lunes, 1 de octubre de 2018

Crisol de Crisoles


Si bien el viaje no era exclusivamente entregado al ocio, he disfrutado de un fin de semana intenso en Madrid. Creo que a fecha de hoy está a años luz de Barcelona, entregada, desgraciadamente a las veleidades y ensoñaciones nacionalistas que, creo sinceramente, no le han hecho favor alguno. Y hablo estrictamente del concepto urbano. Si bien hace poco más de un año y medio llegue a disfrutar de una ciudad alegre y jovial, a la par festiva y febril, el atentado de las Ramblas y la radicalización del nacionalismo independentista en sus calles han enturbiado aquella imagen y hoy, en la intencionada distancia que he querido tomar, me parece una ciudad triste y desolada. 

Por contra, Madrid tiene otro pulso, otra dimensión. Madrid es superficie, vuelo, pero sobre todo, subsuelo: su metro. Según llegas al vestíbulo del metro del aeropuerto, bajando las escaleras que desembocan en las taquillas, el revuelo de pasajeros, trolleys, maletas, etc. da cuenta de una actividad frenética y bulliciosa. Ya en el interior de sus vagones se advierte el crisol de crisoles que habita esa gran urbe, sea como vecino permanente o lo sea como visitante. Razas, colores de piel, modas, peinados, tatuajes, idiomas, bolsos, maletas....y móviles. El viaje en metro, si logras aislarte de tu teléfono, si lo dejas en el bolsillo y te dedicas a observar a tu alrededor, te proporciona una foto fija, un retrato sociológico vivo y candente de la ciudadanía que habita la capital.

Cuando al salir de las estaciones pisas el asfalto, permanece el bullicio de miles de personas sujetos a un aparatito, auriculares en las orejas y ajenos a la vida que no se refleja  en las pantallas de las redes sociales o de las playlist que escupen su música ininterrumpidamente. 

El motivo del viaje, decía, estaba inicialmente justificado con una primera revisión postquirúrgica. Y como ya se había puesto de manifiesto con una óptima recuperación en orilla y mar, amigos y familia, la analítica previa ya presagiaba un diagnóstico feliz. En consecuencia el siguiente paso era la celebración repartida entre cultura y gastronomía.

Volví a probar las excelentes croquetas del Bar Jurucha (Ayala, 19), rememorando mis viejos tiempos de estudiante de oposición. Se borró de la Calle Lagasca el viejo Bar Peláez (han pasado treinta y cinco años), pero afortunadamente sigue en pie O Caldiño, en esa misma calle, número 74, con sus plafones de madera un tanto trasnochados y una oferta gastronómica un tanto especulativa. Pero había que probarlo. 

Caballo ganador, el Qüenco, (Alberto Alcocer,26) con su correctísima propuesta de producto fresco de huerta y mar -la corvina, excelente-.

Finalmente, otro clásico, pendientes los callos a la madrileña desde mi preoperatorio, marcado por un exigente ayuno desde cuarenta y ocho horas anteriores a mi paso por quirófano, el castizo Casa Lucio: huevos estrellados, los callos, revuelto de setas y langostinos y un meloso rabo de toro. 

Toda la gastronomía acompañada por ilustres amigos, visitantes inagotables de aquellos días de penumbra hospitalaria: Begoña y Manuel, Natalia y Alfredo y Joaco. Gracias por todo, amigos.

La cultura, por nuestra cuenta, en dos visitas imprescindibles y que no se agotan ni en un día ni mucho menos en una tarde: el Museo Arqueológico Nacional, impecable recorrido de los que fuimos y de por qué somos lo que somos y, cómo no, el Museo del Prado, reinventado en cada visita con la posibilidad de enfrentarse en vivo y sin más interferencia que un cordón que separa la obra del curioso, con cuadros que hemos conocido en cromos y diapositivas. Otra vez Velázquez, Goya, Rubens, El Greco....Luces y claroscuros, retratos de historia. 

Y una reflexión: qué tendríamos de todo esto si hace seis o siete siglos todos estos genios hubieran crecido con un smartphone 4G en la mano. Pues eso nos queda, a ver qué cultura dejamos nosotros para  que llegue a generaciones futuras.

Quedan más visitas y afortunadamente muchos más amigos con los que compartir una buena mesa y un buen cuadro. 


1 comentario:

  1. Me alegro mucho por el resultado de esta primera revisión.
    Pero cuidado con esa cultura culinaria, propuestas muy atrayente como siempre,que luego viene su amigo colesterol. Jajajajaja.

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