Acabamos de celebrar el cuadragésimo aniversario de nuestra Constitución. Para muchos buenos españoles, que los hay, su mera existencia es un motivo de relativo sosiego y tranquilidad. Relativo porque desde hace unos años estamos siendo testigos de actitudes y manifestaciones que tratan de empañar el brillo especial que ha venido luciendo todo este tiempo y el carácter integrador que alcanzó inicialmente y que debería haber consolidado desde su entrada en vigor. Hay quienes la atacan, la vulneran, la menosprecian y son esos mismos los que luego exigen el cobro de sus derechos -de todos sus derechos- pero rehúsan el compromiso de cumplir sus obligaciones.
Cuarenta años es una cifra que se repite con mucha frecuencia y en diversos órdenes de la vida. Se ha convertido en una expresión recurrente en nuestra historia y en nuestras vidas y quién más o quién menos siempre está a punto de celebrar o ha celebrado el cuarenta aniversario de....
En mi caso particular no iba a ser de otra manera. Coincidiendo con la entrada en vigor de nuestra Constitución arrancan, casi sincronizadamente, determinados rasgos y perfiles de mi vida: cuarenta años trabajando (junio 1978), cuarenta años de carnet de conducir (marzo 1979), cuarenta años de mayoría de edad (diciembre 1978), cuarenta años de mili (octubre 1979), cuarenta años de mi primera participación en un proceso electoral (marzo 1979)….
Cuarenta años de madrugones -aunque si fue para empezar la jornada laboral, lo endulzaron los primeros salarios a final de mes-,cuarenta años de estudios universitarios, cuarenta años de formación -sigo aprendiendo-, cuarenta años de responsabilidad, cuarenta años de vuelo libre -aunque los primeros bajo la tutela y el cuidado de una paternal torre de control- cuarenta años de alegrías y de tristezas, de satisfacciones y de sinsabores, cuarenta años en los que jamás dejé de pagar algún plato que pude romper, siempre sin querer, cuarenta años de amores y amoríos, de ensoñaciones, de abrazos, de besos, de arrumacos, de alguna rubia, de alguna morena, de alguna pelirroja, de noches en vela; unas por la fiesta y la verbena, otras por el estudio y la oposición, otras por esos inquilinos invisibles a la luz del día que acortan la noche y abrevian el sueño....
Cuarenta años son con los que yo me casé y cuarenta años con los que inicié una nueva vida y una nueva familia en un nuevo hogar. Con cuarenta años me incorporé al destino que ocupo en la actualidad y con esos mismos cuarenta años de edad empecé a conocer, desde dentro, el honor y el servicio de la Guardia Civil...
Cuarenta años de experiencia que no regalan doctorados ni másteres ni cobros extraordinarios a final de mes pero que endurecen y curten alma y criterio, agravan tal vez los errores pero empiezan a justificar, ojalá, cierta indulgencia cuando yerro el tiro...
Cuarenta canciones, cuarenta mensajes en cuarenta botellas, una y uno por cada uno de estos cuarenta años.
Y ahora ¿me vas a cantar las cuarenta?
No hay comentarios:
Publicar un comentario