jueves, 27 de julio de 2017

Que paguen y que se lo lleven

Seguramente, lo primero que hará después de estampar su firma será tender su mano a un señor muy elegante de tez morena, mirar a los fotógrafos, esgrimir una amplia y generosa sonrisa y felicitarse a sí mismo por la grandeza de su hazaña. A la sombra de los focos, en un primer momento,  papá se pondrá las gafas de leer cifras desorbitadas, comprobará que en un trocito de papel está perfectamente impreso el importe del precio de su hijo y muy orgullosamente lo guardará en un espacio muy próximo a su corazón; el bolsillo donde guarda su cartera. A continuación saldrán todos los actuantes a un campo de futbol. Le entregarán al futbolista una camiseta cuyo escudo besará con fingida y delirante devoción y le tirarán un balón para que haga lo que mejor sabe: unos toquecitos con cada uno de sus pies, con sus hombros y con esa cabeza que Dios conserve muchos años. Papá, que también asisitirá a esa ceremonia a pie de campo, ya habrá hecho las cuentas y comenzará a tejer una siniestra red de agentes bancarios, contables, asesores fiscales y gestores  de aquí y de más allá para que vayan manipulando los ingresos y sus comisiones.

Pues sí, será asi y casi lo deseo. Si no fuera este año, si por cualquier razón que sólo el conoce, esta operación se frustrara, el año que viene, a estas alturas, volveremos a hablar de su renovación, de su posible fichaje, de una super-mega-oferta mareante que no puede rechazarse.

No. Que paguen la pasta gansa y que se vaya a su nuevo equipo. Que quede muy claro que esta clase de deportistas sienten una desmedida y salvaje pasión por el color, pero no por el color de la camiseta de un club, sino por el color, el olor, el tacto, el sonido y el sabor del dinero. Pasión con los cinco sentidos. Eso es todo.

Entiendo que en el circo del fútbol, el dinero que se genera sirva para pagar a los payasos. Estos y no otros son los que ponen sus piernas, sus dotes y su calidad y parece justo que sea en ellos en quienes revierta la parte más sustanciosa de esa ganancia. Y además son profesionales; viven de esto y, nos guste o no, su compromiso lo es en la medida en que económicamente les resulte conveniente. No es exclusivo del fútbol y en todos los deportes profesionales se producen traspasos y fichajes millonarios y si lo son es porque las ofertas de cambio son, al principio tentadoras y finalmente convenientes a los intereses económicos de estos deportistas.

Fue bonito. La imagen de una tripleta atacante victoriosa y jubilosa por la obtención de cualquiera de los maravillosos goles y momentos que nos han regalado quedará en la retina de muchos aficionados que, en ocasiones, somos reacios a resignarnos porque, al final, por un puñado de millones de euros se besa el escudo de cualquier camiseta que normalmente viene a caer encima de donde unos tenemos el corazón y otros guardan los cheques.





Seguiremos la evolucion profesional del personaje en cuestión y podremos constatar el número de besos a sucesivas camisetas y a qué precio los vende. La historia de los clubes debería estar por encima de estos saltos de cama a precios imposibles de igualar.




lunes, 24 de julio de 2017

Papá, me aburro.

Esa tarde me quedo en casa. Sobrevivo al sopor de los primeros instantes posteriores a la comida -frugal- y del bochorno general reinante. Languidezco sobre el sofá mientras que, con unos párpados pesados que proponen un cierre inminente, husmeo en la tediosa parrilla televisiva; fatigosa etapa de transición de un Tour sin muchos españoles competitivos, culebrones de sobremesa, un gran y viejo leon de abundante melena bostezando en la sabana del Serengueti, videos pretendidamente graciosos sobre caídas y mamporrazos, películas que fueron taquillonas hace más de treinta años o la  repetición de partidos de liga de cuando el Barça deslumbraba al mundo con su exquisito y vistoso juego. Acabo desprendiéndome del arnés que me sujeta a la vida real y me dejo llevar, plácidamente, por una espesa marea que me sumerje en una ciénaga de pensamientos absurdos sin oponer resistencia alguna por tratar de evitarlo.

A los pocos intantes recupero mi presencia de ánimo. El toldo de la terraza, a esta primera hora de la tarde, amenaza con acabar arrancando su anclaje de la barandilla y salir volando. Buena hora para tomar el libro y justificarme a mí mismo una tarde de verano sin playa, sin tenis, sin .... otro día será.

Mi hija pequeña está a mi vera, silenciosa, callada, atada a la maquineta, con los pies en lo más alto, tirada sobre el otro sofá. El soniquete de fondo de su videojuego me obliga a bucear en spotify. Cecilia Bartoli me parece una buena opción. Le doy volumen y primeras protestas. Mi hija se aburre. Estos niños, que tienen de todo, ¡se aburren! Da igual que te pongas en medio del salón a hacer piruetas en el aire (no es el caso). No importa. 

- Me aburro...es un aburrimiento, -repite una y otra vez.

Vamos a la piscina y me aburro, vamos a la playa y, si no están mis amigos, me aburro. Le pido que se imagine por un instante a los niños su edad de Burgos o de Palencia, sin este mar, sin esta orilla, sin un verano similar y que compare; a ver si también se aburre. Parece entrar en razones . Solo lo parece, vuelve a echar un pie por encima de la nariz y una pierna sobre la otra a teclear en la nintendo...

A una excelente hora decido subsanar su tedio. Saludable para ambas partes. Vamos a Santa Ponsa, con sus primas. Buen baño en la orilla de las rocas, buenas vistas, magnífica compañía y por encima de todo ello,  exclusividad. Al cabo de un rato los niños desaparecen; se transforman en un eco lejano de risas y chapuzones, de felicidad de pandilla inocente en el recreo veraniego. Todos ganamos.

Va cayendo la tarde y esperamos a ese mágico instante en el que, como un telón, el sol comienza a ocultarse y rinde sus últimos rayos. Ya no son abrasadores y tiñen el mar de un amable tono dorado. Al trasluz, la silueta de unas docenas de barcos. La música,  el tintineo de obenques y drizas contra los mástiles. 

Último salto. Lo más lejos que alcancéis y lo más alto! 1,2...3!









lunes, 17 de julio de 2017

El papi del fuet

Al margen de la presunta sumisión de la marca comercial al controvertido procés, el producto es bueno de verdad. Está muy rico y en casa, como en los anuncios, caen de dos en dos. Que estás cocinando y andas canino de hambre, en lo que echas un cucharón de aceite, el ajo, la cebolla, la sal y las viandas a la cazuela, tomas la tabla de corte, un buen cuchillo y le vas pegando sucesivos viajes al embutido con el nombre de aquel senyor que proclamó a los cuatro vientos que ya estaba allí, que ya había llegado.

El último anuncio publicitario de esta empresa familiar catalana es ingenioso y coloca a ciertos padres de jóvenes adolescentes en una envidiable supremacía sobre algunos de estos; los más autosuficientes que creen que ya han llegado al punto de poder medirse con los mayores y hacer uso de ciertos privilegios; poner los pies encima de tu mesa, bañarse en tu piscina, tomar el mando de tu tele, comerse tu queso y, aunque espero que todavía no se de, beberse tus latas de cerveza. ¿O no es un placer poder decir lo que nos pasa por las narices, a sabiendas de que nos están escuchando y con la ventaja de que los aludidos ni lo sospechan, falsamente convencidos de que su presencia no ha sido advertida? Como en casa no tengo piscina y mis adolescentes están todavía muy verdes, a Dios gracias, no hay peligro, todavía.

Es cierto que los adolescentes de ahora bordean riesgos muchos peores que los nuestros. Nuestra pecera era ridícula comparada con el mega acuario en el que se ha convertido el entorno en el que se mueven. Yo, por el momento, me siento un afortunado. Las inquietudes de mis hijas son, digamos, sostenibles. Es cierto que estamos empezando a asumir nuevos retos y nunca se sabe cómo puede acabar la cosa. Por ahora solo debo lamentar que se pasan el día con el móvil encima y que cuando les encargas alguna cosa, sabes que comparece una persona con una incapacidad física importante. Normalmente solo dispone de una mano libre y así cómo le vas a pedir que te eche la otra...

Otra de las virtudes de los adolescentes actuales es que, gracias a ese artefacto, están multiconectadas a muchas redes sociales y familiares y antes de que podamos comentar una novedad de algún amigo o pariente, ellos ya lo saben y emiten un visible bostezo cuando crees que te adelantas con la primicia. Te oyen con sus dedos tecleando y sus labios sonriendo por razones ajenas a tu conversación. No somos nada.

En el coche, superadas las épocas en que, primero,  te desesperaba no poder hacer sonar tu música y claudicabas con, una y otra vez, aquella canción de los payasos de la tele o los odiosos villancicos de toda la vida, y más tarde, pretendían que les pusieras una emisora de música electrónica discotequera, ha regresado nuestro momento. Ensimismados con su propia música o el repaso de los bip-bip! de sus wpp,s y de sus audios personales, les importa un rábano que sintonices tu emisora favorita, (¿te acuerdas cuando escuchabas Radio 3?) o el último disco de los Rolling, cuanto más alto, mejor.

 https://www.youtube.com/watch?v=00VVTQnztYc

lunes, 10 de julio de 2017

Llegamos a los cuarenta grados.

Vuelve el calor y desfallecen los ánimos. Cuando el termómetro supera los cuarenta grados, el fresco refugio de la orilla parece algo lejano pero es un placer, llegado el momento, apagar los ordenadores, la luz y el aparato del aire acondicionado del despacho y como si fuera sobre una alfombra de arena, llegar a la playa en menos de un cuarto de hora. Es así, palabra.

Los cristales polarizados, esa brisa, y la visión que me proporciona la última curva -espectacular panorámica- antes de aparcar el coche, me ratifican en el paraíso. Sí existe y vivo en él; en cada playa y en cada cala, muy a pesar de quienes nos lo tienen secuestrado. Puestos a disfrutar del verano, cuesta entender -será la edad- algo que sea más idílico que ese baño en turquesa y en agradable y fiel compañia. Nada que ver con el turismo hortera y de borrachera, guiris amorrados a un cubo inmundo de sangría peleona. Y sus broncas, sus peleas multitudinarias a pleno sol...¿merece realmente la pena llegar a agotar el número de plazas hoteleras con este ganado? ¿Vale todo? Se apea un tipejo de un vuelo y toma un taxi en bañador Borat que, según me indican, es como se denomina esta indumentaria. Y digo yo, ¿por qué no se le busca plaza de vuelta en el primer avión que despegue de Son San Juan, sea cual sea su destino?



Los encierros de San Fermín constituyen el primer gran hito sobre el que se va vertebrando el veraneo. Es una tradición de la que he perdido la referencia sobre cuándo fue la primera vez que me planté frente al televisor para presenciar las carreras de mozos, toros y cabestros. Con esta fiesta se inicia el verano pero tambien empieza a desvanecerse. Llegará septiembre y recordaremos estos días de luz y sal marina hasta más alla de las nueve de la noche.

Ha sido un fin de semana, entre otras cosas,  de asistencia sanitaria. Nada grave, pero un ingreso hospitalario, a poco que uno se fije, aporta un plus de conocimiento de cómo se encuentra el entorno social en el que nos desenvolvemos. El personal sanitario (desde el médico hasta el personal de limpieza) impecable y profesional; atento en el trato y sensible en el dolor ajeno. Como no podría ser de otra manera -no se espera otra cosa- pero hay que decirlo. Las esperas en salas, pasillos y habitaciones obligan a la reflexión y la conclusiòn final es que somos unos afortunados hasta en el momento de la enfermedad. Cuando la salud se quiebra, aunque sea levemente, es una suerte contar con la asistencia de buenos profesionales y de centros adecuados y modernos. Gracias, gracias, gracias...

Superado el pico térmico de los cuarenta grados del viernes, el domingo nos proporciona una dulce tregua y nos reunimos en torno a una buena mesa. La orilla  muere bajo nuestros pies y la brisa del Puerto de Andratx se encarga de mantener la conversación en un ambiente fresco y relajado. Adultos y niños en sintonía gastronómica para rematar la tarde, todos juntos, alrededor de la piscina: baños y persecuciones. Alegre y contagiosa risa infantil. El valor de la familia. Sin líos, afortunadamente. Qué suerte.



lunes, 3 de julio de 2017

Inicio de verano

Hemos liquidado el primer semestre del año y, acabado el curso escolar, tenemos derecho a echarnos en una hamaca, coger un buen libro y disfrutar de la bondad del verano para resarcirnos de las tediosas tardes de invierno, de sus escasas horas de sol, de los deberes, controles y  carreras de un lado a otro, sacándole tiempo al tiempo...

Solazado (y apasionado) por la tensa literatura de Fernando Aramburu y su Patria, cualquier momento y circunstancia es buena para aislarme del sonido de los chapuzones, de las tintoreras, de las infamias de los wpp,s, que escupe mi móvil sobre tanta estupidez exhibicionista de quienes confunden las cosas haciendo prevalecer sus mamarrachadas sobre los derechos de los demás. Basta ya, por favor. Que cada cual haga con su cuerpo lo que le apetezca pero para reivindicar ese derecho no hay que herir creencias religiosas ni otras sensibilidades de quienes no tenemos necesidad ninguna de reivindicarnos por lo que somos ni por lo que hacemos con nuestro cuerpo.

La desconexión climatológica de estos últimos días ha sido de agradecer. Es como si al verano se le hubiera caído el sistema. Recuperar el aliento y poder dormir con una sábana echada por lo alto y esa brisa que eleva las cortinas hasta el centro de la habitación es de los mejores placeres del verano. 

Y, por supuesto, la exaltación de la amistad en el suculento ámbito de la gastronomía doméstica. Se presta esta época para retomar las buenas amistades en torno a la mesa. No importa mucho el menú. Unas sardinas asadas y solomillos de atún rojo a la plancha (Guille y Fany);  una ensalada sencilla de lechuga y tomate y un par de lomos de serviola con un Freixenet Ice Rosé en pareja (peloponésica); o un tartar de atún y aguacate y roastbeef de ternera gallega (gracias Chunga y Rafa) bañados con un sorprendente y refinadísimo Ribeiro (ojo! algo está cambiado en Galicia) o la guinda del pastel gastronómico del fin de semana; una marmita de bonito mediterráneo, maridado con Viña Sol y una excelentísima y numerosa compañía "expe-cial" al tiempo que la joven y nutrida cantera -disfrutando de los excelentes resultados académicos- saltan de la cama elástica a la piscina una y otra vez.....



Y nos dieron las diez y las once, las doce, la una, las dos y las tres....ese buen rato jugando a las adividanzas y perversidades bluetooth... a ver si sabes esta....

No debemos pedir más, por el momento. Disfrutemos pues del momento y mientras haya pedales, pedaleemos lentamente....queda mucho verano.


Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...