lunes, 10 de mayo de 2021

Una de berberechos

El púgil recibe un crochet en su mandíbula izquierda. El golpe es tremendo, brutal. Apenas llega a tambalearse y dando la sensación de haber perdido el conocimiento, se desploma sobre la lona. Queda unos segundos inmóvil y parece que no va a ser necesario que el árbitro inicie la cuenta de protección. Se veía venir, dicen los entendidos. Quedaba por saber cuántos asaltos sería capaz de resistir. Mientras vuelve en sí, la mayor parte del público aplaude y vitorea el nombre del ganador con júbilo y fervor. Por contra una minoría de los asistentes permanecen en sus sillas impertérritos e incrédulos sin parecer saber explicarse de dónde ha salido ese golpe que ha acabado con su ídolo en el suelo. No tardarían en averiguarlo.

Ya en los prolegómenos de la pelea, durante el mediático proceso de verificación de pesos de ambos púgiles, su habitual chulería le llevo a situar su cara a escasos milímetros de la de su rival y, exhibiendo una violenta verborrea, le amenazó con descargar contra él una tormenta de puñetazos que lo arrastrarían hasta el suelo de cuadrilátero y bla, bla, bla.

Por su parte el vencedor hizo gala de su habitual flema. Jamás perdió la compostura ni cuando era verbalmente vilipendiado.

Pasadas las primeras horas, el púgil abatido, con el rostro todavía desencajado por el tremendo golpe recibido, aunque ya ha recuperado el habla, se muestra inmerso en un profundo shock post-traumático. Todavía está noqueado y solo es capaz de balbucear insensateces.

Dice entre otras cosas...

- "Es muy difícil para un boxeador entrar en el ring para hablar de cañas, ex y abrir latas de berberechos"

- "A veces el  boxeador aparece con la bandera de la libertad de quienes pensaron que la limpieza que querían hacer en Europa les llevaba a asesinar en los campos de concentración"

Bajo el shock del golpe recibido y todavía noqueado, parece que no ha recuperado (si alguna vez la tuvo) la lucidez mental para asumir su incontestable derrota.

Las buenas mariscadoras gallegas del berberecho, al principio muy mosqueadas con el púgil derrotado andan ahora alborozadas ante las expectativas que se vislumbran en el horizonte de la marea baja: Es la frase más pronunciada en tabernas y tascas:

- ¡Un par de cañas y una de berberechos!


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