Dejamos atrás 2017 y entramos en 2018!! Desde mis primeras sensaciones de consciencia del veloz transcurso del tiempo, de mis años, de mi vida, cada nuevo momento parecía tan lejano como el propio siglo al que le hemos arrancado, completos, nada menos que diez y siete años. Y seguimos fieles a la misma tradición. Cerramos con uvas y abrimos con besos, brindis y buenos deseos que luego se cumplirán o no, eso ya lo veremos. Con una cita también tradicional. Altavoces conectados y viajamos desde el salón de casa al salón dorado del Musikverein: Concierto de Año Nuevo después del chocolate caliente sobre mantel de hilo y mi tradicional ración de panettone.
Pasadas las primeras horas del nuevo año, a los postres de la primera comida, levantaré mi copa de cava catalán-por supuesto y pese a todo- y brindaré por todos mis familiares, por mis amigos -por todos- incluso por aquellos con los cuales, por determinadas circunstancias; los años, la vida y diferencias de criterio, la distancia se ha hecho insoportable e insuperable. Y, por qué no, también por mis enemigos, los que creen que lo son y esos otros que se han hecho cansinos virales por su visceral odio hacia todo lo que a mi me gusta y que salen en papeles todos los días del año....
Pasadas las primeras horas del nuevo año, a los postres de la primera comida, levantaré mi copa de cava catalán-por supuesto y pese a todo- y brindaré por todos mis familiares, por mis amigos -por todos- incluso por aquellos con los cuales, por determinadas circunstancias; los años, la vida y diferencias de criterio, la distancia se ha hecho insoportable e insuperable. Y, por qué no, también por mis enemigos, los que creen que lo son y esos otros que se han hecho cansinos virales por su visceral odio hacia todo lo que a mi me gusta y que salen en papeles todos los días del año....
Y desearé que cesen los fuegos, las violencias. Que reine la palabra y, pese a la discrepancia, que seamos capaces de construir adecuadamente el futuro de nuestros hijos. Nos lo exigen y no podemos desatender sus expectativas, ni traicionar a sus ilusiones, ni pulverizar sus sueños. Es decir, desearé todo lo que -presumo- desea la gente de buenas intenciones y que son/somos muchos más de lo que nos imaginamos aunque les/nos cueste un poquito exhibirnos así en público o algo menos en privado y aunque les/nos envuelva a veces una capa de aparente rudeza que para nada se corresponde con sus/nuestros verdaderos sentimientos.
Pero por encima de todos, brindaré por los que no están lo suficientemente cerca como para encontrármelos al doblar una esquina o al entrar en una tienda o en un restaurante. Esos que atendieron la llamada de un deber y se alejaron por un tiempo de su familia; de sus padres, de sus cónyuges y de sus hijos y este primer día del nuevo año lo han celebrado lejos de casa, pegados a una pantallita que les acercó por unos breves instantes y lo máximo posible a unas caras sonrientes que le esperan y que se preguntan por qué motivo no pueden abrazarle. (No hace falta decir que en absoluto pienso en esos otros personajes que, envueltos en un falso heroísmo impostado pusieron bombones y coles por medio)
Brindaré, en fin, por mis compañeros de profesión que el día uno de enero del nuevo año ya han izado nuestra bandera muy lejos de su hogar. Conozco a alguno de ellos y ese día brindaré por ellos, por sus padres, por sus madres, por sus hermanos, por sus esposas, por sus hijos...
Y también, cómo no, esos otros que por motivos profesionales y familiares se encuentran a cientos o a miles de kilómetros de su familia porque decidieron sacrificar esa zona de confort para tratar de encontrar un horizonte más próspero.
Que volváis pronto a casa. Un fuerte abrazo y feliz 2018.
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