lunes, 2 de mayo de 2022

Sobre un vidrio mojado....

Sobre un vidrio mojado...escribí "mamá"

¿Solamente somos capaces de dedicarles un día al año? A los que gozamos de la inmensa fortuna de tenerla cerca: abracémosla, besémosla, cojamos sus manos entre las nuestras y sintamos su respiración y el calor de su piel. Devolvámosle la ternura con la que nos acogió el primer día. Acompasemos nuestros pasos a los suyos, tan lentos y frágiles. Sujetemos su brazo y su espalda al caminar. Agachemos nuestro cuerpo hasta encorvar nuestras espaldas para que sea capaz de sentirnos cerca, de escucharnos.

Sintamos sus latidos lentos, tenues, de un corazón fatigado que nos ha regalado toda su vida, que nos entregó, en mantilla, en el mismo instante en que empezó a palpitar el nuestro autónomamente. Ese corazón que nos ayudó a crecer, a ser lo que somos y como somos, compartido con generosidad extrema y hábilmente repartido con el resto de los hermanos, con su amado esposo, con el resto de su familia...

Palpita ese corazón despacio y ajeno e indiferente a lo que suena alrededor porque el oído, su oído, se volvió caprichoso o tal vez se rindió, exhausto y exánime antes tantas barbaridades que siguen revoloteando a su alrededor. Cómo quisiera exonerarla del lamentable y ruidoso espectáculo que ofrecemos a dentelladas los humanos de sus siguientes generaciones.  

Ya no oye bien ni sintonías, ni melodías, ni lee canciones en los labios. Si acaso las que guarda su selectiva memoria, especialmente de lo más remoto de esta, lo que le lleva al sonido de aquellas orquestas de los salones de baile de la Barcelona que fue y que ya no volverá y de aquellos programas de radio que escuchaba cuando remendaba un calcetín o estiraba los bajos de un pantalón. 

En el vidrio de una ventana de la vieja casa familiar, cuando llovía, cuando al otro lado de su transparencia todo lo envolvía una densa bruma, su latido sonaba muy cerca. Empañado por la respiración agitada de un niño, sin por el momento, otro nombre femenino que escribir con el grueso trazo de su pulgar, había espacio para dibujar un corazón y, con su acento agudo y bien sonoro, una sola palabra: mamá


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