Cuando hace poco menos de cuatro años regresé de mi misión afgana, además del feliz reencuentro con mi familia y mis amigos, pude recuperar la percepción del color de las cosas y del aroma de muchas de ellas. Siete meses expuesto a un turbio ambiente árido, donde todos los objetos depositados sobre la mesa del despacho acababan engullidos por un denso polvo amarillento, produce una leve amnesia. De no ser por los medios electrónicos que, a través de una pequeña ventana, permitían mantener un hilo de comunicación con la realidad exterior, cualquiera, en pleno juicio, podría haber acabado totalmente trastornado.
Cuando hace poco menos de cuatro años regresé de mi misión... no deseaba otra cosa que respirar profundamente el aire que me envolvía, disfrutar con los colores que me rodeaban y regalarme los oídos con el canto de cuantas aves daban cuenta de un nuevo amanecer.
Cuando hace poco menos de cuatro años regresé de... volví a valorar (poner en valor, dicen los cursis) el aire de libertad y de seguridad "occidental" que reina en mi país y en el resto de Europa y no eché de menos ni las concertinas sobre la línea de merlones que delimitaba la Base, ni los muros de hesco bastion rodeando los pasillos y accesos a los corimecs, ni la imagen de un chaleco colgado en un galán de guerra en mi despacho, ni los disparos lejanos o la prevención de no alterar el blackout con una luz de más.
Cuando hace poco menos de cuatro años... no me imaginaba ni por un momento que, a pesar de que la lata viene de lejos, nada ni nadie pudiera amenazar el sano espíritu de convivencia que existía en mi país y en el resto de Europa, a pesar de ser consciente de que cualquier tarde o cualquier madrugada, uno o varios descerebrados pueden hacer añicos ese estado de serena convivencia.
Cuando hace poco menos... no me hubiera creído que a estas alturas íbamos a estar como estamos; permanentemente amenazados con padecer un desgarrador atentado terrorista, vivir en una permanente alerta por la presencia de seres desalmados dispuestos a sembrar el dolor y el pánico en nuestras ciudades y acostumbrándonos a leer portadas de periódicos, aperturas de informativos televisivos y mensajes con imágenes de muerte y mutilación.
Cuando hace poco... no me imaginaba que iba a tener que acostumbrarme a ver las ramblas y calles de mi ciudad protegidas por bolardos y maceteros que puedan dificultar una de las muchas y diabólicas maneras en que ¿un ser humano? puede destruir la vida de los demás.
Cuando... no me imaginé, ni por un miserable minuto, que volvería a vivir permanentemente en "misión", sobreviviendo con mi familia y mis amigos en un estado de pánico, de miedo, de mentiras, de odios, de soberbias de unos creyéndose superiores al resto, de actitudes infames de quienes, radicales violentos de una opinión que debería debatirse -en cualquier caso- con palabras y diálogos constructivos, aprovechan cualquier tren, cualquier vagón descarrilado, cualquier acto de terrorismo masivo para sacar la caja registradora de un proceso de mentiras y ofensas contra el Estado. Siento por estos cobardes que vociferan violentamente e insultan a los representantes de dignas Instituciones de ese Estado idéntico desprecio y repugnancia que por los que ponen las bombas o conducen furgonas asesinas porque creo que comparten el mismo grado de irracionalidad en sus actos y en sus pensamientos.
Y mientras, ¿deberemos resignarnos a vivir protegidos con bolardos, maceteros o sacos terreros, escuchando tiroteos, mientras dispersas columnas de humo ennegrecen y enturbian el aire de mi ciudad y disfrutamos de una libertad cada vez más pobre?
Y mientras, ¿deberemos resignarnos a vivir protegidos con bolardos, maceteros o sacos terreros, escuchando tiroteos, mientras dispersas columnas de humo ennegrecen y enturbian el aire de mi ciudad y disfrutamos de una libertad cada vez más pobre?
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