lunes, 1 de julio de 2019

Noches tropicales

Dormir de continuo va a resultar muy difícil. Pasar la noche envuelto en un tul de vahos y vapores y con nuestros sueños rehenes del bochorno, lo más probable.

Nos lo anunciaron hace apenas una semana los responsables de la Agencia Española de Meteorología con idéntico estilo a como lo que hacen los clubes de fútbol con sus  plantillas de jugadores al inicio de la temporada. Presumían, con vierta vanidad, que muy probablemente sería este el verano más cálido de los últimos años. Solo escuchar el parte diario de lo que nos espera hace que la angustia se apodere de nuestro ánimo. Preparémonos: vamos a desear que llegue octubre y todavía no han empezado a correr los toros por la calle de la Estafeta. Liga, Copa y Champions. 

En la Península, cuando hablamos los residentes insulares del calor, podrían creer que nos burlamos de sus habitantes de interior, ajenos a la más mínima posibilidad de ahogar sus sofocos en mares turquesas y orillas refrescantes. Bueno, tal vez tengan algo de razón pero es necesario hacer unas cuantas matizaciones. Efectivamente, a estas alturas de temporada, el buen mallorquín y que, además, se precie de serlo,  no ha de bañarse, no ha de "nadar" nada. Si acaso en agosto y.... El agua está fría y se acuba, como dice el "Casta". Además, el bañador está en la casa de verano y en Palma no suelen guardar ni una toalla de playa. (es el caso de Jaime B., el hombre que esquivaba las orillas)

Por contra, como yo no soy mallorquín, puedo permitirme la licencia de frecuentar la playa cualquier día del año que luzca aunque sea un tibio sol y nunca me olvido de meter en la mochila una toalla y un bañador; ni siquiera el día de Navidad o el primero de año. Ojalá en estos momentos el agua hubiera ya alcanzado la que debería suponer su temperatura máxima si lo que deseamos es que cuando llevemos unas semanas con calor tropical, pretendamos que el baño resulte satisfactoriamente refrescante, porque para hacer infusiones está el Capuchino (y para cobrarlo, también)

Mientras se sofoca la masa de aire caliente subsahariano (mira que es poderoso y alcanza superficie terrestre) me he propuesto salir muy poco del despacho (un fuego abrasador se ha hecho residente en los pasillos) y procuraré que el tránsito desde cualquier punto climatizado hasta mi orillita me lleve el mínimo tiempo  imprescindible. Que las horas de sueño secuestradas por el bochorno retornen a media tarde y me sorprendan con los pies clavados en la arena de la orilla, con los casquitos empotrados en mis oídos, aislado del reguetón canalla e irreverente que todo lo invade y auxiliado, en todo caso, por los vapores del cogollo ajeno que inundan el escaso aire que llegue a mis pulmones, si es que la brisa marina se ausenta también de la playa.



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