lunes, 17 de diciembre de 2018

Agitando el avispero

En ocasiones la memoria puede resultar muy selectiva y basta que uno se proponga acordarse de una cosa para que, esa misma memoria, que es muy caprichosa, altere la veracidad de los hechos recordados o realce el detalle superfluo por encima de lo que realmente tiene más importancia.

En el proceso colectivo de la recuperación de la memoria histórica se pasan por encima determinados detalles que para algunos carecen de importancia y gravedad mientras que para otros sigue resultando hiriente. Hace unos días, una de esas madrugadas donde el sueño lo corta una sintonía que se cuela en el guión de la noche me quedé literalmente colgado de una entrevista que hacían a una prestigiosa y veterana científica española. Por su edad, cobra mayor mérito no sólo haber podido dedicarse al estudio  y a la investigación sino haber obtenido, además, el respeto y reconocimiento tanto nacional como internacional por el resultado de sus años de trabajo. A lo largo del programa, con una voz ligeramente titubeante y entrecortada al rememorar hechos íntimos relativos a sus ancestros, iba desgranando diversos períodos de su vida, haciendo especial hincapié en sus primeros años. Decía que sus padres se casaron poco antes de nuestra luctuosa y lamentable guerra civil y siendo su padre liberal y republicano, por su profesión se vio obligado a tratar de poner a salvo a toda una congregación de monjas que servían en el centro del cual él era  director. Para evitar que fueran acosadas, atacadas y quién sabe, violadas y asesinadas, les sugirió que dejaran de hacer uso de sus hábitos y vistieran prendas civiles. Le costó mucho convencerlas pero gracias a ello salvaron sus vidas y siguieron atendiendo a los cuidados de los internos. Tuvieron la suerte que a otros les faltó. 

Hablando exclusivamente de ciudadanos y dejando de lado a los que gobernaron antes, durante y después de la guerra, hoy en día, ochenta y tantos años más tarde, parece que hay quien/quienes siguen obstinados en que nos echemos a la cara los peores gestos de nuestra historia más reciente, unos contra otros, ciudadanos del mismo pueblo, de la misma calle enfrentados nuevamente por haber caído en uno u otro bando sus padres o sus abuelos y especialmente de forma virulenta, ahora, los hijos y nietos de quienes perdieron contra los hijos y nietos de quienes ganaron. Si es que alguien ganó o si no perdieron todos. ¿Y qué culpa tienen unos y otros? Bastante desgracia cayó en todos entonces y no he vivido personalmente ni he conocido en mi entorno próximo ni en el más remoto a nadie alardear por descender de los supuestos vencedores. Por lo poco que por ella sabemos, si mi madre hablara....

Para eso debería haber servido, entre otras cosas, la Constitución del 78, creo. Para abrazarnos unos a otros y empezar a construir un destino y una casa común. De ahí lo absurdo de volver a las andadas tantas décadas después.

Hay quien parece obstinado en seguir agitando el avispero y no puedo entender que unos muertos resulten ahora más importantes que otros. Todos duelen, todos hacen derramar lágrimas, todos fueron evitables. Descansen en paz todos.

Y siguiendo la ruta de los ochenta:

https://www.youtube.com/watch?v=SGyOaCXr8Lw&feature=youtu.be

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