La lluvia se ha interpuesto en mi jubiloso regreso a las pistas de tenis y además con impertinente insistencia. Una semana de agua y de aguaceros intensos en ocasiones y al traste con mi soñada rehabilitación del saque-volea. Tendré que esperar, supongo y para ello lo mejor es tener paciencia. Contra los elementos.....
En lo que vuelve a salir el sol y encuentro un rival disponible me vuelco sobre los fogones y me esmero en un nuevo menú de entretiempo: solomillo marcado en plancha y paseo por el horno sobre patatas panaderas y berenjenas frita con ajos y champiñones shitake rematados también con el lustre del horno. El aroma de la cocina auténtica y a un precio más que asequible traspasa los límites de la cocina y se cuela ya en el comedor. Niñas, a la mesa! Como aperitivo, colas de gambones flambeadas con ron caribeño añejo y todo el conjunto acompañado con un sencillo Rioja. Tiempo de tinto. En fuego vecino, a ritmo y llama lenta, alubias negras con verduras (sofrito de ajetes, cebolla puerro y zanahoria), salsa oscura y espesa como chocolate a la taza, estoy deseando meter ya la cuchara....
Brilla el sol, tibio, en esta tarde de sábado pero ya no me vestiré de corto. Me conformo con seguir por televisión la semifinal del Máster 1000 de París Bercy. Dos auténticos monstruos de la raqueta; los más talentosos, tal vez, del panorama actual. Nadal es otra cosa. Si tuviera el talento de Djokovic o de Federer se perpetuaría en el número 1. Lo suyo es una combinación de la técnica de sus propios golpes, tesón, corazón -enorme- y sobre todo, mucha cabeza. Esa que le falta, del segundo escalón para abajo, al resto de jugadores del circuito. Ahí están los resultados de los que supuestamente querían arrebatar la corona a los tres citados. Nuevamente lesionado, Nadal se borró del torneo y acudirá sin ritmo a la copa masters. Pues eso, como yo, sin ritmo de saque-volea.
Me resisto a ver otro tipo de televisión. He renunciado a una serie de cadenas, obstinadas en buscar en la burda y soez burla de los símbolos del Estado su estabilidad presupuestaria y los porcentajes de audiencia. Pobres en contenido y pretenciosamente audaces en sus chascarrillos y gracietas. Luego pasa lo que pasa. Llegan las lamentaciones y las pruebas de solidaridad y apoyo por parte del coro de aduladores de los malos cómicos que hablan en nombre de la libertad de expresión a cualquier precio. Nada nuevo que no hayamos visto antes. Lo que ocurre, al final, es que cuando llegan los recibos del agua, del gas, del IBI, del cole y de las actividades extraescolares de los nenes, se encuentra uno solo. Hasta allí no llega esa solidaridad y además la presión que se ha generado se vuelve en contra del chistoso de plató y se retiran las colaboraciones y los patrocinadores comerciales dejan de pagar las pedorretas, las chaquetas, los móviles y los tratamientos dentales.
Y si te quitan los tirantes, se te caen los pantalones y baja la audiencia. Ajo y agua.
Y si te quitan los tirantes, se te caen los pantalones y baja la audiencia. Ajo y agua.
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