lunes, 10 de agosto de 2015

Un día en el ático del paraíso

Constituía una de las actividades programadas desde hacía algunas semanas. Siempre resulta atractiva una salida a la mar y especialmente en Mallorca, con un litoral variado que garantiza suficiente disfrute como para dejar grabados buenos momentos en nuestra memoria. En esta ocasión, el puerto de salida es el de Sóller. El parte meteorológico ha mejorado de un día para otro y en el momento de soltar amarras, la mar parece serena dentro del Puerto y una ligera brisa refresca los primeros calores del día.

Al asomarnos a la bocana, dejando la Base Naval a estribor, encontramos un notable oleaje de resaca de días anteriores. La primera lancha, con Javier y Marga nos ha tomado una ligera ventaja y por su estela advertimos el grosor de la mar. Nos moveremos un poco. Ya en mar abierto viramos a estribor y Luis nos adentra en  una divertida montaña rusa. Nos anticipa que nos moveremos en este tramo de la travesía pero garantiza que al mediodía la mar quedará en calma y pasaremos una buena jornada. Vamos tragándonos olas, amortiguándolas con las rodillas semiflexionadas y fuertemente sujetos. Vuela el pelo de nuestras cabezas y llegamos a divertirnos con esos bruscos pantocazos.

Contemplar desde el mar todo ese imponente litoral confirma el concepto que tenemos de esta joya. Al alzar la vista, tras los escarpados acantilados se nos muestra, espectacular y con todo su esplendor la Sierra de Tramontana. Avanzamos unas millas en dirección a La Calobra y compruebo las aguas turquesas de Sa Costera y recuerdo la excursión del pasado mes de mayo y el deseo de echarme a nadar en este cristal azul. A través del sonar compruebo la existencia de una densa señal entre la superficie y el fondo; bancadas de peces, fortuna de pescadores que hoy podrán aprovechar. A los pocos minutos llegamos a Cala Tuent, orilla de un espectacular valle con mil tonos variados de verdes y piedra. Al fondo y levantando la mirada hasta donde las cervicales comienzana a crujir, la Bola  del Puig Major, el Pico, envuelta, como una novia, en un denso tul de nubes blancas que se encaraman hasta coronarla. Hablamos de una cota próxima a los mil quinientos metros de altitud y todo ello desde el lugar escogido para el fondeo. 




El baño, reparador y en familia, abarloadas ya las lanchas, forma parte del programa del día, antes de que los jugos gástricos empiecen a hacer travesuras y aplacamos la ansiedad con unos sugerentes aperitivos. Salir a navegar no está reñido con comer bien y como muestra de ello, el generosísimo menú de nuestra amiga Mar es un derroche de imaginación y buen gusto. La fresquísima vichyssoise se adelanta a unos elegantes aguacates rellenos de cóctel de gambas y una original ensalada de lechuga de roble, salmón ahumado y tajitos de paraguayo. En un momento de despiste, Luis salta de un ágil brinco a la popa y monta su espectacular barbacoa -el gadget más codiciado del barco- para que desfilen unas exquisitas gambas de Sóller y rematamos con un corte de black angus que se deshace en la boca, tierno y jugoso por dentro y tostado en su exterior...y eso, en medio de esta Cala suena a música celestial. Un fresquito verdejo de  Rueda y un excelente Muga, obsequios de  Javier y Marga ponen el punto de honor, previo a los postres; dos ensaimadas del Forn Nou de La Vileta  www.mallorcaensaimadas.com   El placer de compartir un Möet Chandon , a bordo y en tan ilustre compañia  eleva la estima entre estos amigos por encima de la Bola, desprovista, a esta hora del día, de luminoso tul con el que nos recibió, antes del mediodía.


Va cayendo la tarde entre amenas conversaciones, mecidos levemente por el suave vaivén de un minúsculo oleaje, entre baño y baño, viendo como la luz del sol, en su caída, va pintando de distintos verdes el frondoso bosque de pinos y olivos en primera línea de mar.


No quiero marcharme, no deseo dejar este fondeo del primer domingo de agosto ni alejarme de tan excelente compañia entregada, con exquisita generosidad, al cuidado de la amistad. Contemplo con sorpresa como la luz ha ido jugando con los tonos de todo cuanto nos rodea y miro hacia el fondo desde la plataforma de popa. Cientos de peces se abalanzan sobre las migajas que les echan los más jóvenes. No se ven medusas, a pesar de que ha habido tres indeseables encuentros con alguna de ellas como recuerdo prescindible de una jornada irrepetible. 


Levantamos el fondeo cerca de las nueve de la tarde, todavía, justo cuando el sol más se aproxima a un horizonte cobrizo perfectamente definido. Trato de atraparlo en el móvil, con la lancha ya camino del Puerto de Sóller, hasta donde nos acompaña, para redondear la jornada, una pareja de delfines. Si existe el paraiso, que sí, hoy hemos visitado el ático.











Gracias Luis y Mar, gracias Javier y Marga. Hasta la próxima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...