Doy gracias, de antemano, por poder seguir opinando y rellenando esta modesta página con mis expresiones de júbilo en unas ocasiones o de pesar en otras, sin que, por el momento, se haya quebrado mi salud, ni con gravedad la de mis familiares más próximos. Lamentablemente no puedo decir lo mismo respecto de alguno de mis amigos o conocidos, a los que recordaré siempre desde el íntimo rincón de mi fe cristiana.
Salvado eso, cada cual en el ámbito de su ocio lo mismo, echo mucho de menos los pequeños placeres que adornaban, hasta hace ahora un año, mi estilo de vida. Esos que, desde su modesta complexión, aportaban un plus de gozo a mi existencia y a la de mi entorno familiar y que resultan imprescindibles para seguir arrancando el motor cada día del año.
Una escapada al Valle de Arán. El desplazamiento es largo y algo tedioso; pasa por una larga jornada de desplazamiento a la península por vía marítima y llegados a Barcelona, de noche y no siempre en las mejores condiciones climatológicas, un largo viaje por carretera para llegar poco antes de las dos de madrugada. Sin embargo y a pesar de levantarse uno molido, los cinco días siguientes constituyen una carga extra de batería para el resto del año. Escuchar como los esquíes van dibujando un surco sobre la nieve o ese momentito de telesilla para llevarnos a la cima mientras el sol y el silencio envuelven de magia el ascenso...o esa cervecita con la que culminas el fin de la jornada...
Y Galicia. Necesito como el aire una escapada a calzón quitado y zambullirme en cualquiera de las docenas de manteles que conozco de su gastronomía; ver en el centro de la mesa una generosa ración de zamburiñas a la plancha, un honesto pulpo a feira o una fuente de nécoras de verdad y rematar con un sargo salvaje (o lubina, o palometa roja) al horno, con sus patatas de verdad, con ese fondo de sustancia que solo el pan gallego ayuda a borrar del plato...y cualquier albariño de la casa, en su botella verde sin etiqueta.
Ay cuando pueda recuperar toda ese esencia perdida entre los pliegues de monje disciplinado que no se ha saltado una sola norma sanitaria para evitar contagios propios y del entorno.
Justo al contrario de como he visto en mucho de nuestros frustrados líderes dando, día tras día, ejemplo opuesto de lo que se debería hacer.
El rebuzno
¿El descomunal rebuzno de esa señora es botón de muestra de la educación que quieren para nuestros hijos? Por favor, que aparten de ahí sus manos. La que tendría que explicar de dónde viene es ella.
En desagravio de los burros:
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