lunes, 26 de septiembre de 2016

¿Ya estás aquí, otoño?

No hay mejor ayuda que una buena tormenta. Es lo más eficaz para reposicionarnos en la senda de nuestra nueva rutina; la del curso escolar, la de las tardes de flexo y mates, de las prisas por los baños, las cenas, la lavadora...

Han descendido ligeramente las temperaturas matutinas y las mangas y los pantalones largos cobran un cierto auge en los primeros viandantes de la mañana. El aire que entra por la ventana del coche es suficiente y nos vamos olvidando del climatizador. Esa ligera brisa que viene de los campos de golf, envueltos en tupida niebla tras la intensa lluvia de la noche anterior,  me va advirtiendo de la inminente llegada de una estación que desprende aroma de retorno a la obligación. Lo peor está por venir. Ese último fin de semana de octubre en el cual la guillotina del cambio de hora remata definitivamente el ocio con luz natural. 

Y han caído las primeras gotas desde no sé muy bien cuando. Lo he celebrado, a pesar de que me ha privado del placer de jugar al tenis, como aquellas escasas cuatro gotas que cayeron sobre nosotros en Herat y que llegamos a celebrar como los niños de Jaipur o de Delhi cuando, sin llegar a la intensidad de los monzones, inuaguran la temporada de lluvias. Necesitamos que llueva si no queremos acabar duchándonos con agua del manantial de Bronchales unos y con Solán de Cabras los más pudientes, que seguro que hay más de una...

A mitad de semana se anuncia, con absoluta precisión, hora y minuto, la llegada del otoño, dato este último que para muchos de nosotros supone un hecho irrelevante. Manga larga por la mañana y chancletas -todavía- a media tarde. Y por supuesto quien se adelanta sistemáticamente al inicio de cada una de las estaciones, el de siempre, elcortinglés que nos coloca estratégicamente una excelente cuña publicitaria tanto en lo visual como en lo musical que, supongo, hace que a mis chicas les entren unas terribles ganas de echarse encima la ropa de las nuevas tendencias y así, todos contentos.

La gran esperanza es la previsión climatológica, un otoño templado, más bien caluroso. Ahora bien, tambien pronosticaban un feroz verano de sesenta noches tropicales aquí en Mallorca y, afortunadamente, se equivocaron.

Perderemos la terraza, las noches a la intemperie y a la luz de los velones, pero nos seguiremos lanzando a la aventura de playas sin colapsos ni masificaciones -espero- y a ser posible disfrutar de algún recóndito espacio en el que contemplar esos fondos que hay todavía por descubrir.


Cala s'Almonia, en Santanyi.
Disfrutemos cuanto podamos de esta estación de trámite, de hojarasca pasajera que cruza la calle de acá para allá y de allá para aca, al capricho del viento y de las turbulencias del 7EMT que sube cansino y ruidoso la cuesta hasta su parada. Dentro de unos días no tendré que interrumpir la película ni subir el volmen de la televisión (total, ¿para qué?). Cerraré el ventanal de la sala y tu bufido sonará como un inocente, casi insignificante,  maullido, gatito azul.

Si. Ya está aquí el otoño, ya llegó. Abriré el armario y un día de estos saldrá un jersey -qué pereza- y a los pocos días no me quedará mas remedio que pasar a primer término la ropa de más abrigo. Quedarán relegados a un segundo plano los polos de verano y las bermudas. Con lo fácil que resulta no pensar qué ponerse. Irán recortándose las tardes y descendiendo las temperaturas. Volverán las sopas, las cremas calientes y los platos de cuchara. Resignémonos. 

Ya está aquí el otoño, ya llegó. 




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