lunes, 29 de marzo de 2021

En cuanto pueda....

Doy gracias, de antemano, por poder seguir opinando y rellenando esta modesta página con mis expresiones de júbilo en unas ocasiones o de pesar en otras, sin que, por el momento, se haya quebrado mi salud, ni con gravedad la de mis familiares más próximos. Lamentablemente no puedo decir lo mismo respecto de alguno de mis amigos o conocidos, a los que recordaré siempre desde el íntimo rincón de mi fe cristiana.

Salvado eso, cada cual en el ámbito de su ocio lo mismo, echo mucho de menos los pequeños placeres que adornaban, hasta hace ahora un año, mi estilo de vida. Esos que, desde su modesta complexión, aportaban un plus de gozo a mi existencia y a la de mi entorno familiar y que resultan imprescindibles para seguir arrancando el motor cada día del año.

Una escapada al Valle de Arán. El desplazamiento es largo y algo tedioso; pasa por una larga jornada de desplazamiento a la península por vía marítima y llegados a Barcelona, de noche y no siempre en las mejores condiciones climatológicas, un largo viaje por carretera para llegar poco antes de las dos de madrugada. Sin embargo y a pesar de levantarse uno molido, los cinco días siguientes constituyen una carga extra de batería para el resto del año. Escuchar como los esquíes van dibujando un surco sobre la nieve o ese momentito de telesilla para llevarnos a la cima mientras el sol y el silencio envuelven de magia el ascenso...o esa cervecita con la que culminas el fin de la jornada...



Y Galicia. Necesito como el aire una escapada a calzón quitado y zambullirme en cualquiera de las docenas de manteles que conozco de su gastronomía; ver en el centro de la mesa una generosa ración de zamburiñas a la plancha, un honesto pulpo a feira o una fuente de nécoras de verdad y rematar con un sargo salvaje (o lubina, o palometa roja) al horno, con sus patatas de verdad, con ese fondo de sustancia que solo el pan gallego ayuda a borrar del plato...y cualquier albariño de la casa, en su botella verde sin etiqueta.



Ay cuando pueda recuperar toda ese esencia perdida entre los pliegues de monje disciplinado que no se ha saltado una sola norma sanitaria para evitar contagios propios y del entorno. 

Justo al contrario de como he visto en mucho de nuestros frustrados líderes dando, día tras día, ejemplo opuesto de lo que se debería hacer.

El rebuzno

¿El descomunal rebuzno de esa señora es botón de  muestra de la educación que quieren para nuestros hijos? Por favor, que aparten de ahí sus manos. La que tendría que explicar de dónde viene es ella.

En desagravio de los burros:

https://youtu.be/OgRIWhRJrf4




lunes, 22 de marzo de 2021

El penalti

Cuando en la foto de algún periódico veo la toma frontal o trasera de una portería de futbol, el vértigo de la nostalgia se adueña de mi memoria, no sé muy bien por qué, como un déjà vecú, que me traslada de nuevo al viejo campo de fútbol del Colegio Viaró. Eran unas instalaciones excelentes, sobre todo para aquellos tiempos, año 1967 y siguientes, cuando muy pocos colegios podían contar con campos de futbol, polideportivo cubierto y múltiples canchas de baloncesto y balonmano, pistas de atletismo, foso de altura, de longitud, de pértiga, de lanzamiento de peso...

Como monitores de cada deporte o especialidad contaba, además, con veteranos deportistas laureados, ex-jugadores de primera línea que nos desvelaban, con la paciencia del buen formador, las técnicas del golpeo, tácticas, métodos de entrenamiento, etc. Todo ello orientado, indudablemente, a hacer de los alumnos unos entusiastas deportistas, muy competitivos para el futuro y siempre con la mentalidad del esfuerzo colectivo en beneficio del equipo. Prevalecía en todos ellos, incluso en algo tan individual como lo es el atletismo, el espíritu de grupo.

Una mañana, el Furia (mi equipo) jugábamos contra Delfín. Yo, que no he desarrollado tanta habilidad con el balón que fuera siquiera mínimamente proporcional a mi pasión como espectador (y culé), lancé una extraordinaria carrera por la banda izquierda y salvando la marca de mi marcador y pegajoso lateral conseguí llegar a la línea de fondo y muy apuradamente centrar el balón al interior del área. Llegó tan templado que mi compañero Carlos Monzón solo tuvo que tocarla muy suavemente con el empeine y, sin que tocara el suelo ni un solo segundo, acabar en el fondo de aquella portería con redes. Ganamos aquel partido y luego, uno a uno, fuimos jugando el resto, ganando unos y perdiendo otros, pero nadie podrá borrarme jamás la satisfacción de ver como el balón de cuero (de reglamento, como solíamos llamarlo) quedaba pegado al fondo de la red y el portero contrario, con cara de decepción, de allí lo rescataba. En algún partido llegamos a los penaltis y esa es la visión que me ha quedado grabada en la memoria. Una enorme portería que a medida que me acercaba al balón, plantado en el punto de penalti y frente a la estática silueta del portero, iba empequeñeciendo hasta hacerse realmente diminuta.

Aquella portería tenía el mismo tamaño que las actuales del fútbol profesional. Los protagonistas de un penalti siguen siendo los mismos y sigo sin entender como un jugador profesional, teniendo tantas opciones de lanzamiento, puede fallar un penalti. 

Hace unos días, en París, Messi (al que nunca nadie debería hacerle reproche alguno) lanzaba un penalti al borde del descanso. Podría haber supuesto una buena ventaja para afrontar con cierto optimismo la segunda parte del partido y la resolución de la eliminatoria contra el PSG...

Lo que pasó todo el mundo lo sabe y a Messi le pesó probablemente hasta que se despertó a la mañana siguiente. Esa portería se hizo diminuta, el portero enorme y los postes transparentes...Es una imagen imborrable, como el recuerdo de aquella mañana en el campo de Viaró.

En ocasiones la vida te coloca junto al balón en el punto de un penalti que no puedes fallar. En frente hay una portería  que a medida que vas midiendo con tu mirada se hace cada vez menor y, por contra, más grande se hace el portero.

¿Fallé yo el penalti?...eso es una historia para otro día.

Suena para muchos de los que recordamos nuestras cosas de aquellos años como un himno generacional: 

https://youtu.be/sBW8Vnp8BzU

lunes, 15 de marzo de 2021

Vivir con los ojos bien abiertos

 Si alguna vez cerrara mis ojos,

 que no pase una estrella fugaz.


Duermo siempre con un ojo abierto, por lo que pudiera pasar y con una oreja pegada al mundo para saber qué, cómo y cuándo pasa. Aún así, cuesta mucho entender según que acontecimiento y, si de el mismo hecho se pretende una mayor información en los diferentes medios (tendencias y marcas ideológicas), puede uno acabar muy confundido o fatalmente trastornado.

Mientras duermes todo pasa, se urden los planes y funcionan las emisoras y las redes sociales, tres cuartos de la humanidad permanece despierto, gira la Tierra y suben y bajan las mareas. Mientras duermes se fragua una moción de censura y simultáneamente alguien la detecta y te la cuenta a las seis de la mañana. Mientras duermes (o deberías dormir) pasa algo de lo que te enteras más tarde.

Mientras duermes, tal vez tus hijos siguen enganchados a una pantalla que les conecta a su mundo, del que te separa, cada vez mayor, una brecha generacional con la profundidad de un abismo.

Nuestros hijos, cada cual en su propia fase de adolescencia, no parecen zozobrar en la ingesta de información o sí, acaso, zozobran cuando los padres nos esforzamos en proporcionar (o intentarlo, por lo menos) algo de claridad en los conceptos que les van inoculando instagrameros, youtuberos y demás fauna de las redes sociales. Y todo les entra por ahí, lo cual es realmente preocupante. 

No tengo yo motivo alguno de queja, pero si quieres evitar un choque generacional, no trates de discutirle algo que hayan visto en su pantallita; vamos, ni una receta gastronómica. 

No se trata de ponerse muy pureta y tratar de imponer el propio criterio pero he llegado a la conclusión que a estas alturas, desgraciadamente, debemos dejar que ellos solitos decidan estrellarse contra ese árbol que, el propio árbol con su mera presencia, y tú con tu prudencia, has tratado de señalizar.

Viven con los ojos abiertos de noche, mirando su pantallita, pero habitan ciegos en un mundo cada día más peligroso, donde poco importa la palabra (especialmente tu palabra) pero mucho el experimento tonto de un youtuber quinceañero que le enseñará a hacer albóndigas o a marcarse un estúpido bailecito.

Dios nos pille confesados y con los ojos bien abiertos.



pincha aquí y échate un bailecito 

 

 

lunes, 8 de marzo de 2021

El panot de Puig i Cadafalch

Con reiterada cadencia soñaba a menudo que corría mucho, que llegado a la línea de salto me elevaba con  tanta potencia que llegaba a quedar suspendido en el aire mientras la sombra de mi silueta pasaba por encima de metros y más metros del foso de arena. Mi cuerpo, ingrávido, se dejaba caer, al final, muy lejos de las marcas de mis competidores. Era una hazaña que no dejaba de sorprenderme a mí mismo. Luego la realidad era bien distinta; al despertar del sueño y tratar de levantarme de la cama y vestirme, debía hacerlo muy despacito y era entonces cuando levantar la pierna derecha constituía la auténtica hazaña. Tenía que bajar las escaleras dando un ligero saltito para que el dolor no bloqueara el gesto. Mas tarde, sin embargo, en la pista de tenis, con la rodilla en la temperatura adecuada no daba bola por perdida y corría hacia ella, desde el fondo, hasta la misma red si era necesario. Y llegaba, una vez más, sorprendiéndome a mí mismo.

Soñaba, también, que caminaba despacio y paladeando el aroma del Paseo de Gracia de Barcelona, observando los bonitos adoquines (o baldosas) que, como una alfombra firme y regular, visten sus aceras. Veía mi silueta reflejarse en los enormes escaparates acristalados de las tiendas, centenarias unas y más modernas otras: comercios que ocupaban los locales de los que antes fueron grandes nombres y que se zampó el ritmo de los tiempos y de los acontecimientos. Hubo quiebras, suspensiones de pagos y herencias mal vendidas y el escenario de aquél bonito paseo cambió su fisonomía, perdiendo su identidad propia y sucumbiendo al crisol de marcas comerciales que dominan las grandes avenidas y también las pequeñas calles de todas las ciudades del mundo. La realidad, otra vez, me devolvió a una ciudad encendida por una pandilla de bárbaros instigados desde la sinrazón de sus gobernantes y regidores. De repente los adoquines (o baldosas); la rosa de Barcelona, el panot de Puig i Cadafalch, eran violentamene arrancados del suelo y lanzados contra aquellos escaparates por una intifada pija y disfrazada, haciendo añicos los reflejos de la vieja historia de los comercios; contra policías incapaces de contener esa ira impostada pero con una violencia real, cobarde, alocada, salvaje, dramática, desmesurada.....injustificada.

No fue un sueño. Viví y anduve por el Paseo de Gracia buena parte de mi vida. Me he vestido y calzado con ropas y zapatos comprados en sus tiendas; he desayunado, comido y cenado en muchos de sus locales. He querido, amado, besado, reído, llorado en esas aceras....He paseado con mis hijas mostrándoles con orgullo las fachadas de sus edificios más emblemáticos. Guardo como oro en paño uno de esos adoquines (o baldosas), mi rosa de Barcelona, mi panot de Puig i Cadafalch, que jamás arrojaré contra nada ni contra nadie y menos con la falsa creencia de que eso refuerza implacablemente mis argumentos (aunque ni siquiera los tuviera)

Es lo que tienen los sueños (y el recuerdo): suelen ser más bellos que la realidad:

Escucha, si quieres, la canción del enlace



lunes, 1 de marzo de 2021

Tiempo de Cuaresma: ayuno y abstinencia

En este escenario permanente que nos está dejando el covid seguimos viendo pasar, como si estuviéramos en el andén de una estación de cercanías por donde pasa un tren de largo recorrido que no tiene ahí parada, todos las fiestas y tradiciones que veníamos celebrando con mecánica puntualidad desde tiempo inmemorial: las navidades, los carnavales, las fiestas patronales, los encierros de los pueblos, los conciertos y espectáculos deportivos....y la Semana Santa.

Anclados en el  sentimiento de nostalgia de un tiempo pasado mucho mejor, hemos llegado a la segunda Cuaresma de la pandemia y las calles de España volverán a quedarse huérfanas de nazarenos, costaleros, penitentes, cofradías, pasos y saetas. Especialmente intensas y emotivas las de algunas ciudades, el fervor y la pasión seguirán envasadas al vacío hasta el año que viene.  ( y verás como, encima,  luce el sol)

Luego, cada cual vive la Semana Santa según sus propias creencias. Algunos, sin especial arraigo religioso, no se pierden una sola procesión y las viven incluso con recogimiento, pero como si asistieran a una ópera. Por contra, muchos fieles no viven con especial fervor las procesiones y alejan su fe de esas manifestaciones populares. En cualquier caso, todos perdemos, creo, y una vez más, nos quedaremos en casa y asistiremos, o no, exclusivamente al culto y a las liturgias en nuestras Parroquias.

Otra cosa es el ayuno y la abstinencia. Entramos ahí en una faceta mucho más personal. Ante quienes ven en ese pequeño y personal sacrificio un extremismo religioso rayano en lo pueril y en la mojigatería, sería deseable que no criticaran ni perturbaran la conciencia de quienes lo practican. Muchos descreídos, en su falta de comprensión y respeto ante esa disciplina inocua adquirida por la tradición familiar (tampoco nos dejaban cantar y los cines no abrían), resultan mucho más generosos respetando el ayuno horario de otras religiones. También hay, desgraciadamente, y desde poltronas oficiales quienes interesadísimamente se muestran jubilosos y comprensivos con estas últimas al tiempo que se muestran  menos tolerantes y más incómodos con las primeras. 

Que les den. De su postura y de sus pamplinas, yo sí que ayuno y me abstengo. Todos los días, no solo en Cuaresma  


Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...