Decía yo que para lo que podía haber sido el verano, según se presentaba el mes de junio, sus casi cuatro meses de sol, mar y aire libre, han cundido y han suavizado el tono áspero que auguraba una intervención quirúrgica con diagnóstico claro y pronóstico incierto. La analítica final, hace unos días, deja a las claras que la borrasca pasa de largo -a Dios muchas gracias- y que es tiempo de volver a la obligación sin descuidar la devoción y recuperar los viejos hábitos; trabajo, ocio, familia y amigos. Por ese orden, o no, depende de cada momento.
Para despedir este verano y ciñéndonos con precisión al calendario, este fin de semana nos hemos empotrado en una de esas colonias estivales que colapsan los núcleos turísticos con una suerte de oferta que hasta ahora no había degustado. La fórmula parece que funciona a las mil maravillas y aunque siempre hay sectores que elevan un poco la voz por quedar un tanto excluidos de la billetera de los visitantes, lo cierto es que todos han aprendido a sacar rendimiento y algunos que parecían quedarse un tanto al margen, reinventándose, eso sí, se han integrado perfectamente y reciben, juntos todos, con los brazos abiertos a los multitudinarios contingentes que se van relevando ordenadamente en cada uno de los hoteles, de diversas cadenas y categorías.
Elegí Playa de Muro y un hotel de alta categoría para no sufrir, por desconocimiento, una mala experiencia. He utilizado deliberadamente el verbo empotrar porque pese al significado violento que pueda sugerir no se me ocurre ninguno más acertado para describir el acceso y convivencia de una familia española rodeada de cientos de familias centroeuropeas, hablando en su propia lengua y desarrollando todas sus actividades con escrupuloso cumplimiento de hábitos y horarios. Y todo esto sin salir de Mallorca.
Pasando pues por alto esos dos pequeños detalles -lengua y horarios- el ambiente es de absoluto disfrute. Las instalaciones, las habitaciones, los servicios disponibles, la calidad gastronómica, la generosa y variada oferta y la profesionalidad y dedicación del personal -desde el momento de la llegada, pasando por el diverso personal que atiende comedores, bares, restaurantes, piscina, limpieza, entretenimiento, etc-
Si además, nada más asomarte a la ventana te encuentras frente a la amable caricia visual de la bahía de Alcudia y contemplas desde primera hora del día la gama escalonada de verdes y azules, que más puede pedirse.
Aunque mi familia ya no responde, por edad, al modelo tipo con el que nos hemos encontrado: bebés, muchos bebés, cochecitos, colchonetas de todos los tipos, volúmenes y tamaños, etc, las dimensiones del hotel hacen fácil y tolerable esa convivencia. Existe, si no, la opción de traspasar la duna verde que delimita el hotel, estirarse en una confortable hamaca en la playa y asomarse al interior del hotel exclusivamente a las horas de avituallamiento líquido y sólido. Y así hemos logrado sacar el máximo y discreto, no obstante, partido al todo incluido.
Acaba el verano en el calendario pero siguen las condiciones climatológicas adecuadas para seguir gozando del mar y de las playas baleares. Algunos de mis queridos amigos mallorquines, traicionando su ancestral tradición de no nadar más allá de agosto, han sucumbido al placer de disfrutar de estos fines de semana en bañador y han recuperado del armario las toallas de la playa y las chancletas. ¿Es así o no?
Llega el otoño. Lo sé porque han empezado a colgar los adornos navideños. No tengo palabras.
Acaba el verano en el calendario pero siguen las condiciones climatológicas adecuadas para seguir gozando del mar y de las playas baleares. Algunos de mis queridos amigos mallorquines, traicionando su ancestral tradición de no nadar más allá de agosto, han sucumbido al placer de disfrutar de estos fines de semana en bañador y han recuperado del armario las toallas de la playa y las chancletas. ¿Es así o no?
Llega el otoño. Lo sé porque han empezado a colgar los adornos navideños. No tengo palabras.
Todavía queda playa.
ResponderEliminarSaludos desde Illetas.
J. M. Piriz