No hay nada más dulce que la miel, excepto el
dinero.
Benjamín Franklin (1706-1790)
Benjamín Franklin (1706-1790)
En esa
ocasión el vuelo se le había atragantado. Durante todo el trayecto, en mangas de
camisa pero con el nudo de su corbata de Hermés perfectamente ajustado al
cuello, no dejó de prestar atención, ni
por un instante, a su teléfono móvil. Tenía
suficientes motivos como para sospechar que esa podía ser una de las últimas
noches, si no la última, que compartiría con la que todavía era su mujer, no ya el dormitorio pero sí al menos el chalet familiar, ubicado en la
parte alta de Barcelona. Sentía una profunda angustia y muy especialmente
después de su reunión en Madrid y de las portadas de los principales periódicos
de ese día y las informaciones aparecidas en la mayoría de los medios digitales.
Las fotos de un ex-ministro y su
declaración en una comisaría de la Policía Nacional, dejaban las puertas
abiertas de par en par a otros fusilamientos mediáticos por supuestos de fraude
fiscal y blanqueo de capitales. No estaba muy seguro de poder superar algo similar en su caso en una sociedad que tiempo atrás se había rendido a sus pies.
Poco antes de la medianoche el
Gulfstream G280 tomaba tierra en la mojada pista del aeropuerto de El Prat. Al
tiempo que se ajustaba la americana y guardaba las gafas en el bolsillo
superior y el móvil en el pantalón, echaba un vistazo a la mesa. No quería que
la tripulación pudiera sospecharlo, así que intentó no barrer con su mirada
todo el interior de la aeronave. No sabía si volvería a volar en aquel lujoso
aparato. Recordó el día en que lo estrenó, guiado tal vez por la loca ambición de
poder de Charlie Croker,
el fascinante personaje de la novela de Tom Wolfe, “Todo
un hombre”, que, pese a haber sido escrita hacía casi veinte años, cobraba
plena vigencia….y tan próxima.
Ya en el domicilio la fiel asistenta de hogar fue quien, solícita y respetuosa como siempre, le abrió el portón de madera del acceso principal.
Ya en el domicilio la fiel asistenta de hogar fue quien, solícita y respetuosa como siempre, le abrió el portón de madera del acceso principal.
- Sí, señor. Acaba de subir al dormitorio. Me ha comentado que le dolía un poco la cabeza y que prefería esperarle acostada. ¿Necesita algo? ¿Quiere que le prepare alguna cosa?
- No, gracias. No te preocupes. He cenado muy ligeramente antes de despegar, pero suficiente. Solo beberé un poco de agua. Puedes retirarte a descansar. Gracias y hasta mañana, Joana.
- Buenas noches, señor.
El exquisito trato que dispensaba a todo el personal de
servicio de su casa denotaba la excelente educación que recibió, en primer
lugar, de su propia madre y posteriormente, en el Liceo Francés, donde había
cursado sus estudios hasta llegar al Colegio Universitario. Gracias a ello y al
empeño familiar, dominaba perfectamente las lenguas francesa e inglesa -casi
maternas- y el alemán, aprendido mientras estudiaba Derecho, y perfeccionado
poco después, habiéndose doctorado más
tarde en Derecho Tributario por la Universidad de Colonia.
Había nacido a finales de los cincuenta en Barcelona,
como su padre, del cual había heredado el despacho – todo un imperio-. Su madre
era francesa, hija de un aventurado diplomático inglés. Ella había sido clave en su formación y supo inculcarle unos
valores morales y humanísticos que le habían acompañado hasta que decidió por
sí mismo dejarse llevar por la nociva ambición que había envenenado también a
su progenitor.
Bebió unos sorbitos cortos de agua, tratando de
sacudirse de encima aquella congoja y nerviosismo que le acechaba. Subió de uno
en uno, despacio, los escalones que le
llevaban a la planta superior. Recordó con cierta nostalgia los tiempos en que los subía de dos en dos, en tres zancadas. Abrió con mucho
sigilo la puerta del dormitorio. Había luz. En la cama, recostada sobre un gran
cojín le aguardaba Mercé. Al verle entrar, giró ella su cabeza hacia la puerta,
cerró un libro, se quitó las gafas de lectura y le miró muy atentamente con
intención de balbucear un saludo protocolario.
- Estoy muy cansado y preocupado –se adelantó él con la intención
de que ella se mantuviera en silencio -. Esto no va bien y
vamos a tener serios y graves problemas muy pronto.
- ¿Vamos? ¡No! ¡Vas, vas tú, a tener!– contestó ella
abruptamente, haciendo especial hincapié en sus palabras, al tiempo que le señalaba con su dedo índice extendido- Bueno, ya los tienes y no por lo de hoy.
Llevo mucho tiempo diciéndote que debías apartarte de estos líos que os traías
tus amigos y tú. Parece mentira. Es que no me lo puedo creer. ¿Qué podías
esperarte? Las cosas ya no son como antes, como cuando eras el niño pijo de
papá, abogado ilustre de la alta burguesía catalana. ¡Pamplinas, me oyes,
pamplinas!
- No me vengas con más historias –elevó el tono él-
Hoy, no. No te lo aguanto. Ha sido un día de perros y con lo que he visto y he
leído, me basta. No aguanto monsergas ni moralinas de nadie y menos de ti. Al
fin y al cabo, tampoco te ha ido nada mal. Mira dónde vives, mira tus armarios
y tus joyeros. Mira tu garaje. Y si no te basta, consulta tu cuenta corriente. Si
te sientes mal por esos saldos a tu favor, dónaselos a tus monjitas y a tus
nobles causas. Cuando te los ponías encima o te los pulías con cirujías estéticas
y viajes con tus amigas, no les hacías muchos ascos. Ahora, ahórrate el
esfuerzo y no me abrases con tus
sermones.
- Te lo dije, te lo dije! Los políticos nunca
pierden. Negocian porque no exponen nada. Entre ellos no se muerden de verdad. Simulan
y aparentan enfrentarse para satisfacer a los tontos que supuestamente les
votamos, pero cuando vienen los problemas, siempre salen de perfil. Nunca
pierden. A ti te van a pillar, pero tú crees que a alguien de ese clan
tumefacto le va a pasar algo. Ja! Permíteme que me ría.
- Bueno, bueno, bueno. Por el momento tengo un
compromiso y ya he hablado con el fiscal. Mañana tengo una reunión con Josep
Cardós y por el momento las noticias no son muy malas. Y el Conseller está más
blandito.
Mientras iba descalzándose y desvistiéndose en el
vestidor contiguo al dormitorio escuchó como Mercé se había levantado de la
cama y se calzaba las zapatillas.
- No quiero volver a compartir el dormitorio con un presunto delincuente. Has arruinado mi vida y ahora ya no tengo ningún tipo de esperanza ni ilusión. Mañana me voy. Ya lo he hablado con las niñas. A ellas les debía una explicación. Ahora a ver tú, que les cuentas.
- Pero ¿cómo has sido capaz? Me parece que se te ha ido la pinza. A las niñas. ¿Pero, qué coño les has dicho?
- Solo se escuchó el sonido de la puerta al cerrarse, amortiguados cada vez más por su lejanía, los pasos de Mercé por el pasillo y al cabo de un rato, el de otra puerta cerrarse.
Eran como dos islotes en medio de un océano. Condenados a
tolerarse mutuamente sin posibilidad ni de alejarse, ni mucho menos de
aproximarse. Había sido, tal vez, muy duro con ella, pero desde hacía muchos
años se evitaban más allá de sus compromisos sociales y en algunos medios se
les trataba como pareja ejemplar. Si el servicio hablara.
El portazo sonó como un carpetazo final. Fuera
máscaras. Ese riesgo ya estaba
calculado. A pesar de ello resultaba muy doloroso. Era plenamente consciente de
que atrás quedaban treinta años de convivencia, los quince primeros excelentes,
pero los últimos plagados de episodios primero agridulces, luego un tanto más agrios
y, finalmente, muy amargos. Infidelidades, ausencias y ahora un monumental
barullo del que no estaba muy seguro como iban a salir. Daba por segura una
costosa ruptura matrimonial y dadas las circunstancias y el entorno social en
el que se movían, un más que hostil proceso de separación. Pero no quería ni
pensar lo devastador que podía resultar un divorcio mediático con violencias
enconadas. Lo había comprobado, en carne ajena, en muchos célebres y poderosos
amigos y conocidos y no quería ni imaginárselo en primera persona.
Permaneció un largo rato pensativo, sentado en la butaca
del vestidor, con la cabeza apoyada en ambas manos, inmóvil. La pantalla del iphone,
sobre la moqueta, relampagueó. Un wpp de ella. ”Tengo cita mañana en
Molina&Associats. Están preparándome la demanda de divorcio. Prepárate
porque me parece que para los dos va a ser duro, pero no puedo dejar de pensar en
el daño que nos has causado a mis hijas y a mí. A mí casi me da igual, estoy de
vuelta de todo pero las niñas tienen mucho futuro por delante y voy a luchar
por ellas….A MUERTE”
Se quedó perplejo, más inmóvil todavía. Hija de puta
–pensó-. Por un momento creyó que debía tirar abajo la puerta de su dormitorio,
sacarla a rastras de la cama y tirarla escaleras abajo hasta dejarla en la
calle. Recapacitó. El lexatín que se había tomado antes de despegar de
Madrid hacía su efecto y le había rebajado su tensión emocional. Sería una gran
cagada y solo serviría para joder más las cosas. Seguramente, al día siguiente,
con los ánimos más templados y después de haber dormido, vería las cosas de
otra manera.
Del cajón de la mesilla extrajo un blister de stylnox.
Tomó un comprimido y se lo tragó entero, sin cortarlo como en otras ocasiones.
Necesitaba garantizarse un sueño lo más largo e ininterrumpido que pudiera. Presagiaba que el día siguiente iba a ser muy intenso.
Y no se equivocaba.
NOTA. Este es un pequño fragmento del primer capítulo de un proyecto de novela que empecé a escribir hace un par de años. Avanza poco a poco. Requiere tiempo y dedicación exclusiva y de ambas ando muy escaso y no sé muy bien cómo acabará el intento. No tengo prisa. Con la muerte de Tom Wolfe he recordado sus dos principales obras, Hoguera de Vanidades y Todo un hombre y de esta última mi referencia a su protagonista Charlie Croker; su Golfstream, sus negocios en Tampa y su vida de excesos y corrupción.
Y no se equivocaba.
NOTA. Este es un pequño fragmento del primer capítulo de un proyecto de novela que empecé a escribir hace un par de años. Avanza poco a poco. Requiere tiempo y dedicación exclusiva y de ambas ando muy escaso y no sé muy bien cómo acabará el intento. No tengo prisa. Con la muerte de Tom Wolfe he recordado sus dos principales obras, Hoguera de Vanidades y Todo un hombre y de esta última mi referencia a su protagonista Charlie Croker; su Golfstream, sus negocios en Tampa y su vida de excesos y corrupción.
Se queda uno con ganas de más.... Animo, seguro que encuentras momento. Besos
ResponderEliminarEspero encontrar el tiempo y la disponibilidad. Animado estoy, sin duda. Gracias. Besos
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBueno,bueno,bueno...así no nos puedes dejar,ponte a escribir ya😆Genial,sigue por favor.
ResponderEliminarBss