Poco puede añadirse, en general, a lo que ya todo el mundo ha visto, leído, seguido y compartido a través de las redes sociales. Fotos del drama y de la desolación que han supuesto para cientos de ciudadanos las lluvias torrenciales y las posteriores inundaciones en Mallorca, hace más de diez días y en la zona de Levante y Andalucía oriental el pasado fin de semana.
Al hilo de las primeras valoraciones por parte de científicos baleares, produce cierto temor indagar en los hechos y asumir las consecuencias. Por una parte parece que vamos a tener que empezar a asumir que cada vez con más frecuencia vamos a padecer este tipo de fenómenos climatológicos; gotas frías y lluvias torrenciales, incluso en zonas normalmente ajenas a una nivel medio de precipitaciones. Y, lo peor, la mala acción o inacción del ser humano en la prevención de los riesgos de riadas, torrentadas e inundaciones, pese a lo fatalmente extraordinario de esas lluvias.
Una naturaleza desatada como hemos vivido estos días encuentra en la torpeza o en la ambición del hombre el aliado perfecto. Una de las frases que me ha quedado grabada estos últimos días es la de un reputado geógrafo mallorquín experto en inundaciones: "el torrente de Sant Llorenç parecía diseñado por un asesino en serie". No parece que haya que buscar culpables porque lluvias de casi doscientos litros por metro cuadrado durante dos horas hacen verdaderamente complicado disponer de medios eficaces para prevenir las riadas y sus terribles y mortales consecuencias. Pero, sin ánimo de hurgar en la herida ni buscar responsables, limpiar los torrentes y estudiar sobre el terreno los puntos donde pueden producirse y crecer las riadas, sí que es posible.
En uno de estos vídeos recibidos durante el fin de semana, un vecino de Andalucía mostraba su indignación e impotencia por las consecuencias de las lluvias torrenciales anegando sus propiedades y provocando daños irreparables en el terreno, muerte de ganado, etc. motivado por la deliberada inacción de las autoridades locales en el cuidado y mantenimiento de torrentes naturales. Por motivos atribuibles a ciertos criterios de gestión medioambiental -el ecologismo radical espontáneo, progre e indocumentado y tan moderno él resulta a veces indigesto- los responsables de la cosa han recomendado que sea la propia naturaleza la que disponga por dónde deben trascurrir cauces y riadas. Démosle espontaneidad a la naturaleza que ya se encargará ella de corregir la obra humana. Eso sí, asumamos luego las consecuencias aunque lamentablemente, además de los elevados costes materiales, se cobra vidas humanas.
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