Si alguna vez cerrara mis ojos,
que no pase una estrella fugaz.
Duermo siempre con un ojo abierto, por lo que pudiera pasar y con una oreja pegada al mundo para saber qué, cómo y cuándo pasa. Aún así, cuesta mucho entender según que acontecimiento y, si de el mismo hecho se pretende una mayor información en los diferentes medios (tendencias y marcas ideológicas), puede uno acabar muy confundido o fatalmente trastornado.
Mientras duermes todo pasa, se urden los planes y funcionan las emisoras y las redes sociales, tres cuartos de la humanidad permanece despierto, gira la Tierra y suben y bajan las mareas. Mientras duermes se fragua una moción de censura y simultáneamente alguien la detecta y te la cuenta a las seis de la mañana. Mientras duermes (o deberías dormir) pasa algo de lo que te enteras más tarde.
Mientras duermes, tal vez tus hijos siguen enganchados a una pantalla que les conecta a su mundo, del que te separa, cada vez mayor, una brecha generacional con la profundidad de un abismo.
Nuestros hijos, cada cual en su propia fase de adolescencia, no parecen zozobrar en la ingesta de información o sí, acaso, zozobran cuando los padres nos esforzamos en proporcionar (o intentarlo, por lo menos) algo de claridad en los conceptos que les van inoculando instagrameros, youtuberos y demás fauna de las redes sociales. Y todo les entra por ahí, lo cual es realmente preocupante.
No tengo yo motivo alguno de queja, pero si quieres evitar un choque generacional, no trates de discutirle algo que hayan visto en su pantallita; vamos, ni una receta gastronómica.
No se trata de ponerse muy pureta y tratar de imponer el propio criterio pero he llegado a la conclusión que a estas alturas, desgraciadamente, debemos dejar que ellos solitos decidan estrellarse contra ese árbol que, el propio árbol con su mera presencia, y tú con tu prudencia, has tratado de señalizar.
Viven con los ojos abiertos de noche, mirando su pantallita, pero habitan ciegos en un mundo cada día más peligroso, donde poco importa la palabra (especialmente tu palabra) pero mucho el experimento tonto de un youtuber quinceañero que le enseñará a hacer albóndigas o a marcarse un estúpido bailecito.
Dios nos pille confesados y con los ojos bien abiertos.
pincha aquí y échate un bailecito
Los hijos no zo zobran Asís, hacen falta, como el sentido del humor, y de eso tienes para dar y vender., que no te cambien y se tan feliz como haces a tu gente.
ResponderEliminarNo zozobran porque en el fondo, desde la primera papilla o desde la primera vez que les cortas las uñas, su mano está cogida por la tuya. Ese vínculo - no sólo físico - si no se contamina ni marchita es para siempre. Incluso cuando te vas.
EliminarLos hijos no zo zobran Asís, hacen falta, como el sentido del humor, y de eso tienes para dar y vender., que no te cambien y se tan feliz como haces a tu gente.
ResponderEliminarLos hijos no zo zobran Asís, hacen falta, como el sentido del humor, y de eso tienes para dar y vender., que no te cambien y se tan feliz como haces a tu gente.
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