Seguramente, lo primero que hará después de estampar su firma será tender su mano a un señor muy elegante de tez morena, mirar a los fotógrafos, esgrimir una amplia y generosa sonrisa y felicitarse a sí mismo por la grandeza de su hazaña. A la sombra de los focos, en un primer momento, papá se pondrá las gafas de leer cifras desorbitadas, comprobará que en un trocito de papel está perfectamente impreso el importe del precio de su hijo y muy orgullosamente lo guardará en un espacio muy próximo a su corazón; el bolsillo donde guarda su cartera. A continuación saldrán todos los actuantes a un campo de futbol. Le entregarán al futbolista una camiseta cuyo escudo besará con fingida y delirante devoción y le tirarán un balón para que haga lo que mejor sabe: unos toquecitos con cada uno de sus pies, con sus hombros y con esa cabeza que Dios conserve muchos años. Papá, que también asisitirá a esa ceremonia a pie de campo, ya habrá hecho las cuentas y comenzará a tejer una siniestra red de agentes bancarios, contables, asesores fiscales y gestores de aquí y de más allá para que vayan manipulando los ingresos y sus comisiones.
Pues sí, será asi y casi lo deseo. Si no fuera este año, si por cualquier razón que sólo el conoce, esta operación se frustrara, el año que viene, a estas alturas, volveremos a hablar de su renovación, de su posible fichaje, de una super-mega-oferta mareante que no puede rechazarse.
No. Que paguen la pasta gansa y que se vaya a su nuevo equipo. Que quede muy claro que esta clase de deportistas sienten una desmedida y salvaje pasión por el color, pero no por el color de la camiseta de un club, sino por el color, el olor, el tacto, el sonido y el sabor del dinero. Pasión con los cinco sentidos. Eso es todo.
Entiendo que en el circo del fútbol, el dinero que se genera sirva para pagar a los payasos. Estos y no otros son los que ponen sus piernas, sus dotes y su calidad y parece justo que sea en ellos en quienes revierta la parte más sustanciosa de esa ganancia. Y además son profesionales; viven de esto y, nos guste o no, su compromiso lo es en la medida en que económicamente les resulte conveniente. No es exclusivo del fútbol y en todos los deportes profesionales se producen traspasos y fichajes millonarios y si lo son es porque las ofertas de cambio son, al principio tentadoras y finalmente convenientes a los intereses económicos de estos deportistas.
Fue bonito. La imagen de una tripleta atacante victoriosa y jubilosa por la obtención de cualquiera de los maravillosos goles y momentos que nos han regalado quedará en la retina de muchos aficionados que, en ocasiones, somos reacios a resignarnos porque, al final, por un puñado de millones de euros se besa el escudo de cualquier camiseta que normalmente viene a caer encima de donde unos tenemos el corazón y otros guardan los cheques.
Seguiremos la evolucion profesional del personaje en cuestión y podremos constatar el número de besos a sucesivas camisetas y a qué precio los vende. La historia de los clubes debería estar por encima de estos saltos de cama a precios imposibles de igualar.
Seguiremos la evolucion profesional del personaje en cuestión y podremos constatar el número de besos a sucesivas camisetas y a qué precio los vende. La historia de los clubes debería estar por encima de estos saltos de cama a precios imposibles de igualar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario