamente compungidos y tragándonos las lágrimas sin mirarnos. Ese día comprendí mejor que nunca el verdadero significado de la expresión "rabia e impotencia". No ha sido la única vez, desgraciadamente, que he visto a ese grandullón desmadejarse de tristeza por la muerte de un compañero, independientemente de su rango y condición. 

Los últimos cinco de esos veinte años he tenido el placer de trabajar, desde el ámbito de mi gestión y más allá, remangándonos ambos cuando estaba en juego el interés y beneficio para la Guardia Civil de Baleares y la mejora de las condiciones de sus medios,  de sus bienes y de sus guardias.

Desgraciadamente, los trágicos acontecimientos de la semana pasada han evitado que  se despediera de una manera lánguida y tediosa, viendo el reloj y el calendario esperando que pasaran las horas y los días. Las catastróficas riadas de San Llorenç des Cardassar, Artá y S'Illot, le han permitido encabezar el dispositivo de casi medio millar de sus guardias y dirigir personalmente todas las actuaciones de evacuación, búsqueda de desaparecidos, localización de vehículos arrastrados por toneladas de barro, etc... No podía ser de otra manera. Una semana de servicio ininterrumpido para culminar una vida entregada a la Guardia Civil sin reivindicar ni un solo minuto para resaltar su lucimiento personal. Todo lo contrario, elevando la voz para ensalzar la labor de sus hombres y mujeres de verde.

Acabo de pasarle la última firma, tanto electrónica como en papel. Nos hemos mirado a los ojos y la mirada, empañada, se ha extraviado en algún recodo de este camino de veinte años que hemos recorrido juntos. 
Un placer, mi Coronel, mi amigo Jaime B.

P.D. la casualidad, caprichosa, ha hecho coincidir esta despedida con la de nuestros compañeros Rafa A. y José Luis B. con los cuales también he compartido este benemérito recorrido -íntegramente en el caso de Rafa-.  Siento un tremendo bocado en mi estado de ánimo pero seguiremos en el camino. Esto duele, pero no se para, no hay que detenerse. Un abrazo.



lunes, 8 de octubre de 2018

Me duele todo, gracias a Dios


Me duele todo, gracias a Dios. Digo esto porque después de una prolongada ausencia de cuatro meses de las pistas de tenis, esta semana pasada he regresado a ellas por partida doble: martes y sábado. Rescaté el raquetero del trastero, abrí un bote de pelotas nuevas -la fragancia que despide la liberación del aire contenido a presión en el interior del bote me evoca recuerdos muy lejanos- y volví a pisar la arcilla roja de la pista 3 del  Fortí. Primero fue con mi amigo y compañero Antonio V. al que no has de fiarle el más mínimo descuido porque llega a todas las bolas. Los cientos de kilómetros que acumula semanalmente en sus piernas por sus rutas ciclistas por la isla le han proporcionado un fondo físico que lo convierte en inexpugnable. Está hecho un chaval y ahuyenta sus quejíos granaínos a golpe de pedal y claro, luego en la pista no hay manera. Gracias compañero.

El sábado me levanté muy tempranito.  Apuntaba un día soleado y de excelente temperatura. El otoño, en Mallorca, puede ser cualquier mañana o cualquier tarde pero nos movemos todavía en valores casi veraniegos. Así, el jueves pude apaciguar mi alma en mi querida orilla y gozar de un plácido vaivén de microscópicas olas que jugaban inocentemente bajo las plantas de mis pies mientras un furtivo cormorán llenaba su buche con minúsculos pececillos visibles a simple vista desde mi silla plegable. En el iPod, Al Jarreau se encargaba de poner sonido aunque el murmullo de la escena al natural ya quedó reflejado en un vídeo que algunos destinatarios calificaron como muy estresante con muchas eses.

Cuando Pepe L.Y. toma la raqueta también se olvida de los males que corroen su moral fuera del vallado y si en algún momento llega a ver peligrar el punto, alarga el gesto hacia atrás y suelta el brazo acompañando a la bola como un proyectil. En esos momentos es cuando me doy cuenta de que me costará recuperar mi fondo de armario del tenis, pero en un par de semanas volveré a mis niveles extraviados entre el quirófano y la orilla.

Antes de entregarme al gozo de la raqueta, la obligación. Me engancho a la suela de acero y vapor y comienzo a recorrer toda la geografía textil de mi casa: recorriendo la más variada gama de pantalones, camisas, camisetas, servilletas, etc. Las arrugas van cediendo al implacable avance de la plancha mientras mi mente viaja a ritmo pausado y templado sobre las inquietudes que me acechan y los ruidos estridentes de la actualidad. Escuchar informaciones sobre las tesis y sus plagios, sociedades interpuestas, trampas y tramposos, casoplones no declarados o adquiridos de maneras extravagantes con la excusa boba que es la única manera de poder comprar una vivienda así en Europa... ¿Qué? ¿Cómo? ¿Entonces significa eso que los que acudíamos con más miedo que vergüenza a un Banco a hipotecar veinticinco o treinta años de nuestras vidas, de nuestros sueldos, éramos tontos? ¿Es eso? ¿Es que no hay ni hubo decencia como para haber actuado conforme a la ley y sin trampas? ¿Es que no hay gente honesta que, con sus dificultades y privaciones, haya sido capaz de andar el camino sin tomar atajos prohibidos? Ni rebozo ni rubor. Y se quedan tan anchos.

Visto el panorama trataré de dejar de lado la soez carga de mentira y falsedad y me enfrento esa luminosa mañana de sábado a Pepe y su gesto largo de drive. A mí me tocará correr a por la bola y devolvérsela.

Después de jugar yo, por la tarde acudo a la cita anual con las viejas leyendas del tenis de hace menos de una década: Martina Hingis, Tommy Haas, Juan Carlos Ferrero, Carlos Moyá, Alex Corretja... cómo corre la bola, mucho más que en la tele.

Y lo que queda, eso, que me duele todo pero que es una suerte comprobar que después de la lluvia acaba saliendo el sol y que después del prolongado parón de cuatro meses, los abductores, los aductores, el hombro y las piernas acusan la vuelta a la actividad, gracias a Dios. 

En un par de semanas, de nuevo a tope. Venga, vamos, saca tú!

lunes, 1 de octubre de 2018

Crisol de Crisoles


Si bien el viaje no era exclusivamente entregado al ocio, he disfrutado de un fin de semana intenso en Madrid. Creo que a fecha de hoy está a años luz de Barcelona, entregada, desgraciadamente a las veleidades y ensoñaciones nacionalistas que, creo sinceramente, no le han hecho favor alguno. Y hablo estrictamente del concepto urbano. Si bien hace poco más de un año y medio llegue a disfrutar de una ciudad alegre y jovial, a la par festiva y febril, el atentado de las Ramblas y la radicalización del nacionalismo independentista en sus calles han enturbiado aquella imagen y hoy, en la intencionada distancia que he querido tomar, me parece una ciudad triste y desolada. 

Por contra, Madrid tiene otro pulso, otra dimensión. Madrid es superficie, vuelo, pero sobre todo, subsuelo: su metro. Según llegas al vestíbulo del metro del aeropuerto, bajando las escaleras que desembocan en las taquillas, el revuelo de pasajeros, trolleys, maletas, etc. da cuenta de una actividad frenética y bulliciosa. Ya en el interior de sus vagones se advierte el crisol de crisoles que habita esa gran urbe, sea como vecino permanente o lo sea como visitante. Razas, colores de piel, modas, peinados, tatuajes, idiomas, bolsos, maletas....y móviles. El viaje en metro, si logras aislarte de tu teléfono, si lo dejas en el bolsillo y te dedicas a observar a tu alrededor, te proporciona una foto fija, un retrato sociológico vivo y candente de la ciudadanía que habita la capital.

Cuando al salir de las estaciones pisas el asfalto, permanece el bullicio de miles de personas sujetos a un aparatito, auriculares en las orejas y ajenos a la vida que no se refleja  en las pantallas de las redes sociales o de las playlist que escupen su música ininterrumpidamente. 

El motivo del viaje, decía, estaba inicialmente justificado con una primera revisión postquirúrgica. Y como ya se había puesto de manifiesto con una óptima recuperación en orilla y mar, amigos y familia, la analítica previa ya presagiaba un diagnóstico feliz. En consecuencia el siguiente paso era la celebración repartida entre cultura y gastronomía.

Volví a probar las excelentes croquetas del Bar Jurucha (Ayala, 19), rememorando mis viejos tiempos de estudiante de oposición. Se borró de la Calle Lagasca el viejo Bar Peláez (han pasado treinta y cinco años), pero afortunadamente sigue en pie O Caldiño, en esa misma calle, número 74, con sus plafones de madera un tanto trasnochados y una oferta gastronómica un tanto especulativa. Pero había que probarlo. 

Caballo ganador, el Qüenco, (Alberto Alcocer,26) con su correctísima propuesta de producto fresco de huerta y mar -la corvina, excelente-.

Finalmente, otro clásico, pendientes los callos a la madrileña desde mi preoperatorio, marcado por un exigente ayuno desde cuarenta y ocho horas anteriores a mi paso por quirófano, el castizo Casa Lucio: huevos estrellados, los callos, revuelto de setas y langostinos y un meloso rabo de toro. 

Toda la gastronomía acompañada por ilustres amigos, visitantes inagotables de aquellos días de penumbra hospitalaria: Begoña y Manuel, Natalia y Alfredo y Joaco. Gracias por todo, amigos.

La cultura, por nuestra cuenta, en dos visitas imprescindibles y que no se agotan ni en un día ni mucho menos en una tarde: el Museo Arqueológico Nacional, impecable recorrido de los que fuimos y de por qué somos lo que somos y, cómo no, el Museo del Prado, reinventado en cada visita con la posibilidad de enfrentarse en vivo y sin más interferencia que un cordón que separa la obra del curioso, con cuadros que hemos conocido en cromos y diapositivas. Otra vez Velázquez, Goya, Rubens, El Greco....Luces y claroscuros, retratos de historia. 

Y una reflexión: qué tendríamos de todo esto si hace seis o siete siglos todos estos genios hubieran crecido con un smartphone 4G en la mano. Pues eso nos queda, a ver qué cultura dejamos nosotros para  que llegue a generaciones futuras.

Quedan más visitas y afortunadamente muchos más amigos con los que compartir una buena mesa y un buen cuadro. 


lunes, 24 de septiembre de 2018

Epílogo del verano.

Decía yo que para lo que podía haber sido el verano,  según se presentaba el mes de junio,  sus casi cuatro meses de sol, mar y aire libre, han cundido y han suavizado el tono áspero que auguraba una intervención quirúrgica con diagnóstico claro y pronóstico incierto. La analítica final, hace unos días, deja a las claras que la borrasca pasa de largo -a Dios muchas gracias- y que es tiempo de volver a la obligación sin descuidar la devoción y recuperar los viejos hábitos; trabajo, ocio, familia y amigos. Por ese orden, o no, depende de cada momento.

Para despedir este verano y ciñéndonos con precisión al calendario, este fin de semana nos hemos empotrado en una de esas colonias estivales que colapsan los núcleos turísticos con una suerte de oferta que hasta ahora no había degustado. La fórmula parece que funciona a las mil maravillas y aunque siempre hay sectores que elevan un poco la voz por quedar un tanto excluidos de la billetera de los visitantes, lo cierto es que todos han aprendido a sacar rendimiento y algunos que parecían quedarse un tanto al margen, reinventándose, eso sí, se han integrado perfectamente y reciben, juntos todos, con los brazos abiertos a los multitudinarios contingentes que se van relevando ordenadamente en cada uno de los hoteles, de diversas cadenas y categorías. 

Elegí Playa de Muro y un hotel de alta categoría para no sufrir, por desconocimiento, una mala experiencia. He utilizado deliberadamente el verbo empotrar porque pese al significado violento que pueda sugerir no se me ocurre ninguno más acertado para describir el acceso y convivencia de una familia española rodeada de cientos de familias centroeuropeas, hablando en su propia lengua y desarrollando todas sus actividades con escrupuloso cumplimiento de hábitos y horarios. Y todo esto sin salir de Mallorca.

Pasando pues por alto esos dos pequeños detalles -lengua y horarios- el ambiente es de absoluto disfrute. Las instalaciones, las habitaciones, los servicios disponibles, la calidad gastronómica, la generosa y variada oferta y la profesionalidad y dedicación del personal -desde el momento de la llegada, pasando por el diverso personal que atiende comedores, bares, restaurantes, piscina, limpieza, entretenimiento, etc-

Si además, nada más asomarte a la ventana te encuentras frente a la amable caricia visual de la bahía de Alcudia y contemplas desde primera hora del día  la gama escalonada de verdes y azules, que más puede pedirse.



Aunque mi familia ya no responde, por edad,  al modelo tipo con el que nos hemos encontrado: bebés, muchos bebés, cochecitos, colchonetas de todos los tipos, volúmenes y tamaños, etc, las dimensiones del hotel hacen fácil y tolerable esa convivencia. Existe, si no, la opción de traspasar la duna verde que delimita el hotel, estirarse en una confortable hamaca en la playa y asomarse al interior del hotel exclusivamente a las horas de avituallamiento líquido y sólido. Y así hemos logrado sacar el máximo y discreto, no obstante, partido al todo incluido. 

Acaba el verano en el calendario pero siguen las condiciones climatológicas adecuadas para seguir  gozando del mar y de las playas baleares. Algunos de mis queridos amigos mallorquines, traicionando su ancestral tradición de no nadar más allá de agosto, han sucumbido al placer de disfrutar de estos fines de semana en bañador y han recuperado del armario las toallas de la playa y las chancletas. ¿Es así o no?

Llega el otoño. Lo sé porque han empezado a colgar los adornos navideños. No tengo palabras.

lunes, 17 de septiembre de 2018

Regreso al hogar

La primera semana de incorporación al nuevo curso es algo así como un simulacro pero con bomberos de verdad. En realidad no son más que tres días con intercambio de experiencias estivales y asignación de pupitres. Profe nuevo de Física y Química y hay que ver cómo hemos crecido. Y como el buen tiempo nos ha permitido mantener la silla plegable sobre la orilla, después de las primeras clases matutinas, las tardes han transcurrido entre baños de mar y de sol y nos hemos encontrado en ese portal del paraíso los incombustibles vecinos a los que nos cuesta mucho abandonar el barrio. Pero estamos en septiembre y si bien cuando sale el sol el mar garantiza apacibles placeres, en menos de lo que uno se da cuenta se emborrona el cielo, comienza a tronar y aparece la lluvia. Esto es lo que ocurrió el sábado y ese clima tan hostil nos ha reubicado en la dura realidad del final del verano. En consecuencia, casi precipitadamente nos hemos visto forzados a regresar el hogar; ese espacio muerto durante el verano, como un barco varado esperando que suba la marea, al que apenas se le atiende. Si falla un grifo, o se funde una bombilla o cruje una tableta del parquet, ya llegará el otoño y atenderemos sus crujidos. y lamentos. 

Llegó pues el tiempo de reordenar la casa, de regresar al hogar y mientras el cielo descargaba torrencialmente por minutos una caudalosa tromba de agua, la casa se convirtió en lo más parecido a las bambalinas de un gran teatro en día de estreno. Este mueble aquí, estas carpetas para tirar, la cama cambia de lugar y aparecen objetos, libros y apuntes que en solo unos meses han quedado obsoletos. Como para esas labores no estoy suficientemente cualificado (carezco de máster), en lo que el resto de familia deconstruye la decoración de los dormitorios, me da por esmerarme en un buen arrocito de conejo y verduras. Fuego lento y música de Sabina en la cocina, ya sabes....


Llovía, salía algún rayito tibio de sol y la densidad del aire, con una humedad insoportable obligaba a cortar con radial cada cachito para poder respirarlo.

Con la paella en la mesa, el rosado bien fresco y en familia, la lluvia importa ya muy poco. Es una jornada de espaldas al mar, un regreso al hogar con cambio de temporada.

La tenue luz de la tarde acompaña y no desentona en absoluto con el oscuro y desdibujado perfil del equipo español de Copa Davis. Se veía venir; después de Nadal, nada. Marat Safin, excelente tenista ya retirado lo apuntaba el otro día. El nuevo brillo de las "viejas" glorias, Federer, Nadal y Djocovik está más justificado por la falta de un relevo sólido que por el excelente tono de aquellos, que también.  El caso español se veía venir y lo peor es que tardaremos, creo, en volver a tener un nuevo campeón que pueda prolongar la buena salud del tenis español de los últimos treinta años. No hay relevo y el tenis español, con los comentaristas de la televisión regresa a su viejo hogar de "lástima, ha bajado el pistón, qué auténtica mala fortuna, la bolita se ha ido por muy poco, etc". Regresan los tópicos de la frustración y debemos buscar abrigo en otros deportistas; Mario Mola, Gloria Marín, Enric Mas...

Sigue pesando mucho el aire y cuesta respirar (humedad del 90%). Me imagino en mi silla plegable y no descarto esta tarde volver a estirar mis piernas y regresar a ese otro hogar, mi residencia oficial de verano, aunque sea para disfrutar, sucio el cielo, de una puesta que al trasluz parezca una espesa marea negra....



lunes, 10 de septiembre de 2018

Gota fría

La playa se ha borrado. Si no fuera porque mi coche me lleva hasta el aparcamiento sin titubear, una vez en la orilla no estaría muy seguro de estar en Illetas. Eso viene ocurriendo todos los años llegados a este momento. Por eso siempre me ofrezco y no es un brindis al sol, a mantenerla, cuidarla y vivirla intensamente durante el invierno como quien conserva un amor de toda la vida. Y si no queda más remedio, así haré mientras nada me lo impida.



Ha llegado la gota fría. Hoy lunes, muy tempranito y a oscuras, a la hora en que las golondrinas solían iniciar su algarabía (ausentes ya de la calle y de los aleros), la vieja olivetti tecleaba a buen ritmo. Está lloviendo con mucha intensidad, casi diría que con violencia. El agua debe estar acumulándose en la azotea y creo que de buena nos libramos ayer. Contra las malas previsiones que auguraban una jornada pasada por mucha agua, logramos compartir con un grupo de amigos un arrocito caldoso marinero al aire libre. El cazuelón de barro hasta los bordes, buenos vinitos en excelente compañía. Son, tal vez, los últimos coletazos de la terraza. Quedan algunas citas pero eso ya depende del tiempo. Ojalá se pueda.

Excelente vino, Nico. Muchas gracias.

En la semana en que despedimos la maravillosa rutina de un plan que apenas hay que trazar: toalla, crema protectora, bañador y chancletas, aflora como una necesidad el resumen del verano. Al principio, aquellos días entre mayo y junio, mis previsiones -internas, no declaradas- no eran muy optimistas. Una intervención quirúrgica, la amenaza de un diagnóstico incierto y un pronóstico desconocido. Afortunadamente nada como una silla plegable sobre la orilla, en ocasiones la lectura, una buena compañía, música, mucho mar, muchas brazadas -cada día más- alguna cañita bien tirada aunque en vaso de plástico...y eso todos los días.

Si habrá resultado balsámico el tratamiento y la terapia que a fecha de hoy, pese a la ingrata sensación de que esta temporada de playa se está acabando, me siento plenamente recuperado, fuerte, animado y preparado para rescatar el raquetero del trastero, comprobar la tensión del cordaje de mis raquetas, fijar fecha y hora, citar a Pepe, a Antonio, a Salvador, a Will y a Toni y trazar la nueva rutina: tres o cuatro veces por semana.

Y para que no me lleve sorpresas justamente hoy, que tenía intención de empezar a planificar, la lluvia, esta gota fría que está ahora descargando con ira toda el agua que no ha caído en todo el verano. Me imagino las pistas absolutamente encharcadas. Será que el factor climatológico también quería citarse conmigo y exhibir su influencia. Y estamos en terreno de nadie.

El miércoles empieza el curso y comparto la desazón de mis hijas como propia. Con lo bien que se está sin mochilas cargadas de libros, una clase tras otra, el autobús, la taquilla, la merienda, los deberes....Va a ser un año muy especial para mi hija mayor: es su último curso de bachillerato y en breve tendrá que empezar a decidir y concretar qué carrera universitaria y dónde quiere estudiar. Me he tirado parte de la madrugada pensando en ello. Será que a veces, según lo conversado a última hora del día, la idea se queda girando en la cabeza como aquellos comecocos de los ochenta. Y por aquellas asociaciones de ideas me he escapado a mis diecisiete años y al mismo momento de su corta vida en que toca tomar una decisión crucial.

Para completar el escenario hasta la música se pone de mi parte; Suenan The Doobie Brothers y su It keeps you Runnin'...Y me estoy viendo, con mi amigo Gaspar L.T. que acaba de aparcar su flamante 124 Especial azul celeste de tapicería de cuero, bajando las elegantes escaleras de Bacarrá, abordando la pista de acero, chicas guapas bailando y un combinado en la barra: gala de tarde y toda la vida por delante. Primero de Derecho, hace, justamente ahora cuarenta años.

Yo también tengo memoria histórica y en absoluto es negra ni está deformada por la mala intención ni el resentimiento...

https://www.youtube.com/watch?v=HveP0neTpww



lunes, 3 de septiembre de 2018

Llega septiembre

Se acaba el mes de agosto que es como empezar a rematar el verano. Últimas tardes, tal vez, apostado en mi orilla mediterránea. El sol, implacable durante buena parte de las semanas de julio y agosto, a última hora de la tarde, apenas llega a acariciar suavemente la piel de la cara. Y la brisa, tras ocultarse el sol, empieza a ser más fresca. Pese a ello, la temperatura del agua sigue siendo muy elevada y sigue rozando los treinta grados. Resulta mucho más refrescante la ducha del club. Llega el momento de hacerse el remolón a la hora de ausentarse y contemplar como el reflejo de un cielo ya sin sol se despliega en la superficie del mar, espejo plano hasta donde la vista alcanza. Esa luz agita la nostalgia de los que ya preparan la maleta y tienen sus próximas citas en puertos y aeropuertos. Un último chapuzón, unas brazadas hasta la isla, el último contacto con las pequeñas olas que rompen, inofensivas, junto a nuestros pies....y las despedidas. Última bocanada de aire y adiós.

Los visitantes del penúltimo turno de vacaciones tratan de llevarse el rumor de un oleaje que en unos pocos días será recuerdo de un tiempo en el paraíso. En la península acabarán creyéndose que no nos vamos a casa ni cuando cae la noche. Bueno, algo de eso hay en ocasiones. Unas cervecitas o una botella de rosado conservadas en la nevera playera, unos taquitos de queso y unas lonchas de ibéricos, en este escenario y a esta hora, saben a gloria bendita. Y si, además, es entre amigos... Cae la noche, quedamos a oscuras y sobre el horizonte opuesto, a nuestra espalda, nos sorprende una luna de sangre que no han anunciado los medios y que parece más bella, más grande, más roja que la tan cacareada de julio que apenas vimos, por cierto. Los ojos, no así el móvil, consiguen captar una imagen insólita. Cuando la luna ya es visible en su totalidad y empieza a levantarse sobre el perfil plano del Arenal, pespunteado con cientos de lucecillas, su reflejo, absolutamente encarnado, proyecta una estela sobre el mar hasta nuestra orilla. Imposible imaginar, lo siento e imposible de reflejar su nitidez la cámara del teléfono. La próxima vez, cámara fotográfica y trípode.


Y el baño. Hacerlo bajo las estrellas centelleantes y las estelas que va dejando el incesante flujo de aviones que despegan y aterrizan, confirman que quedamos en tierra, en el mar, que no se acaban nuestras vacaciones a tiempo parcial, que seguirán durante unas cuantas tardes más -si el clima lo permite- aunque cada día cierren antes la playa y en breve comience el nuevo curso. A partir de entonces no tendremos más opción que la que nos brinden los primeros sábados de septiembre. Ya veremos, en todo caso, pero que nos quiten lo "bailao".

No siento nostalgia; lo mío es saudade, pero no propia, sino por mis amigos, ausentes ya de la estampa de este mar de septiembre. Es que el final de verano siempre comparece con la misma música de una orilla apacible, con los tenues ecos, cada día más apagados, de la chiquillería que todavía juega con la arena bañada y que dibujan con las huellas de su pies los rastros delebles de sus primeros pasos, con los manguitos super hinchados y los bañadores de la patrulla canina o de Blancanieves mientras devoran con avidez el bocadillo de queso o de "jamón del rojo" para que no se lo coman ni las gaviotas ni el tío Asís.

Así es que seguiré un par de semanas más en mi orilla. No es por mí, de verdad. Es por ti, por tu saudade, por tus recuerdos de un verano que pasa muy fugaz.

- Desde luego, no hace falta que respondas - me dice un colega playero que deshincha un enorme cisne blanco- Estás aquí en la gloria.

- Me sobra un cosa: la banda sonora. El daño que han hecho los altavocitos blutuz. Y el reguetón. Solo una grave desconexión neuronal - mucho humo de maría- permite convencerse que eso no molesta a los demás....y esas letras....

lunes, 27 de agosto de 2018

Vaya personajes!

Si hay algo que no está suficientemente castigado es la estupidez humana y en el caso de algunos personajes, además, está generosísimamente retribuida tanto económicamente como, en ocasiones, en rédito y éxito electoral. Así las cosas y dando por sobradamente conocido el clima de crispación -el whatsapp resulta diabólico- al que nos vienen sometiendo a buena parte de los ciudadanos de este país quienes rigen nuestros destinos (en el Estado, en la Comunidades Autónomas y en los Ayuntamientos) no nos queda otro consuelo que refugiarnos en nuestros ocios y aficiones y tratar de disfrutarlos aprovechando que el tiempo de verano es propicio para ello. Ya llegará septiembre -en breve- y no nos quedará más remedio que desayunar, comer, cenar y trasnochar escuchando las inacabables cantinelas de los que se han propuesto llevar hasta las últimas consecuencias sus intenciones sin que les importe un bledo lo que opinen los que no están conforme con ellos o muestran su oposición. Así nos va.

Unos huesos de general.

Nada le debo a quien nada nos regaló a mis padres y hermanos. Si hubo un colectivo que jamás se vio beneficiado por los favores del general y su régimen fue el de muchos de los funcionarios y servidores públicos y entre estos, los peor tratados, sin duda, los militares, policías y guardias civiles. Lo digo sin resentimiento pero era así. Testimonios guardaba mi padre y custodia aún y muy prudentemente mi madre de las nóminas y su anotación en los dietarios de los ingresos y de los gastos desde que decidieron compartir vida y familia. Y a pesar de lo raquítico de su importe a base de muchas horas de trabajo, muchos sacrificios y muchos ayunos, abstinencias y abstenciones lograron echar a andar a cinco hijos y proporcionarles sustento, estudios y calor. Sí, para asear sus conciencias, los responsables entonces de lo público diseñaron la red de hospitales, farmacias, colegios, viviendas y economatos para aquel personal. Ojalá hubieran recibido una mejor retribución y haber podido ser atendidos, estudiar y comprar las aspirinas, las galletas y el aceite de oliva donde les hubiera convenido o apetecido.

Salvo que -lo más probable- la intención sea señalar  (con una estrella de David) junto al paredón de fusilamiento a quienes no entienden la necesidad ni urgencia de esa acción, que la gran actuación estelar de unos personajes consista en remover por real decreto la historia y su memoria por un montón de huesos, estando las cosas como están, parecería de ópera bufa si no fuera porque es cierto. Al respecto plantearía dos cuestiones. La primera, hipotética y tragicómica; se imagina alguien que, llegado el momento, al levantar la lápida de la Basílica del Valle de los Caídos, apareciera la tumba vacía o sin restos mortales el ataúd. Las tronchas de carcajadas se iban a escuchar hasta en la cima del Everest.

Segunda, real; en el supuesto de que, efectivamente, se encuentren ahí enterrados los restos del general, donde quiera que decidan llevarlos se convertirá en un parque temático, un lugar de permanente peregrinación de cientos de miles de visitantes, próximos o no al personaje y a su pensamiento y de cuanto simboliza su figura en la reciente historia de España cuando hasta hace unos pocos días tenían escasa relevancia las visitas al Valle y eso contabilizando las excursiones del IMSERSO y la insaciable curiosidad de chinos y japoneses. Esto salvo que en la hipérbole del rizo decidan hacerlo clandestinamente -con nocturnidad y tapando las placas de los camiones- como fueron retirados en su momento bustos y figuras ecuestres de plazas y vías públicas y desaparezcan sin dejar rastro. Ahí, dijo yo, la familia tendría algo que decir, supongo. 

Con tantísimo que hacer y mejorar en este país, proponerse tropezar con una lápida y con el inerte inquilino de una tumba, convierte en válido el enunciado del principio. Se me ocurren unas cuentas: la primera muy útil y necesaria. Empezar a adelgazar el gasto público donde más duele a los políticos y donde no parecen querer ponerse de acuerdo: menos cargos públicos -senadores, diputados, concejales, asesores, etc.-, menos órganos innecesarios, menos modelos de gestión de servicios públicos -uno por cada comunidad autónoma en materias de sanidad, educación, justicia, medio ambiente, seguridad ciudadana, etc.

También podrían preocuparse un poquito más por lo que está ocurriendo en Ceuta y Melilla y el descontrolado acoso y agresiones físicas graves que sufren las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Lo que en cualquier caso no parece muy prudente es volver a hurgar en las cicatrices de la historia, volver a pasar el NO-DO desde sus comienzos y volver a releer y escuchar los partes médicos de la flebitis del general y el parte del equipo médico habitual ni ver las escenas de caza, pesca fluvial o las paseos en el Azor. Pues de momento, el tiro por la culata y así mi hija pequeña, entre pantallita y pantallita, asomando la mirada al televisor me pregunta...."pero quién es ese señor de la foto tan antigua? Eso es un aburrimiento"


Me expongo, lo sé, a que cualquiera de esos personajes expertos en repartir carnets, etiquetas y licencias, me asigne alguno de los que suenan en su lindas bocas y que pronuncian con gran elocuencia a falta de mejores argumentos: facha, racista, xenófobo, insolidario, etc....

Insisto: nada debo, nada nos regalaron. Sin resentimiento, pero no me preocupa dónde acaben ni qué se haga con los huesos del general, no quiero perder por eso ni un minuto de mi vida porque afortunadamente la tengo para otras cosas y si me sobran unos segundos, me inquieta más si Valverde se decanta por un 4-4-2- o un 4-2-3-1 con doble pivote....con lo preocupado que me tiene esto, claro.

A trabajar, que falta hace!






Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...