No tenía previsto saltarme a la torera mi intención de silenciar el blog, hoy lunes 28 de mayo,
pero las circunstancias me llevan a una irresistible rectificación. En las
últimas semanas, meses, venimos asistiendo a un duro enfrentamiento, a un tira y afloja
entre partidos políticos de ámbito estatal y a otros de corte nacionalista ,
separatista... independentistas, en fin.
Apreciábamos muchos ciudadanos que en el escenario de la presentación y debate de los presupuestos del Estado llegaba al momento oportuno para mostrarse, todos en general, generosos a la par que exigentes para tratar de reconocer y proteger los derechos e intereses de los ciudadanos que, desde cada procedencia y adscripción territorial deben defender sus representantes públicos y que deberían beneficiarnos a todos, después de tanta incertidumbre presupuestaria de los últimos años. El debate y la aprobación de la Ley nos ha proporcionado, desgraciadamente, imágenes absolutamente inadecuadas. La pose soberbia del líder naranja, esquivando el saludo, con grosero desaire, al ministro de la cosa es una imagen que habla por sí sola del deterioro progresivo de la cortesía parlamentaria que es exigible, aún cuando se finja. Si Luis Carandell, añorado genio de la prosa irónica en sus crónicas parlamentarias de plenos y debates en tiempos de la transición, hubiera tenido que contemplar tanta zafiedad y chavacanismo entre tan burdos parlamentarios actuales se habría dedicado exclusivamente a la papiroflexia y abandonado su puesto en la tribuna de periodistas.
Repuestos de la lucha y apenas unas horas después, la publicación de la sentencia sobre el caso Gürtel reabre las costuras del debate y arroja a los pies de los caballos a buena parte de los representantes del partido popular y, lo que es mas grave, a muchos de sus simpatizantes y votantes. Algunos miembros del partido han decidido desembarcar. No se puede vivir toda la vida con una pinza en la nariz. Y los votantes....pues eso.
Lo que creíamos que debía suponer un seguro de calma social hasta las próximas elecciones se ha visto agitado y conmocionado por un asunto, un episodio más, que parece impedir que el hedor de la corrupción se disipe definitivamente del entorno de ese partido.
El oportunismo de otras filas, la difícil y delicada situación de Cataluña, el cada vez más agresivo y violento enfrentamiento entre sus ciudadanos -cruces, lazos y banderas- y la imparable escalada de tensión de los responsables de las principales instituciones políticas catalanas, Parlament y Govern, hacen imposible contemplar el panorama con una pizca de optimismo.
La burla impune de ciertos personajes (raperos y nefastos actores), oportunistas dispuestos a seguir hiriendo a ese mismo Estado de Derecho que garantiza sus libertades y la corrupción del partido que gobierna, empeñado al parecer, en seguir municionando a los enemigos de España, dibujan un escenario muy sombrío para los próximos meses.
Se subasta el Estado y solo acudirán chatarreros de palillo en la comisura de sus labios dispuestos a aplicar la cizalla y la prensa hidráulica para acabar de desguazar aquel país que remontó vuelo a mediados de los setenta con una transición ejemplar que parece haber llegado a su fin. Añoro aquellos tiempos y, como no, recuerdo la finura y exquisitez de Carandell.
Que Dios nos pille confesados.
Apreciábamos muchos ciudadanos que en el escenario de la presentación y debate de los presupuestos del Estado llegaba al momento oportuno para mostrarse, todos en general, generosos a la par que exigentes para tratar de reconocer y proteger los derechos e intereses de los ciudadanos que, desde cada procedencia y adscripción territorial deben defender sus representantes públicos y que deberían beneficiarnos a todos, después de tanta incertidumbre presupuestaria de los últimos años. El debate y la aprobación de la Ley nos ha proporcionado, desgraciadamente, imágenes absolutamente inadecuadas. La pose soberbia del líder naranja, esquivando el saludo, con grosero desaire, al ministro de la cosa es una imagen que habla por sí sola del deterioro progresivo de la cortesía parlamentaria que es exigible, aún cuando se finja. Si Luis Carandell, añorado genio de la prosa irónica en sus crónicas parlamentarias de plenos y debates en tiempos de la transición, hubiera tenido que contemplar tanta zafiedad y chavacanismo entre tan burdos parlamentarios actuales se habría dedicado exclusivamente a la papiroflexia y abandonado su puesto en la tribuna de periodistas.
Repuestos de la lucha y apenas unas horas después, la publicación de la sentencia sobre el caso Gürtel reabre las costuras del debate y arroja a los pies de los caballos a buena parte de los representantes del partido popular y, lo que es mas grave, a muchos de sus simpatizantes y votantes. Algunos miembros del partido han decidido desembarcar. No se puede vivir toda la vida con una pinza en la nariz. Y los votantes....pues eso.
Lo que creíamos que debía suponer un seguro de calma social hasta las próximas elecciones se ha visto agitado y conmocionado por un asunto, un episodio más, que parece impedir que el hedor de la corrupción se disipe definitivamente del entorno de ese partido.
El oportunismo de otras filas, la difícil y delicada situación de Cataluña, el cada vez más agresivo y violento enfrentamiento entre sus ciudadanos -cruces, lazos y banderas- y la imparable escalada de tensión de los responsables de las principales instituciones políticas catalanas, Parlament y Govern, hacen imposible contemplar el panorama con una pizca de optimismo.
La burla impune de ciertos personajes (raperos y nefastos actores), oportunistas dispuestos a seguir hiriendo a ese mismo Estado de Derecho que garantiza sus libertades y la corrupción del partido que gobierna, empeñado al parecer, en seguir municionando a los enemigos de España, dibujan un escenario muy sombrío para los próximos meses.
Se subasta el Estado y solo acudirán chatarreros de palillo en la comisura de sus labios dispuestos a aplicar la cizalla y la prensa hidráulica para acabar de desguazar aquel país que remontó vuelo a mediados de los setenta con una transición ejemplar que parece haber llegado a su fin. Añoro aquellos tiempos y, como no, recuerdo la finura y exquisitez de Carandell.
Que Dios nos pille confesados.
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