lunes, 24 de mayo de 2021

El ruido y las nueces

La mayor ventaja de tener un coche viejo es que sus ruiditos ya no molestan. La mayor ventaja de hacerse mayor es que los que no  molestan son los ruiditos a nuestro alrededor. Y cuando sí se oyen, bajo el pretexto de la edad puede hacerse uno el despistado. Dirán, eso sí, que cada días estás más sordo.

Me reprocha Kiko C. que otro de los argumentos que refuerzan la exigencia de limitar la velocidad en las vías de circunvalación de las ciudades a 80 km. por hora es el ruido. Claro, para eso vamos a ir todos despacito, para no joderle la exclusiva de jorobar a todo el vecindario al degenerado mental que  hace rugir, con su exceso de decibelios, su moto. Si hay algo que perturba la paz del hogar, más que cualquier coche es una moto de gran cilindrada conducida por un gran imbécil, una motoreta (ciclomotor) conducida por uno más imbécil todavía y el orgulloso conductor de una Harley (que suena muy por encima de lo tolerable y que me disculpen mis amigos de Harley)

Los coches suenan, claro, pero cada vez menos y los eléctricos ni eso. Así, sin sonido, circulan los patines por la ciudad a toda pastilla y haciéndolo alternativamente, a gusto del usuario, por calzadas y aceras, saltándose impunemente semáforos, pasos de cebra, cruces y rotondas....y no pasa nada.

Ruido el de los altavocitos de la playa. Tal vez sea más molesto por la naturaleza y estilo del propio sonido: esa cosa a lo que se le llama música. Son canciones de ritmos irreproducibles en una playlist decente, el odioso y machista  reguetón y el violento trap (https://youtu.be/Gb4zDUSrxkQ) o ritmos similares con letras indecentes que deberían llevar hasta el desmayo a muchas de las mujeres con la piel tan fina que se escandalizan por un piropo machista.

Así y todo, puestos a tener que soportar muchos ruidos, lo tengo muy claro. Que me encierren en una habitación con el Thunder de los AC/DC a todo trapo o con cuatro tubarros de Harleys o diez motorinos a escape libre; todo eso y más,  mil veces antes de tener que escuchar los cantos chirriantes de quien pretende narcotizarme con la idílica imagen de cómo será mi país (o lo que quede de él) cuando tenga yo noventa años (si me dejan, si llego)

Héroes

La vuelta a lo que viene siendo un clásico. La rotunda frase acuñada, con sonido de epitafio, por Oswald Spengler qué cobra vigencia siempre que hay tormentas y que causa tanto orgullo (por el reconocimiento que implica) a los militares como repelús a sus haters profesionales: "Siempre ha sido un pelotón de soldados el que ha salvado a la humanidad". De todas las imágenes -sin sonido, sin ruidos- de todo lo acaecido durante la semana pasada en Ceuta, me quedo, como colofón afortunado, con la fotografía del GEAS sosteniendo en alto,  entre sus manos, el minúsculo cuerpo aterido de un bebé por encima de la superficie del mar. Es el final feliz de una historia que podría haber acabado (a alguien tocará analizar sí deliberadamente o no) como la del pobre Aylan, el niño sirio fallecido, y su cuerpo inerte, en una playa turca en 2015. 

A quienes con sus reproches y prejuicios tratan de difamar - porque sí- a los militares y a los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado les preguntaría qué han hecho ellos, además de expulsarlos de sus paraísos de salones de la juventud donde tienen cabida aprendizajes en materias indudablemente más progresistas y de mayor altura moral: mucho porro, mucho sexo, mucho tatoo, mucho piercing. 

Me sentaré a esperar respuesta.


Y la canción



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