La playa se ha borrado. Si no fuera porque mi coche me lleva hasta el aparcamiento sin titubear, una vez en la orilla no estaría muy seguro de estar en Illetas. Eso viene ocurriendo todos los años llegados a este momento. Por eso siempre me ofrezco y no es un brindis al sol, a mantenerla, cuidarla y vivirla intensamente durante el invierno como quien conserva un amor de toda la vida. Y si no queda más remedio, así haré mientras nada me lo impida.
Ha llegado la gota fría. Hoy lunes, muy tempranito y a oscuras, a la hora en que las golondrinas solían iniciar su algarabía (ausentes ya de la calle y de los aleros), la vieja olivetti tecleaba a buen ritmo. Está lloviendo con mucha intensidad, casi diría que con violencia. El agua debe estar acumulándose en la azotea y creo que de buena nos libramos ayer. Contra las malas previsiones que auguraban una jornada pasada por mucha agua, logramos compartir con un grupo de amigos un arrocito caldoso marinero al aire libre. El cazuelón de barro hasta los bordes, buenos vinitos en excelente compañía. Son, tal vez, los últimos coletazos de la terraza. Quedan algunas citas pero eso ya depende del tiempo. Ojalá se pueda.
En la semana en que despedimos la maravillosa rutina de un plan que apenas hay que trazar: toalla, crema protectora, bañador y chancletas, aflora como una necesidad el resumen del verano. Al principio, aquellos días entre mayo y junio, mis previsiones -internas, no declaradas- no eran muy optimistas. Una intervención quirúrgica, la amenaza de un diagnóstico incierto y un pronóstico desconocido. Afortunadamente nada como una silla plegable sobre la orilla, en ocasiones la lectura, una buena compañía, música, mucho mar, muchas brazadas -cada día más- alguna cañita bien tirada aunque en vaso de plástico...y eso todos los días.
Si habrá resultado balsámico el tratamiento y la terapia que a fecha de hoy, pese a la ingrata sensación de que esta temporada de playa se está acabando, me siento plenamente recuperado, fuerte, animado y preparado para rescatar el raquetero del trastero, comprobar la tensión del cordaje de mis raquetas, fijar fecha y hora, citar a Pepe, a Antonio, a Salvador, a Will y a Toni y trazar la nueva rutina: tres o cuatro veces por semana.
Y para que no me lleve sorpresas justamente hoy, que tenía intención de empezar a planificar, la lluvia, esta gota fría que está ahora descargando con ira toda el agua que no ha caído en todo el verano. Me imagino las pistas absolutamente encharcadas. Será que el factor climatológico también quería citarse conmigo y exhibir su influencia. Y estamos en terreno de nadie.
El miércoles empieza el curso y comparto la desazón de mis hijas como propia. Con lo bien que se está sin mochilas cargadas de libros, una clase tras otra, el autobús, la taquilla, la merienda, los deberes....Va a ser un año muy especial para mi hija mayor: es su último curso de bachillerato y en breve tendrá que empezar a decidir y concretar qué carrera universitaria y dónde quiere estudiar. Me he tirado parte de la madrugada pensando en ello. Será que a veces, según lo conversado a última hora del día, la idea se queda girando en la cabeza como aquellos comecocos de los ochenta. Y por aquellas asociaciones de ideas me he escapado a mis diecisiete años y al mismo momento de su corta vida en que toca tomar una decisión crucial.
Para completar el escenario hasta la música se pone de mi parte; Suenan The Doobie Brothers y su It keeps you Runnin'...Y me estoy viendo, con mi amigo Gaspar L.T. que acaba de aparcar su flamante 124 Especial azul celeste de tapicería de cuero, bajando las elegantes escaleras de Bacarrá, abordando la pista de acero, chicas guapas bailando y un combinado en la barra: gala de tarde y toda la vida por delante. Primero de Derecho, hace, justamente ahora cuarenta años.
Yo también tengo memoria histórica y en absoluto es negra ni está deformada por la mala intención ni el resentimiento...
https://www.youtube.com/watch?v=HveP0neTpww
Ha llegado la gota fría. Hoy lunes, muy tempranito y a oscuras, a la hora en que las golondrinas solían iniciar su algarabía (ausentes ya de la calle y de los aleros), la vieja olivetti tecleaba a buen ritmo. Está lloviendo con mucha intensidad, casi diría que con violencia. El agua debe estar acumulándose en la azotea y creo que de buena nos libramos ayer. Contra las malas previsiones que auguraban una jornada pasada por mucha agua, logramos compartir con un grupo de amigos un arrocito caldoso marinero al aire libre. El cazuelón de barro hasta los bordes, buenos vinitos en excelente compañía. Son, tal vez, los últimos coletazos de la terraza. Quedan algunas citas pero eso ya depende del tiempo. Ojalá se pueda.
Excelente vino, Nico. Muchas gracias. |
En la semana en que despedimos la maravillosa rutina de un plan que apenas hay que trazar: toalla, crema protectora, bañador y chancletas, aflora como una necesidad el resumen del verano. Al principio, aquellos días entre mayo y junio, mis previsiones -internas, no declaradas- no eran muy optimistas. Una intervención quirúrgica, la amenaza de un diagnóstico incierto y un pronóstico desconocido. Afortunadamente nada como una silla plegable sobre la orilla, en ocasiones la lectura, una buena compañía, música, mucho mar, muchas brazadas -cada día más- alguna cañita bien tirada aunque en vaso de plástico...y eso todos los días.
Si habrá resultado balsámico el tratamiento y la terapia que a fecha de hoy, pese a la ingrata sensación de que esta temporada de playa se está acabando, me siento plenamente recuperado, fuerte, animado y preparado para rescatar el raquetero del trastero, comprobar la tensión del cordaje de mis raquetas, fijar fecha y hora, citar a Pepe, a Antonio, a Salvador, a Will y a Toni y trazar la nueva rutina: tres o cuatro veces por semana.
Y para que no me lleve sorpresas justamente hoy, que tenía intención de empezar a planificar, la lluvia, esta gota fría que está ahora descargando con ira toda el agua que no ha caído en todo el verano. Me imagino las pistas absolutamente encharcadas. Será que el factor climatológico también quería citarse conmigo y exhibir su influencia. Y estamos en terreno de nadie.
El miércoles empieza el curso y comparto la desazón de mis hijas como propia. Con lo bien que se está sin mochilas cargadas de libros, una clase tras otra, el autobús, la taquilla, la merienda, los deberes....Va a ser un año muy especial para mi hija mayor: es su último curso de bachillerato y en breve tendrá que empezar a decidir y concretar qué carrera universitaria y dónde quiere estudiar. Me he tirado parte de la madrugada pensando en ello. Será que a veces, según lo conversado a última hora del día, la idea se queda girando en la cabeza como aquellos comecocos de los ochenta. Y por aquellas asociaciones de ideas me he escapado a mis diecisiete años y al mismo momento de su corta vida en que toca tomar una decisión crucial.
Para completar el escenario hasta la música se pone de mi parte; Suenan The Doobie Brothers y su It keeps you Runnin'...Y me estoy viendo, con mi amigo Gaspar L.T. que acaba de aparcar su flamante 124 Especial azul celeste de tapicería de cuero, bajando las elegantes escaleras de Bacarrá, abordando la pista de acero, chicas guapas bailando y un combinado en la barra: gala de tarde y toda la vida por delante. Primero de Derecho, hace, justamente ahora cuarenta años.
Yo también tengo memoria histórica y en absoluto es negra ni está deformada por la mala intención ni el resentimiento...
https://www.youtube.com/watch?v=HveP0neTpww
Yo también sigo en Illetas, para Septiembre gozar y aprovechar el verano que pronto acabará.
ResponderEliminarLa riqueza de tu prosa es para disfrutar, pues narra hechos cotidianos y gran belleza le da.
Saludos!