lunes, 31 de agosto de 2020

Bañito de feminismo radical

- Ruphert, te necesito! 
- Si, ministra? Agenda apretada en el Ministerio? 
- No, no. Nada de eso, jo tío. Es que tengo sesión de fotos, tío. Y tengo el pelo fatal, tío, jo, tía, las uñates de las manos, de los ñoños, jooo. 

Cuanto mayor es el problema, más rigor y dedicación requiere la solución. O en cualquier caso intensidad y sacrificio. Desde el mes de marzo nos hallamos inmersos en una situación global que está causando importantes estragos en nuestras vidas y de los cuales costará mucho tiempo recuperarse. Es como una riada constante que sigue arrasando todo cuanto encuentra a su siniestro paso. El que lo vea de otra manera que me indique la marca del whisky que bebe o la del chocolate que fuma.

En esas estábamos antes del verano. El gobierno había dejado en manos de las comunidades autónomas la gestión sanitaria y económica de la pandemia (esa gilipollez y barbarismo neogramatical de la nueva normalidad) y con los dedos cruzados se han tomado sus baños de sol y mar, como cuando nuestros hijos eran pequeños y los dejábamos arropaditos en sus cunas y sigilosamente abandonábamos su habitación, ya dormiditos, esperando que nada les perturbara su sueño y diera al traste con nuestro descanso. Vacaciones de acá para allá como si tuvieran los deberes hechos y sus compromisos cumplidos. 

No supieron ni gestionar ni transmitir siquiera la gravedad de la situación, a sabiendas de las dificultades y como era de esperar,  los repuntes y rebrotes del virus no se han tomado ni unos días de descanso. Ahí ha seguido el covid19 y auspiciado por la irresponsabilidad de cientos de pésimos ciudadanos nos encontramos a las puertas del inicio del nuevo curso y todavía no sabemos qué es lo que vamos a hacer con nuestros hijos escolares y universitarios y ni los propios centros están instruidos en los procedimientos a seguir en apenas unos días.

Eso sí, no hemos dejado de asistir a las estelares actuaciones de las nuevas celebritys en sus desafortunados y lacerantes discursos de las bondades del feminismo, de la visibilidad de la mujer, de la execrable cosificación del cuerpo femenino, de la lucha de la mujer, de su independencia, de la asexualidad del genero, del cansino lenguaje feminizador de todo lo que se menea....todo eso está muy bien pero ni justifica todo un ministerio dedicado a ello, ni ahora mismo es el centro del problema. Seamos serios y rigurosos.

Ver las portadas de algunos periódicos y de algunas revistas ácidas me trae a la memoria la famosa frase de Groucho Max: "partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria".

Ahora, como lo hace ella, están justificados el rolex, el maquillaje, el dulce posado, el estético postureo de pies y de manos, el pelo hacia este lado, la combinación de colores y la pulcritud de estilo. Todo. El resultado: son una nauseabunda burla de sí mismos, una estafa para sus bases, un insulto a la inteligencia y no solo la de sus votantes y un pésimo favor a las mujeres que llevan toda la vida luchando por la igualdad. 

Ellos no serán jamás la solución, son la parte grave y mayor del problema. 

Que se vayan, ya!!


Sólo para desengrasar y para olvidarnos de tanta desazón

lunes, 24 de agosto de 2020

blackout

Una de las primeras condiciones de vida a las cuales se acostumbraba uno al llegar a Herat era la oscuridad total de la noche: el blackout. En el equipo de dotación que se dispensaba en territorio nacional, antes de iniciar la misión, se incluía una pequeña linterna de minúsculo haz de led que debía prenderse de uno de los botones de la camisola. 

Las primeras noches en teatro de operaciones, impresionado todavía por la oscuridad reinante, aún echaba mano del pequeño rayito de luz para introducir la llave en una cerradura o en un candado o para iluminar los primeros pasos al salir del corimec.

A los pocos días la linternita se quedó ya en un bolsillo o directamente en la taquilla. Nuestros ojos y nuestro sentido de la orientación habían aprendido a guiarse en la oscuridad sin apenas tropezarse con objeto alguno. Habíamos aprendido a ver en la noche como los gatos y en esa habilidad contribuíamos a mejorar nuestras propias seguridad y protección frente a un hipotético ataque desde el exterior.

En la Base de Herat nuestra seguridad parecía menos vulnerable pero según nos contaban los compañeros destacados en Qal -eh-ye Naw, la exigencia de oscuridad total era imprescindible. Tal vez por eso, cuando alguno de ellos visitaban nuestras instalaciones por motivo de algún servicio, solían hacer uso de una linterna frontal, colocada en sus cabezas con una cinta elástica que los hacía fácilmente reconocibles, en la oscuridad de la noche, cuando a partir del atardecer te cruzabas con ellos en cualquiera de los callejones de la base.

Era gozosa la oscuridad cuando en lugar de mirarse a la punta de los botarros, se elevaba la mirada al inmenso firmamento que cubría nuestras cabezas y se hacía visible la espectacular línea de la vía láctea y miles de constelaciones inusualmente visibles o jamás vistas en nuestros entornos de procedencia.

Han pasado los años, nos hemos apartado ya de aquellas viejas ensoñaciones de madrugada cuando nos sentábamos en un banco mirando al firmamento y, reflexionado sesudamente, solíamos apreciar las bondades de nuestra civilización, de nuestros lujos, de nuestros paraísos particulares tan iluminados y tan radiantes. Vivimos con luz cuando queremos, nos dejamos llevar por la penumbra cuando nos interesa proporcionar intimidad a los momentos más especiales sabiendo que, en caso de necesidad, luz tendremos la que queramos.

Afortunadamente, hasta ahora y a pesar de todo, este verano hemos cenado a la tenue luz de unas velas, en compañía de nuestros familiares y amigos habituales como casi todos los veranos y de repente, el jodido virus cabrón va a echar el cerrojo a la noche. Especialmente perjudicados los más jóvenes: no habrá más ocio nocturno, no habrá vistas al amanecer, hombro con hombro, ni gafas de sol sobre los ojos ni sonrisas trasnochadas, empapadas en humo y alcohol, sonando de fondo una canción (reguetón no, por favor. ni rap, ni trap)

De repente volvemos al blackout, al apagón total. Toque de queda a medianoche.

Por su parte, alemanes, ingleses, italianos, franceses...asfixiados por la urgencia de los rebrotes, de repuntes de datos malos del covid19, de la alerta sanitaria, vuelven a sus casas y condenan a la industria turística española al cierre total. Vaya veranito.

Nos quedan como himnos de otras generaciones, algunas canciones. Para los nostálgicos de las ochenteras (esta sí la conoces, Caco)

lunes, 17 de agosto de 2020

Lluvia de agosto

A lo largo del pasado martes una sólida placa de bochorno se había instalado en nuestro cielo balear e impedía respirar con normalidad. Un clima que generaba ansiedad y crispación: mal ambiente y tensión por la mezcla impía de temperatura elevada y alto grado de humedad atmosférica. 

Pasadas las horas el aire insinuaba querer moverse buscando hueco en los rincones más tibios de la atmósfera; provocaba una ligera brisa que, sobre la novela, en mi orilla, empezaba a templar los ánimos. Se levantaba un leve oleaje...maullaba en voz baja la mar y aparecían las primeras coronas blancas y espumosas sobre las crestas de las olas. Aquello ya era otra cosa pese a que el cielo seguía enladrillado.




Siempre es satisfactoria una conversación con gente joven. Aprovechando la ocasión, sobre un pamboliet  familiar se extiende, como un rico y brillante aceite de oliva, una dinámica tertulia. Lo inquietante es la contundencia con la que diseccionan los muchachos el incierto presente y su preocupante futuro. 

Algunos, que estamos ya cerca de entrar en la última fase de nuestra existencia vital, no alzamos mucho la mirada por no resultar excesivamente apocalípticos (¿verdad, Pedro G?). Ellos, los jóvenes casi adolescentes, se enfrentan a  un panorama complicado. Reto difícil. La mayoría de ellos viven enganchados a un dispositivo que nos les permite ver mucho más que estúpidos vídeos de sus coetáneos o mayores incluso, bailando, cantando o desafiando la ley de la gravedad intentando habilidades para las cuales no todos están dotados; la vida les resbala con similar indolencia a la que aplican a sus dedos mientras  los deslizan por la pantallita. Me consta, porque así se expone entre ricos bocados y birras, que en los más responsables y reflexivos de esta generación universitaria, existe desánimo y un torrente de insatisfacciones por los más variados motivos. El sistema no funciona, no les genera expectativas de crecimiento ni personal ni mucho menos profesional. La política es una trampa  travestida con  harapos de igualdad, feminismo radical, potenciación de la contracultura de los nuevos popes como un mantra inexcusable y renovador, por sus huevos, de la verdadera cultura y del conocimiento universal de las cosas, de la que nos empapamos de pequeñitos. Imprescindible ahora es la "visibilidad" y "poner en valor" la ideología de género, el poliamor, o  los poliamores, el amor líquido: sin compromiso ni hipotecas, ¿recuerdas? La kultura es todo lo que se dice, se canta, se grita, se pinta, se garabatea en paredes y muros, se escupe en los telediarios de las televisiones....

Era ya tarde y se iban apagando las llamas de las velitas y las luces de la terraza. El viento mecía todavía las lámparas de mimbre sobre los manteles tras el festín. Los haces de luz cálida dibujaban siluetas circulares móviles. Unas latas de cerveza vacías y un cenicero con colillas; bodegón blando como los relojes de Dalí.

Las calles de Palma están mojadas. Ha lloviznado y el día amanece algo más oscuro y nublado. El horizonte no brilla hoy anaranjado. El desánimo de ayer permanece pegado al mástil, sin viento ni siquiera brisa. No se mueven las hojas de los árboles pero huele a tierra mojada.

Mi coche circula despacito por el centro de Palma pisando los pequeños charcos que se han ido formando durante la noche. Lluvia de agosto, a mediados como casi siempre, como telón de fondo de este verano extraño que empiezan a bajar los tramoyistas (y entre ellos toda la corte de villanos y personajes -nefastos algunos- que manejan todos los hilos que nos mueven, sabe Dios, a qué nuevo escenario).

A Bárcenas le ha salido una coleta, justo en el monedero. Y un chalet en Galapagar y una ministra de igualdad y... mucha sombra por lo que se ve. Vaya!

Hablando de futuro, una VOZ a tener en cuenta




lunes, 10 de agosto de 2020

Vacaciones Santillana

Compungido por la evidencia - que me ha perseguido toda la vida- debo reconocer que jamás exhibí muestra alguna de ser un estudiante ejemplar. Antes al contrario, como decía un joven profesor de Derecho Civil que, al tiempo que impartía sus clases, preparaba oposiciones a Cátedra y exponía, como si fuéramos nosotros sus preparadores, sus brillantes disquisiciones sobre los vicios de la voluntad en el ámbito del negocio jurídico, por ejemplo. Los expedientes académicos de cada etapa de mi vida dan prueba de haber sido un estudiante normal al que yo añadiría, como parte de mi perfil y con la adecuada dosis de autocrítica, la racanería en el esfuerzo: estudiar lo justo para aprobar y a ser posible sin mucha antelación, la verdad. Esto es así y punto.

El riesgo mayor era -sigue siendo- quedarse corto. Cuando te sirves en el vaso solamente lo que consideras que vas a beber y llegando al postre apenas queda un culín que escasamente cubre el fondo, si te atragantas puede resultar que ese trago no sirva para aclarar la garganta y salir del atolladero, nunca mejor dicho. 

Si no estudiabas con igual intensidad todos los temas o considerabas que había llegado la hora de desconectar, porque el Barça - en plenos exámenes finales de junio- jugaba la final de la Recopa de Europa contra el Standard de Lieja y, claro, había que verlo, podía ocurrir que te quedaras sin agua para aclarar la garganta en junio y en el boletín de calificaciones viniera alguna nota desfavorable.

El jarabe prescrito para curar aquel virus de verano (de los años más remotos de pantalón corto y sandalias) era implacable: las bochornosas mañanas de aquellos agostos barceloneses condenado a quedarme en casa y repasar cada día la materia a recuperar y alguna sesión semanal de refuerzo con clases particulares (las mates con Camarasa eran un clásico, aprobáramos o no).

En cualquier caso, en los primeros pasos colegiales, todos los veranos había tarea programada para no perder el hilo: los cuadernos Santillana con aquellas páginas y más páginas repletas de operaciones aritméticas, oraciones para analizar, para traducir del inglés, del latín, la física, las ciencias naturales....cada día unas pocas con el rigor adecuado y buena letra porque tenían que superar el control paterno. Sin borrones ni tachaduras.

Los malos estudiantes lo tenían peor. Recuerdo que algún amigo, de aquella, se quedaba confinado en algún colegio de Barcelona en grado de internado y con clases por la mañana y por la tarde, mientras que el resto de su familia, pudiente, veraneaba en segundas residencias, allá por la Costa Brava o por las Baleares. Y claro, en esos centros escolares se juntaba lo mejor de cada casa.

En resumidas cuentas no había premio para los suspensos de junio; no había ni veraneo ni vacaciones.

Después de lo que hemos pasado, (sin referirme, por respeto, al número de víctimas) de las cifras de paro, de los repuntes y rebotes, de la caída del PIB, de la gestión sanitaria, del desprecio institucional a los sectores que podrían contribuir al sostenimiento de nuestra economía, ¿después de todo esto, Doñana? Ni copiando en los exámenes han aprobado una sola asignatura.

No, hombre. Por lo menos un buen lote de Cuadernos Santillana y por supuesto sin borrones ni tachaduras. 


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Los primeros acordes eran algunos de los sonidos que lanzaban a la muchachada al centro de las pistas de baile. Al hilo del drama de Beirut y de la conmemoración del aniversario de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, esta canción me viene al pelo

lunes, 3 de agosto de 2020

Las playas

canciones
Entre los imprescindibles de la semana pasada, y ha sido una constante en mi vida por el mero hecho de vivir siempre rodeado de mar y saber apreciar lo que tenemos tan cerca, figuraban, aún de soslayo, las orillas como lugar en el que hay que estar cuando se dispone de tiempo, salud y gusto por la vida de playa.

Hace muchos años, un viejo conocido me espetó  -sin rubor alguno-que a mí no me gustaba la playa, que en realidad solo me gustaba Illetas. Qué lejos de la verdad estabas, querido Gonzalo A. Desde que empecé a veranear, ya mayor de edad y por  cuenta propia, en Mallorca, aquellos veranos de nuestros felices 80, sin haber dormido poco más de un par de horas, cogíamos el coche y salíamos a recorrer los kilómetros de aquellas carreteras sin arcén, descarnadas y con tramos complicados que separaban Palma de recónditas calas y arenales -más lejanas entonces- sin sombrillas, sin protección solar,  sin sillas ni hamacas, sin neveras: a palo seco o con un bocata de Casa Pomar de Campos, (si la excursión era a Es Trenc o a Sa Ràpita) y una toalla, de Deschamps, of course. 

Cala de Deiá, Cala Tuent, Sa Calobra, Cala de San Vicente, Formentor, Puerto de Pollensa, Puerto de Alcudia, Cabo Pinar, Playa de Muro, Cala Agulla, Cala Ratjada, Cala Mesquida, Canyamel, Cala Millor, Cala d'Or, Cala Mondragó, Cala Llombards, Es Carbó, Es Trenc, Sa Rapita. Cada día una distinta, no solíamos repetir.

El impacto -positivo para la economía de baleares- del turismo masificado alemán e inglés trajo consigo una notable mejora de las comunicaciones por carretera y la paulatina renovación de una planta hotelera al gusto de un modelo de turismo que tal vez sea necesario replantearse, pero que necesitamos si queremos sobrevivir a los devastadores efectos economícos del covid-19.

A medida que iba creciendo ese sector y por comodidad personal fui estancándome en mi tumbona, fija y próxima,  frente al mar de Illetas. Había conocido ya las perlas de la naturaleza de esta isla y tan solo, en el caso de querer acompañar a algún familiar o amigo, me ponía de nuevo en la carretera para mostrar en vivo y carne mortal las excelentes postales de la isla. Sin embargo, la mayor parte de las veces prestaba las llaves de mi coche y un mapa subrayado con las recomendaciones para cada lugar.

La nefasta gestión económica del bichito (prefiero no hablar mucho y por eso ahí lo dejo -no sea que me llamen cayetano o algo parecido -aunque en realidad eso me importa un bledo-) junto con la torpeza habitual de los gestores locales; divididos entre el repugnante "tourist go home" de muchos de los socios del Govern y pintarrajeado y grafietado en multitud de muros del centro histórico de Palma y el "repensam Baleares" de su Presidente han contribuido al derrumbamiento del sector turístico. Si a esto le añadimos la agresiva campaña del gobierno británico y la inoperancia y falta de reacción del nuestro (jamás habría estado más justificado subirse al Falcon a toda prisa -sin aplausos, por favor-) obtenemos como resultado una Mallorca (casi) vaciada.

Así, hemos pasado de renunciar a visitar aquellas playas de antaño por su masificación, a poder volver a disfrutarlas. Es un salto a los 80. Playas naturales, como del fin del mundo; sin hamacas, sin sombrillas, sin chiringuitos....sin turistas (casi)

Aquellos meses de julio y agosto daban mucho de sí. Han cambiado las canciones, las modas, los coches, pero las playas, sus aguas con toda la gama de tonalidades azul o verde turquesa ahí siguen; nos esperan este verano para que volvamos a disfrutar de ellas como hacíamos entonces, aunque también estuviéramos a "otras cosas". Tal vez ahora lo valoramos un poquito más. 


El viejo Caravelle granate de mi hermano






Cada playa, cada excursion de cada verano se identificaba con sus respecivas canciones 

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...