Llevaban la vocación en la sangre, pero eso, desgraciadamente, no sirve para pagar los recibos a final de mes y tenían que mantener, por lo menos, la vigencia de la licencia de vuelo que nadie les regaló, para cuando llegasen mejores momentos para la aviación comercial. Por eso, probablemente, no dudarían, al momento de firmar aquel contrato, mientras no hubiera mejor oportunidad, en condiciones abusivas (ahora sí habla el SEPLA) y al momento de "chequearse" cada día, a pesar de los excesos de horas sentado ante los cuernos de veteranos aviones o pasando carritos por angostos pasillos, aguantando impertinencias de todos los colores, reventando cada día un poco, mirando desconfiadamente el negro nubarrón desde cockpit y rezando para llegar a la terminal del lejano aeropuerto para poder llamar a casa, proclamar que estás vivo, que has sobrevivido, un día más.
Duele tan cercana esa muerte, después de haber padecido y superado ERE,s, otros accidentes, traslados de base, intrigas de políticos y empresarios especuladores sin escrúpulo y sin puta idea de lo que es la aviación, cierres, entrevistas, insomnios, alejamientos de casa, de los niños, de la propia vida.
Mientras unos se los llevan calentitos y los pasean por carretera hacía próximos paraísos fiscales, comiendo bien por el camino y regocijándose por lo exitoso de su fraude, honrados trabajadores mueren por un puñado de euros.
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