lunes, 15 de julio de 2019

Sabor de verano

Cae lentamente la tarde de mi domingo camino de casa después de una festiva jornada de celebraciones. Las colinas que cubren el ocaso no pierden su perfil, pero sí se diluyen sus colores. Un levísimo tono entre morado y anaranjado decora el escenario mientras en el coche se escucha, oh sí, Radio 3, en una hora de música dedicada al Espacio; Rocket Man  de Elton John, Space Oddity de David Bowie, Moon Shadow de Cat Stevens...hasta una canción de Los Pekenikes, Cerca de las Estrellas. 

Unos nubarrones, nunca tan bien acogidos, amenazan lluvia al momento de comer, aunque están a punto de caer las cuatro de la tarde. Hay jaleo en la piscina y ni siquiera los jóvenes cachorros tienen hambre. Se han -nos hemos- puesto hasta arriba de aperitivo. Y sale el arrocito con ese color y ese aromita rico, a pesar de haber tenido que multiplicar los panes y los peces pero hoy todo es indulgencia y se agradece. Aroma y sabor de verano.

Ya en la mesa las primeras gotas; esos goterones que amenazan con aguar el vino. Tapo con una mano la copa mientras el tenedor va y vuelve, haciendo su trabajo. Todo son risas. Ya digo, cuando hay buena voluntad.... La lluvia es agua, solo agua. Sabor de verano. 

Me había reencontrado por la mañana con esa fruta que traslada a sabores del pasado y que si ahora evocan y nos transmiten emociones olvidadas es que algo nos hemos perdido en el camino. Una ciruela amarilla, dulce y madura, con la temperatura adecuada que explota en boca y lleva hacia atrás a la memoria y a los sentidos. Igual me ocurre con una ciruela morada, todo almíbar que se deshace en los labios. Sabor de verano. 

Vuelve el momento de las terrazas y cualquier excusa es buena y apetece prolongar la noche aunque el Ayuntamiento asfixia el placer con una exigencia horaria que hace mucha pupa a los empresarios. Tomar asiento hasta que esa brisa que llevamos tiempo esperando llega por fin y levanta la esquina del mantel o de las servilletas. Presto mi cara al viento y me dejo llevar mientras la frente recupera temperatura. Sabor de verano.

Laura M. me tiende una de las auténticas palas de madera y una bolita negra de squash. Tomamos parte de la orilla y empezamos a cruzar golpes intentando que la pelota no caiga al agua. La orilla, la arena, esa luz de ocaso y ese reflejo cegador de las olas..... Sabor de verano. 

Ya en mi terracita, como la popa de un gran velero fondeado en un inmenso mar de lucecillas, una cena frugal en familia y blutuz y spotifai dándole a la noche un poquito de albariño y pop español de los ochenta, tan jóvenes y tan próximos..... Eso era música y no el desesperante y machacón sonido del odioso reguetón. Me quedo con Sabina, Los Secretos, Loquillo, El Último de la Fila, Nacha Pop..... Sabor de verano. 



Acabaron los encierros. Los sigo desde que empezaron a transmitirlos en televisión y ha llovido. San Fermín sigue marcando esta época del verano en la que todavía se hacen proyectos para julio y agosto y se tienen expectativas de disfrutar el momento. 

Y terminó Wimbledon. Nada que objetar. Enorme Djokovic y más enorme todavía Federer. Vaya partidazo. Y de Nadal, qué vamos a decir. Que con su tenis continúe luchando por llegar a la final e incluso proponerse volver a ganarla da muestra de su infinita y titanica capacidad de lucha. Sigo preguntándome dónde está el esperado relevo de estas bestias. 

No es más verano agosto que julio. Queda mucho por hacer y por disfrutar. Y queda la posibilidad de volver a rememorar el pasado con el sabor de una buena ciruela madura y fresca: el sabor del verano. 


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